El concepto de Clase Media no es fácil de puntualizar, ya que por definición, representa el medio entre dos clases. Esas otras dos clases a todas luces están mejor precisadas: La rica y la pobre. De allí que muchos tengan que saltar a divisiones más sutiles dentro de la propia clase. Dicha clase se consideraba que solía representar la mayoría de la población en los países desarrollados, pero es evidente que los límites de esta clase resultan extraordinariamente débiles, al abarcar desde los profesionales y administradores de alto nivel hasta los empleados del sector servicios. Por ello, y debido a su falta de cohesión interna y diferencia de intereses, se habla en muchas ocasiones de ‘las clases medias’ o de ‘viejas y nuevas clases medias’, para intentar reflejar esta diversidad. O más allá aun en Venezuela se llega a hablar de clases medias ricas y hasta clases medias bajas.
Además del factor económico implícito, también está el concepto de hidalguía, al cual quisiera referirme. El hidalgo formaba parte en España de una clase que por su sangre provenía de una clase noble y distinguida. Pero al no tener recursos económicos suficientes para mantener ese status de “nobleza” tuvo que pasar a ser una clase envuelta en apariencias. Mucho se ha dicho del famoso hidalgo que prefería morir de hambre antes que trabajar en la clase siguiente o del proletariado.
Aquí en Venezuela ese fenómeno de “hidalguía” ha sufrido una especie de “metamorfosis social” donde el ideal ahora no es el orgullo de la descendencia como noble, sino querer alcanzar el peldaño superior en las clases sociales: El de rico. Siempre teniéndolo como norte en mente y espíritu. Por supuesto que en una gran mayoría esto no sucede y la frustración sigue siendo una constante.
Pero hay que aclarar que nuestro origen como clase media también tiene su particular naturaleza: Una clase media proveniente del estrato inmediatamente inferior. Es decir de la clase media baja y en muchos casos la pobre. ¿Qué se podría sugerir para diferenciar a ambos bandos? Sencillamente el acceso a la educación.
Como todos sabemos el saber o conocimiento implica poder. Todo esto lleva ahora a despejar el panorama y ubicarnos en un concepto más sólido de clase media como tal. Una que tuvo acceso por sacrificio o por oportunidades del azar a una buena educación, lo cual la ayudó a “salir adelante” casi como deslastrándose de aquella clase media baja de la cual muchos provenían.
¿Cuál era el fin de dicha clase? Pues la de pertenecer a una clase con capacidad de consumo. Profesionales como médicos, abogados, ingenieros, economistas, etc., los cuales al alcanzar sus metas profesionales tenían la posibilidad de parecerse a la clase media rica o en el mejor de los casos a la clase rica.
El grave problema consiste en que dicha clase media se olvidó de su condición y quiso separarse de la clase más golpeada y la más parecida a ella: La clase pobre. Viéndolo en frío, la clase media venezolana tuvo en mente su provecho personal en menoscabo de las clases desposeídas.
Hay una frase que, para mi, resume muy bien este compromiso que debió tener la clase media con la clase pobre y lo dice Rómulo Gallegos en una oración: “Cuando la vida da facultades da junto a ellas responsabilidades”. Esas responsabilidades eran con la clase seguidamente inferior. La que no tuvo acceso a la educación.
La clase media nunca se comprometió con ese fin y de allí que en Venezuela pase lo que está sucediendo actualmente. Una clase media que se resiste a involucrarse con las mayorías pobres. No hubo nunca entrega hacia ese sector desposeído por parte del profesional con el poder de la educación en sus manos. Nunca vimos colegios de profesionales ni gremios, creando conciencia de compromiso con el más necesitado.
En medicina se acabaron, prácticamente los “José Gregorio Hernández”, en ingeniería los conocimientos fueron a parar al sector consumo, en derecho a casi nadie le importó la injusticia contra el desamparado, los economistas planearon políticas económicas favorables a intereses extranjeros sin adaptarse a nuestra realidad, y así podríamos seguir con una larga lista.
Aquí se podría resumir que nunca hubo ese sentimiento de resentimiento social, como tanto se ha dicho por parte de la clase pobre. Más bien de parte de la clase media, la cual se encuentra en ese nivel existencial entre pobres y ricos. Sólo se le pedía compromiso para que ayudando al pobre lograra incrementar el beneficio de las mayorías y así beneficiarnos todos. Nunca lo hubo. Y lo peor es que el resentimiento social de la clase media se acentúa cada vez más, al no alcanzar su objetivo de “posición social”. Llevándola a una especie de arrebato de desesperación a supuestamente perder su situación y nivel alcanzado hasta ahora.
