Rodríguez Chacín: Los golpistas planearon matarme para luego decir que me había “suicidado” 09:27 am

Ramón Rodríguez Chacín

Ramón Rodríguez Chacín

Credito: Vtv

12 Abr. 2011 (Vanessa Davies) - Quien se desempeñaba como ministro de Relaciones Interiores en el año 2002 fue detenido arbitrariamente -sin orden de aprehensión ni de allanamiento- por los entonces alcaldes de Baruta y Chacao, los opositores Henrique Capriles Radonski y Leopoldo López. Aunque “no encontraron ningún delito del que acusarme”, la realidad es que “me mantuvieron privado de libertad e incomunicado” con la complicidad de la jueza Mónica Fernández, relata, en entrevista con el Correo del Orinoco

1) ¿Dónde estaba el 11 de abril de 2002?

-En mi despacho del Ministerio de Interior y Justicia en la avenida Urdaneta, esquina de Platanal, haciendo seguimiento de la situación del país, especialmente de la concentración que la oposición había convocado para ese día enfrente del, para entonces, edificio de Pdvsa Chuao. Allí permanecí en comunicación con el Presidente de la República, con el Vicepresidente Ejecutivo, el Ministro de la Defensa, el director de la Disip, mi sala situacional y demás autoridades del Gobierno, siguiendo los acontecimientos hasta que me convencí inequívocamente que se trataba de un golpe de Estado. En ese momento decidí trasladarme a Miraflores para acompañar al Presidente de la República en el Palacio Presidencial, pero ello no fue posible de manera inmediata por no estar dadas las condiciones en la ruta de desplazamiento hasta el Palacio de Miraflores. Aproximadamente a las 5:00 pm pude atravesar el área y llegar hasta el Palacio Presidencial donde permanecí al lado del Presidente hasta el momento en que salió de Miraflores en el vehículo en el que se trasladó a Fuerte Tiuna.

2) ¿Cuándo asumió que se trataba de un golpe de Estado?

-La apreciación de la situación me indicaba, desde hacía varios días, que habría un golpe de Estado. Indicios tales como la actitud y actividades de personajes como Luis Miquilena, Pedro Carmona Estanga, Carlos Ortega, Alberto Federico Ravell y el embajador de los Estados Unidos así me lo indicaban. En el momento en que Carlos Ortega ordenó a la concentración de la oposición que se dirigiera a Miraflores me convencí de que ya el golpe de Estado estaba en marcha y ello fue confirmado posteriormente por la actitud de la Policía Metropolitana, la actividad de los francotiradores, la conducta de los canales privados de televisión y de los golpistas, nombrados por Luis Miquilena, que ocupaban cargo en el ministerio y a los cuales no pude remover. Por cierto, en horas de la tarde los mandé a detener, pero ya habían huido del despacho.

El 12-A: detención arbitraria

3) ¿Para dónde fue el 12 de abril?

-El 12 de abril, aproximadamente a las 5:00 am cuando el Presidente salió hacia Fuerte Tiuna, ya había decidido unirme a la resistencia armada que sabía surgiría luego de ese golpe fascista, y en tal sentido, tenía planes para esconderme y comenzar a organizar esos movimientos de resistencia. Ante el agotamiento físico que presentaba producto de no haber descansado ni dormido en los últimos días, pues además de la convulsión política del momento había acompañado y velado a mi padre -quien había fallecido el 9 de abril, dos días antes- decidí descansar unas horas y esperar la noche para empezar a movilizarme. En tal sentido, despedí a mi escolta y me dirigí a un lugar seguro que tenía en el este de Caracas. Pero al momento de abrir la reja del estacionamiento, el vigilante -que se encontraba escondido en la caseta- me identificó y denuncio ante la Policía de Baruta.

4) ¿Sabía que el Presidente no había renunciado?

-¡Claro! Ya comenté que durante la noche del 11 de abril no me separé del lado del Presidente, sólo cuando por un momento pidió estar sólo para pensar. Así que era testigo de excepción de todo cuanto aconteció en el entorno del Presidente durante esa noche. Estuve presente cuando los golpistas le presentaron la renuncia al Presidente y él dijo que no la firmaría. Personalmente la retiré de la mesa con gesto brusco, le dije a los golpistas que no la rompía allí mismo por respeto al Presidente y procedí a entregársela al hoy coronel Suárez Chourio, quien se encontraba adyacente en funciones de seguridad. Participé en el intercambio de opiniones cuando el Presidente enfáticamente dijo que no renunciaría y yo opiné que los golpistas debían asumir que estaban dando un golpe de Estado.

