Algunas calles de Mérida amanecieron con sus paredes hablando: ¡Policías de Mérida pregúntenle a su madre cuánto vale un hijo! ¡José Armando resiste! Son algunas de las consignas escritas en repudio a una acción policial emprendida por la policía de este estado contra un grupo de seis indefensos estudiantes, donde José Armando, cursante del quinto año de Derecho y próximo a graduarse, recibió en su pecho, sendos balazos a quema ropa que le perforándole un pulmón, todo por parte de un funcionario de inteligencia de este cuerpo policial.
Pero aún con este escrito, espero que el mismo, solo identifique a una parte de esta policía, pues si les llega a todos sus funcionarios, este organismo pudiera estar completamente perdido.
En estos pueblos andinos uno encuentra en su paso funcionarios policiales amables, prudentes y educados. Dedicados a su trabajo con mística, devoción y respeto. Pero desde los sucesos del marzo merideño de mil novecientos ochenta y siete, donde el abogado Bernardino Navas, asesinó cobardemente al estudiante Luis Carballo Cantor, quien estaba pronto a graduarse de ingeniero en la Universidad de Los Andes y celebraba su triunfo en una caravana por la avenida tres del casco de la ciudad, las cosas cambiaron mucho.
A partir de aquel suceso podemos distinguir dos tipos de policías: uno uniformado, quien hace parte de un cuerpo policial contaminado, destacándose a partir de entonces por servirse en una gran violencia institucional, acentuada sobre todo en los funcionarios de la Brigada Antimotines. A partir de entonces empiezan a agrietarse las cuevas.
El segundo lo conforman las llamadas “fuerzas de inteligencia”, funcionarios encubiertos, muchos de ellos acusados de actos delincuenciales y criminales. En las protestas estudiantiles, actúan en equipo con los uniformados de la Brigada Antimotines. Estos hacen el trabajo sucio, provocan disturbios, hieren estudiantes con armas de fuego, hasta llegar a provocar la muerte a indefensos universitarios.
Pero esto tiene unos marcados antecedentes. Era la época a finales de los años ochenta, estaba de Presidente de la República el “Dr.” Jaime Lusinchi y el fosco Ministerio de Relaciones Interiores era ocupado por José Ángel Ciliberto.
Este par de “estrategas”, sentían que había un movimiento estudiantil poderosamente combativo y revolucionario, entonces los guardianes del Palacio de Miraflores no perdieron tiempo en mandar a crear para el estado Mérida: “una poderosa Brigada Antimotines”. Sin dudas, empezaban nuevas décadas de agresión y asesinato de estudiantes, incluso no solo de la Universidad de Los Andes, ahora la muerte llegaba a tecnológicos y hasta liceos.
Apelando al maltrato y deformación de sus confutadores, esta policía introdujo y aún mantiene el trabajo encubierto dentro de las manifestaciones estudiantiles, así, empezaron a operar en conjunto con la actuación enérgica de la recién constituida Brigada, todos con un claro objetivo, ir en contra de estudiantes revolucionarios.
Dividen el trabajo de la siguiente manera: primero, uniformados “armados” reprimen, golpean, lanzan bombas lacrimógenas hasta el cansancio hasta dejar la ciudad convertida en un insoportable caos.
Ahora, hasta el alcalde de la ciudad, ex rector de la ULA, Lester “Copei”, Rodríguez, esconde a la Policía Vial, para que el laberinto vehicular sea mayúsculo.
Estos ignorantes cuerpos de seguridad, incapaces de entender el profundo sentido de una manifestación estudiantil se han dado a la tarea de reprimir en conjunto, hasta afectar el tranquilo desenvolvimiento de la ciudad.
Pero cuando a la manada de opositores se les antoja protestar, ni con el sedal son tocados, muy al contrario hasta les protegen, llegando al punto de secuestrar la verdadera protesta universitaria.
