Réplica a “El que se quiera ir de Venezuela que se vaya, pero sin título”

"El que se quiera ir de Venezuela que se vaya, pero sin título". Así se titula un artículo escrito por Carlos Jesús Rivas Pérez, que fue publicado en aporrea.org el pasado jueves.

Carlos expone su opinión acerca de los profesionales venezolanos que deciden dejar el país una vez que culminan sus estudios universitarios, a quienes critica por "abandonar su país cuando más los necesita". Sin embargo, reconoce que Venezuela atraviesa una crisis económica y que tiene graves problemas de inseguridad, pero muy elocuentemente responde con un "díganme un solo país en el mundo que no los tenga", y con el eterno argumento de la guerra económica.

Por último, plantea su solución al problema: la implementación de normas que impidan a los profesionales en "áreas de necesidades especiales, como la salud o la producción industrial" y a los egresados de universidades públicas, ejercer sus profesiones en otro país. Y claro está, la creación de la respectiva Superintendencia, Centro Nacional o "Comisión", de manera que se dicten decisiones "justas y (que) favorezcan las necesidades de nuestra nación".

Cuando leí el artículo, mi primera reacción fue reírme. No podía creer alguien estuviese planteando semejante "solución" al problema de la fuga de talentos. Confieso que hasta revisé para estar seguro de no estar leyendo El Chigüire Bipolar. Pero no. Carlos hablaba en serio.

Mi segunda reacción fue indignarme. En el fondo, lo que plantea es que el individuo debe su existencia al Estado y, por lo tanto, lo que importa es el grupo: "nuestra nación". La idea principal es que, si un individuo quiere irse del país, debe "permitírsele" sólo si eso favorece las necesidades del Estado. La "solución" de Carlos no deja de ser cómica, pero es realmente preocupante la idea totalitarista que trae consigo.

Al principio quise responder, pero luego pensé que hacerlo significaría darle al artículo una importancia que realmente no tiene y decidí dejarlo así. Sin embargo, dos días después me encontré con que existía una réplica, escrita por Shauki Gabriel Expósito, y me decidí a responder a ambos.

Las ideas de Shauki me resultan un tanto más sensatas, más cercanas a mi concepción política y jurídica del Estado. Y ambos estamos de acuerdo en que lo que plantea Carlos es inaceptable, absurdo y grosero. No obstante, hay algunas cosas que tengo que decir.

Al principio de su respuesta, Shauki dice que "Lo discutible no son las personas sino sus ideas", lo que entiendo como una advertencia de que no atacará al autor del artículo principal, sino la exposición que éste hizo. Sin embargo, su escrito está cargado de arrogancia, insultos disimulados y expresiones en exceso rebuscadas. Con esto no puedo estar de acuerdo.

A lo largo del texto, Shauki deja bastante claros sus grados académicos y su condición de docente universitario, y pretende dar una clase de sociología, ortografía e historia. El problema es que a un argumento lo destruye otro argumento. Una idea no vale menos por el hecho de que quien se oponga a ella tenga más títulos universitarios que quien la expone.

Yo no conozco a Shauki, no sé en qué universidad estudió, dónde trabaja ni dónde es profesor. La cuestión es que precisamente que no tengo por qué conocerlo para que sus argumentos sean válidos o no. El problema es la arrogancia: sólo quien verdaderamente sabe de lo que está hablando puede darse el lujo de ser arrogante. Quien no sabe de lo que habla y pretende utilizar el arma de la arrogancia, queda en una peor posición que quien simplemente ignora.

Shauki pretende enseñar de historia y ortografía, pero no sabe que los individuos no "seden" el uso de la fuerza al Estado, sino que lo "ceden"; ni que "abordo" no es lo mismo que "a bordo", que es a lo que él se refiere. Tampoco sabe que la Revolución Francesa no inició en 1783, sino en 1789; ni que la Constitución de 1999 no es una reforma de la de 1961.

Yo no soy periodista ni locutor ni profesor universitario ni escritor de artículos. Soy simplemente un estudiante universitario, que piensa que tanto el totalitarismo como la arrogancia han hecho ya suficiente daño al mundo. Soy un venezolano más que ejerce su derecho a opinar.



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