Un humilde aporte a la Consulta Educativa Nacional

¿Una Educación para qué?… ¿A quién sirve la Educación que tenemos?

Como docentes y padres siempre soñamos una educación para nuestros hijos que los formara como seres pensantes, solidarios, creativos y constructores de nuevos conocimientos para transformar la realidad. Porque sabíamos y aun sabemos que la realidad que tenemos no es más que el reflejo de una cultura constituida para formar seres dominados, serviles, reproductores de conductas, sin pensamiento propio, adoctrinados para consumir lo que el mercado divulga en sus anuncios publicitarios a través de unos medios creados para fines comerciales y con el fin político de mantener una clase en el poder. Es decepcionante saber que, a pesar de tantos esfuerzos realizados durante 14 años, todavía la educación sigue cumpliendo su papel alienante y opresor.

Afortunadamente, mi esposa y yo, por ser docentes conscientes de esa realidad, hemos emprendido una dura batalla para formar a nuestros hijos con pensamiento crítico y con recursos cognitivos necesarios para tomar sus propias decisiones y no dejarse arrastrar por la cultura dominante de esta sociedad. La lucha es fuerte, enfrentarse a toda la manipulación y la distorsión mediática no es fácil, cuando el sistema se vale de recursos basados en operaciones psicológicas para enajenar las mentes con matrices de opinión alejadas de lo que realmente ocurre y además con una educación formadora de personas que reproducen el pensamiento dominante en un sistema de vida que ha contribuido más con la cultura de la muerte y la devastación que con la conservación de la biodiversidad del planeta.

Para empezar, en nuestra educación la experiencia no es lo más satisfactoria para los padres, madres y representantes, debido a que la mayor responsabilidad hacia el aprendizaje la trasladan los profesores y las profesoras hacia nosotros, cuando recargan de actividades para realizar en casa a los estudiantes, además de descargar en ellos y ellas la labor pedagógica que debe asumir el docente. Es tanto así que la exposición de los contenidos la encomiendan a los y las estudiantes, reduciendo la responsabilidad educativa del docente a la mínima expresión. En ese sentido, reparten los contenidos para que sean expuestos por los alumnos y las alumnas sin que medie la intervención reflexiva del docente, para que se entienda mejor lo expuesto. Esto significa que la instrucción que se imparte en la instituciones públicas y privadas solamente se reduce a la repetición de unos conocimientos establecidos sin que exista un acto reflexivo sobre lo que se ha de aprender, obstaculizando la posibilidad del aprendizaje de acuerdo a las necesidades e intereses de los educandos, al resistirse las instituciones educativas a trabajar los contenidos mediante la realización de proyectos de investigación en el aula o proyectos de aprendizaje. De tal manera que se niega la oportunidad de formación de un sujeto reflexivo o crítico de las experiencias vividas, porque los estudiantes no están aprendiendo integralmente cuando la enseñanza es reducida a ciertos contenidos y delegada a ellos, por acción ineficiente de los y las docentes, los cuales también se niegan a sí mismos como sujetos que aprenden. Según Freire, en su primera carta a quien pretende enseñar “el enseñar no existe sin el aprender y eso incluye al docente quien enseñando también aprende, pero si no ejerce su labor de enseñar cómo puede aprender”.

En otro sentido, queremos resaltar la forma conductista y condicionante como trabajan los docentes en las instituciones educativas, cuando coartan a los y las estudiantes la posibilidad de descubrir los conocimientos con actividades experimentales o reflexivas, pues vemos con mucha preocupación que en pocas áreas hay reflexión sobre los conocimientos o contenidos establecidos en el programa ni se generan prácticas de laboratorio de manera científica para que ocurra un proceso de descubrimiento de los conocimientos. No se realizan actividades de laboratorio en las disciplinas científicas experimentales como biología, química o física. No hay un compromiso con lo que se enseña y con lo que se aprende. Según Freire, “los y las docentes debemos entender que como preparación del sujeto para aprender, estudiar es en primer lugar un quehacer crítico, creador, recreador” y un compromiso ético con el que aprende es el punto de partida para fomentar un sentido transformador a la vida. En las instituciones educativas no se está estimulando un espíritu científico y un sentido crítico hacia el conocimiento, de tal manera que el estudiante establezca una actitud valorativa hacia la investigación, con lo cual se está cercenando a los estudiantes el derecho a una formación científica orientada hacia una educación que los prepare para asumir, por lo menos, con responsabilidad científica sus estudios universitarios.

No hay enseñanza sin investigación ni investigación sin enseñanza. Enseñar exige curiosidad. La Ley Orgánica de Educación (LOE-2009) en su Artículo 14 establece que:
“La educación es un derecho humano y un deber social fundamental concebida como un proceso de formación integral, gratuita, laica, inclusiva y de calidad, permanente, continua e interactiva, promueve la construcción social del conocimiento, la valoración ética y social del trabajo, y la integralidad y preeminencia de los derechos humanos, la formación de nuevos republicanos y republicanas para la participación activa, consciente y solidaria en los procesos de transformación individual y social, consustanciada con los valores de la identidad nacional, con una visión latinoamericana, caribeña, indígena, afrodescendiente y universal… La didáctica está centrada en los procesos que tienen como eje la investigación, la creatividad y la innovación, lo cual permite adecuar las estrategias, los recursos y la organización del aula, a partir de la diversidad de intereses y necesidades de los y las estudiantes.”

