El Periodista de la Verdad, Rafael Finol Meléndez, quien derribó a los gigantes comandados por el Comisario Fischer Godoy, quienes lanzaron en los años ochenta cuerpos de inocentes a los llamados “Pozos de la Muerte” en el Estado Zulia.
Con temor afirmó, que el país es un gran camposanto lleno de inocentes. Inscritos están en arrugadas listas las ánimas que clamarán hasta ver llegar la justicia a todos los mortales.
Otros han sido letalmente heridos, véanlos en improvisadas y pobres sillas de ruedas o escondidos en una blanca habitación, con suerte en una cama clínica y sin suerte tirados sobre varias colchonetas con sus forros corridos y oscuras sus gomas espumas.
Ellos están allí porque han sido víctimas de la injusticia. Los que no están en los cementerios de este país, aguardan pronto por estarlo y no logran oír a una perdida justicia ineficiente y bastante parecida a la impunidad.
Esa imagen que no le teme al más infiel practicador del desengaño, tampoco dejará “La Coromoto” olvidados a sus soldados, a quienes les cubre los genes curtidos por el sol en su piel. Despertando pueblos de ancianos y de niños que no veían la carroña que trataban de ocultar aquellos que de cien en cien sabían que alguien los engañaba.
Rafael Finol, aguantó el frío y el desprecio del exilio por culpa de los cobardes que manejaron los pasados cuerpos de seguridad del Estado. Los mismos que disparaban sin piedad, herían de gravedad, daban tiros de gracia y a cada rato ajusticiaban en un desgobierno del pasado adeco-copeyano. Nadie impidió que estos regencias agonizaran cuando irrumpió el 4 de Febrero del año 1992.
La cárcel para Finol fue poco a la osadía de denunciar. Los Tribunales Militares aguardaron su llegada y desde allí se rasguearon miles de folios. Las teclas de sus maquinas escribían con errores el repudio frente a lo que denunciaba este sincero periodista.
Rafael Finol, fue objeto de un certero balazo que por poco le quita su vida a inicios de este duro año, lo recibió por parte de un francotirador, quien a más de cien metros le capturó un lado de su cabeza con una vulgar bala, quiso la vida, que él, siguiera vivo y aún no le tema a los diablos que persiguen derrocar su escapulario.
Esto sucedía en las puertas del Diario El Regional en el Estado Portuguesa, sitio donde trabaja y funciona este medio informativo que mantiene una conducta en su línea editorial de apoyo a la Revolución Bolivariana.
Y aconteció sólo a unas horas después de haber entrevistado al Presidente Hugo Chávez en el mismo Estado, región que se perfila como el primer Estado comunal de Venezuela.
El mismo Estado que noticiosamente recorrió el mundo, cuando se supo, que un grupo de campesinos sembraron en el recuerdo el dolor honorable contra la traición de la dictadura perezjimenista, combatiendo en la histórica lucha popular de los “Heroicos Campesinos de Turén”, quienes enfrentados sólo con machetes a los tentáculos de la muerte erigida por aquellos años, se inmolaron en aras de la libertad.
Desde entonces las balas no cesan y duelen más las sienes por la impunidad, antes que por el balazo. Heroico Periodista de la Verdad, quien todas las mañanas escucha el clarinete que indican las primeras letras que después son palabras levantadas como verdaderos fusiles que defienden esta Revolución.
No hace falta despertar la pesadilla que gobierna el rastrojo del Poder Judicial, devorador de todo lo vivo. Los que asquean la voz de quienes no le temen a su vil indiferencia. Pero no impedirán sus “Consejos del Silencio” que pronto sean derribados sus imperios.
El silencio “Judicial” que atropella al periodista Finol Meléndez es la misma manta que cubre el dolor de cientos de madres, padres, hermanos, sobrinos, nietos y amigos que no podrán seguir permaneciendo por más siglos en la indiferencia de esta desventura usurpadora de Jueces y Fiscales, miembros de la pavura judicial.
La verdad será sin ingenuo levantada, defendida por quienes hoy agradecen la voz fuerte, valiente y sincera que en todos sus años Finol ha defendido; a quienes jamás podían expresar la rabia y la tristeza de la carroña vigilada por buitres, devorada la humildad de quienes vieron a los suyos ser destruidos por los viles, que aún impiden la libertad del Cuarto Poder Moral.
Los militares del Febrero Azul levantaron sus carabinas y manejaron sus tanques, contra quienes ahogaban en sangre la fortaleza de un pueblo, contra los que impedían que otros buscaran un pan para dar de comer a sus hambrientos hijos.
Desde entonces, Febrero no descansará. La insurrección contra la injusticia se levantará en todos los meses del año. Con arados, machetes y piedras, derribaremos a los gigantes de mala aventura. Tranquilos, que para esto Dios ayudara y Bendecirá, a quienes no cedan ante el dolor y el engaño.
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