Universidad del Rentismo

Por una Universidad Venezolana Pertinente

El modelo de Universidad que conocemos es hijo del modelo rentista bajo el cual hemos hecho lo que somos de país. Este modelo rentista ha imbricado todo el devenir de lo que somos como pueblo: desde lo simbólico hasta lo estratégico. Esa Universidad nacional hija del rentismo que favorece la acumulación de capital con costos ecológico, social y ambiental enormes, es el epítome del espacio donde el conocimiento es colonizado, y colonizador.

Sustentado en la exacerbación del extractivismo, y que declarando históricamente su crisis hace ya algunas décadas atrás, el rentismo permitió soportar dos ideas fuerza: 1) la Universidad como símbolo del "lugar" donde el conocimiento puede y debe ser construido, creado, y adquirido por transferencia; 2) La Universidad existe porque hay quien no tiene conocimiento y debe tenerlo, y aquella idea de que debemos también enviar allí, a la Universidad, a formar a quienes instruirán a los no instruidos.

Libertad Académica y Mercado Laboral

La Universidad es una institución que surge de dos objetivos en conflicto, por un lado conformar una comunidad de profesores y estudiantes en una búsqueda permanente de conocimiento (no necesariamente "la verdad") bajo el espíritu de la libertad académica, y por el otro el conferir títulos académicos abonando al campo laboral con la incorporación de más y más profesionales. El conflicto surge porque estos títulos están condicionados por programas de estudio y estructuras curriculares que generalmente responden a los requerimientos de un mercado laboral.

Este modelo de Universidad en aras de satisfacer las demandas de quien empleará a los profesionales titulados, ha hecho que tanto cuerpo profesoral como estudiantil sacrifiquen buena parte de sus genuinas aspiraciones a la libertad de enseñar y aprender lo que mejor les parece.

La libertad dentro del proceso de aprendizaje se inmola para que el proceso educativo universitario goce de una aceptación otorgada gentilmente desde la supremacía de los mercados. De esta manera, se propician las situaciones en las cuales el personal docente se adapta a contenidos que son transferidos, de modo mecánico e irreflexivo, a los estudiantes. En consecuencia, no queda espacio para la construcción colectiva ni para el desarrollo del pensamiento crítico y complejo.

En muchos casos esta distorsión observada en el mercado laboral, también se traslada al espacio universitario, donde empleador es la propia Universidad y exige títulos con la finalidad de reproducir algún tipo de tradición académica, sin detallar en la adecuación de los mismos o en la necesidad de hacerlos pertinentes en términos sociales.

Mercantilización Académica

La obtención de títulos académicos para acceder a trabajos especializados, generalmente mejor remunerados, se convierte en necesidad, haciendo de la educación universitaria una entidad mercantil de títulos. La mercantilización de bienes comunes como la salud y la educación ha estado históricamente en el centro de la lucha de clases y la Universidad, lejos de convertirse en la búsqueda de conocimientos, no parece haber dejado de ser un escenario propicio para ella.

Por ello, la crisis actual de las Universidades venezolanas no debe observarse desde una perspectiva estrictamente salarial. Los salarios resultan bajos e insuficientes como consecuencia de una sociedad sometida por la mercantilización y una Universidad plegada a ello y por completo alienada de dicha sociedad. Si bien la Universidad no puede someterse a los vaivenes de una sociedad de comportamiento esquizofrénico, lejos de aislarse por completo de esta, debe enfilarse a comprender dicho comportamiento para ajustarlo.

La Universidad Pertinente

La Universidad está llamada, entonces, a contribuir en procesos generadores de conocimientos que permitan construir, desde la articulación de consensos, una mejor sociedad, y para ello debe partir de la propia sociedad venezolana como base y no de una idealización exógena e idílica.

Construir esos consensos no es una labor menor para la Universidad, ni mucho menos sencilla y no descarta de ninguna manera que se utilicen, como ya se utilizan en gran medida, conocimientos originados en otros contextos (históricos, geográficos o sociales). La cuestión está en evitar que hayan conocimientos que sean aceptados o negados de forma automática de acuerdo a los preceptos de alguna cultura "más desarrollada"o "superior".

Es necesario entonces, inclinar un poco la balanza y retomar la idea la Universidad como comunidad de saberes y conocimientos, y desde esos conocimientos responder lo mejor que pueda a la sociedad en términos tangibles. Para no perderse en el laberinto de la comodidad y el conformismo, debe abrirse y hacerse transparente hacia la sociedad a la que se debe. La autonomía, por ejemplo, debe responder a la libertad académica que se ejerce bajo el escrutinio permanente de la sociedad, no como un mecanismo para justificar su alienación.

Por ello, resulta clave también diseñar modelos curriculares alternativos flexibles que permitan el despliegue de la libertad académica, integrando áreas de estudio sin sacrificar la rigurosidad científica, y a la vez escapar de la lógica de la hiper-especialización y el sometimiento a un mercado laboral mercantilizado.

En resumen, la transformación universitaria debe ocurrir desde condiciones materiales, simbólicas y espirituales que posibiliten la construcción de comunidades del saber más horizontales y participativas, bajo una premisa de ofrecer acceso abierto a la información de los procesos administrativos, operativos y de formación, y garantizar que tal oferta pueda disfrutarse de modo efectivo, a fin de habilitar la contraloría social y fortalecer las acciones de quienes la ejercen.

Mariangela Petrizzo petrizzo@gmail.com y Francisco Palm francisco.palm@gmail.com



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