“Nuestro régimen universitario –aún el más reciente– es anacrónico. Está fundado en una especie de derecho divino: el derecho divino del profesorado universitario. Se crea a si mismo. En él nace y en él muere”
La juventud argentina de Córdoba a los hombres libres de Sud América. 1918.
“Propiciar la educación popular como el medio más eficaz para la elevación moral del pueblo y la consecución de la reforma integral”
De la juventud estudiosa del país a los habitantes de Buenos Aires. 1918.
La Universidad, cuya definición se encumbra en las nebulosas de la filosofía para llegar a rozar las necedades de la teología, esa “comunidad de intereses espirituales que reúne a profesores y estudiantes en la tarea de buscar la verdad y afianzar los valores trascendentales del hombre”, no tiene que ver nada con la “universidad real”, la que conocemos de toga y birrete, que hace tiempo supeditó lo espiritual a lo material, mundano y prosaico, que se perdió definitivamente en el laberinto sin solución que lleva a la verdad, y redujo los “intereses trascendentales del hombre” a los de una clase, una ideología, un tubo teorético, una red de afinidades institucionales que en este momento histórico lindan con el fascismo.
La universidad real blande una fulana autonomía para propósitos que no fueron los causantes de su aparición en el corpus universitario, cesión gratuita e indolora, salvo en épocas de recortes legales (dos de las tres leyes de universidades reales se han dado bajo gobiernos de facto o represivos). La universidad existente, que desmereció y malbarató ese hermoso concepto, creación latinoamericana, porque buscarla más allá de la Reforma de Córdoba es hilar con telaraña para distraer la atención del momento histórico donde nació y fue apareciendo en la legislación de los distintos países latinoamericanos.
Lo planteado en los manifiestos de Córdoba se comienza aplicar después del ´30, es decir, en plena crisis mundial; pero, realmente, lo acoge el “populismo” y los regímenes donde este actuó de modelo demostración, transitorios unos y otros. Es decir, dura lo que dura el populismo, y es desarmado por los regímenes militares que se irguieron sobre sus despojos. Resurrección esporádica y nuevo ahogo a sangre y fuego: es la historia latinoamericana de la “autonomía” y otros “principios” refundados en Córdoba. Resurrección reciente y distorsión de esos “principios” desde la universidad “profunda”, que los utiliza como elemento de la construcción fascista que enfrenta a la sociedad.
Útil decir que los planteamientos universitarios a lo largo de toda América entre 1918 y 1930, no dejan injusticia con cabeza; sobre todo, es radical contra el imperialismo y sus frecuentes estropicios contra AméricaLatina y el mundo. Su empalme teórico con el pueblo históricamente excluido, eleva los planteamientos universitarios al espacio de las luchas populares. En Venezuela le correspondería a la “generación del 28” la lucha contra la universidad “anacrónica”, pero sus dirigentes no fueron muy fecundos con la pluma (vid. obras completas de Villalba) y se lo guardaron para sus memorias y escritos posteriores.
La universidad real actual transformó la “pluralidad”, necesaria para esa casi teológica búsqueda de la “verdad”, en pensamiento único, sin rendija para la disidencia, porque no lo son las voces aisladas en los Consejos Universitarios u otros organismos de dirección; disidencia que tampoco tiene cabida en los medios tradicionales e informáticos que maneja la universidad ni, en época de cayapa mediática contra el gobierno transformador, en la información proyectada hacia la sociedad. En este momento es más monolítico el pensamiento de la universidad real, que el de cualquier partido político dogmático.
Universidad venida a menos en la calidad de la dirección, porque no me vengan a decir que no hay un abismo cualitativo entre el llamado Rector de Rectores, o Perucho (tampoco santo de mi devoción), al payaso sin público que la encabeza en este momento de crisis.
Universidad cuyo orgasmo mayor se produce cuando acontece la decadente práctica coreográfica (mentira que medieval) del desfile de autoridades y profesores entogados hacia el aula magma en ocasión de las graduaciones. Como he venido reiterando, no escribo desde la inocencia, y confieso que participé dos veces en esa ceremonia en ocasión del grado de hijos (orgullo de padre adelante, ambos con babero blanco), y la pena ajena que sentía me abrumó. No contamos aquí el onanismo implícito en la "huelga de hambre" seriada; cuando la indigestión producía "apendicitis", o cuando le picaba aquello a una profesora, se relevaban los enfermos, salvo dos o tres valientes que se calaron todo el período y salieron imperturbables, caminando (esos "estudiantes" en adelante no rasparán materias, su sacrificio no fue en vano).
Las ceremonias de grado eran aprovechaban Bianco y Perucho para en sus discursos cantarles las cuarenta a los gobiernos que sí atentaban las 24 horas de los 365 días del año contra la “autonomía” que la universidad defendía. De esos discursos candentes, a las babosadas derramadas en medio de sonrisas sospechosas por l@s lactuales payas@s sin público, que aprovechan el público amarrado para sus escupitajos opositores.
De los estudiantes no hablemos, demasiado maleables (mal-eables) y entender su sosería mental nos llevaría de nuevo hacia los corruptores, autoridades y cómplices, es decir a quienes personifican la universidad real. De todas maneras, la decadencia se nota en su desánimo cuando perpetran La Internacional o el Himno Nacional… l@ babosean.
De profundis clamavi ad te, Domine…