Si nos ponemos a reflexionar sobre este artículo de la LOE nos daremos cuenta que las instituciones educativas están en deuda con lo establecido en ella, por no decir que la violan flagrantemente.

Queremos llamar también la atención sobre los planes de evaluación de los docentes. Los cuales generan, en el acto de “evaluación”, la competencia entre los y las estudiantes en detrimento de los valores de solidaridad, altruismo y aprendizaje colectivo. Durante toda nuestra formación como docentes y formadores de docentes hemos entendido que la evaluación forma parte del proceso de aprendizaje, como lo establece el artículo 44 de la LOE “La evaluación como parte del proceso educativo, es democrática, participativa, continua, integral, cooperativa, sistemática, cuali-cuantitativa, diagnóstica, flexible, formativa y acumulativa”, para evitar que se constituya en una actividad discriminatoria de los sujetos discentes, en este sentido se proponen las actividades remediales como oportunidades para que los y las estudiantes logren reconocer sus fallas haciendo un diagnóstico de la praxis educativa, siempre bajo la orientación acertada de los y las docentes, los cuales deben incluir en su planificación el debido momento de esas actividades remediales. Sin embargo, estas actividades se conciben solamente como simples repeticiones de las evaluaciones que, en la mayoría de los casos, son simples pruebas escritas o cuestionarios donde el alumno(a) repite sin reflexionar los contenidos establecidos, no se realizan actividades remediales de las otras formas de evaluación. En este caso se viola el derecho a una evaluación democrática, participativa, continua, integral, cooperativa, sistemática, diagnóstica, flexible, formativa y acumulativa, cuando no se realizan con propiedad las actividades remediales del proceso educativo. Lo cual da a entender que hay una deuda muy grande con la formación permanente de los y las docentes para que puedan cumplir con eficiencia su labor de enseñar.

Enseñar exige seguridad, competencia profesional y generosidad. Las actividades remediales se consideran en el marco de la totalidad del proceso educativo y no solamente como un hecho meramente concebido para corregir un acto de medición de conocimientos, por eso los educadores y educadoras deben estar conscientes que la evaluación debe:
“apreciar y registrar de manera permanente, mediante procedimientos científicos, técnicos y humanísticos, el rendimiento estudiantil, el proceso de apropiación y construcción de los aprendizajes, tomando en cuenta los factores sociohistóricos, las diferencias individuales y valorará el desempeño del educador y la educadora y en general, todos los elementos que constituyen dicho proceso” (LOE. Artículo 44).

Las instituciones educativas son, junto a las familias, las instituciones del Estado y la ciudadanía en general, formadoras de los ciudadanos y ciudadanas que se necesitan en el país para el desarrollo soberano y la convivencia en una cultura de paz, si concebimos la educación como el mecanismo para:
“Desarrollar el potencial creativo de cada ser humano para el pleno ejercicio de su personalidad y ciudadanía, en una sociedad democrática basada en la valoración ética y social del trabajo liberador y en la participación activa, consciente, protagónica, responsable ysolidaria, comprometida con los procesos de transformación social y consustanciada con los principios de soberanía y autodeterminación de los pueblos, con los valores de la identidad local, regional, nacional, con una visión indígena, afrodescendiente, latinoamericana, caribeña y universal.” (LOE, Artículo 15, numeral 1)

Y “Fomentar el respeto a la dignidad de las personas y la formación transversalizada por valores éticos de tolerancia, justicia, solidaridad, paz, respeto a los derechos humanos y la no discriminación”. (LOE, Artículo 15, numeral 4).

Por lo tanto, los educadores y educadoras debemos ser orientadores de los procesos de formación ciudadana y generar una relación con los padres y representantes para que se cumpla el proceso de formación de un sujeto comprometido con la transformación de la realidad cotidiana en favor de un clima de convivencia en armonía social, responsable y disciplinado. Nos falta disciplina en casa, en la escuela, en las calles, en el tránsito y la educación de contribuir con hacer la vida en sociedad más ordenada y menos anarquizada. Por lo tanto, las instituciones educativas y el personal que labora en ellas deben abrirse a la participación protagónica y corresponsable de todos los sujetos implicados en el proceso educativo. Sin embargo la mayoría de los establecimientos que se dedican a la educación, sean públicos o privados, solo requieren de la participación de los padres, madres y representantes cuando necesitan recursos para el funcionamiento.

Enseñar exige comprender que la educación es una forma de intervención en el mundo. Que una escuela cerrada a la participación de los sujetos implicados en el proceso educativo niega las oportunidades de transformación de la realidad que nos niega como sujetos conscientes. Una escuela prepotente se niega a sí misma como opción para el desarrollo de una personalidad que entienda los nuevos tiempos, se forme para afrontar las adversidades y comprender su papel de generador de conocimientos que colaboren con la preservación del planeta.

Educar exige querer bien a los educandos. Enseñar exige disponibilidad para el diálogo. Exige saber escuchar.

manicuareazul@yahoo.com
Educador, agroecólogo, ambientalista






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