1. La necesidad:
Para crear un nuevo país es fundamental revolucionar todo el sistema ideológico, es decir, es imprescindible llevar la revolución a la cultura y a la educación. Debemos trabajar para la recuperación de la calidad de vida, vista como preocupación por la dignidad de la persona, por su capacitación para contribuir a la transformación y mejora de su comunidad, de su región y de su país. Es necesario fomentar en los ciudadanos y ciudadanas el desarrollo del entendimiento y la tolerancia de la diferencia, la comprensión y conocimiento de su patria, su ámbito ecológico, su historia y su cultura.
Para construir un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia, mandato prioritario de la Constitución Bolivariana de Venezuela (1999) es necesario que impulsemos un proyecto educativo-cultural alternativo que rescate nuestra identidad nacional con un patriotismo real, inscrito dentro de una concepción geopolítica de integración de los países latinoamericanos, que nos permita enfrentar desde una posición de fuerza el proyecto globalizador colonialista.
Hablar de “cultura y educación” significa hablar de valores, de principios, de pueblos y de identidad. Distintas concepciones del ser humano y de la sociedad llevan necesariamente a propuestas diferentes respecto a la cultura y la educación. Quienes tenemos como finalidad la construcción de una democracia participativa y protagónica no podemos sino concebir la cultura como la manifestación social fundamental para reconocer y transformar la realidad, acentuando ante todo su fin humanista, ético y político. El neoliberalismo relega la cultura y la educación a un plano elitista, por el contrario, los pueblos albergan saberes que se conjugan en escenarios educativos y culturales alejados de los espacios elitescos que tienden a confundir y coartar los sueños y la creatividad popular.
Una educación en libertad debe ser comunitaria y propiciar la formación de una mentalidad que permita construir una cultura que aliente la solidaridad, la participación, el compromiso militante, la creatividad, la producción espiritual y el rescate de la identidad nacional. El proceso de enseñanza aprendizaje debe fundamentarse en verdaderas comunidades democráticas, con una organización simplificada que destierre las actitudes individualistas y autoritarias, para permitir el desarrollo en todas las áreas y por parte de todos los actores del diálogo abierto, la participación y la crítica, sin temor a ser excluido, reprimido o castigado.
Para enfrentar exitosamente el inmenso reto que tenemos por delante, que consiste en acceder a la sociedad del conocimiento y enfrentarnos a la globalización, defendiendo nuestras especificidades culturales, nuestras idiosincrasias y nuestro acervo histórico, es importante alejarnos del tipo de educación que coarta el desarrollo del ser y establecer una educación emancipadora que permita la creación original de una ciudadanía libertadora y revolucionaria, esencialmente popular.
La calidad de esta educación no debe ser abstracta ni tecnicista, sino vincularse a la calidad de vida de la población, en cuanto debe ser el elemento fundamental para el logro del desarrollo sostenible que implica superar la pobreza material y espiritual, profundizar la democracia, permitiendo la participación y el protagonismo de todos los ciudadanos.
2. Cómo ha sido en las últimas décadas y por qué: El “modelo Atcon”.
Después de la segunda guerra mundial las orientaciones en materia cultural y educativa fueron dirigidas por los “triunfadores” en función del capital imperialista y sus necesidades. Rudolph Atcon, asesor del gobierno norteamericano para América Latina desde el Departamento de Estado, la OEA y la ONU, diseñó el modelo que ya fue denunciado en 1980 por un grupo de Venezolanos (“El modelo tecnocrático de la educación superior en Venezuela”, Quintero, M. y col., 1980). El Plan Básico o “Plan Atcon” (1960 y 1970) fue disciplinadamente concretado en Venezuela (con paralelos en el mundo: el "Plan Karachi", en Asia (1959-60), el "Plan Addis Abeda", en Africa, (1960-61)
Se trazó un plan de reformas que incluyó la privatización, el alza de matriculas, la represión al estudiantado y al profesorado. Se redujeron los aportes del estado, y el número de años de estudio -para sacar mano de obra rápidamente por medio de carreras “cortas”, educación a distancia, flexibilización de programas y la creación de Universidades para poner en marcha el “Plan Básico” que consistió en:
Disminuir la importancia de las humanidades, las ciencias sociales y toda materia que sirviera para analizar críticamente la sociedad, a cambio de un programa de orientación tecnocrática y pragmática. La idea fue “convertir” la Universidad Pública en una institución de formación tecnológica, para lo cual debía elevarse a status de científico y profesional las áreas tecnológicas. Se promovió entonces la educación tecnológica de 1 a 3 años, y proliferaron los Institutos Politécnicos y Colegios Universitarios.
