Hasta 30 mil bolívares piden por tramitar la autopsia en la morgue de Maracaibo

Credito: Panorama Digital

30-01-16.-A María Consuelo Arévalo la despertó a las 6:00 de la mañana, el repique de su celular. Una misteriosa voz le hizo saber que su hermano, José Martín, había sufrido un accidente de tránsito en el que falleció.

La mujer desesperada salió de su casa y en 15 minutos atravesó la ciudad, desde San Francisco a Maracaibo, para llegar a la morgue de la escuela de Medicina de la Universidad del Zulia,ubicada en la calle 65 con avenida 19, donde le dijeron que encontraría el cadáver de su hermano.

En una camilla que apenas se podía sostener de lo deteriorada que están sus patas, estaba el cadáver de José Martín, un conductor de carritos por puesto que viajan a la Guajira. En esa lámina de acero inoxidable, fría y con restos de sangre, reconoció a su familiar y comenzó para ella la pesadilla que viven a diario decenas de parientes, cuando se trata de hacer trámites en esa instancia forense.

El dolor de la mujer se intensificó cuando se acercó a ese lugar. Al entrar, el calor es opacado por los 25 grados centígrados, como mínimo que lo deben ambientar, por los trabajos que allí se realizan . Los olores nauseabundos de cuerpos descompuestos que, a veces se quedan porque no son reclamados por sus dolientes, y formol que emanan de su interior son característicos.

Entre cinco y 18 horas puede permanecer un doliente expuesto al sol, al desagradable olor a sangre añeja, a aguas negras e incluso a desechos fecales y urinarios que bordean el sitio, pues las pocas áreas verdes que tiene son utilizadas como baño por los propios familiares debido a la carencia de un sanitario.

Mientras María Consuelo se refugia debajo de una rama y seca sus lágrimas con un pañuelo, Carlos Gutiérrez, intenta mantenerse de pie recostándose a las sucias paredes cubiertas de pintura color vino tinto, ya manchadas y un blanco que parece beige.

Al hijo de Gutiérrez, lo asesinaron unos atracadores, cuando se resistió al robo. Fue el quinto de 12 cadáveres que ingresaron a la morgue ese día y casi el octavo en ser entregado.

Al familiar, devastado por la muerte, le tocó lidiar con el técnico forense de guardia, cuando le exigieron dinero para apresurar la autopsia y preparar el cuerpo con formol para el acto fúnebre.

“De dónde saco 15 mil bolívares para pagarle a ellos a cambio de que le hagan la autopsia rápido a mi hijo y lo preparen. Se supone que es un servicio gratuito y la preparación le corresponde a la funeraria. No entiendo por qué tengo que pagarles. Si no encuentro el dinero ellos se niegan a entregarme el cuerpo con celeridad. A otras familias le han pedido hasta 30 mil”, denunció Gutiérrez.

Durante la larga espera, el pariente no cuenta con agua, ni un lugar cómodo para utilizar como asiento, excepto los muros de concreto de un metro aproximadamente que son utilizados como tal.

Solo dos cafeceros ofrecen té, café con leche y el famoso “negrito”, a quienes quieran hidratarse. De resto a los parientes les toca caminar hasta las adyacencias de la maternidad Castillo Plaza para adquirir alguna bebida o alimentos. El único puesto del que se surtían los familiares estaba justamente diagonal a la entrada de la morgue, pero fue cerrado por causas desconocidas y solo quedan sus ruinas.

La morgue es “territorio de nadie”. No tiene dolientes. Ni siquiera las propias instancias policiales. “Este es un lugar donde llegan personas buenas y malas. Uno no sabe en qué momento puede ser víctima de algún robo”, denuncia Gutiérrez.

En la zona no hay patrullaje y la presencia policial es nula. Solo los funcionarios del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas quienes acuden a hacer experticias de los crímenes, son los que brindan de vez en cuando una sensación de seguridad a los parientes.

“Es deprimente estar aquí. Desde que uno llega hasta que se va, está expuesto a condiciones críticas que no son aptas para un ser humano. Debería haber por lo menos una garita policial que le proporcione al familiar atención ante cualquier circunstancia que se presente”, criticó Arévalo.

En los alrededores de la morgue no hay ni siquiera un pipote de basura. Las botellas plásticas y de vidrio de refresco y cualquier otro desecho bordean el único árbol que brinda sombra a los inconsolables dolientes que se refugian debajo de él.

Los restos de sangre de los cadáveres que ingresan a diario, en muchas oportunidades corren por las bandejas donde colocan los cuerpos y cae al suelo. Incluso en muchas oportunidades las propias paredes se manchan. Si la puerta principal fuese sometida a una prueba de luminol arrojaría cientos de rastros.

Cuando cae la noche, la morgue se vuelve aún más tenebrosa. Una sola lámpara ilumina de forma tenue la puerta de acceso desvencijada y las luciérnagas se encargan del resto. También los familiares se ayudan con las luces de los vehículos.

“El estar aquí es una tortura. El dolor que se lleva por dentro por la pérdida de un ser querido va acompañado de las calamidades que nos vemos obligados a pasar por las precarias condiciones”, sostiene Miguel Ángel Arévalo, otro hermano de José Martín.

La familia Arévalo esperó más de ocho horas para que al conductor le hicieran la necropsia, que por ley debe realizarse a los fallecidos a causa de balas, accidentes de tránsito, circunstancias extrañas y suicidios.

Durante esas horas, unas cinco veces pidieron pronunciamiento debido a la tardanza del proceso. Las respuestas siempre fueron: “señora cuando esté listo la llamamos. Quédese por ahí. Esté pendiente”.

Finalmente a las 4:00 de la tarde, el cadáver de José Martín fue entregado. En la puerta lo esperaba la carroza fúnebre que lo llevaría a su casa, ubicada en el barrio El Silencio, en San Francisco. Allí lo velaron y al día siguiente fue sepultado en el cementerio Jardines de La Chinita, en la vía que conduce a Perijá.

Mientras que los Arévalo se marchan con el cuerpo de su pariente, Gutiérrez nada más pudo recoger 10 mil bolívares entre sus familiares para pagar el servicio. Luego de suplicarle al técnico para que aceptaran el efectivo que encontraron y movilizaran la autopsia, el progenitor permaneció una hora más. A las 5:00 pm fue entregado el cuerpo, desde las 10:00 de la mañana que ingresó.

De no haber cancelado los 10 mil bolívares, se habría tenido que esperar hasta el otro día, pues la última entrega se hace a las 6:00 de la tarde.


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