Economía y fin de la historia (III)

La formación del precio o "valor de cambio"[1] inicial de las mercancías queda a cargo de la competencia donde se enfrenta la oferta y la demanda de cada tipo de mercancía, de los diferentes ramos industriales y finalmente de todos los fabricantes y todos los demandantes.

No existe precio al margen del valor y por eso es en el mercado donde los valores se convierten en precios y es con estos precios con los que se determinará el monto de las ganancias del fabricante y su correspondiente rentabilidad al final de todas las fases de la circulación de la mercancía fabricada y con ello de la circulación del capital

Hemos partido de que cuando hablamos de oferta-demanda, lo hacemos de las mercancías; estas, de partida, tienen dos componentes[2]: su valor de uso o utilitario, y su valor de cambio o valor a secas. El valor de cambio es una abstracción económica en cuanto a que mide cierta cantidad de valor trabajo útil.

El valor de uso es un valor tangible e intrínseco de toda mercancía; el valor de cambio es netamente comercial, de mercado, y cristaliza cuando la mercancía es ofrecida y comprada, o sea, cuando el valor se transforma en dinero o en otra mercancía por la cual se cambia.

El valor de cambio es el precio o valor relativo de todos los valores. Sólo por esa cualidad pueden ser posibles las diferentes transacciones comerciales.

El abstruso Capítulo I de El Capital versa sobre MERCANCÍA Y DINERO, en altas originales como puede observarse.

Allí podemos entrever que el comerciante capitalista [3]opera con dos tipos de valores equivalentes: el valor o capital mercancía, y el valor o capital dinero. Ambos valores son intercambiables sin menguas para sus transaccionistas; digamos que siempre podrá canjearse pelo a pelo los valores de cualquier mercancía lo que da origen a su valor de cambio (monetario) sin que las partes experimenten pérdida alguna, algo así como intercambiar 1 pan, cuyo precio = 100 Bs.F, por un billete de Bs.F100, y viceversa, aunque si usted es intermediario el fabricante le deja el pan en menos de 100Bs.F para que usted lo revenda según su valor.

En numeritos: los fabricantes e intermediarios[4] pasan por las siguientes fases comerciales, en la circulación capitalista:

D-M, compra de mercancías con dinero; para fabricar otra u otras mercancías, y M’-D’, venta de estas mercancías por dinero, en una aparente y estricta igualdad entre ambas variantes de capital.

Como no suelen trabajar a pérdida, los capitalistas deben conseguir en el mercado una mercancía tal que con su uso pueda crear valor, en lugar de consumirlo, y propiamente crear más valor de cambio que el que el capitalista invierte en su adquisición. O sea: el valor D inicial debe ser menor que el D’ final, esta diferencia la permitiría la diferencia M ≠ M’ respecto de sus valores, además de ser diferentes como valores de uso.

Afortunadamente para el capitalista, él halla en el mercado esa atípica mercancía; esta es la que conocemos como fuerza de trabajo del trabajador asalariado, un intercambista que en numeritos pasa por las siguientes fases:

El asalariado canjea su fuerza de trabajo por dinero: M1-D-, y compra mercancía para usarla como valor de uso, en una estricta desigualdad entre valores de cambio y valores de uso, D-M2, a pesar de que D, M1 y M3 tengan el mismo valor de cambio.

Es un hecho que si el demandante final-los consumidores natos, o sea, la clase trabajadora, comprara mercancías para su reventa, también debería gozar de un descuento sobre el precio valor de las mercancías para con su reventa obtener cierta ganancia.

Como eso no es así, el consumidor final cede su valor de cambio monetario proveniente del salario y a este canjea por unas mercancías de las cuales sólo le interesa su valor de uso; las compra como tales y no como valores ya que entonces, si optara por revenderlas nadie se la compraría.

Las teorías económicas que dan prioridad a la demanda, y con ellos a los tales niveles de satisfacción por parte del consumidor, echan a un lado las estafas que a diario cometen los comerciantes cuando compran mercancías por encima de valor para un mismo valor de uso, y revenden con más recargos.

Ese asimétrico intercambio de D (valor) por el valor de uso de la mercancía adquirida, inclusive a su justo valor de cambio, poco interesa al consumidor por cuanto su interés no es crematístico sino tecnoeconómico ya que necesita bienes para satisfacer sus necesidades, tanto productivas como consuntivas o familiares.

De poco sirve ocultar que todo inversionista adelanta capital con miras a hacerse rico, no a conformarse con una renta que apenas le sirva para llevar una vida holgada; esta intención no existe, es contraria a la contratación crematística de asalariados.

Es condición necesaria y sine qua non que sea en el mercado, en las pujas de oferta-demanda donde todo inversor verá concretada la ganancia de su inversión, independientemente de que él haya o no explotado a sus trabajadores con plusvalía o valor gratis aportado por los asalariados.

Sin embargo, si no existiera la plusvalía de la fábrica, no podría concretarla en el mercado ya que es impensable que un inversor o fabricante compre a determinados precios harina de trigo y demás ingredientes complementarios para convertirlos en panes y a estos revenderlos a un mayor precio; mal podría contratar trabajadores con la paga salarial y vender lo que este le agregue de valor a un precio mayor al salario sin plusvalía alguna; nadie le compraría. valores a precios superiores a estos. Lo racional es admitir que compramos por debajo de su valor lo que al valor podríamos revender.

 

 


 

[1] Encomillamos la expresión valor de cambio porque se trata, más bien, de valor. Las mercancías son una dupla de valor de uso y necesariamente valor. Un bien que no haya costado trabajo humano no es mercancía, como tampoco lo es cuando no se fabrica para su intercambio por otro bien, por otra mercancía. Inclusive los bienes trocados son mercancías, solo que no mediadas por el dinero.

 

 

[2] Ya explicado en la nota 1 de esta misma entrega.

 

 

[3] Todo fabricante es también un comerciante que trafica con medios de producción, y con fuerza de trabajo.,

 

 

[4] Los intermediarios son los únicos que compran por debajo del precio del valor de la mercancía ofrecida por su productor, para poder revender al valor de la misma, al margen de las desviaciones de precio que induzca la especulación del mercado, pero eso ya cae en el terreno de la oferta-demanda y no de la producción.

 

 



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Manuel C. Martínez


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