Dijo Clausewitz que la guerra es la continuación de la política, por otros medios. La afirmación es tan cierta como lamentable. No es posible que se acepte como normal, que el raciocinio haga de la raza humana su propia enemiga.
Hace un mes, el terrorismo de la ultraderecha decidió dejar sin vida a Robert.
Ser chavista y estudiar en la UCAB es un riesgo. Por ello, varios camaradas que por allí han pasado prefieren que sus posturas políticas pasen inadvertidas, lo cual no resulta nada reprochable si de garantizar la integridad física se trata. Robert no sólo aplicó la máxima chavista de dar la batalla desde adentro, sino que lo hizo siempre con profunda irreverencia, brillo y sustento académico. Para mayor temeridad, no sólo defendía fervientemente al chavismo en la UCAB, sino que se atrevió a organizar allí dentro una modesta resistencia política.
Además, fue siempre un líder del movimiento popular. Antes de ser diputado y después de serlo. Su liderazgo, ayudado por su avasallante personalidad, era reconocido por propios y no tan propios.
El diputado más joven de la historia del parlamento, fue un referente de la juventud chavista que la derecha decidió dejar sin voz.
Tendremos, sí, siempre, el dolor que nos causó su atroz asesinato.
Pero, a un mes del hecho, tenemos a cientos de miles de jóvenes que lo toman como referente, y como él, alzan su voz denunciando al terrorismo. Otros, como él, llaman a no reaccionar ante terrorismo con más violencia. Otros, incluso, llevan plastilina en el bolsillo e irreverencia en la actitud para enfrentar a la derecha con su verbo encendido. Muchos son perfectamente capaces de vivir la vida que vivió, sin más.
Cuando vemos a esos chamos, nos imaginamos a los autores intelectuales del crimen, siempre temerosos. Sus verdugos tendrán que temerle hasta el fin de sus días, con un temor que nunca tuvo Robert.
Entonces, llega la verdad: Los volvimos a vencer.
@WilleyP
