Guarimbas en Mérida aupadas por una sociedad cómplice

Mérida es una ciudad con una universidad por dentro

Mariano Picón Salas



Hay textos que se escriben desde sentimientos sublimes como el amor, el deseo o la nostalgia. Hay otros que explotan sobre la pantalla irradiando su energía contestaria a quien los lee. De todas formas, el hilo de Ariadna será siempre el mismo: un efluvio inspirador que pretende en su estructura, llamar la atención del amado, del ausente o de ese otro ante quien nos quejamos por estimar que sus acciones perjudican a un entorno fuera de él en la pretensión de lograr sus objetivos.

En los últimos días, Mérida ha sido el escenario de una violencia callejera inusitada debido a las estrategias que se introducen en el juego bélico por darle al país “una salida rápida para acabar con Maduro y su gobierno”. Quienes hacemos vida en esta ciudad, pequeña comarca que acoge en su seno un crisol de personalidades, ideologías y contradicciones, hemos podido observar, semejante a espectadores de un film en tercera dimensión, como surgen del pavimento decenas de merideños que, con cacerola en mano, aúpan, celebran y enaltecen la conducta de desadaptados sociales que, bajo la capa impoluta de su condición de estudiantes, han destrozado calles, semáforos y postes; “estudiantes” que, alejados de su misión principal, se han dado a la tarea de trancar avenidas, cobrar peajes a los que transitamos con nuestros vehículos por zonas aledañas al campus universitario y quemar basura, sabiendo la toxicidad que esta acción trae consigo. El resultado: una ciudad llena de desperdicios descompuestos desparramados por sus principales avenidas; vidrios de negocios y casa partidos; la casa comunal del Barrio Santo Domingo, lugar cerca del principal viaducto de la ciudad, prácticamente destruida. El saldo de heridos, desde el sábado 8 de febrero ha sido preocupante: dos (2) heridos el fin de semana y cinco (5) sólo el día de ayer; tres (3) de ellos policías agredidos por armas de fuego, un vigilante de la Facultad de Ingeniería y un joven de 24 años de edad electrocutado por subirse a un árbol a desmontar un afiche del gobernador del estado Mérida; este muchacho, probablemente estimulado por sus compañeros, ascendió a una altura de tres (3) metros aproximadamente y al tambalearse se intentó asir de un cable de electricidad que le causó quemaduras de tercer grado en su cuerpo.

Ante este saldo nada alentador por la salud de los afectados se contrapone una “sociedad civil” opositora que, abiertamente, expresa la necesidad de la conflictividad en la calle; madres y padres de familia que han hecho héroes a decenas de encapuchados por haber salido a desestabilizar el normal desenvolvimiento de una ciudad que clama, como la Roma de Nerón, que todos quedemos calcinados frente “al tirano”. Párrocos que en sus arengas del domingo hicieron un llamado a los padres de esos muchachos que luchan para que “salgan a apoyarlos”. En los últimos días he leído cientos de comentarios por las redes sociales que incitan a la violencia sin ningún escrúpulo. La cuenta twitter @traficcmerida ha sido uno de los principales bastiones de la instigación al odio ciudadano y de la distorsión informativa. Diariamente se da por estas mallas perversas de desinformación, un parte de guerra con la alegría que vimos en “Gente del Petróleo” al finalizar la jornada diaria del recordado Paro Petrolero de 2002. Señoras decentes comentan entre risas y satisfacción que la protesta debe seguir hasta que Maduro renuncie. Esta mañana escuché decir a un joven trabajador ulandino que anoche les había “donado” tres cauchos a los muchachos de su urbanización para que los quemaran en la madrugada. En las colas de supermercados varias amas de casa contabilizan las cacerolas que han destrozado desde la semana pasada y comparten con sorna sus experiencias como “defensoras de la democracia”. Muchas de ellas serán madres de esos muchachos que, mezclados con delincuentes y mercenarios, salen todas las noches a aterrorizar a los transeúntes que no queremos disturbios. Profesores universitarios de oposición expresan su algarabía con frases como: “se me alborotó la patria”, “a cacerolear hasta que Maduro se vaya”, “salgamos a la calle a exigir la renuncia de este gobierno”, “no queremos más castro comunismo en este país” , “queremos libertad”, “queremos seguridad”, “basta de violencia”, “muérete ya, Maduro”. Creo que ninguno de ellos, en el fragor del combate, se ha dado cuenta de que expresan todo lo contrario de lo que desean. Resulta paradojal que se ejerza la violencia en nombre de la paz; algo semejante a lo que sucede en Occidente con las “guerras preventivas”, la cárcel de Guantánamo o la Ley Patriota en EEUU.

Por su parte, la Universidad de Los Andes, dirigida casi en su totalidad por una dirigencia de extrema derecha, dedica cinco (5) horas de su Consejo Universitario para exponer, contradictoriamente, su repudio a la violencia de “cuerpos paramilitares y parapoliciales” que han salido a agredir a los estudiantes que hoy, enarbolan la bandera de la disidencia ante tanta violencia, inseguridad y desabastecimiento en el país. Representantes profesorales, líderes estudiantiles y decanos defienden a los estudiantes detenidos en Táchira por haber atentado contra la casa del gobernador Vielma Mora. Acusan al gobierno nacional de arremeter contra ellos por ejercer su derecho consagrado en el artículo 350 de la CRBV que se refiere a la desobediencia civil, ello sin considerar que estos jóvenes arremetieron contra un espacio donde había personas con diversidad funcional. De eso nadie habló ayer en el Consejo Universitario. Finalmente, se designó una comisión integrada por estudiantes y profesores para visitar a estos “pacifistas universitarios” en la ciudad de Coro donde se encuentran recluidos. Al respecto me pregunto, en tanto que ciudadana y trabajadora de la ULA: ¿Quién financiará este costoso viaje? –me respondo, el Estado, pues es el patrono de esta casa de estudios. ¿Vemos las contradicciones?

Para culminar quisiera hacerlo con un llamado a la colectividad merideña que lea esta nota: ¿se justifica la violencia habida y la que vendrá? ¿estos heridos no son suficientes para que nos sentemos a pensar que es contradictorio que pidamos seguridad y paz, exponiendo cuerpos a un ruedo bestial de violencia callejera? ¿qué quieren los merideños de la oposición? ¿cuántos muertos necesitan para contabilizar su pírrica victoria? Y termino haciéndoles estas preguntas: ¿es que acaso creen que porque en Mérida se multipliquen los guarimberos, el gobierno actual va a caer o el presidente Maduro va a renunciar? ¿acaso creen, como en el este de Caracas, de donde provengo y sector al que conozco perfectamente bien, que con quemar doscientos cauchos este gobierno va a caer? Esperen sentados en sus cómodos sofás y tómense un Martini seco mientras siguen “tuitiando” desaforadamente que los chavistas tenemos los días contados.


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Eva Flórez


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