Con una sincronía nefasta, mortal y desgraciada casi coincidió un aniversario más de la invasión a Irak con la intervención militar en Libia. Hace ocho años una coalición de quince países, encabezada por Estados Unidos, declaró la guerra a Irak e invadió esa nación. ¿La razón? Ninguna. Sólo una excusa o justificación: la supuesta existencia de armas de destrucción masiva en Irak. La “excusa” nunca se comprobó. La razón, aún hay gente que la busca. Sobre todo los familiares de 351 mil civiles iraquíes muertos y de 49 mil 895 soldados gringos en nueve años de invasión.
Esta nueva acción imperial tiene algunas similitudes y diferencias con aquella. La de Libia fue autorizada por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Francia, de la mano del ultraderechista farandulero que por fin se quitó la careta, el Reino Unido y Estados Unidos impulsaron la aprobación por parte de la ONU de la imposición de zona de exclusión aérea. ¿La razón? Ninguna que le pueda conferir una persona de buena voluntad. ¿La excusa o la justificación? “Proteger a la población y a los rebeldes del dictador Gaddafi”. Tan falsa como la de “buscar armas de destrucción masiva” en Irak.
Pero muy pronto se ha sabido la verdad. Las invasiones traen consigo una cadena de injusticias, violaciones a los derechos humanos y muertes que ningún soldado, ni ningún avión “inteligente”, ni ningún misil puede conjurar ni evitar. Ya en Libia se cuentan por decenas las muertes de civiles inermes. Ya hay hospitales atacados. Cualquier parecido con otras guerras es pura coincidencia.
Y es que en nombre de la libertad Estados Unidos y sus cómplices han escogido a placer cuáles países se “merecen” un dictador y cuáles no. Sin ir muy lejos Augusto Pinochet estuvo 17 años al frente de un oprobioso régimen en Chile y ni Estados Unidos ni el Consejo de Seguridad de la ONU alzaron su voz de protesta contra el general asesino. Y es así porque a Estados Unidos la “libertad” les preocupa sólo en la medida en que pueden obtener algún beneficio.
Los ejemplos de la doble moral gringa, que es la misma doble moral de la derecha de aquí, sobran. Todas las dictaduras latinoamericanas de finales del siglo XX, todas las dictaduras del norte y el sur de África, los dictadores de cualquier calaña, saben que basta con aliarse con Estados Unidos para ser intocables.
En esta hora menguada que vive el pueblo libio no es distinto. En nombre la “libertad” triunfó la salida violenta y perdió la paz, porque sólo con la violencia pueden repartirse a gusto los pozos petroleros. Qué indigno Obama. Qué indigno el Consejo de Seguridad de la ONU. Qué indignos Rusia y China con sus abstenciones. Qué indignos Francia e Inglaterra . Qué indigna la derecha local que aplaude invasiones porque anhelan ese final para Venezuela. Qué mundo tan indigno.
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