Las Universidades: ante una realidad socioeducativa

Históricamente las Universidades son espacios públicos o privados para el debate científico de los ciudadanos y no solo para absorber o reproducir conocimientos, por ende, las casas de estudio a nivel superior deberían ser espacios para crear o hacer ciencia, además, de ser el lugar donde se pueda transformar nuestra existencia, como individuos idóneos, tolerantes, responsables y críticos. Capaces de construir, debatir, proponer y transformar la realidad que estamos viviendo. Al respecto, tendríamos que reflexionar: realmente los egresados universitarios están preparados desde su práctica profesional para ejercer y cubrir la demanda laboral actual.

Desde la perspectiva científica las universidades nacionales de cierto modo están cumpliendo con este propósito, sin embargo, la realidad social en campo laboral es totalmente distinta a la realidad abordada por las universidades, sobre todo en el contexto educativo, en efecto, las universidades que egresan profesionales en la docencia, carecen de las herramientas tecnológicas, estrategias innovadoras y creativas necesarias para abordar la realidad socioeducativa que se presentan en las aulas de clases y en las instituciones escolares.

Por ende, se requiere que las universidades se ajusten a las exigencias de la sociedad del siglo XXI, por ello, es necesario una exhaustiva revisión del eje practico; ya que, se percibe la necesidad de formar ciudadanos que puedan seleccionar, actualizar y utilizar el conocimiento en un contexto específico, además que sean capaces de aprender en diferentes contextos o modalidades a lo largo de toda la vida y que puedan entender el potencial de lo aprendido para que puedan adaptar el conocimiento a situaciones nuevas.

En tal sentido, es importante los cambias en cuanto a la articulación del currículo, así como también, se actualicen los planes y programas de estudios de este nivel educativo en congruencia con las experiencias concretas vividas en el ámbito laboral, por consiguiente, las universidades deben rediseñar un modelo enfocado en las competencias centradas en el aprendizaje que propicien el saber hacer, el saber estar y el saber ser.

De este modo, podemos entender que en un país inmerso en una revolución del pensamiento donde la transformación de la educación es una tarea del presente y del mañana se requiere de docentes emergentes, altamente productivos, holísticos, con calidad humana, con los principios éticos y morales necesarios para promover un aprendizaje pertinente y coherentes con el trasfondo social que los rodea e incita, para ser cada vez más asertivos en su gestión.

 



 



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