Pensemos en la Universidad

¡Pensemos la universidad!... Pensemos la universidad, desde el pasado, en nuestro presente y para el futuro.

Desde el pasado, recordando nuestro origen, reconociendo a nuestros antecesores y reivindicando nuestras luchas, valores e ideales. En nuestro presente; porque ahora es nuestro el momento en este espacio, en el que podemos (si queremos) hacer verdaderos ejercicios democráticos (alejados de la demagogia pululante) para la necesaria y urgente transformación universitaria en función de los principios de la educación venezolana, a saber, democracia participativa y protagónica, responsabilidad social, igualdad, inclusión, justicia social, formación para la independencia, libertad y emancipación, valoración y defensa de la soberanía, formación de/en/para la ciudadanía, cultura de/para la paz, respeto, tolerancia, garantía de los derechos humanos, equidad, etc. Para el futuro, comprendiendo que el impacto social que generen nuestras acciones debe estar basado, a su vez, en un compromiso ético inquebrantable y en los valores fundamentales de la educación, esto es: respeto a la vida, amor, fraternidad, convivencia armónica en el marco de la solidaridad, la corresponsabilidad, la cooperación, la tolerancia, la valoración del bien común, la valoración social y ética del trabajo, el respeto a la diversidad; conjugándose al mismo tiempo con la misión y la visión de nuestra universidad en relación con quienes cifran y colocan sus esperanzas en esta institución.

Es necesario pensar la universidad en/para/desde la transformación. Y al hablar de transformación estamos hablando no solo de su estructura, sino también de su funcionamiento. Pero también pasa por la conducta de quienes estudian y trabajan en esta institución, y ello por cuanto NOSOTROS SOMOS la universidad. ¿Cómo se transforma la universidad?. No sé exactamente cómo; no se tienen respuestas definitivas, pero lo que sí podríamos intentar es aventurarnos en algunas aproximaciones. En primer lugar, asumiendo una actitud y una conducta diferentes.

La universidad no se transforma con huelgas, con paros (que casualmente se dan cuando hay momentos de debates por las convenciones colectivas del sector universitario), tampoco se transforma con guarimbas, o con brazos caídos (porque hay un sector en ésta, que parece que siempre los han tenido y ahora quieren hacerlo oficial a través de comunicados y llamados infames). Pero tampoco se transforma con la quietud y el silencio de quienes comprenden que es necesario mantenerse en la universidad sin hacerle el juego a quienes sí pretenden sellar el acabose de la universidad. Comprendámoslo: la universidad no se transforma con la actitud enMUDecida. Edmund Burke decía que para que triunfe el mal, solo es necesario que los buenos no hagan nada. Y eso está sucediendo en demasía en nuestra casa universitaria. Bueno no es precisamente el chavista; tampoco lo es el de oposición tan solo porque lo sea. Buenos y malos se ubican en posiciones precisas que tienden, o a transformar la universidad, o tienden a la destrucción de la misma. Y eso lo hacemos usted y yo a diario con nuestras decisiones y nuestras acciones. Decidimos a cada paso en cuál bando nos ubicamos.

La universidad no se transforma con el ausentismo, con la mediocridad, con intentos y disimulos de investigación, con medio-esfuerzos docentes, con simulacros de vinculación comunitaria, con la reproducción permanente en la docencia y la investigación. Por cierto, tampoco se va a transformar mientras sigamos pensando, leyendo, discutiendo y actuando en las claves ofrecidas por las tendencias euroccidentales, desdeñando el contexto latinoamericano y el tiempo histórico en el que vivimos. Que tales tendencias pueden servir como referencias para pensar algunas experiencias, ¡excelente!, pero de allí a que sea el pensamiento euroccidental el que demarque la formación de la conciencia universitaria, pues, está difícil.