Estos funcionarios policiales, fundados en pesados y costosos equipos más su armamento, andan al acecho y en combinación, nuevamente con los “secretos” grupos de funcionarios encubiertos, la famosa “policía de inteligencia”, quienes otra vez, juegan al papel de asesinar estudiantes.
Coloco antecedentes: cuando estos grupos de policías de inteligencia se conformaron a finales de los ochenta, llegaban encubiertos a las protestas, inmediatamente salía un estudiante asesinado, así aniquilaron entre otros con el sonado caso del estudiante Guacaran. En ese momento eran comandados por “destacados funcionarios”, uno de ellos, Celis, quien después llego a ser oficial de esa institución.
Estos funcionarios carentes de cualquier argumento, ahora andan encendidos con el verbo del “Gobernador Helicóptero”, Marcos Díaz Orellana, quien subido desde ese aparato volador, ve saqueadores por todas partes de la ciudad.
Este “hábil” político, señalado por muchos como el mejor saltador de pértiga, pues sin darnos cuenta, brinco de verde a rojo rojito. Bolero al conducirse, destacando su mayor obra de gobierno en el exagerado y prolongado desprecio público que diariamente inculca a sus subalternos desde programas de radio, jingles, discursos y declaraciones, metiendo en el mismo pote todas las protestas que constantemente se presentan en las residencias estudiantiles Domingo Salazar, ubicadas en la parte alta de la ciudad o zona norte.
Desde estas residencias, grupos opositores empezaron a desarrollar feroces actos de violencia, pero cuando grupos estudiantiles revolucionarios que querían vivir en paz y estudiar, reiniciaron nuevamente la idea de poner orden, esto no se entendió, entonces el odio hacia estos estudiantes se radicalizo con discursos provenientes desde el cuentandante de la Gobernación de Mérida.
En estas residencias son múltiples los problemas, entre esos el más significativo, es el tema del narcotráfico, pero la policía en su precaria y delirante “teoría de seguridad”, nunca han dado con la captura de los comerciantes de droga que deambulan en estas áreas, conocidos por toda la ciudad, como un secreto a voces, todos saben desde hace décadas, quienes venden estupefacientes, pero ni el gobernador ni sus sensatos policías logran descubrirlas.
Y como el efebo odio contra los estudiantes no descansa, este tuvo una nueva anécdota el pasado veintiuno de junio de este año dos mil once en horas de la tarde. En un infantil artimaña, truco, treta o artificio y para seguir con la descalificación, defensores de este micro sistema depredador, aprovechado por habidos e inescrupulosos funcionarios, procedieron a actuar en feroz persecución, para detener a solo “seis” (6) estudiantes universitarios, quienes se desplazaban en un autobús de la ULA, rotulado completamente con logos del gobierno bolivariano, estos estudiantes que son revolucionarios y afectos al Presidente Chávez, solo se habían atrevido a sacar alimentos de su comedor universitario. Esto, ante el escenario que el mismo sería cerrado por una montada guarimba de las autoridades universitarias y muchos estudiantes necesitan alimentarse.
La policía actuó con la versión que cercano a las residencias estudiantiles, Domingo Salazar, -lugar hacia donde se trasladaba la unidad- había un supuesto secuestro y aparentemente se había armado un intenso tiroteo.
Desbocados, los reyes del gatillo se trasladaron en feroces vehículos y en un momento habían más de cien funcionarios. Por supuesto al lugar también llegaron, una vez más, los “policías de inteligencia” y entre ambos grupos procedieron a detener violentamente el autobús universitario -solo con seis estudiantes a bordo- y sin perder un instante, policías de inteligencia con los uniformados, armaron un intenso tiroteo en contra de los estudiantes y de la unidad.
Procedieron a disparar indiscriminadamente, cosa que nunca se había visto en esta desproporción en aquella ciudad, menos contra unos estudiantes que estando dentro de una unidad universitaria y lo cual les dejaba en condición de indefensión.
