No voy a hacer estallar las ilusiones en las que todos creían, pero siendo los países suramericanos —entre esos Venezuela— parte del área poseedora de la más grande e importante materia prima del planeta: el petróleo con 297.570.543 millones de barriles de petróleo (mbp) bajo sus subsuelos, publicado en la Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela del 16 de marzo de 2012, da cuenta de cuánto representa el recurso fósil que más importancia ha cobrado en el mundo, posición que nos coloca en el ojo del huracán de los más arduos conflictos. Dichas reservas garantizan a los países de la región, tanto a los del Arco Andino-Caribeño, como a las superpotencias, la satisfacción de gran parte de las demandas y necesidades energéticas, todo a través de la estatal Petróleos de Venezuela, Sociedad Anónima (PDVSA), como la responsable de llevar adelante la totalidad de lo que ha significado la industria petrolera, en el transcurso de estos años y en los que vendrán, para el desarrollo económico y la importancia que seguirá significando durante las próximas décadas.
Desde el proceso de “nacionalización” acordado a partir del 1 de enero de 1976, la industria petrolera no sólo se abrió servilmente al gran capital internacional, sino que su poder fue más allá, venciendo obstáculos jurídicos y políticos que no les impidieran —a quienes se consideraban los dueños de la industria de entonces— empeñar, saquear y comprometer el futuro de la región y de toda una nación.
Palabras más palabras menos, PDVSA fue el único organismo encargado de la política petrolera venezolana, haciendo un negocio que no sólo abarcó lo económico, sino que llegó hasta la creación de escenarios políticos, erigiendo informes y análisis confidenciales realizados por expertos, contratados por la industria petrolera, con el fin de medir la situación socio-política y económica, y saber si la misma podía repercutir en el patrimonio de las empresas.
Carlos Mendoza Pottellá llegó a precisar que los alcances y la trascendencia de la llamada apertura petrolera simbolizaban una tarea que trascendía la simple semántica, representando por el contrario, una empresa de primera magnitud, cual es la de develar su carácter identificado con el mayor y más lesivo proyecto desnacionalizador, plataforma para hacer más elitista y antinacional el injusto aprovechamiento privado del más valioso bien público.
Está tarea llevada a cabo por PDVSA, vio como un escenario de mucha importancia los procesos electorales, donde se inmiscuyeron y estudiaron las perspectivas políticas que se movían dentro y fuera del país, de la región y del entonces escenario político al que tendrían a apostar, conviniéndole a la industria del momento e indicándole lo importante y único que les interesaba: un escenario político que garantizará un crecimiento económico liberal, concepto importante y de vital necesidad para ellos.
No obstante, tenían que conseguir y coincidir —de ser posible— dentro de un ambiente de tranquilidad para el país, aceptable dentro de los acuerdos internacionales y donde sus intereses no se vieran amenazados, y los partidos, los sindicatos con la sociedad burguesa organizada no se opusieran a la puesta en práctica de algo que empezaban a llamar escenarios.
Como era sabido dentro del ámbito nacional e internacional, rondaban de acuerdo a los intereses de PDVSA, cinco principales fuerzas de acción y decisión que podían implementarse, en uno u otro sentido, dentro del proceso político-económico-social que guiaría a Venezuela y los venezolanos. Así surgieron, modelaron y plantearon los escenarios de reactivación, deterioro, emergencia modernizante, dictadura modernizante y —el más codiciado— un escenario de dictadura tradicional.
Descifrar esta situación, motivos y causas por las cuales surgió esta situación tan delicada, importante y decisoria para los destinos del país, dentro de la situación político-económico-social que lo llevó, en pleno segundo gobierno de Rafael Caldera (1993-1999) a firmar bajo la exigencia del capital imperial y de sus representantes en PDVSA, la apertura petrolera como poder oculto dentro de la empresa, pretende este trabajo.
Analizando la forma como esta apertura creó diversas atmósferas políticas, respaldados mediante una serie de documentos confidenciales por parte de expertos al servicio de la industria petrolera, percibe al grupo que actuó y este no ocultó el poder ni la influencia ejercida dentro del Estado, habiendo intervenido una serie de actores políticos de derecha más un importante sector del alto mando militar. Todo sucedió en el segundo gobierno de Rafael Caldera desde 1994 a 1999.