Otra cosa: la universidad no se transforma mientras algunos se quedan peleando contra el gobierno sin hacer nada en lo interno para reflejar el cambio universitario que se desea. Hay quienes prefieren levantar humaradas mientras se quedan en eso, esto es, esperando que Papá-Estado traiga los juguetes en navidad (como pareciera interesarles convenientemente a un sector de esta universidad). LA UNIVERSIDAD SE TRANSFORMA DE OTRA MANERA. Por ejemplo: ¡en clases!, debatiendo en las aulas, en sus pasillos, en sus plazas, en todos los espacios posibles; en la mañana, en la tarde, en la noche (y es curioso que quienes convocan a paro de forma incontinente, solo están en las mañanas…). Se transforma cuando dedicamos a la universidad el tiempo que esta amerita, mientras formamos a las y a los futuros docentes, mientras formamos investigadores en el ejercicio mismo y desde el testimonio, esto es, desde el ejemplo permanente y progresivo; mientras vinculamos en y con las comunidades impactando positivamente sus realidades de manera organizada y productiva; se transforma mientras y en tanto, desde la universidad articulamos, con el Estado, bien sea con propuestas y alternativas, en función de aportar a los procesos de transformación social (así sea desde la crítica y la diferencia político-ideológica, porque esto último no nos exime de responsabilidades sociopolíticas); se transforma mientras desde el ejercicio gerencial se demuestra transparencia, celeridad, proactividad, avance, compromiso, lealtad, honestidad inquebrantable, deseos de aperturar espacios para el consenso y el trabajo esforzado, etc. Definitivamente, la universidad se transforma cuando quienes estudiamos y trabajamos en su seno, la sentimos pulsar y la vivimos, porque somos en ella y ella en nosotros.

Probablemente existan quienes se molesten, pero resulta ser que el proceso de desertización previsto por Nietzsche se está produciendo en nuestras narices. Pareciera que estamos en medio de la tormenta de arena y no nos damos cuenta, nos estamos tragando y comiendo el tierrero, pero a pocos parece incomodarle. Muchas y muchos esgrimen incomodidades, pero lamentablemente no se trata de otra cosa sino de ejercicios retóricos y discursivos, porque en los tales no hay disposición para hacer. Así, hay una universidad que está siendo sepultada por una otra idea de universidad en la que las autoridades tan solo figuran; hay una universidad que está siendo sepultada por otra universidad en la que el oportunismo, el nepotismo, el amiguismo, el compadrazgo, ejercen y campean imponiendo su ley.

Nótese lo siguiente: hay gente que exige al gobierno nacional un aumento de salario (que es legítimo y necesario), pero da vergüenza verles pedir tal cosa. Y da vergüenza porque se trata de gente que viene a la universidad contadas veces, de quienes las y los mismos estudiantes denostan ya por su falta de seriedad (no voy a decir con la universidad, porque es como mucho pedirles) sino con sus clases. Los eclipses son mucho más frecuentes que estas personas. ¡Ah!, pero para decir cuánta cosa se les ocurra están mandaditos a hacer. Allí sí se convierten en el non plus ultra de los detractores. Hasta en un lenguaje soez se manifiestan. Y por las redes sociales vomitan su verborrea incontenida. Cualquiera que les lee se imagina a personas adalides de la libertad ante un régimen opresor y maldito.

Esa gente no entiende, ni va a entender que la universidad se transforma desde el espíritu, esto es, hay que ir al punto neurálgico, a la médula espinal, desde el ejercicio cotidiano, ético, comprometido y responsable de todas y todos, obreras y obreros, personal administrativo, estudiantes, docentes, comunidades cercanas, etc. Si no cambiamos nosotros, nuestras actitudes, nuestra conducta, pues, probablemente tendremos más de lo mismo, solo que agudizando el asunto.