Ni en las exageradas manifestaciones estudiantiles de tiempos atrás, esto había sucedido, y no hay antecedentes en todo el país de un hecho de esta magnitud en los años que tiene gobernando el Presidente Hugo Chávez.
La población se pregunta: ¿como en un procedimiento la policía en manos de las fuerzas bolivarianas se atreven a mayúsculo disparate y exceso policial?
Los otrora policías y directores de aquel cuerpo durante la cuarta república: Celis, “Robocop”, Antúnez, Morales de la O, y otros más, se quedaron pendejos ante el actuar de los “policías bolivarianos”.
Pero tan paradójico operativo tuvo sus enormes consecuencias. Los estudiantes sufrieron fuertes daños físicos, por parte de estos funcionarios policiales, quienes indiscriminadamente les dispararon a quema ropa perdigones y accionaron hasta el cansancio sus pistolas 9 mm.
Y todo en contra de solo seis supuestos secuestradores que fue a lo que la policía subió a enfrentar, eran muchachos universitarios entre dieciocho y veinticuatro años, perseguidos con las armas de la república, pateados, golpeados con furia, amenazados, humillados.
Tantos que lucharon por derrocar un sistema absoluto de abusos policiales, y ahora estos irresponsables funcionarios policiales rescatan el origen perverso de aquella caprichosa “autoridad” de la cual creíamos, ya había fenecido, dando nuevamente el repudiable resultado de ser los asesinos de siempre, trasformados ahora en peores y miserables puercos (de cerdos) homicidas.
Ante el excesivo uso de la fuerza pública, esto tenía que traer un desenlace fatal. Ante la violenta voz de descender del autobús, ordenada por uno de los “funcionarios de inteligencia” contra uno de estos muchachos, quien está a punto de graduarse de abogado, y este sin oponer resistencia, desciende del mismo para entregarse con sus dos manos bien en alto, al igual que lo hacían todos sus atropellados compañeros, y al poner sus pies sobre el asfalto, inmediatamente este policía encubierto, da un par de pasos hacia atrás, y procede a dispararle en varias oportunidades a boca de jarro, a quema ropa le disparo sobre su pecho y brazo.
El mismo es descrito como un funcionario policial alto, robusto, tez muy morena, quien no dudo en dispararle en su pecho, sin mediar palabra alguna, prefirió con esta desmedida acción, perforarle un pulmón.
Previamente la unidad de trasporte universitario recibió violentas descargas de pistolas 9 mm y escopetas, Armas de una “policía bolivariana” y que fueron vaciadas sus plomos sobre espaldas y caras de aquellos indefensos que solo portaban lápices, cuadernos y guías en sus dedos, mas unos kilos de arroz, espaguetis, carne y verduras.
Hoy, este estudiante esta entubado, debatiéndose más con la muerte que con lo poco que queda de su vida, está recluido en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Universitario de Los Andes.
Inmediatamente, estos monopolistas de la violencia trataron de contaminar la escena de su crimen, vertieron conchas de balas ya utilizadas para confundir a los funcionarios del CICPC y se llevaron el autobús antes que lo hiciera el cuerpo detectivesco.
Cerraron principales vías por varios días, organizaron el caos y sacaron a la calles todos sus vehículos y acuartelaron a sus agentes, hasta la Brigada Antisecuestro de estos uniformados y la funciona en la zona panamericana, equipada con poderosos fusiles y ametralladoras fue traída a la ciudad.
Pero, ¿Quién dio la orden para esta “especial operación”, Gobernador? Quien con tanto peso en la universidad llama, para que una gobernación revolucionaria active este gigantesco operativo de locos en patrullas y motos aterrorizando a la ciudad y actuando como si las calles y pobladores les perteneciera.
¿Quién, quienes, cuáles?, Gobernador, respóndanos.
Éstos en su abyección, pretenden convencernos que ese día, estos muchachos estaban infiltrados y que son saqueadores encapuchados y armados.