Se promovieron estructuras curriculares individualizantes, con el conocimiento fragmentado, superespecializado, sin una visión integral de los problemas estudiados.
Se suprimieron “facultades” y se fragmentaron, con la creación de numerosas “escuelas”, “institutos” y “centros”, muy “exigentes” que consumieron el tiempo de los investigadores y alumnos permitiendo el control político.
Se semestralizaron y hasta trimestralizaron las carreras para darle “vertiginosidad” al proceso educativo y mantener un permanente ciclo de inscribirse-evaluar-inscribirse y no dar tiempo a la reflexión.
Eliminaron las “secciones” o salones estables de estudiantes, para impedir que los alumnos se conocieran y establecieran relaciones afectivas y/o políticas.
Profundizaron el modelo unidireccional de “transmisión” de conocimientos y disminuyeron la construcción de saberes a partir de la experiencia compartida, reflexionada y analizada.
Se ejecutaron diversas estrategias para desmovilizar estudiantado, como los programas de extensión universitaria - poco pertinentes socialmente o de alcances limitados-, para ocupar el tiempo libre y se adelantaron campañas contra el movimiento de resistencia estudiantil, promoviendo las formas organizativas y la ideología corporativista (centros excursionistas, cine clubes, organizaciones de turismo estudiantil, negocios administrados por estudiantes dentro de las universidades, etc...)
Crearon nuevas universidades alejadas de los centros poblados para disminuir el contacto directo de los estudiantes con el resto de la sociedad.
Diseñaron arquitectónicamente las nuevas universidades para impedir los mítines y tener mayor control de los estudiantes: inexistencia de grandes auditorios, cafetines pequeños y dispersos, planta física con diseño de “tránsito” y no de “permanencia”, áreas verdes sin asientos ni facilidades para estar reunidos.
El horario fue restringido lo más posible al diurno, con transportes que vacían las universidades a una hora determinada.
En los años 80 cobra fuerza la tendencia mundial hacia la división internacional de la producción de conocimientos tecnológicos, y comienzan a “financiarse” proyectos de investigación en diversos países, cada uno de los cuales serían fragmentos aislados e inútiles por sí solos, pero que integrados si han sido útiles para los “financiadores”.
Vincularon a la universidad con el “aparato productivo” y así vimos las reuniones con los “empresarios” para “determinar y egresar lo que estos necesitan: cuadros al servicio de las clases dominantes, con la creación de grupos de investigación articulados a las líneas de desarrollo del nuevo orden neoliberal.
3. ¿Como están los números?
En Venezuela existen 251 instituciones de educación Superior, de las cuales 116 son públicas y 135 son privadas (datos OPSU, 2004). Para la presente discusión se consideran como instituciones de educación superior todas las que ofrecen estudios de tercer nivel: universidades, institutos universitarios e institutos tecnológicos. Las 116 instituciones de educación superior públicas tienen un costo anual aproximado de cuatro billones de bolívares, es decir, cuatro mil millardos de bolívares, que son invertidos anualmente por el Estado. En este costo no se incluyen las 135 instituciones privadas que por su carácter no son auditadas comúnmente por el Estado. Creemos firmemente que a esos cuatro mil millardos de bolívares, tiene que sumarse una cantidad que puede ser similar o superior en costo y que es invertida por la sociedad, bien sea por el gasto que hacen los padres o el propio estudiante. Es decir, estamos planteando que cuando se considera el gasto en educación superior no puede afirmarse que ese gasto es únicamente de cuatro mil millardos, dado que no se está sumando el gasto para los venezolanos que significa la educación privada.