¿Cómo transformar la universidad?. Pues, en segundo lugar, necesario es que se comprenda que la universidad debe democratizarse. ¿En qué?. En todo. Más allá de que no tenemos proceso de elecciones por las autoridades universitarias hace ya un buen rato, es importante mencionar que todo el ejercicio universitario debe democratizarse. Y acá no pasa solo y nada por el hecho de que las autoridades lleven ya un tercer período vencido. Nótese que acá nadie dice nada, nadie protesta, nadie levanta una guarimba, nadie quema cauchos, nadie destruye vehículos, nadie atenta contra las y los trabajadores de la universidad, nadie atenta contra las mismas instalaciones causando destrozos millonarios, nadie pone una guaya en la entrada del instituto para que algún motorizado se tope con la misma. Pero, ni tan calvo, ni con dos pelucas. El hecho de que no se proceda a actuar con violencia (porque no es correcto hacerlo, bajo ninguna excusa; y sencillamente porque no tiene justificación alguna, ni es la forma de resolver los problemas) no quiere ello decir que lo que esté sucediendo en la universidad sea normal y correcto, esto es, la permanencia en el poder de una cantidad de autoridades que ya van, insisto, por un tercer período vencido. ¡Y nadie se inmuta!...

Na’ gaurá… Si al Presidente Nicolás Maduro, nada más ganar la presidencia de la república y ya al día siguiente le armaron guarimbas en todo el país. Al año que seguía (2014) más guarimbas (con más de 40 muertos), y en 2015 más guarimbas (La Salida)… No propongo que se actúe de la misma forma (porque INSISTO, no es correcto), pero es inconcebible cómo parece que sí hay que permitir que en la universidad suceda una cosa como la que sucede con las autoridades: en ejercicio aún cuando van por un tercer período vencido, y en el instituto con un director que está jubilado (pero que mantiene el ejercicio directivo bajo la figura de un contrato), y subdirectores, secretario, autoridades departamentales, vencidos todos. O sea… ¿democracia?, ¿cuál?, ¿la del voto humillante que denigra del estudiante porque al parecer no es igual al profesor?. ¿Y no dice la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela que todos somos iguales ante la ley?. ¿Entonces?. Si me dicen que eso es así porque la Ley de Universidades lo dice, pues, no me importa. La Constitución es superior a la Ley de Universidades, ley sobre la cual tiene que legislarse de manera urgente, y el gobierno nacional tiene que entenderlo y asumir el costo político de ello. Es de locos tener que seguir rigiéndonos por una ley que fue pensada para otro momento (más de tres décadas ya). Que me digan que las universidades no ganan elecciones, y les digo que si bien es cierto que ellas solas no ganan elecciones, pues, también les digo que sin ellas no se ganan. Pensar de esa manera es denigrar y disminuir políticamente a la universidad. ¿Por eso es que no importa lo que suceda en la universidad?. ¡Cuidado!...

Otro punto más en torno a la democratización: la universidad no se transforma mientras las propuestas curriculares no se democraticen. Y me pregunto: ¿por qué los demás sectores universitarios no son invitados a discutir el curriculum?, esto es, personal obrero, personal administrativo, estudiantes. ¿Por qué?, ¿porque unos(as) son obreros(as), otros(as) administrativos, y otros(as), estudiantes?, ¿por qué hay quienes piensan que ellas y ellos no saben de curriculum?, ¿por qué hay quienes creen en la tesis que pulula por allí, la cual sostiene que las y los estudiantes no saben qué necesitan para ser formados?... Si el curriculum está siendo visto desde la perspectiva del espacio público, pues, nos parece entonces que esa discusión y esa construcción curricular debe democratizarse, porque eso, que es el alma de la universidad, no se está discutiendo con quienes deberían ser los protagonistas: esto es, las y los estudiantes. Por supuesto, ¿qué esperan las y los estudiantes para levantar la voz, para exigir su derecho e incorporarse a las discusiones?. ¿Por qué, quienes discuten y hacen paros universitarios por el tema del salario, no hacen un paro por el tema de la transformación curricular universitaria que va ya para 14 años en ésta, nuestra universidad?. Obvio: el interés de tales personas es crematístico…

