Cuando al final de las ochentas en el siglo XX, cayó el muro de Berlín, el capitalismo neoliberal creyó su victoria final frente al socialismo. Francis Fukuyama habló del fin de la historia, y la euforia capitalista del momento daba nacimiento a esfuerzos importantes de reestructuración del sistema mundial de los amantes del dinero, facilitando el proceso llamado globalización neoliberal que llevó a la crisis de EE.UU y hoy de Europa el 2010. El derrumbe griego confirma el hecho de que la crisis del capitalismo ha entrado en una nueva fase. Se trata de la señal de un proceso profundo que afecta los mecanismo de reproducción del capital, y abarca a países como Portugal, España, Italia, Islandia, a varias de las naciones del este europeo e incluso a economías de mayor desarrollo como la británica.
El inicio del siglo XXI se define por múltiples crisis (ecológicas, alimentarias, energéticas, económicas y políticas), que evidencian una crisis cultural. Es decir, no se trata de crisis coyunturales, sino más bien son consecuencias de una historia de larga duración de organización del sistema mundial y de la relación de la humanidad con la naturaleza, que en ligar de cuidarla y labrarla, el capitalismo la está destruyendo. Para ello es necesario en Latinoamérica crear suficientes fuentes de trabajo para ocupar a toda nuestra población mediante el desarrollo de la industria de alto valor agregado; la agroindustria sola no es suficiente. Habrá que desarrollar planes de capacitación que serán coordinados con las necesidades del Plan Industrial Nacional, a cargo del Estado nacional. Se desarrollará tecnología conveniente, de manera que se utilicen los recursos naturales del país en forma no contaminante y haciendo un balance entre automatización e intensidad de trabajo humano, compatible con la necesidad de generar puestos de trabajo y de producir a costos razonables: Acero, energía nuclear, minería, nacionalización de los recursos básicos, de la banca y del comercio exterior, y el repudio de la deuda fraudulenta son las bases de una política independiente.
En América Latina, la geopolítica desde los 90´, está caracterizada por una división entre gobiernos enfrentados de uno y otro modo a los paradigmas neoliberales (por ejemplo: Bolivia, Brasil, Uruguay y Venezuela) y gobiernos profundamente conservadores (Colombia, Perú, Chile y México). Pero este comienzo de la historia, tiene como agenda central generar justicia social, democracia, y ecología; todo dentro de un marco de reconocernos como un continente plurinacional y multiétnico. Pero la pobreza, la corrupción y la dependencia económica son algunas de las piedras mas pesadas que aún persisten casi intactas.
Tenemos tareas para nuevos liderazgos en un continente emergente latinoamericano en su lucha contra el imperialismo, es reevaluar los conceptos analíticos, teorías del cambio y metodologías usadas para analizar y promover el cambio social. En este escenario, los movimientos latinoamericanos ganan un protagonismo especial en la construcción del socialismo.
A la vez, las diversas luchas se realizan en los múltiples espacios de la vida social. Es decir, los indígenas y las mujeres luchan por su liberación dentro del sistema legal, el sistema político, los medios de comunicación, la economía y dentro de las organizaciones sociales mismas. De esta manera se logra ampliar nuestra comprensión de lo político, entendiendo que la dominación está presente en todos los espacios de la vida, rompiendo el clásico análisis ortodoxo y dogmático de las izquierdas latinoamericanas desde los años 60´ hasta los 90´.
Los movimientos actuales, aparecen, por lo tanto, como procesos de aprendizaje de fortalecimiento de la democracia participativa e institucional, en vez de estrategias predefinidas para resolver la contradicción fundamental entre capital y pueblo. Finalmente, los movimientos sociales son cada vez menos restringidos a espacios locales, regionales o nacionales, como muestra el caso en el Perú, el “Movimiento de Integración Regional” (MIR) en la región La Libertad en contra de la explotación minera en su territorio de la Barrick, en el cual están involucrados una empresa transnacional, el gobierno nacional, legislaciones transnacionales, y redes de solidaridad con la comunidad formados por activistas alrededor de la planeta. Hoy el MIR es una de las alternativas regionales más sólidas y se apresta a participar en las elecciones municipales y regionales 2010, y nacionales 2011, llevando a un cuadro renunciante del APRA como Eduardo Cassinelli, que abraza las banderas de un frente amplio democrático, patriótico y progresista.
La ofensiva de los movimientos en América Latina ha cambiado el continente profundamente. Ya no existe una hegemonía neoliberal, salvo en las elites continentales y algunas fortalezas del conservadurismo (como Lima y Santiago de Chile). Las movilizaciones han consolidado, además, la presencia de nuevos actores políticos que ya no son posibles de marginalizar o negar, como los indígenas en Ecuador, Bolivia, y Perú recientemente con el líder amazónico Alberto Pizango Chota, que ha recibido la Solidaridad y Justicia Global al nivel internacional. En este sentido, el Foro Social Mundial representa una confluencia de diversos movimientos y luchas, que no tiene precedentes en términos de su amplitud, apertura, fuerza movilizadora y capacidad propositiva. Mientras que el problema mayor para las luchas sociales sigue siendo, la gran capacidad del capitalismo de convencer a la gente de la imposibilidad de otros mundos diferentes al europeo, asiático y norteamericano.
Una de las tensiones fundamentales dentro de las organizaciones sociales se da entre la institucionalización del Estado y las organizaciones desde abajo. La pérdida de contacto de las dirigencias nacionales profesionales con las bases, las disputas por el poder interno, o la continuidad infinita de dirigencias, han debilitado a menudo a la fuerza de los movimientos. Por ello, la democratización interna y la renovación de liderazgos moralmente creíbles, son clave para la continuidad y radicalidad de los movimientos, y esto depende en gran parte del reconocimiento de la importancia de los dirigentes regionales en las organizaciones. Como dijo Mariátegui- tenemos que ir a las raíces de los problemas, y plantear la democratización real (entendido como el aumento de la capacidad de la gente de decidir sobre sus propias vidas) como su salida.
El liderazgo nativo de Alberto Pizango Chota en Perú, su retorno exitoso después del exilio político en Nicaragua, nos dice que solamente de esta forma se puede comprender cómo las opresiones de, por ejemplo, los excluidos en las megas ciudades de América Latina, incluyendo hoy de los latinos en los EE.UU., las comunidades indígenas y las mujeres, están vinculadas a incorporar mutuamente agendas entre diferentes sujetos políticos, de articular luchas sociales respetando sus diferencias, avanzar en la creación de alternativas reales para el neoliberalismo y democratizar las propias organizaciones políticas del campo popular y gremiales centralistas y burocráticas.
Finalmente, un desafío fundamental es la superación de la separación entre lo social y lo político, en lo cual sigue insistiendo la izquierda tradicional. Esta idea es funcional al status quo, ya que promueve el divorcio entre la fuerza creadora del movimiento y la fuerza reguladora del gobierno, no entendiendo que el desafío actual para las fuerzas progresistas en el mundo es la construcción de procesos e institucionalidades que superen esta separación, desde la incorporación continua de movimientos locales y regionales como única manera de refundar la izquierda en la institucionalidad de la estructura del Estado, como real alternativa de poder. Este desafió no se resuelve en teorías o escritos. Más bien, requiere respuestas desde las prácticas de las resistencias y construcciones de otros mundos alrededor de nuestra América, como eje de la construcción del socialismo como comienzo de la historia.
(* ) Analista Global http://www.utgpensionista.blogspot.com