Al momento de mi detención no sabía que los golpistas habían propalado la falsedad de la renuncia del Presidente; creía que los golpistas habían asumido su golpe de Estado como tal. Posteriormente, ya en el lugar de detención, me visitó el general Ovidio Poggioli, quien me informo que era el nuevo director de la Disip y que el Presidente había renunciado, cosa que rebatí pues yo era testigo de lo contrario y de que el Presidente nos había dicho a los que lo rodeábamos que él no renunciaría bajo ninguna circunstancia. Le manifesté al general Poggioli que yo personalmente había recogido el documento de renuncia que habían presentado los golpistas. Posteriormente, luego del golpe, el capitán Carlos Aguilera, quien era director de la Disip, me informó que luego de esta conversación, el general Poggioli le había informado que yo me había suicidado en un calabozo de la policía de Baruta.

5)¿Cómo fue la detención?

-Los alcaldes golpistas Henrique Capriles Radonski (Baruta) y Leopoldo López (Chacao), utilizando la policía de Baruta, rodearon el edificio donde me encontraba, bloquearon sus salidas y colocaron francotiradores que cubrían las ventanas del apartamento en el que me encontraba. Posteriormente llamaron a los canales privados de televisión, comprometidos todos con el golpe de Estado y procedieron a convocar a los vecinos en la entrada del edificio y a azuzarlos contra el gobierno y mi persona. A la puerta del apartamento en el que me encontraba tocaron unos diez policías de Baruta fuertemente armados y me conminaron a entregarme, diciendo que cumplían ordenes de los referidos alcaldes golpistas: Capriles Radonski y Leopoldo López. Les contesté que no me entregaría y exigía que los alcaldes en persona se presentaran a detenerme. Luego de varios minutos de discusión se presentaron los dos alcaldes, a quienes les dije que los dejaría pasar a ellos solos para hablar conmigo. En un principio se negaron, pues se encontraban muy asustados, pero les hablé y les di confianza de no les haría daño y así fue como ellos entraron. Cuando entraron, los tranquilicé, les pedí una orden de allanamiento de la morada o una orden de aprehensión contra mi persona, formalidades que no habían cumplido ni pensaban cumplir. Ante los hechos consumados, pedí por lo menos la presencia de un fiscal del Ministerio Público, a lo que ellos accedieron trayendo luego de un rato a un joven fiscal que no había sido comisionado por ninguna autoridad, y que llego en una actitud muy agresiva, por lo que me vi obligado a calmarlo, recordarle que él debería ser un garante de mis derechos, aún cuando no había sido comisionado por autoridad competente alguna. Cumplido ese requisito, entregué al golpista Capriles Radonski una pistola de mi propiedad y otra que me había dado en custodia el Presidente de la República cuando decidió presentarse en el Fuerte Tiuna. Es en ese momento cuando se plantea la salida del edificio. Ellos dicen que debemos salir por el frente porque allí es donde están las cámaras de televisión, les hago ver el riesgo físico de esa alternativa, pues debía atravesar una turba exaltada que ellos mismos se habían encargado de agitar, y que era más conveniente salir por el sótano ya embarcado en un vehículo. Ellos no estuvieron de acuerdo, pues querían presentarme como un trofeo. Aún sabiendo el riesgo que corría decidí salir por el frente, porque además de que no me dejaban alternativa razoné que cualquier agresión que sufriera iba a revertirse en contra de los golpistas, como en efecto sucedió.

6) ¿Cómo califica esa acción? ¿Por qué se va con ellos?

-El comportamiento de los golpistas Capriles Radonski y Leopoldo López es el propio de los fascistas que desconocen el estado de derecho y no tienen ningún impedimento de tipo ético o moral para lograr sus objetivos. Los acompañé por encontrarme en una situación de total desventaja, sitiado en una posición y rodeado por fuerzas policiales y de una turba fascista inmensamente superior en número a mis capacidades; estaban además los medios de televisión golpistas transmitiendo en vivo. Era imposible resistir o evadir el cerco.

“Mi vida estaba bajo amenaza”

7) ¿Temió por su vida?

-Siempre supe que mi vida estaba bajo amenaza cierta, y que si no me mataban ese mismo día, lo harían tan pronto pudieran, como luego se evidencio con la información que le dio Poggioli a Carlos Aguilera. Inicialmente me trasladaron al comando de la policía de Baruta en La Trinidad, y luego trataron de trasladarme a la Disip, donde pensaban asesinarme; sólo que me negué al traslado y luego, con el pueblo en la calle, no se atrevieron a tomar una decisión de esa magnitud. Aunque sabía las intenciones de los fascistas, no sentí miedo en ningún momento; sabía que de ellos no podía esperar ningún gesto de humanismo. Aunque me mantuvieron incomunicado, sin información del exterior ni acceso a medio de comunicación alguno, por los comentarios que escuchaba de los custodios y de los abogados que me visitaron, Gastón Saldivia y Ana Cecilia Zulueta, pude enterarme de las medidas descabelladas que tomaba el golpista Carmona Estanga y ello me llevó al convencimiento de que ese régimen no duraría mucho, que el pueblo no lo aceptaría, y así se lo comenté tanto a los abogados como a los polícias que me custodiaban. Claro, mis mejores estimaciones le daban a ese régimen no más de dos años de duración.

8) ¿Por qué tanto ensañamiento en su contra?

