Connivencia Imperialista y Biopolítica en Gaza

Gaza se nos ha convertido en una pena mayúscula. Los sentimientos de pérdida, rabia, desmerecimiento, dolor, injusticia, ventajismo impúdico y flagrante, impotencia, desconsuelo, revancha, desasosiego y más, se nos agolpan en el interior, como un amasijo y un mosaico, trágicos, de vivencias sentidas como propias, en y desde nuestra condición, hoy, radical e intransigentemente transcolonial y libertaria; todo lo cual, siendo, absolutamente real como es, muestra la capacidad que la civilización de la barbarie contiene, como una de sus mejores dotes instrumentaciones y potencialidades para arredrar el corazón humano e infligir suplicios, de una crueldad insospechable, a la humanidad; aún a la porción de esta mas impasible y desapercibida.

Es el sistema-mundo, que en su condición más concreta, aparece como el modo imperialista de producción mundial, el cual subsume dentro de sí, mercado mundial mediante, a todos los países del sistema conjunto. El imperialismo, así caracterizado, sin duda, alcanza y realiza su fase superior en la globalización, la cual no es más que el sistema capitalista mundial en el contexto integrado y total de la diversidad diferencial de sus relaciones de producción.

Es justamente en este “contexto” donde el sistema de “Naciones Unidas” y, específicamente, ante la “cuestión judía” y la masacre genocida de Gaza ,muestra su siniestro y encubierto pelaje, obsecuentemente imperialista. La ONU se asienta, se basa, en lo que pudiéramos llamar, con toda seguridad, el ordenamiento jurídico positivo internacional, o sistema de derecho internacional, el cual ,para decirlo, muy sinóptica y sucintamente, es un acervo o conjunto sistémico mundial de legislaciones e instituciones ,internacionales, que salido de la vocación farisaica e irredenta de los Mea Culpa imperialistas ,de la segunda posguerra mundial ,y manifestada (aquella vocación) en plan de supremacía hegemónica, actualmente, organiza y regula, desde una praxis diplomática y jurídica, totalmente sesgada e invariablemente parcializada, las relaciones internacionales entre todos los países del mundo ,en la guerra y en la paz.

La condición sinuosa, movediza, ambivalente y trapacera de la Organización de las Naciones Unidas y su diligente servidor, el sistema de derecho internacional(público y privado) han condicionado y posibilitado que los países supremacistas, principales regentes de la cúspide del imperialismo mundial, a saber, Estados Unidos, sus aliados de la Europa occidental y la OTAN apoyen, abiertamente, a Israel y su criminal gobierno sionista, apañado, huelga decirlo ,por la mayoría, consciente, voluntaria y oportunistamente inerme, del pueblo de Israel, tan silenciosa, directa y testimonialmente vecina de esa cruenta carnicería apocalíptica .La Asamblea General de la ONU, así como su Consejo de derechos humanos, emiten resoluciones absolutamente inocuas y sin consecuencias practicas y, por tanto, reales, contra las acciones criminales y desreguladas, desplegadas desde el operativo de exterminio del gobierno de Israel contra la población civil indefensa de Palestina, con la seguridad de que serán vetadas por el patíbulo infalible de su Consejo de Seguridad.

Así, el Sistema de Naciones Unidas ha permitido que Israel haya diseñado y aplicado, sacada de la hermenéutica sangrienta de su propia experiencia milenaria en el suplicio y la persecución (donde la cultura teocrática y guerrerista, igualmente milenaria, del occidente europeo aparece signada como relevantemente victimaria) paradigmas de segregación y cautiverio biopolíticos,- que conllevan métodos eugenésicos de regulación poblacional, como Estado-potencia ocupante, que creando formas tanatopolíticas de control social, desarrollan modalidades de biopoder (política como ejercicio del poder sobre la vida en función de su progresivo aminoramiento y exterminio) que van “haciendo morir” y “dejando morir” (podemos leerlo, exactamente así, a través del proceso, ya histórico, de sojuzgamiento y razzia del pueblo Palestino por el Estado sionista de Israel, desde Foucault, Agamben, Esposito, entre otros) al pueblo Palestino y a sus fuentes naturales y económicas de producción y reproducción de sus vidas, así como también, directamente, a su propia corporeidad.

El “Estado de excepción” constituye el espacio jurídico-político que posibilita, al legitimarlo e instrumentalizarlo, el “espacio carcelario” y el “campo de concentración”, como expresión, en los hechos, del paradigma biopolítico (Agamben) de regulación y control de la vida humana, en función de su exterminio progresivo, dejando directamente bajo el “poder” (político) a la “nuda vida”, a la “vida desnuda”, es decir, despojada de los atributos histórico-culturales que, hoy, le son ínsitos a la condición humana y su correspondiente esfera de derechos, propia de la “ciudadanía” que asume y reconoce, individual y colectivamente, todo Estado Nación contemporáneo, cuya verdadera denominación –lo hemos dejado claro- es el Estado capitalista actual y su más universal forma de gobierno representada por la “Democracia capitalista” (que ya hemos caracterizado en artículos anteriores).

Es el “Estado de derecho” o Estado capitalista el espacio político-jurídico (“sobreestructural”) donde hace “su lugar” el “estado de excepción” como lugar subrepticio de legitimación de las formas y métodos biopolíticos que organizan el sojuzgamiento y la discriminación, pseudolegalizados, de las poblaciones que se precisa controlar y precarizar en el “desarrollo” de sus derechos y de sus vidas. El “estado de excepción” haya su justificación en la “necesaria salvaguarda” y “protección” de la vida del Estado de derecho o Estado capitalista, propiamente dicho. Palestina es el “campo de concentración” que Israel dispuso, biopolíticamente, limitado y regimentado, en cuanto “Estado ocupante”, por la legitimación espuria que el silencio del sistema de “Estado internacional de derecho capitalista”, concede y garantiza.

Israel y su acción unilateral de ocupación y exterminio sobre Gaza constituyen la expresión más ostensible y extrema de la situación de tolerancia criminal y permisividad perversa que la legislación internacional ha creado, por su inclinación intencionada y connivente, hacia los Estados-potencias (hegemónicos), propiciando hacia estos el “poder” de decretar e instaurar, unilateral y “legítimamente”, el “estado de excepción”, sobre cualquier Estado-nación y, así, acometer acciones unilaterales de ataques bélicos y ocupaciones “autolegitimadas” o legitimadas “en sí mismas”, justamente, por la situación de excepción que, dolosamente, resulta argüible, de pleno derecho, por estos “Estados de derecho” apoyados, por cierto, sin excepción, por el estatuto internacional del sistema de Naciones Unidas que privilegia a las potencias imperialistas, bajo el sol.



Filosofo marxista.



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