El justo que lance la primera piedra

¿Quién juzga, quién no y quién sí merece estar encerrado toda la vida en una celda inmunda para pagar por sus delitos de lesa sociedad? Una “cadena perpetua”, estar  encerrado toda la vida, de aplicarse con rigor ese castigo es un acto inhumano, una falsa solución a problemas endémicos de la sociedad, moralmente es una forma temprana de morir – un acto nefasto, a menos que eventualmente el reo goce de los privilegios que tienen hoy los pranes o el “Tren de Aragua”, hasta ahora –. En un sistema judicial  y carcelario tan choreto, tan precario como el nuestro, esta sanción no tiene ningún sentido de justicia, en una sociedad altamente injusta la justicia no existe, o es muy difusa.

Esa norma hará que una serpiente se muerda la cola. No hay que ser especialista para saber que la figura punitiva de la cadena perpetua, hoy en Venezuela, será una fuente  copiosa de corrupción; la corrupción que condena o absuelve al  acusado de corrupción. La administración de esa norma abrirá un camino lleno de alcabalas, donde cada una de ellas seguro tendrá una tarifa para condenar o no, para cambiar la calificación del delito, para absolver al acusado, para hundirlo más, para el chantaje, inclusive para dejarlo escapar de los tribunales o de las cárceles, multiplicando el delito “corrupción” (y el delito “traición a la patria”) de manera exponencial… y por supuesto, llenando las cárceles de corruptos e inocentes; la cadena perpetua será una fuente nutrida de posibilidades capitalistas, desarrollando un verdadero mercado “cautivo” de perdones, fugas, privilegios, putas, visitas conyugales, y amnistías navideñas, etc.

Una sociedad que se fundamenta en la debilidad de la ley, donde las indulgencias se venden como cualquier mercancía, como licuadoras o celulares, no puede administrar castigos tan definitivos. Apoyar esa idea es una locura. El solo hecho de juzgar quién es o no corrupto es complicado,  igual de complicado es decidir quién debe pagar cárcel para toda su vida por el delito de corrupción,  un delito difuso, donde jueces y fiscales susceptibles de ser corruptos juzgan a otros de corruptos.

El capitalismo  visto desde el otro lado del cristal es un sistema de corrupción moral que cuenta con la ventaja de hacer sus propias leyes y tener su propio sistema judicial, sus propios jueces y sus propios criterios de lo  que es delito o para interpretar la ley. Envenenar las aguas subterráneas que alimentan ríos y pueblos enteros, para el sistema capitalista no se considera delito, mas, atentar en contra de la propiedad privada asaltando el espacio desde donde se contaminan esas aguas sí lo es, y muy grave. Para los capitalistas, corruptos son todos aquellos que roban la “cosa pública”, pero desde la administración pública, solo a ellos les está permitido robar a la sociedad. Los que pagan para obtener ventajas  de lo público, son empresarios respetables haciendo negocios, es decir, haciendo lo suyo en el mercado de la corrupción administrativa.

La constitución bolivariana,  así hoy esté maltratada como una ramera,  no debe ser contaminada con estos elementos punitivos primitivos propios de un sistema capitalista – o más allá, propios de un sistema inquisidor y extremista como el del salvador –. El sistema capitalista se  concentra más en el castigo a la falta a la norma (a sus normas), que en humanizar a la sociedad: hacer justicia igualando las cargas sociales, educando,  dando salud a toda la sociedad, humanizando el trabajo productivo. Cuando la corrupción sea la excepción de la regla en este  país, y la justicia y la solidaridad social la norma, bien, entonces que se castigue al culpable sin piedad con la pena máxima de 30 años de cárcel, como establece nuestra constitución (y es mucho castigo). Pero si la corrupción es la norma, ya el problema no tiene que ver con lo leve de la sanción, sino con la levedad moral de los dirigentes políticos, sociales y religiosos, con la ausencia de modelos morales y de rectitud de un gobierno torcido, dentro y fuera del  de él, con la flaqueza de nuestras instituciones educativas y judiciales y la perversión de las iglesias… Hacemos una revolución justamente para cambiar el  sistema punitivo que el  capitalismo usa como mampara para esconder la mayor de todas las injusticias: el sistema del hambre, la ignorancia, la explotación del trabajo humano y de la destrucción de la naturaleza…

Todos sabemos  que  Tartufo  se viste de hombre decente, que los más grandes corruptos morales de la historia se vistieron de decoro; que la honradez tiene su propio “outfit” de traje y corbata, de guerrera y boina, de guayabera roja o liquiliqui blanco, que tiene su “estilo”, pero el “hábito no hace al monje”, la apariencia no es suficiente para lo que demanda la gente verdaderamente honrada, esa parte de la sociedad víctima de la corrupción moral, que tiene que sufrir a un restos que se ha enseñoreado, contaminando, diluyéndose todo con la acidez de su miasma mercantilista, descomponiéndose todo, como ahora. Desde la desaparición física de Chávez no  alcanzamos a percibir verdaderos modelos morales, que se hagan sentir, porque los discursos pacatos, patrioteros,  seudo  religiosos, politiqueros no son suficientes y  ya no  convencen a nadie.

Hoy sabemos que esta enmienda es oportunista, producida por la desesperación electoral, pero está apoyada por felones de peso, como el  abogado de Herman Escarrá, que en la vieja Asamblea Nacional retaba a Chávez y lo llamaba (turbado de odio) “gallina”. Una norma que castiga la corrupción y la traición a la patria, ¡apoyada por un tipo tan voluble y miserable!,… La cosa es delicada.

Debemos evitar que prospere el miedo y el odio. El Aissami solo es el  rostro de un gobierno débil y desesperado, cuando mucho, es un desertor de una asociación política enferma, que quiso escapar con su botín y lo pillaron.  Pero El Aissami es a la vez hijo de una sociedad que premia a los osados que alcanzan el éxito a costa de la traición y la ruina de muchos, robando. Detrás de El Aissami hay un nido de víboras de su misma especie, algunas de ellas reclamando ahora su cabeza.

Creo que la idea falsa de (lo que percibimos como) justicia, se debe a que hemos perdido la noción de tiempo transcurrido, por  ejemplo: el  tiempo que estuvo este personaje formando parte del alto gobierno, o el tiempo que lleva el madurismo coqueteando con el capitalismo y desmontando todo lo hecho por Chávez. En el capitalismo “que no acaba de morir”, en un país rico y de muchos ricos; que proliferen los ladrones no es extraño. Extraños somos aquellos que aún creemos en el socialismo y lo defendemos de los falsificadores, destacando  la importancia del suceso político llamado Chávez, de su obra física y el Plan de la Patria, su obra y su memoria, eso sí es raro.



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Marcos Luna

Dibujante, ex militante de izquierda, ahora chavista

 marcosluna1818@gmail.com

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