Nombrarla es casi como invocarla. Me ha ocurrido que menciono su nombre e inmediatamente llega su llamada. Y cuando la oigo decir: “¿Cómo estás, mi amor?”, siento una emoción que ustedes ni se imaginan.
La conocí cuando yo tenía 13 años. Fue en El Tigre. Entonces jugaba pelota de goma con Ticola y Barrigón, Celis y Luis Ramón, Chacha y el gordo Jandito, Cheo López y la Chiva, y otros más. Jugábamos en la cuadra que formaba la quinta calle norte, con la novena y décima carreras, precisamente al lado de su casa, que era de las más bonitas del sector.
Cuando termina la llamada, y alguien, curioso o curiosa, me pregunta ¿Y quién era la dama? Yo respondo: La dama era Zenaida, la madre de Noel Rodríguez.
Ahora lleva 37 años con un dolor a cuestas que le cruza el alma. En 1973, cuando el gobierno de Caldera, su hijo Noel estudiaba economía en la UCV, y en una esquina de Caracas, efectivos de seguridad del Estado lo detuvieron, torturaron y mataron. Y nunca más se supo de él. Según Leopoldo Castillo, el Matacura, esa es una versión interesada, para él lo que sucedió fue que sus captores lo convidaron a boxear y accidentalmente le dieron unos golpes demás y Noel cayó al piso, noqueado y muerto.
Zenaida ha hablado con muchos: Con José Vicente Rangel, cuando él era vicepresidente. Con Isaías Rodríguez, cuando éste fue fiscal general, más recientemente en Cantaura, con Luisa Ortega Díaz, en ocasión del acto conmemorativo de las víctimas de la masacre de 1982. Sin embargo, hasta ahora solo ha conseguido prolongar sus esperanzas de encontrar los huesos de su bienamado hijo, para darle cristiana sepultura.
Sólo eso quiere para irse tranquila. Porque Zenaida ya cumplió los 82 años y se siente cansada y como ella me dice: “Ay, mijo, cada día con un dolor nuevo en el cuerpo.”
Ojalá, comandante presidente; ojalá, ciudadana fiscal general de la República; ojalá, camarada Fernando Soto Rojas, ojalá compatriotas todos, autoridades del Estado venezolano y del alto gobierno, ojalá y no termine este nuevo año sin que se haga lo que haya que hacerse para encontrar los huesos de Noel Rodríguez.
Ojalá Zenaida no tenga que irse como Rosa, la madre de Víctor Soto Rojas, con el agudo dolor de no poder enterrar al hijo querido, el que soñó y lucho por la justicia, pero que fue víctima de la injusticia de la cuarta república. Ojalá. Es justicia que les pedimos.
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