El odio de clase

El asesinato de Robert Serra y su compañera María Herrera demuestra una vez más que el odio es lo que mueve a la contrarrevolución y a nada teme más que a las ideas políticas y a los seres humanos que las sustentan.


La historia está llena de héroes revolucionarios que se juegan la vida en el sostenimiento de su verdad, así como de mártires que sin renegar de sus convicciones son ultimados por la contrarrevolución. La mentira y el crimen son las armas de los enemigos del proceso revolucionario. Carecen de alternativa moral válida que oponer a las ideas de cambio. “No hay héroes contra la Patria” escribe Víctor Hugo.


Robert Serra y su compañera, sin más armas que la verdad revolucionaria y su consecuente conducta, son asesinados porque su ejemplo era insoportable para la burguesía, la cual tiene la creencia de que apagaría su llama. Su memoria, sin embargo, perdurará a través del tiempo como fuerza moral que impulsa la lucha. Miles de compañeros llenaran el vacío que la muerte deja en las filas revolucionarias.


En ese sentido, merece ser señalada la Revolución Cubana por el tiempo de enfrentamiento al imperio. Contra Fidel Castro la CIA ha implementado más de 600 atentados y él, con humorismo, se declara campeón olímpico en eludirlos. Pese al bloqueo, al derrumbe de la URSS y los países del Este europeo y al terrorismo, Cuba tiene un desarrollo científico, educativo y deportivo que, en relación con la población, no la iguala ningún país capitalista.


Es el único país en el mundo cuya ciencia ha logrado una vacuna contra nueve tipos de cáncer, cuya licencia compró un laboratorio norteamericano con autorización del gobierno de George W. Bush, así como un medicamento contra “el pie diabético” que están adquiriendo muchos países industrializados. En las olimpiadas de Barcelona, Cuba, con 11 millones de habitantes, quedó en 5to lugar y los cuatro países que estuvieron por encima suman más de 2 mil millones.


Téngase en cuenta que solo tiene el níquel como mineral exportable y lo hace con una empresa canadiense. Sus tierras solo sirven para caña de azúcar y tabaco y los demás cultivos necesitan un tratamiento muy especial. El precio del azúcar en el mercado internacional se ha envilecido porque el imperialismo estimuló la producción con nuevos centrales azucareros en la Florida y Puerto Rico.


Sin duda, la ciencia ha salvado a la Revolución Cubana. Ante el Sindicato de Investigadores Científicos, al referirse al desarrollo de la ciencia en Cuba, Fidel dijo “!El acero no está hecho con clara de huevos!”. En la práctica, la Revolución Cubana comprueba esta grandiosa verdad.


La ciencia, en primer lugar la ciencia social, es la única manera que tiene la revolución para avanzar contra el poderío material y las armas más sofisticadas de que dispone el imperialismo. Es falso que los aparatos de inteligencia, la CIA en concreto, puedan acabar con un proceso revolucionario. Si así fuera, no tendríamos que iniciar la revolución, porque esos aparatos, mientras existan, no dejarán de intrigar contra las transformaciones revolucionarias. Por el contrario, la revolución está en capacidad de generar cambios en los propios países capitalistas. Los revolucionarios tenemos fe en nuestra verdad, la cual es capaz de llegar hasta los territorios enemigos. Allí reside la confianza en la victoria final de la revolución.


robertohernandezw@gmail.com



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Roberto Hernández Wohnsiedler

Abogado y Sociólogo. Fue diputado, vicepresidente de la Asamblea Nacional, Ministro del Poder Popular del Trabajo y Seguridad Social y militante del Partido Comunista de Venezuela (PCV). Es autor del libro La Clase Obrera y la Revolución Bolivariana.

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