En estas instituciones de educación superior se ofrecen 583 carreras y participan aproximadamente en la actualidad 803 mil estudiantes. Estas cifras en nuestra opinión -y sin pretender ser expertos en la materia-, no tienen coincidencia lógica con el país que encontró el actual gobierno en 1999, con 80% de pobreza, 25% de desnutrición, aproximadamente tres millones de personas excluidos del sistema educativo y 1.500.000 de analfabetas, con una infraestructura para la producción, el transporte y la agricultura prácticamente inexistente o muy deteriorada y con un sistema de salud también en condiciones precarias: un país de importadores a pesar de tener cuantiosos recursos físicos, materiales y humanos, con miles de kilómetros de costa, entre los primeros países con reservas de agua dulce, millones de hectáreas apropiadas para el desarrollo ganadero, paisaje natural variado, grandes posibilidades para el desarrollo del turismo, recursos minerales y reservas energéticas, particularmente petroleras, que se sitúan entre las mejores del mundo.
Consideramos que ese país que tenemos y que la Revolución Bolivariana con esfuerzos denodados intenta transformar, no tiene correspondencia con la inmensa inversión que se hace en el sistema de educación superior, a pesar de que el gobierno esté haciendo grandes esfuerzos de transformación con la creación de nuevas instituciones como la Universidad Bolivariana y otros Institutos Universitarios. Creemos que este esfuerzo puede ser insuficiente si no se aborda la discusión de la transformación universitaria desde una perspectiva crítica que toque no solamente las estructuras formales si no que se plantee la reforma ideológica de todo un sistema, que tiene como responsabilidad formar los profesionales que el país requiere.
4. Pero el problema no es sólo de “inclusión”.
Además del problema de la exclusión -ya crónica- de la mayoría de los estudiantes pobres del sistema universitario, tiene que hacerse una discusión en relación a dónde deben ser incluidas esas personas de los estratos populares. Ciertamente las clases muy pobres apenas logran entrar en un porcentaje entre el 15 al 20 % a las Universidades, mientras que la demanda de las clases altas es satisfecha en casi un 100%.
Pero el problema no es solamente incluir a las personas en el sistema educativo superior actual, sino la conveniencia o no de incluirlos en instituciones enclaustradas, excluyentes, cuyos pensa de estudios son concebidos y ejecutados fuera de los contextos comunitarios y las necesidades sociales más urgentes, con programas que proponen un conocimiento desagregado, fragmentado, unidireccional, escolástico y poco participativo. Creemos que esa no es la respuesta precisa para las necesidades de un país que se está transformando.
En el modelo curricular tradicional universitario venezolano, los seres humanos ingresan a un currículo que no toma en cuenta su perfil previo, no importa de dónde proviene, ni las capacidades ni cualidades de ese ser humano. Existe todo un menú de carreras que ofrece la universidad tradicional, independientemente del lugar de nacimiento y ejecución de vida de la persona. Es decir, el hijo de un ganadero del Estado Guárico o el hijo de un pescador de Oriente tienen el mismo menú de carreras en unas universidades que ofrecen el tránsito a través de un currículo en áreas de conocimientos presuntamente dependientes, continuas y secuenciadas, en un tiempo determinado, por semestres o por años, con una rigidez que impide salir del sistema por un tiempo para poder volver a entrar. Un sistema que pone trabas en relación a la edad de las personas, tiene pruebas de admisión, reglamentos de repitientes y ofrece un menú fijo que egresa a los profesionales con un perfil individualista, con una visión poco colectiva de los problemas nacionales, con una ultra especialización, que lo aleja del pensamiento integral.
El hecho cierto es que las presuntas prelaciones se han ido perdiendo con el tiempo. Las materias ya casi no tienen conexión entre sí, el conocimiento se ha departamentalizado al punto que los profesores expresan opiniones y definen sus lugares de trabajo como sus departamentos, laboratorios, áreas de conocimiento, etc. La fragmentación ha llegado a tal extremo que inclusive materias que tienen prelación desde el punto de vista formal, en la realidad no dependen una de otra, llegándose a casos en algunas universidades, donde los estudiantes pueden aprobar una materia sin haber aprobado la que presuntamente la prelaba. El conocimiento adquirido además es certificable sólo al final en razón del otorgamiento de un título, que se convierte en el único objetivo del estudiante que espera poder “patentarlo” para ganar dinero y ascender en la escala social. Es un régimen de estudios escolástico, catedralicio, en el que un profesor expone el conocimiento desde una tarima, ya que él es quien conoce, el propietario de la verdad, mientras el participante es un sujeto pasivo que sólo recibe información.
