No escribo esto desde la inocencia ni imperturbable, pues sigo siendo parte de una Universidad donde he militado cerca de cincuenta años (estudiante-profesor-jubilado), gozando sus privilegios, sufriendo sus estrecheces, aprovechando su cobijo para criticar y subvertir sus estructuras y las del país, refugiarme derrotado en el anarcotremendismo o en el dolce far niente y poder seguir viviendo impávido, asirme con esperanza inaudita a la postrera convocatoria chavista a construir Patria… como muchos universitarios más, con la claridad de diferenciar pasado de presente, de poder discernir sobre roles, cumplidos, aplazados, desfasados o inútiles, en los diferentes momentos históricos.
El producto histórico Universidad era difícil de defender cuando el País comenzó a recular a trancos gigantescos hacia el abismo neoliberal, y era arrastrada en la misma fatal dirección; pero se hizo completamente insostenible cuando se planteó un proyecto-país inédito en la historia, ajeno totalmente al marco legal, la estructura, la doctrina, la filosofía, la concepción de autonomía, el régimen, la administración, la política… la Realidad de la Universidad. Y es aquí, exactamente, donde estoy en desacuerdo con amigos del alma que desde dentro luchan por su “adecuación” a los nuevos tiempos, como si la esclerosis terminal, la pérdida total de elasticidad, pudiese ser reversible.
¡Que puedas descansar en paz, querida Universidad!, que a Universidad agonizante, Universidad naciente.
No es fácil jerarquizar la crítica a la universidad moribunda, que es como diagnosticarle pre-mortem, como llevarle los últimos bálsamos para aliviar su agonía. Menos fácil, resumir esa crítica en un artículo, pero lo intentaremos.
Aparecida para perpetuar localmente el dogma, en un régimen escolástico ultramontano paradójicamente escaso de pastores con capacidad para el dominio ideológico que se estaba volviendo escurridizo, terminó siendo, no sin contradicciones internas intensas, una institución capitalista, por y para el capitalismo. Es el marco que no trascendió ni podrá hacerlo.
No sin contradicciones, no sin intentos domeñados e integrados por la estructura, terminó adoptando un perfil académico neopositivista, doctrinariamente neoliberal, filosóficamente neoescolástico. Y por allí se esclerosó, pasando a no servir a nada, sino a si misma, independiente de modelos globales, embelesada en mirarse el ombligo, y como una vez anunció rimbombantemente para ahogar la transformación interna, lo único permanente es el cambio.
La Ley la blindó, de manera que lo único preclaro que contiene es una pomposa “definición”, nunca llena de contenido real; ley que eterniza el estatus e impide la transformación, origina un poder endogámico, clientelar, cómplice, crea un régimen absurdamente absolutista, la hace dependiente, rentista y admite la incompetencia, la inutilidad y la corrupción. Estas linduras sólo podían ser, en tiempos de transformación profunda de su entrono nacional, caldo de cultivo para el fascismo que surgió de su reacción y se apoderó de ella integralmente.
¿Luchar en o contra esta poderosa realidad? ¡Ummmku! Es tiempo perdido. La actual “crisis” es la evidencia, pues trazadas vías de solución al origen reivindicativo gremial del “conflicto” comenzaron a surgir aristas para mantenerlo y jugar el papel que le trazó en la actual historia el fascismo que la empapa. Imagínense, mis amigos, el poder actual de la difunta CTV si el Presidente Chávez la hubiese enfrentado en lugar de dejarla desaparecer de mengua. Y muerte por mengua es lo que le viene a la universidad fascista, por mucho y se le resuelva todos sus “problemas económicos”.
Muerte por mengua, porque además del rumbo, perdió la pertinencia. No había más allá para una universidad dedicada a permitir el ascenso social y formar profesionales Midas; para una universidad que “estagnizada” académicamente se empina en una tramposa meritocracia surgida del manoseo del poder, que ahora se regodea en posiciones en el “ranking” universitario que antes daban vergüenza.
Muerte por mengua porque su aislamiento, su uso sesgado de la autonomía (potenciada para atraerla a las causas del pueblo) la hizo perder influencia en la comunidad, con quien, de paso, nunca estuvo realmente comprometida. Venida a menos en la importancia relativa de la educación superior, pues el porcentaje de estudiantes que acoge es cada día menos significativo.
Particularizar lo dicho para mi universidad inmediata es algo posible que enfrentaré en próximo artículo; por lo pronto, sufro la universidad viendo el monopolio del fascismo usar a estudiantes como carne de cañón y que hasta llevó a un cura a pecar gravemente contra el quinto mandamiento e intentar y abandonar el estado de suicidio (muerte agravada) donde aún permanece a estudiantes a quienes “animó” con su maléfico ejemplo. De morir un estudiante, ese cura no tendrá perdón, y más vale que se ate al cuello una piedra de molino y se lance al mar, como predicó Jesús para pecadores de su clase.
En este momento deseo que cese el conflicto artificial y se reanuden las actividades, a pesar de que eso no va a parar la peor de las desapariciones, la producida por la mengua, la carencia de futuro, a la que el fascismo condenó a la Universidad.