Mientras que la verdad, es que todos quedamos estupefactos por los resultados observados y que dicho operativo policial, sale de la propia médula de la irracionalidad de este organismo, supuestamente encargado de la seguridad de un estado tan importante como Mérida. Así son de insubstanciales, frívolos, majaderos y vendepatrias, quienes analizan la verdadera protesta.
Agotados en sus excesos policiales, solo buscan asesinar a un estudiante universitario, nervio demasiado sensible en aquella ciudad y en todo el país. Policías acompañadas de un gobernante falsificador de sus “supuestas verdades dominantes”, alimentadas con sus “objetivas” teorías de incapacidad. Inhábiles de apreciar el valor de un universitario, a quien ven, como mercancía para sus balas y armas de fuego.
Siga con su “dignidad” Gobernador, adelante, visite el CICPC, pida encubrir pruebas que incriminan a sus policías, los mismos que siempre le han acompañado y quienes al inicio de su mandato, masacraron a ocho inocentes jóvenes en la población de Onia, (Municipio Alberto Adriani, Mérida) persiga, acose, hostigue, mire que algunos fiscales (as) del Ministerio Público bien sabrán encubrir a sus “funcionarios policiales de inteligencia”.
En consecuencia, como sus adultos policías carecen de cautelas y son capaces de adoptar todas las poses de honorabilidad y superioridad que consideren necesarias para mantener sus inmerecidos privilegios, deles más cuerda hasta que asesinen algún estudiante.
Esos antojos que desean constituir algunos en los cuerpos policiales y cuyos funcionarios creen vivir en otra época, ponen en gran riesgo a la revolución bolivariana.
Gobernador, quienes asesinan estudiantes no valen nada y son los miserables que acaparan y acampan en el delito, solo para envilecerlo. Son tan pobres que lo único que tienen para destacarse es ser homicidas con chapa y carnet ocultos, pues, como suelen carecer de talento y probidad, destacan su absoluta pobreza espiritual y nada les permitirá apreciar como valioso.
A usted Gobernador, deben considerarlo la verdadera pequeñez de la grandeza cómplice, donde la inteligencia vale muy poco e importa más la divinidad de sus abusos. Hasta usted cree que los oscuros lentes de sus funcionarios les lucen en las motos de alta cilindrada que les dio el Estado y se imaginan que sus gestos de prepotencia les embellecen.
Estos “policías” no dudan que usted los hará superiores en ese “boñiga de demonios” en la que convirtió nuevamente a la Policía del estado Mérida, herederos de la cuarta república policial.
Por esas causas y otras más, recientemente el Ministerio del Poder Popular para Relaciones Interiores y Justicia, intervinieron “su policía”.
Sus sobrados policías, encubiertos con pistolas 9 mm, creerán que usted es su Dios y así tratan de imponérnoslo. Por eso, tiene que venir y vendrá desde el Ministerio del Poder Popular para Relaciones Interiores y Justicia, el enjuiciamiento contra aquellos que no podrían menos que ser calificados de tales bestias primitivas y homicidas, esto es tan inevitable como la pacificación que se hace ahora mismo de las cárceles, donde no hay diferencia de algunos de sus policías con los llamados Pranes, igual es la actuación de la Policía de Mérida, quien se engruda y se iguala a la actuación de estas bandas.
Todos reclamamos una indispensable limpieza de este cuerpo policial, esto debe ser inevitable, porque están acabando con la vida, queriendo convertir a nuestro país en un basurero de abusos policiales.
Corrientes sanguinarios y codiciosos que impiden que la nueva especie alcance la altura de que son capaces los mejores seres humanos; los realmente valiosos y admirables habitantes de una sociedad bolivariana.
Policías destructores contra quien desarrolle talentos y haga sus personales aportes a la vida y la sociedad: los universitarios.
Por heredad de conciencia la mayoría de los estudiantes universitarios son decentes, pero la “gloria” de su desastre, solo está en la mente del Gobernador merideño junto a sus funcionarios de inteligencia.
Para: www.aporrea.org