5. Proponemos otra cosa.
Proponemos un modelo alternativo que tome en cuenta el perfil del individuo: quién es, qué sabe, qué quiere ser. Estas son preguntas obligatorias en el nuevo modelo y sobre todo conocer qué problemas existen en su comunidad. Estamos presentando un modelo educativo donde las personas y grupos ejecuten proyectos a partir de problemas comunitarios concretos. Estos proyectos se van ejecutando en una temporalidad, definida por el propio problema estudiado. El conocimiento deberá construirse de manera no enclaustrada, ejecutándose en el seno de las propias comunidades, ser certificable en cualquier nivel, sin un tiempo definido, ya que el participante marca su propio ritmo de acuerdo a sus necesidades y posibilidades. Este conocimiento por ser aprehendido fundamentalmente a través de la metodología de proyectos, es un conocimiento colectivista, útil, que acredita la experiencia, es decir, las personas que poseen experiencia previa, formal o no formal, pueden obtener créditos que contribuyan no sólo a elevar su autoestima, si no que además les permiten acortar el tiempo de la licenciatura. Estamos hablando de pensas abiertos o semi-abiertos, flexibles, que se transitan a ritmo propio y en los cuales están incorporados los valores de la identidad latinoamericana, regional, local y nacional.
Tomemos como ejemplo un bachiller de una comunidad de pescadores de una zona x de Venezuela. Probablemente este bachiller, si logra ingresar en una universidad a estudiar Ingeniería Mecánica, no vuelve a su comunidad y más bien como ingeniero intentará insertarse en alguna industria ligada a su pequeño pueblo o establecerse en una capital para integrarse a la burocracia estatal o privada. Es probable que ese pescador, si logra ingresar en otra universidad para estudiar Medicina, Administración o Biología, tampoco vuelva a su lugar de origen. Con ese tipo de conocimientos tradicional es poco probable que contribuya al desarrollo de su región. Pero ese mismo pescador, en el modelo alternativo puede ser incluido en un proyecto comunitario para el arreglo de los motores fuera de borda de las lanchas de los pescadores de su comunidad y otras comunidades cercanas, sin necesidad de egresar como Ingeniero Mecánico. Si profesores universitarios expertos en administración le enseñan los elementos básicos del cooperativismo, la organización para la pequeña empresa, la metodología y la técnica para obtener créditos y micro créditos, es probable que ese pescador funde una cooperativa, compre cavas de refrigeración o vehículos de transporte y pueda romper las cadenas de comercialización, que devoran al pequeño productor. Es muy probable también que él no requiera estudiar medicina como una carrera compleja y completa, sino que sea suficiente que aprenda a controlar uno de los problemas precisos que se presentan en su comunidad, como ejemplo, problemas de diarrea y conjuntivitis en los niños de la zona. Los pescadores probablemente no requieran ser médicos para aprender que con el manejo adecuado de los alimentos y el control de insectos pueden contribuir a controlar estas dos enfermedades que afectan a su comunidad. También este pescador puede recibir nociones básicas para el manejo de las especies de peces de las que él vive como, por ejemplo, el reconocimiento de la hembra que está ovulando para devolverla al cauce del río. Es probable que ese pescador con todos estos conocimientos sea un buen pescador organizado, cooperativista que contribuye al desarrollo local de su comunidad, arraigado a su zona de trabajo. Este es el modelo educativo de aprendizaje por proyectos que se ejecuta en las propias comunidades, contribuyendo a detener las migraciones y a estimular el desarrollo endógeno de la región.
El mismo ejemplo puede aplicarse a un pintor en un pueblo andino venezolano. Este pintor sin necesidad de egresar de una carrera tradicional puede obtener nociones de arte, de promoción cultural, de cooperativismo, agricultura, porque en su pueblo probablemente requiera sembrar lo que se come y también principios fundamentales de salud para el manejo de enfermedades fácilmente controlables y allí la Universidad estaría participando -como uno más- con sus “saberes” (técnicos, científicos y especializados) hacia la construcción de los conocimientos útiles para el hombre desde el punto de vista material y espiritual. El problema de la certificación (títulos, diplomas y reconocimientos formales) deja de ser un fin en si mismo, para ser substituido por la necesidad de que el hombre “sepa”, “conozca”: deje de ignorar.