Como hablamos de democratización en la universidad, prefiero colocar un ejemplo un poco más cercano a la cotidianidad: tenemos profesoras y profesores que no construyen planes de evaluación con las y los estudiantes, sino que TAN SOLO SE LOS INFORMAN, esto es, ya los traen hechos y se los entregan. Las y los estudiantes se la tienen que aguantar. Otro caso: los proyectos en las asignaturas tampoco es que sean muy democráticos. Estos son impuestos por el profesorado, y es que resulta ser que ahora los proyectos llamados de “autogestión” están de moda, y pues, muchos cuentos han salido de los mismos. ¿Cuánta plata no gastan las y los estudiantes allí?, ¿es justo, ético y correcto eso?. ¿Cuál es el saldo a nivel de aprendizaje del estudiantado?. ¿No será mejor desarrollar proyectos de verdadero carácter académico?. Alguien me decía en alguna ocasión que eso es para que las y los estudiantes tengan sentido de pertenencia, “para que les duela la universidad porque les están tocando el bolsillo”. Pues, rara forma de pensar. Lo que le duele no es precisamente la universidad. Lo que se genera allí no es sentido de pertenencia a la universidad, sino un sentido de pertenencia a la nota prometida por el profesorado en cuestión. Es una forma light e insultante de obtener la calificación resultante, además de un derecho adquirido por parte del estudiantado en relación con el profesorado y la asignatura. Si lo que se quiera generar es un sentido de pertenencia, pues, comencemos con llamados a la asunción de una conducta diferente en la cotidianidad; comencemos con llamados al VOLUNTARIADO de la población universitaria. Por supuesto, quizás al principio no contaremos con asistencia masiva, pero será importante vencer el pesimismo hasta generar una cultura del voluntariado. Allí sí se genera un sentido de pertenencia.

¿No han visto acaso ustedes, puertas de oficinas de profesoras y profesores (no voy a nombrar profesores y departamentos en los que eso es moneda corriente, porque ha sido muy obvio) que al final de semestre colocan una hoja con números de cédula y una calificación al lado a fin de que el estudiantado se entere de su nota final?. ¿Eso es democrático?, ¿no es acaso eso humillante para un/una estudiante?, ¿así, no es disminuida una persona a nivel de un número matricular?.

¿Cómo transformar la universidad?. Además de lo ya mencionado, pues, trabajando para coadyuvar con los procesos de transformación social del país. La universidad debe hacer propuestas con altura en materia de políticas públicas. Y esto lo menciono porque si bien es cierto que existen miembros de la universidad aportando, se trata es de eso, de individualidades que logran sobreponerse a una cantidad de situaciones y trascienden a ello para sumar y aportar desde la discusión profunda y el debate. Colocaré un ejemplo: acá en la universidad se critica malsanamente la Consulta Nacional por la Calidad Educativa realizada en 2014 por el Ministerio del Poder Popular para la Educación, pero, podríamos preguntar: ¿cuál es la visión del asunto?. Al parecer, para tales personas todo lo que huela a consulta popular es desechable. Hay quienes dicen que las preguntas que se plantearon, ideologizaban; hay quienes dicen que se trataba de un instrumento diseñado para “lavarles el cerebro a los hijos e hijas” de las y los venezolanos; hay quienes esgrimen que la consulta tiene un doble propósito (a manera de un curriculum oculto); hay quienes esgrimen que las preguntas estaban mal formuladas (alguien dijo que se hacía la pregunta a niñas y niños: ¿cómo quieres que sea tu maestra?, entonces las niñas y niños respondían cosas como: “quiero que sea rubia”). En fin, siendo que este tipo de consulta es inédita en Venezuela, sería importante saber qué proponen al respecto… Porque hasta ahora no ha surgido una contrapropuesta educativa de universidad alguna en el país. Y si esta universidad, que es pedagógica y que se autodenomina como asesora del Estado en materia educativa, no propone alternativas en cuanto al modelo educativo, en cuanto al sistema educativo, la pregunta es: ¿qué critica?, ¿por qué lo hace?, ¿con base en qué?...

