“No se otorgarán permisos ambientales para la explotación de minas a cielo abierto pues esto causa degradación ambiental”.
“Hacer la revolución no es ofrecer un banquete, ni escribir una obra, ni pintar un cuadro o hacer un bordado; no puede ser tan elegante, tan pausada y fina, tan apacible, amable, cortés, moderada y magnánima. Una revolución es un acto de violencia mediante el cual una clase derroca a otra.”
MAO
El gobierno venezolano acaba de otorgar una licencia de explotación de minería a cielo abierto en el sureste del país a la empresa aurífera canadiense Gold Reserve. Entre los argumentos que se dio para resaltar la importancia de entregar esta concesión es que esa actividad minera será supervisada para que no sea contaminante y que irá más allá de proteger a la biodiversidad, porque con ella se llegará al Ecosocialismo.
Cuando Ana Elisa Osorio fue ministra del Ambiente, firmó una resolución donde señalaba la decisión de revocar el permiso ambiental a la empresa Gold Reserve en sus operaciones en el proyecto “Las Brisas”, Inc. (en la misma área donde ahora se les otorgó la concesión) pues se verificó el daño ambiental e irreversible en el área de influencia. La Ministra en ese entonces declaró que “No se otorgarán permisos ambientales para la explotación de minas a cielo abierto pues esto causa degradación ambiental”… “Estos permisos no son negociables, por su afectación al ambiente y a las comunidades que viven en el mismo”. En el lenguaje técnico del ministerio expresaron: para la explotación del mineral que se realiza a cielo abierto, utilizan un circuito de procesamiento convencional de concentración gravitacional y de lixiviación con cianuro el cual implica remover la cubierta vegetal y la contaminación letal de las fuentes de agua.
Por supuesto que las autoridades ambientales saben lo catastrófico que significa autorizar a esa súper corporación para explotar oro al sur del Estado Bolívar, debido a que la minería a cielo abierto utiliza, de manera intensiva, grandes cantidades de cianuro una sustancia muy tóxica, que permite recuperar el oro del resto del material removido. Para desarrollar todo este proceso, se requiere que el yacimiento abarque grandes extensiones y que se encuentre cerca de la superficie. Como parte del proceso, se cavan cráteres gigantescos, que pueden llegar a tener más de 150 hectáreas de extensión y más de 500 metros de profundidad. Alrededor de esta actividad el olor fétido es el común denominador, producto de la mortandad que se produce por envenenamiento de la fauna silvestre. Ninguna actividad industrial es tan agresiva ambiental, social y culturalmente como la minería a cielo abierto a tal punto que en los países desarrollados está prohibida esta práctica. Un ejemplo de ello, de no permitir este tipo de ecocidios en su ambiente es Canadá, país de origen de la Gold Reserve.
Los graves accidentes y el pasivo ambiental que ha ocasionado esta minería a cielo abierto y a gran escala en las distintas partes del mundo y la amplia extensión de zonas contaminadas sentaron precedentes que conllevaron a muchos países a prohibir este tipo de explotación minera, entre ellos los países del primer mundo de la Comunidad Europea, Turquía (año 1997); República Checa (año 2000); Nueva Gales, Australia (2000); República de Costa Rica (año 2002); República de Alemania (año 2002), Argentina (año 2012). Así mismo, cientos de confrontaciones y protestas sociales se han generados en los últimos años en Latinoamérica, por los daños irreparables en los bosques de México, Guatemala, El Salvador, Honduras, Costa Rica, Panamá, Ecuador, Perú, Argentina, Chile, Brasil, Colombia y Ecuador.
Recientemente el cardenal Oscar Andrés Rodríguez, arzobispo de Tegucigalpa, criticó públicamente la concesión de minas que abarca casi un tercio de su país y sobre los ecocidios en Latinoamérica producto de la minería a cielo abierto. “La explotación indiscriminada de nuestras minas y bosques sin compromisos ético está poniendo en riesgo al mismo propósito de la creación: la vida humana y las futuras generaciones”, declaró el cardenal Rodríguez.
Venezuela entrega concesiones mineras a las mismas corporaciones que ilegalmente explotan a cielo abierto en el Esequibo venezolano. Siendo estas mineras las responsables del infame ecocidio que actualmente se está perpetrando en la región en reclamación. Estamos entregando una licencia para matar, en un área en los actuales momentos seriamente lesionada por la minería legal “supervisada” y la ilegal que también está “bien supervisada”.
Que rápido se nos olvidó el 5to Objetivo de la patria: “Contribuir con la preservación de la vida en el planeta y la salvación de la especie humana”.
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