Peor aun, miro y oigo con asombro, cómo la clase media sigue sin aportar soluciones a los conflictos que pueda tener el país en materia educativa, social, económica o moral. Simplemente gravita en torno a una “nostalgia egoísta” del poder perdido. Que actualmente y en cierta forma y por razones de cambios ideológicos y rumbo de políticas, ahora tiene acceso la clase pobre.
Tanto es así que ya me asalta la duda de esa famosa “educación para echar adelante” como consigna de la clase media.
No hay ideas, no hay propuestas claras ni inteligentes. Sólo existe un vacío de pensamiento. Algo preocupante para quien se jactó de tener el conocimiento de su parte. Pareciera ser que la batalla se la ganó a la clase media una clase política corrupta y unos medios de comunicación comprometidos con el “rating”. Sinónimo de dólares. En resumidas cuentas nos indicaron por quien votar cada cinco años y nos dijeron cómo vestirnos, como hablar y como pensar. Todo ese bagaje de conocimientos y preparación fue sobrepasado por un sistema engranado y aceitado para hacernos menos pensantes y más dependientes.
Nos secuestraron la capacidad de reflexión y crítica y ni siquiera nos dimos cuenta. Fuimos engañados por telenovelas vacías y programas de concursos mediocres, tal cual lo fue la clase pobre. No hubo distinción a la hora de arremeter contra la sociedad en si, por parte de ese dúo político-mediático sombrío y perverso.
No tuvimos tiempo de reflexionar ante esa arremetida y lo peor es que continúan ejerciendo su poder, esta vez más o menos tras bambalinas, una vez que su poder cedió en parte ante la clase pobre. Con la cual no contaban o mejor dicho menospreciaron.
No le correspondía a la clase media juzgar la ignorancia de la clase pobre, como si tuviera lepra y debiera ser aislada del contacto con los demás. Insisto, había que acercarse a ella y sin preguntar, ayudar. Pero estábamos disgregados, alienados y demasiado llenos de interés personal.
Subir cerro y hacer caridad era sinónimo de ser subversivo. A muchos religiosos católicos se les cerco en su desempeño cuando quisieron hacerlo o lo llegaron a hacer. Fueron trasladados a otras parroquias y rápidamente cambiados por otros curas más “obedientes” y menos comprometidos con el necesitado.”
¿Cómo podemos resumir este comportamiento aparente de división de clases? Sencillamente en el cerco mediático que nos han impuesto los medios de comunicación ayudados por políticos fracasados. Buscaron nuestra atención ante una supuesta separación o división entre venezolanos que sólo existe gracias a ellos. Responsables directos de crear una barrera mediática y un mundo irreal de consumo, frente a la verdad de país que nunca quisimos asumir. Pobreza crítica frente a lujosos carros que podíamos adquirir para llenarnos de “status” y ser “alguien”. Violencia criminal mejor llamada “inseguridad”, proveniente de una clase paupérrima y un mensaje constante de violencia hollywoodense mimetizado con el entorno, y difícil de distinguir de la realidad de droga, alcohol y juegos de azar. Una constante que nos ha llevado a la espiral de violencia que vivimos actualmente.
Ranchificación de cerros producto de políticas de urbanismo fracasadas o en el peor de los casos migración a las ciudades de desesperados campesinos y obreros que nunca consiguieron apoyo ni del Estado y mucho menos del sector privado. Los cuales crearon una política económica basada en importaciones y total carencia de transferencia tecnológica. Aumentando así el desempleo hasta convertirlo en crónico.
En resumidas cuentas un gran sector empresarial subsidiado hacia la importación y ofrecimiento de trabajo sólo en el sector terciario de la economía o mejor conocido como el de servicios, mientras que el sector secundario que es el correspondiente al verdadero trabajo productivo fue relegado y desestimulado. Entorno a ese sector de servicios es que nace esa clase media casi parásita orientada a actividades que no incrementan la producción nacional. He aquí el gran drama y su solución sólo puede partir de un verdadero compromiso con lo nuestro y con nuestra capacidad de enfrentar el reto de producir y elaborar lo que producimos para así no depender por completo de los capitales extranjeros. No disimulada por proyectos económicos ya fracasados y que sólo tienen como objetivo hacernos cada vez más dependientes de capitales foráneos, dejándonos indefensos y sin identidad como pueblo.
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