-La derecha fascista sabe quienes son sus enemigos, y en consecuencia busca eliminarlos físicamente, como históricamente lo ha hecho siempre. Al llegar al sitio de reclusión el día 12 de abril, donde fui conducido sin orden de aprehensión ni de allanamiento de morada, solicité que me informaran los cargos que se me hacían, por lo que convocaron a un equipo de fiscales golpistas, incluyendo a un director, y luego de deliberar durante varias horas no encontraron ningún delito del que acusarme; sin embargo, me mantuvieron privado de libertad e incomunicado. Al día siguiente, el 13 de abril, me trasladaron al tribunal de la jueza mercenaria Mónica Fernández, a quién le demostré que yo era ministro en funciones, pues tenía un nombramiento en gaceta y no había sido removido ni se había designado sustituto. Eso fue desestimado. Luego se me acusó de porte ílicito de armas y le mostré tres portes de armas vigentes que me autorizaban a portar armas, lo cual fue también desestimado por ser ese un juicio político carente de toda legalidad. Para ese momento, estando en los calabozos del Palacio de Justicia, escuchaba el rugir del pueblo en las calles, pero los fascistas me decían que eran manifestaciones en apoyo a los golpistas que querían lincharme. Fui nuevamente recluido en la policía de Baruta, pero los golpistas asustados decían que no podían garantizar mi seguridad, por lo que querían llevarme a la Disip. Conociendo sus planes, me negué al traslado, por lo que me mandaron esa noche en arresto domiciliario custodiado por comandos del Cicpc. Al llegar a mi casa, con mi familia, fue cuando tuve conocimiento de lo que en verdad sucedía, por lo que a la primera oportunidad me dirigí al Palacio de Miraflores que ya había sido recuperado por los revolucionarios patriotas. Esa madrugada tuve el honor de esperar al Presidente en el helipuerto del Palacio y de ser el primero en entregarle novedades al desembarcar del helicóptero que lo trasladaba desde La Orchila.

Impunidad por el temor y la

complicidad de jueces y fiscales

-¿Qué acciones legales tomó? ¿Cuáles fueron los resultados? ¿Siente que ha habido justicia o impunidad?

-Cómo Ministro del Interior y Justicia ya el 15 de abril estaba iniciando las investigaciones; sin embargo no fue hasta el lunes 22 de abril cuando pude tener un fiscal que pudiera asumir la investigación, pues todos estaban asustados o escondidos y el fiscal general Julián Isaias Rodríguez no encontraba a quien designar para esos efectos.

Por otra parte, al entregar el ministerio en junio de ese mismo año, busque asesoría legal para acusar privadamente a los golpistas Capriles Radonski, Leopoldo López y Mónica Fernández, pero fue sumamente difícil llevar adelante ese proceso debido al temor y a la complicidad de jueces y fiscales. Finalmente, en enero de 2008, luego de mucho esfuerzo y de sortear muchos obstáculos, cuando todo estaba listo para imputar a esos delincuentes, se dictó una medida de sobreseimiento de esos casos. Fue una medida política de nuestro Comandante en Jefe, y como tal la acepto disciplinadamente.

-¿Qué reflexión le dejan esos hechos?

-En un proceso revolucionario como el que llevamos adelante, no debemos esperar cuartel del enemigo político. Apoyado por el imperio, éste nunca cejará en su empeño de recuperar el Gobierno para mandar obedeciendo una potencia extranjero. En esa lucha no es posible la conciliación con esa extrema derecha fascista y apátrida. Nuestro único camino es el socialismo, la verdadera democracia, enseñar y convencer con el ejemplo a los que por desconocimiento aún dudan de las bondades de nuestro proceso; y así, con el poder que nos otorga el apoyo de la inmensa mayoría de nuestros compatriotas, construir esa sociedad socialista para que todos vivamos mejor y nos defendamos del imperio y de sus lacayos apátridas que nos acechan.

A otros funcionarios también

los sacaron a puñetazos

El diputado (hoy mandatario de Anzoátegui) Tarek William Saab; y los gobernadores de Mérida, Florencio Porras, y Táchira, Ronald Blanco La Cruz, fueron detenidos ilegalmente por cuerpos de seguridad a la orden del régimen liderado por Pedro Carmona Estanga. “Están violando mis derechos humanos”, denunció Saab a viva voz. “Es una detención en contra de un diputado de la República”. A Blanco la Cruz y a Porras pretendieron obligarlos a renunciar; ambos reiteraron que Hugo Chávez seguía siendo Presidente de la República.

Igual que a

Fabricio Ojeda

Durante la Cuarta República (1958-1998) no era extraño que a un preso político de izquierda lo mataran y luego dijeran que se había “suicidado”. Con la muerte de Fabricio Ojeda (1966) siempre quedó la duda, razón por la cual el Ministerio Público reabrirá la investigación sobre el caso.


Esta nota ha sido leída aproximadamente 15486 veces.



Noticias Recientes:

Comparte en las redes sociales


Síguenos en Facebook y Twitter



Notas relacionadas