La migración vista desde Alligator Alcatraz

“En griego antiguo la palabra que se usa para designar al huésped, al invitado, y la palabra que se usa para designar al extranjero, son el mismo término: xénos.”   - Francis George Steiner –

En mas de trescientos millones de migrantes se ubican las cifras de hombres, mujeres y niños, que por las circunstancias que fueren se han visto en la dolorosa necesidad de abandonar su hábitat de origen para alcanzar medios de subsistencia que les garanticen oportunidades dignas de supervivencia, estamos hablando de un cuatro por ciento de la población mundial.

Así como las cifras crecen, nuevas formas de ensañamiento se manifiestan. Se elevan los tonos acerbos, haciendo del trato a este grupo tan vulnerable el centro de la hostilidad, la discriminación y el trato severo, en tanto que los discursos estigmatizadores que dificultan su integración se elevan, a veces, desde la arenga de ciertos funcionarios gubernamentales de algunos de los países receptores.  Dijo el presidente Donald Trump: “Les vamos a enseñar a huir de un caimán, ¿de acuerdo? Si escapan de la prisión, a huir. No corran en línea recta. Corran así”, dijo, moviendo la mano de un lado a otro, según reseña de CNN en español, con motivo de la inauguración del nuevo centro de detención para migrantes en el estado de Florida, conocido como "Alligator Alcatraz", un centro de confinamiento, procesamiento y deportación para migrantes indocumentados construido con rapidez inusual, en una zona pantanosa cercada por caimanes y serpientes, y que ha contado con la protesta irascible de los grupos de activistas que luchan por los derechos de los migrantes, por los ambientalistas, y hasta por las comunidades  de nativos del estado de Florida, quienes consideran una amenaza para sus tierras sagradas. Sobre este Centro, del que se ufana el presidente Trump, con sorna aderezada de “orgullo”, hizo referencia la secretaria de Prensa, Karoline Leavitt: “La única salida es un vuelo sin retorno. Es un lugar aislado, rodeado de fauna peligrosa y un terreno implacable”. Por cierto, que siendo un centro de prisiones para albergar migrantes indocumentados (o extranjeros tramitando legalmente su documentación de estadía en los EE.UU.), por un lapso de dos o tres días antes de ser deportados, la propia Leavitt dijo sobre tan arrogante antro: “Cuando tienes asesinos ilegales, violadores y criminales atroces en un centro de detención rodeado de caimanes, sí, creo que eso disuade a quienes intentan escapar”. Clasificar a los inmigrantes como delincuentes sólo porque unos cuantos transgreden la ley es pretender elevar la ofuscación a una condición de argumento absolutamente justificativo.

Esta forma de ensañamiento, de trato cruel a migrantes, tiene como reciente antecedente el Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot), ubicado en El Salvador, e inaugurado por el presidente Nayib Bukele en 2023, al cual consideró un símbolo de la "guerra contra las pandillas", a donde fueron llevados 238 venezolanos deportados desde los EE.UU., acusados de pertenecer a la banda criminal “El Tren de Aragua”.  En verdad que todo esto, no son más que acciones que van más allá de la simple aplicación de leyes o regulaciones migratorias, y que parecieran tener como objetivo causar daño o sufrimiento adicional a los inmigrantes. ¿Son todos estos migrantes delincuentes? ¿A quien corresponde dar respuesta a tamaña incertidumbre?

Si bien es cierto que la migración lleva consigo causas y consecuencias, su carácter ilegal o irregular, viene determinado por la causal pobreza y, por las crisis económicas, la violencia y los desequilibrios políticos en los países de origen, lo cual lleva implícito, indudablemente, la búsqueda, por parte de los emigrantes, de mejores condiciones de vida en otras latitudes. No podemos obviar en esta reflexión las secuelas tanto para los migrantes como para los países de origen y de destino, de lo cual se derivan manifestaciones tales como la explotación laboral, la vulnerabilidad a la violencia, la ruptura familiar, los problemas de seguridad y orden público, las tensiones sociales y conflictos entre la población migrante y la población local, entre muchos otros.  No obstante, abordar las causas subyacentes de la migración, debe conllevar en estos tiempos irascibles a intensificar la protección de los derechos humanos de los migrantes y a consolidar las políticas migratorias prácticas, justas y sobre todo sostenibles.

El mundo debe alzar la mirada ante tamaño despropósito, ante tan inhumana práctica que pretende disfrazarse de manifestación justa. Los migrantes son seres con las mismas esperanzas y ambiciones que cualquier otro ser humano. Ya lo dijo el Papa Francisco: “Las personas migrantes, refugiadas, desplazadas y las víctimas de la trata se han convertido en emblema de la exclusión porque, además de soportar dificultades por su misma condición, con frecuencia son objeto de juicios negativos, puesto que se les considera responsables de los males sociales. La actitud hacia ellas constituye una señal de alarma, que nos advierte de la decadencia moral a la que nos enfrentamos si seguimos dando espacio a la cultura del descarte”.

 


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Victor Barraez


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