Causa sin rebeldes

Resulta notable y hasta admirable ver a esos muchachos nuestros, de las universidades autónomas nacionales y sobre todo de las privadas, arrebatados de valor y enjundia para enfrentar las deplorables acciones tiranizantes del gobierno comunista reinante. Basta observarlos desde lontananza para que inmediatamente una contagiante sensación de orgullo y pundonor se nos sea transmitida y nos devuelva el coraje que la fuerza de las inesperadas derrotas nos había mermado. Su sola presencia en tropel y rebosantes de firmeza por las principales calles de Caracas, concede, a quien los observa, una atmósfera de jubilo tal que es capaz de impulsarnos a olvidar las padecidas averías corporales y los vestigios de decrepitud para resueltamente entregar nuestra forzada finitud a sus nobles designios. ¡Cuanta valentía e irreverencia genuina esbozan estos adolescentes que se atreven a enfundar la regia espada de sus profundos ideales para enfrentar, siempre en singular combate, la menesterosidad ruinosa de ese atrevido charlatán que en mala hora usurpa una soberanía para desdicha de todos los nuestros!, ¡Cuanta rebeldía y cuanta intrepidez rebozan en sus candorosas miradas y cuanta verídica y legitima rabia los atestigua como auténticos portadores de un mejor destino! Estamos, ¡que duda va a caber!, ante los estertores de este tan deplorable mando, y son esos Ángeles justicieros, esos mozos trascendentales, enviados de la providencia, quienes harán cumplir el mandato irrevocable. Los signos que lo confirman son lapidarios.

Y es que todo es evidente de suyo; resulta un espectáculo sobrecogedor, un poema cantado al heroísmo, el otearlos arremeter briosos y victoriosos contra toda la suerte de obstáculos que les son vilmente interpuestos desde el gobierno, en pos de defender la sagrada Libertad de Expresión. Libertad ésta que de manera cobarde y artera, el mal llamado presidente arrebató a todos y muy en especial al muy deferido, al muy distinguido señor nuestro, excelentísimo Doctor Marcel Granier. ¡Que enorme dispendio de gallardía, que sobreabundancia de denuedo, que océano de inmaculada probidad se aprecia en esta ardua gesta que están protagonizando estos púberes!: extenuantes marchas bajo el inclemente sol o bajo la agorera lluvia, sobrejornadas de día y noche elaborando sus principales armas de batalla (las cuales no son otras que su propaganda creativa y refulgente, y la avezada, para su edad, estrategia de lucha), sudorosas elaboraciones de encíclicas a favor de la causa, interminables y pacientes monsergas para lograr conversos y cualquier suerte de fragosa tarea que bien valga la pena para favorecer tan fundados y fecundos ideales.

No cesamos de refocilarnos, entonces, ante tamaña demostración de entereza juvenil, de madurez intempestiva, de verticalidad sin recovecos, en estos muchachos que hoy insurgen cuan caballeros andantes en pos de la verdad. Sobre todo en la oportunidad que sus miradas prístinas asienten, con elevada urbanidad, las edificantes consejas de sus Profesores, quienes a su vez no cesan, en su labor pedagógica, de alentarlos a hacerse a la vida favoreciendo los realzados valores que sus padres le han inculcado y que obviamente devienen del ideal de Libertad. Que estimulante resulta verlos admitiendo, luego de una dilatada dialéctica entre ellos mismos o con los profesores, (donde no se encuentran ausentes, por cierto, las profundidades disquisitívas), cuan razonable es la verdad familiar, cuan certera fue la enseñanza inicial de los padres y cuanto se parece a la concedida, siempre magistralmente, en las aulas. Que exuberancia de integridad acontece, y que goce enorme iniciático nos proporciona esta inefable estética de la virtud juvenil. Toda una rebeldía desvestida del histrionismo de los adultos y de la mala conciencia del político. Es decir, ni mas ni menos, se trata de: la natural inocencia original que arremete contra la incontrastable inequidad del defraudador aquel.

Pero pronto, y debo decirlo a pesar de ellos, les espera una tregua merecida a sus infatigables hazañas, una obligada parada, un repliegue táctico destinado a restaurar las muchas energías invertidas en los persistentes trances sobrevenidos. Es obvio y razonable suponer que esta bizarra progenie restauradora nuestra se entristezca ante el aparente despropósito de conceder una pausa precisamente en el momento en que se encontraban a tono de hacerse victoriosos. Me he de imaginar la cara sombría y mohína de sus más connotados oficiantes. Algunos, a regañadientes, tendrán que hacerse, allende los mares, a los repetitivos y manidos itinerarios de siempre, con sus habituales hoteles Hilton o Sheraton o Marriott, esos de sus previsibles buenos oficios y de sus delicados oferentes, en la que con el bien infundido tesón familiar podrán superar el menguado momento. Otros encontraran un exilio transitorio en territorios de absoluta Libertad como Florida, en la que tendrán, a pesar de todo, la oportunidad, en medio del dispendio grácil de sus habitúes, de encontrar nuevas amistades que bien le insuflaran de mejores ánimos para reincidir al regreso. Otra porción estará constreñida al territorio nacional y se dispersara, muy a contrapunto con su estado de animo, de esos estamos contestes, por la variopinta geografía nacional, Margarita, Mérida, Canaima etc., por supuesto que con la clara disposición de no entregarse a la tentación hedonista, sino solo dispuestos a tonificar el desasosiego que les produjo la impronta de la interrupción vacacional, que les ha impedido continuar en la puja por la Libertad.

Pero los menos, los que se quedaran en su lugar de domicilio por razones pecuniarias, esos sí tendrán mejor suerte, de buen seguro sus preocupaciones no pasaran mas allá de la escabrosa idea de no poder comer gratis en el comedor de la universidad. ¡Enhorabuena pues!


munditown@yahoo.com


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