Casi nadie regala libros por navidad. La verdad es que casi nadie regala libros y punto.
Es que hay teléfonos celulares que sirven para todo, hasta para hablar por teléfono. Hay videos juegos que te dejan ser asesino por un rato para luego volver a ser una buena persona como si nada. Hay zapatos perecederos, que si no los regalas hoy, mañana estarán pasados de moda. Hay lentes de sol que cuestan un ojo de la cara. Hay anillos de diamantes para sacarlos de la caja, mirarlos, suspirar y ponerlos de nuevo en su caja a riesgo de que te arranquen el dedo y, de paso, el anillo. Hay relojes carísimos que aunque sólo dan la hora, lo hacen con distancia y categoría.
Hay bombones que se comen en ocasiones especiales que nunca parecen llegar…
Hay corbatas para papá, a quien nunca sabemos que darle. Hay perfumes para que mamá huela como señora de al lado.
Hay juguetes que juegan solos mientras los niños los miran queriendo jugar. Hay muñecas con tetas imposibles para futuras adictas a las siliconas. Hay pistolas de colores que disparan con sus balas de goma la horrenda mentira de que las armas pueden ser juguetes inofensivos.
Millones de regalos made in China, originales e imitaciones, hechos para nadie en particular y que todos compran pensando en ‘’ese alguien tan especial’’.
Toneladas de regalos que en pocos meses serán objetos caducos ocupando espacio en las gavetas y en el recuerdo, hasta que se olvidan debajo de otro regalo de otra navidad…
Y hay libros: el regalo más bonito y menos regalado.
Será porque el papel es sólo papel. Será porque no tienen diamantes de bisutería incrustados en ninguna parte. Será porque no hay marcas buenas sino buenos autores. Será que se pueden comprar por menos de lo que cuesta un paquetico de chicle bomba. Será que no te lo puedes colgar como un collar para matar de la envidia a todos en una fiesta. Será porque no huelen a rosas de la china con sándalo y cáscara de limón a menos que lo leas. Será porque no pasan de moda y en la moda sólo vale lo que, un día cercano, dejará de estar de moda.
Yo no quiero estar a la moda, yo no quiero bisutería, yo no quiero tacones que duelan mientras se marchitan en mis pies, no quiero matar a nadie en una tele pantalla plana. No quiero perfumes que no huelan a mí. No quiero lentes de sol que tapen mis patas de gallo de lectora miope.
Sólo quiero un libro de alguien que mientras escribía, aún sin saberlo, estaba pensando en mí.