¿Por qué no convocar a una CONSTITUYENTE UNIVERSITARIA?. En lo particular, creo que esa es una alternativa. Jurídicamente tenemos el juego trancado, así que la constituyente podría representar una luz al final del camino. Además de ello, valdría la pena decirle al gobierno que en la UPEL, aunque es una universidad guarimbera, también hay revolucionarios, y que esos revolucionarios están resistiendo.

Otro aspecto que tiene que ver con este tema estriba en el impacto de la universidad. Y no me refiero a la matrícula universitaria, o a la cantidad de profesionales egresados (pregrado y postgrado), sino al impacto real de lo que se hace en la universidad. Por ejemplo: ¿cuánto influye el ejercicio docente en las comunidades cercanas a la universidad, en el municipio, en el estado Monagas?. ¿Cuánto influye la investigación que se hace y se genera en la universidad, fuera de ella?. ¿Cuánto de lo que se investiga acá trasciende a las bibliotecas de la institución?, ¿cuánto de lo que se investiga tiene un impacto en términos de política pública?... ¿Por qué todas y todos los profesores cobran por igual un bono por tema de investigación si acá sabemos que para quien no investiga, la investigación tiene únicamente dos fines: la titulación y el ascenso?. Y es que sabemos (especialmente quienes coordinamos unidades de investigación) quiénes investigan y quiénes no; cuántos investigan, por y para qué lo hacen. Esos datos nos permiten afirmar que ni una quinta parte del profesorado investiga en realidad (pudiendo cambiar tal situación en alguna dependencia específica). Por demás, véase la orientación de las investigaciones presentes, las tendencias en la producción de conocimiento, y sacaremos mejor las cuentas…

Entonces, pensar la universidad, no es un eufemismo, es sencillamente una necesidad, una urgencia. Pero pensar la universidad no trata de quien se sienta pasivamente a esperar a que las cosas sucedan; se trata es de pensar la universidad en términos praxiológicos; esto es, en términos freireanos: coherencia, una relación dialógica y dialéctica entre la teoría y la práctica; y aunque algunas personas denostan del siguiente término, debo y QUIERO decirlo: la praxis universitaria y la transformación siempre ha sido y siempre será REVOLUCIONARIA.

Para el revolucionario, no puede convertirse en un ejercicio retórico y de “desgallitamiento”; pero al mismo tiempo, debe convertirse en un llamado a despertar camaradas. Lo decía el Comandante: “Unidad, unidad, unidad…”. Pero a unidad que pedía el Comandante no puede igualársele a la unidad proclamada desde la enMUDecida oposición. ¿Cómo hablar de unidad revolucionaria cuando las y los mismos profesores estamos cada quien por su lado?, ¿cómo hablar de unidad revolucionaria cuando quienes se retiraron de APROUPEL después se regresan?, ¿cómo hablar de unidad revolucionaria si las convocatorias a reuniones son tan secretas que nadie se entera?, ¿cómo hablar de unidad revolucionaria si el registro del sindicato que asumimos formar aún sigue gateando y dando batacazos por unas simples firmas?, ¿es que acaso hay que ir y obligar a las y a los profesores que decidieron formar el sindicato para que vengan firmar?, ¿es esa a fuerza que tenemos como movimiento?, ¿es que para eso es que nos está alcanzando la flama revolucionaria?...

Pensar la universidad significa asumir compromisos reales con prácticas presentes y concretas de transformación. Significa identificarse con la universidad e involucrarse en una causa ética mayor a nosotros mismos, esto es, la educación de un país, la formación del futuro.

Por esto y por más, la invitación es a que: ¡pensemos la universidad!... porque si, siguiendo a Sartre, estamos condenados a ser libres, también es cierto que las maestras y los maestros son optimistas por naturaleza, y optimistas en tanto creemos en que sí es posible el cambio humano, la transformación de las instituciones.

¡Pensemos la universidad!, porque en ella estamos, pero en ella también somos; pensemos la universidad, porque la misma es una posibilidad; pensemos la universidad, su función y su compromiso. Pensemos la universidad, PORQUE NOSOTROS SOMOS ESTA UNIVERSIDAD…

Con aprecio y respeto,



alixdavid79@yahoo.com



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