La guerra económica: desenlace en la agricultura

Ningún país queda de segundo en una guerra. Tampoco es posible que alguien escape a sus efectos nocivos. De estas premisas se puede inferir que la guerra económica contra nuestra Patria hay que ganarla, y bien sabemos que de un lado y del otro se han sentido los nocivos efectos sobre la inflación y el desabastecimiento, amén de otras circunstancias que lejos de permitir distribuir bienestar, someten al pueblo a innecesarios trajines para lograr equilibrar la suplencia de alimentos y de otros bienes esenciales. Es posible que las manos peludas que sustentan la guerra desde el exterior, no sientan los mismos rigores del pueblo, pero al final, cuando se aclare el origen cerebral de esta desventura, sus actividades económicas puedan ser castigadas desde las posibilidades nacionales y denunciada desde los organismos multilaterales de la alimentación, la salud, entre otros.
Ganar la guerra en la agricultura pasa por reconocer que durante 14 años hemos cometido muchos errores. Sin duda el mayor de todos fue haber mantenido un discurso de incremento de la disponibilidad en base a la suplencia de alimentos de origen extranjero, la misma agricultura de puertos que desde las aulas universitarias, como estudiantes y como profesores, denunciamos a toda voz. El otro gran error fue pensar que con hacer tris con los dedos este sector se dinamizaría, olvidando que el desmontaje a la cual fue sometida la agricultura, requiere de remedios mayores; no responde a paños calientes, ni a la verborrea fecunda de los teóricos, sino a la acción y a la concreción de planes, proyectos, y sobre todo a la revalorización de la conciencia social sobre la revolución en la agricultura.
Para ganar esta guerra hay que desmontar falsos prejuicios. Posiblemente el principal sea que la agricultura es una actividad que ocurre en condiciones inhumanas, muy difíciles, lo cual puede ser cierto si se le quita todo lo que acompaña al territorio rural y periurbano en materia de contemplación, vida calmosa y sobre todo una gran oportunidad para hacerse de una economía familiar sólida y beneficiosa para el resto de la sociedad. Esto no significa disminuir la realidad del campo en cuanto a servicios, solo que se coloca en el terreno de los solucionable. Si el modelo de la revolución de la agricultura propende a la visión integral de ese complejo problema, pues lo servicios van con las políticas integrales.

Desde el famoso “sacudón” el ambiente general en materia de la discusión sobre el valor estratégico de la agricultura para nuestro país, gozón del modelo rentista petrolero, diría que ha sido exitoso. Desde el alto gobierno, las viejas críticas que se han formulado, aparecen ahora como soluciones; las leyes atrasadas van saliendo, las reformas legales que frenan los trámites se están acometiendo, y lo mejor es que, si bien es cierto la agricultura y la alimentación se veían como dos trozos ajenos uno del otro, hoy con la presencia de la Vicepresidencia del Poder Popular para la Seguridad y Soberanía Alimentaria. Lo extraño es que muchos actores políticos y académicos siguen siendo los mismos, entonces la explicación es el “sacudón”, un jalón de orejas que sirvió para alinear lo que estaba torcido y acelerar lo que iba lento o morrocoyudo.

La reciente alocución del presidente Maduro sobre las leyes habilitantes es una evidencia de algunos de estos cambios. La ley para la Misión Agro Venezuela la firma para pisar tierra, estaba harto de que fuera un ventilador para distribuir recursos y cosechar falsedades. Si esta Ley no sirve para incrementar la frontera agrícola y la productividad social de trabajo en la agricultura, estaremos tan jodidos como antes de la ley; pero, no será así. Hay que ganar la guerra. Y así, este y otros instrumentos como la Ley firmó que crea el Sistema Nacional Integral Agroalimentario fortalecerá todo lo que en la cadenas socio-productivas nos aproxima al consumidor final: almacenamiento, clasificación, calidad, distribución y diría que se completaría con sólidos programas de formación social en consumo.

El Ministro del Poder popular para la Agricultura ya adelantó cifras de posibles resultados de su gestión en el futuro inmediato. La agricultura crecerá en promedio un 20 %, cifra que halaga y nos lleva a inferir que en el mediano plazo será posible duplicar los resultados de la agricultura del 2013.

Hay tres asuntos que todavía no están claros en las políticas oficiales: 1) Si el posible incremento del precio de la gasolina se utilizará para apalancar la agricultura; 2) Si la Faja Petrolífera del Orinoco “Hugo Chávez” se convertirá, como se ha discutido, en un emporio agrícola para compensar el esfuerzo que desde el occidente del país se hace para alimentar el oriente y el sur de nuestra Patria; y 3) Aclarar el papel que van a jugar la cantidad de egresados de las escuelas agrícolas en la retoma de la tierra como factor de desarrollo nacional. Repoblar el territorio rural y periurbano requiere de políticas de este tipo.
Soy optimista, esta guerra es de mediano y largo plazo y la vamos a ganar; si la perdemos no podremos decir que llegamos de segundo.


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Miguel Mora Alviárez

Profesor Titular Jubilado de la UNESR, Asesor Agrícola, ex-asesor de la UBV. Durante más de 15 años estuvo encargado de la Cátedra de Geopolítica Alimentaria, en la UNESR.

 mmora170@yahoo.com

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