4. Es un nuevo modelo.
La Revolución Bolivariana exige una propuesta para la educación superior que innove el procedimiento de enseñanza aprendizaje, resuelva el problema de la exclusión de la educación y que al mismo tiempo revolucione las modalidades tradicionales de estudios universitarios, es decir, lleve la revolución a la educación en general, sobre todo a la educación superior, que impulse el proyecto de desarrollo endógeno y sostenible según el plan nacional y forme profesionales críticos con un alto compromiso social, bien preparados pero que al mismo tiempo entiendan la sociedad en la cual se mueven y cuyas funciones tengan que ver con la pertinencia social y respondan a las necesidades locales regionales y nacionales.
El funcionamiento del proyecto para atender con calidad grandes masas de participantes está basado en una estructura piramidal. Por un lado, tenemos al tutor o tutora que es la persona que tiene más experiencia en este tipo de aprendizaje por proyectos y que, por lo tanto, forma, supervisa y acompaña la aplicación de la estrategia de formación. Es decir, durante este proceso, no solamente se forma él mismo en unos talleres, formado luego a los facilitadores, sino que además supervisa, acompaña y ayuda a evaluar el proceso y a mejorarlo en cada uno de sus momentos. Cada tutor o tutora atiende a un grupo de cinco facilitadores o facilitadoras. Es importante recalcar que estos facilitadores no son todos de una misma disciplina sino que los grupos se forman con profesionales de varias disciplinas, por lo tanto, se trata de equipos educativos interdisciplinarios y trasdisciplinarios. En ellos los facilitadores discuten entre sí para elaborar las cartas descriptivas de las diferentes áreas de conocimiento, las cuales tienen que responder a la intención educativa de cada una y al propósito general de todo el ciclo. Los facilitadores en el intercambio van también preparando los objetivos de aprendizaje que luego discutirán con sus participantes.
Cada facilitador puede atender cuatro grupos de veinte participantes cada uno. Esto es posible porque la atención en los equipos de sistematización es de una vez a la semana, con una duración de entre cuatro a seis horas. El resto del tiempo los participantes que están insertos en la comunidad y trabajan en ella, van desarrollando sus proyectos relacionados con las necesidades comunitarias.
Es importante destacar que dentro de esta metodología de enseñanza aprendizaje es fundamental el trabajo en equipo. Los tutores trabajan entre sí para formar supervisar y acompañar la aplicación de la estrategia; los facilitadores trabajan en equipo porque como cada uno cubre una determinada disciplina y juntos intercambian conocimientos en las diferentes áreas, para que luego, cada uno de ellos pueda atender los proyectos de los participantes que necesariamente tocan diversas disciplinas. A su vez, los participantes trabajan en equipo, discuten sus proyectos en equipo y también en el momento de la evaluación. Esta se realiza en equipo, porque comprende la evaluación del facilitador, la autoevaluación de cada uno de los participantes y la coevaluacion del equipo.
Los facilitadores o facilitadoras con los tutores y tutoras también tienen encuentros, que pueden ser quincenales, para discutir cómo se desarrolla el programa, cuáles son las dificultades encontradas, cómo pueden ser superadas y cómo cada uno con su experiencia puede ayudar a mejorar toda la metodología de enseñanza aprendizaje. Los participantes a medida que trabajan y discuten en los equipos de sistematización, analizan al mismo tiempo lo que cada uno aporta sobre las diversas áreas de conocimiento y cuáles son las áreas que quedan fallas. Así se van descubriendo -en el trabajo colectivo- las fortalezas y las debilidades, determinando de esta manera los objetivos de aprendizaje que faltan por cubrir. En cada uno de los momentos de este proceso lo que realmente se desarrolla es un encuentro de saberes y un intercambio de los conocimientos de los tutores, de los facilitadores y de los participantes.
Todo un conjunto de precisiones en relación a esta propuesta podemos hacerlas en discusiones más amplias que lo que permite el papel, para enriquecer o refutar los asuntos filosóficos, políticos y técnicos, y poder dar explicaciones más amplias de los detalles operativos también. Decimos que es una propuesta “nueva” por el carácter “masificado” que tiene, pero experiencias similares a este modelo las ha habido en Venezuela desde hace décadas y en otras partes del mundo a una escala menor.
* Viceministro de Cultura para el Desarrollo Humano