El Mein Kampf de Marcel Granier, fue una miserable obrita titulada “La generación de relevo Vs. el Estado omnipotente”, en la que quería cargarse el Estado. En realidad Marcel pretendía demostrar en esa cagada obra que el Estado debería darle paso a la generación de los empresarios ladrones, y él era el más joven que estaba decidido a llevar a cabo tan proteica lucha. El libro esta editado en un muy buen papel, y se sacaron miles de ejemplares, con la ayuda de ese mismo Estado que él quería destruir.
Pero Marcel es un abogado fracasado, un empresario inmoral, inescrupuloso y malévolo que encontró durante el Puntofijismo un país de pendejos, gobernado por las barraganas o los barraganos de los presidentes. A partir de 1969 asume la dirección de Radio Caracas Televisión, y produce el programa de opinión “Primer Plano”. Como todo hijo de papi, nació mingón; muy llorón y de hablar melifluo y falso. Su señor padre, el doctor Marcel Granier, fue condecorado por el dictador Marcos Pérez Jiménez.
En ese único trabajo de Marcel, “La generación de relevo Vs. el Estado omnipotente”, todo un bodrio, una bazofia, pretendió convencer que la mejor manera de que Venezuela saliera de abajo era quebrando el Estado, pero que esta quiebra debía acelerarse llevando al poder a tecnócratas, como en efecto sucedió, durante todo el período del Puntofijismo. De la quiebra del Estado, del robo de sus instalaciones, debía emerger una Venezuela “vigorosa” en manos de los empresarios. En esta bazofia embadurnó: “El hombre no siente a la televisión como un adversario de afuera sino como un aliado de su propia intimidad” (pág. 82). Un aliado que provocó el golpe del 11-A, y que el día 13-A por la noche RCTV fue rodeada por el pueblo enardecido, y si no fue quemada se debió a la intervención del alcalde Freddy Bernal. Vale la pena tomar en cuenta una interesante cita que Granier hace de Jean-Francois Revel, y que fue la constante de todos los gobiernos adeco-copeyanos que tuvimos: “La injusticia suprema del terrorismo es que se manifiesta más fácilmente en aquellos regímenes donde resulta más superfluo: en las democracias” (pág. 92), y escribe Marcel algo que él desde que es dueño de RCTV jamás ha cumplido: “Servir a la comunidad involucra no ocultar, no distorsionar, no falsificar una información”. También escribió: “La democracia se perfecciona con la cooperación de los medios, y la seguridad del Estado, más que una responsabilidad común, es una necesidad común” (pág. 105). Es decir, Marcel siempre pretendió que esa concesión que el Estado le había prestado se le diese eternamente “por una necesidad común”. Qué bolas.