Para los cristianos la verdad es instrumento de guía y lucha por el cual los pueblos han lidiado durante siglos, pero hoy, otra es la realidad dentro de las iglesias y sus representantes. Este contexto no es nada fácil, pues sus jerarcas viven de la palabra cristiana vestidos de sacerdotes, obispos y cardenales.
Los indígenas igual son creyentes, espirituales y rectos en su andar. Así son las tribus que resisten en la Sierra de Perijá, donde el Cacique Yukpa Sabino Romero es uno de sus máximos líderes.
Pero el país conoce a otro Sabino, ese es Urosa, quien vive en un palacio donde funciona la Conferencia Episcopal Venezolana, inundado de sirvientes, comidas, escoltas choferes y carros blindados, mientras Sabino Romero anda en el monte, subsistiendo, pasando hambre y perseguido por terratenientes, asesinos y paramilitares.
Urosa Sabino el Cardenal miente y comete irregularidades en contra de la justicia como participar en conspiraciones para golpes de Estado y sus obispos están al tanto de magnicidios planificados en contra del primer mandatario nacional.
Sabino Romero el indígena, paso veintidós meses preso en inmundos calabozos acusado de un supuesto crimen en el cual termino demostrándose por la justicia ordinaria, quien lo tenía preso, como por la justicia indígena que es inocente.
Urosa Sabino sabe conspirar, Sabino Romero es perseguido y lucha por sus hermanos. Mientras el cardenal no da comida a los pobres, el Cacique pasa hambre para que los hijos de sus hermanos al menos no pasen el día sin un bocado de alimento.
Definitivamente, parece que Dios está preso, secuestrado por la mentira infame de la cúpula eclesiástica, quien lo presenta entre lanas y trajes, copas, banquetes y lujos, pero el verdadero Dios de los pobres anda descalzo, sucio, sudado, desgreñado y comiéndose un plato de granos fríos.
Sabino el indígena anda con los pobres como lo enseño Jesucristo, pero Sabino el Cardenal bendice desde su homilía a los ricos explotadores que persiguen a nuestros indígenas.
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