¿La calidad educativa es un concepto neutro?

El poder, como tantas veces se ha evidenciado, cruza o interviene el lenguaje de diversas maneras, así como el pensamiento, reproduciéndolo. Una de ellas se evidencia en los reiterados  intentos  ideológicos (de poder, por tanto) de  hacernos  creer que la significación legítima que otorga la lengua y su gramática  está o se sitúa por encima de las diversas realidades contextuales (descalificando así a los que hablarían o significarían  apegados a sus contextos lingüísticos ilegitimados como maleducados; por ejemplo, en la escuela se descalifica excluyentemente a los estudiantes que enuncian según el código popular legítimo y dignificador culturalmente de su comunidad y no el de la lengua dominante e impuesta por el poder de  la colonización española que todavía hoy nos atrapa). No obstante, ha habido quienes han destacado culturalmente por proponer consistentemente  darle legítimo sentido a los significados con base en los denominados juegos de lenguaje, que sitúan los significados   en la interacción comunicacional de los interlocutores para entenderse o sentidizar en un determinado contexto. Agregaríamos nosotros,  que esa sentidización se da según la fuerza ilocucionaria, de dar sentido sociocultural a través del lenguaje, de los sectores o grupos sociales en lucha ideológica por hegemonizar culturalmente en la sociedad con base en establecer   la significación del entorno vital  y del mundo.

Por otra parte,  hay investigadores renombrados que  han advertido sobre la existencia de conceptos vacios o a la deriva. Términos o significantes que teniendo en algún momento pasado fuerte correspondencia significadora ideológicamente  con la cosa u objeto que designan, han perdido esa fuerza de significar correspondientemente en el presente. La actual crisis estructural del capitalismo se ha expresado en la erosión significante de esos términos (por ejemplo, el concepto de seguridad social se ha vaciado de contenido sentidizador  por la inseguridad e incertidumbre social real que viven hoy los trabajadores europeos).  En consecuencia, pueden resignificarse con otra denotación/connotación según sea la presión social resemantizadora que respalde  ese término, concepto o noción vaciado o a la deriva.  Aquí conviene señalar, que hoy día está puesta en duda o interrogación la vieja aseveración que separa lingüísticamente  la denotación (significado objetivo) y la connotación (sentido ideológico) de las palabras, frases u oraciones. Contrariamente, se sustenta que la  denotación o neutralidad del significado es ideológica y que se recubre de retórica objetividad para ocultarse.

Todo lo referido cuenta para considerar el abordaje de la educación que propone el MPPE desde el concepto de calidad educativa. Sobran estudios e indagaciones educativas sobre la adscripción del concepto de calidad educativa a los paradigmas educativos liberales y neoliberales. Un concepto que no denota sino connota ideológicamente selección, por tanto exclusión, con base en la aceptación de estándares de organismos neoloconizadores (BID, UNESCO, etc).  Sin embargo, con base en lo expuesto, ¿se puede estimar que tal concepto en la coyuntura actual, ha pasado a ser un concepto vacio o a la deriva para resignificarlo revolucionariamente? ¿Estratégicamente no se consideró otra conceptualización que significara menos costo o esfuerzo político-ideológico para lograr el efecto revolucionario deseado? ¿Hay fuerza social y cultural educativa resignificadora suficiente para recontextualizarlo y resemantizarlo? ¿Esta estimación fue la que pesó a la hora de tomar esa decisión política tan riesgosa?

diazjorge47@gmail.com



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Jorge Díaz Piña

Doctor en Ciencias de la Educación (ULAC), Magister en Enseñanza de la Geografía (UPEL), Licenciado en Ciencias Sociales (UPEL). Profesor universitario de la UNESR

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