En la economía hay, en principio, dos grandes clases, los propietarios
de dichos medios y los no propietarios. Históricamente los primeros han
sido los explotadores y los segundos los explotados, ya que son los
dueños de la unidad productiva quienes imponen las reglas de juego en la
actividad económica y se apropian de la mayor parte de los frutos
creados por el trabajo de los no propietarios.
A través de siglos, estas dos clases fundamentales han recibido
diferentes nombres de acuerdo al nivel de desarrollo científico técnico y
múltiples factores (modos históricos de producción) de cada época.
Por tal motivo, han existido esclavistas y esclavos (en la era de la
esclavitud), señores y siervos de la gleba (en la era del feudalismo),
así como burgueses y proletarios (en la era del capitalismo).
En la actualidad, viviendo en la fase superior del capitalismo
(imperialismo), la supremacía de la clase explotadora es ejercida
sofisticadamente a escala internacional, la cual contiene divisiones y
subdivisiones de un complejo entramado social que conforma el Estado
Mayor de la burguesía mundial.
Esa clase explotadora (que hoy en EEUU y Europa reduce los derechos
laborales) como en cualquier etapa anterior, sigue siendo la clase
privilegiada que para sostener su reinado se apoya en superestructuras
derivadas de la estructura principal (economía).
Dichas superestructuras son el Estado, la fuerza militar, las leyes, la
educación, la cultura, la religión, los medios de comunicación,etc.
Todos estos son a su vez, componentes fundados por la burguesía y operan
al servicio de esta, por lo tanto cualquier foco de insurección
anticapitalista y popular al interior de estas instituciones es una
excepción a la regla y una manifestación revolucionaria que va contra el
injusto orden mundial.
Que en un país tan cercano al Imperio Estadounidense (donde además
existe inmensa riqueza petrolera codiciada por el consumismo de los
países del primer mundo) se desarrolle un proceso social de
independencia frente a potencias extranjeras, defensa de los recursos
naturales y derrocamiento de las elites internas para implantar la
igualdad social y la reivindicación de los sectores humildes, constituye
un acontecimiento extraordinario. Vale decir, eso significa la
extraordinaria Revolución Bolivariana que actualmente avanza en
Venezuela.
Sin embargo, en la amplitud del globo terráqueo, las fuerzas
conservadoras adscritas a la burguesía mundial siguen ejerciendo un
poder mayoritario, tanto así que hay un mayor número de países con
pueblos oprimidos o parcialmente dominados por las elites ricas, que
aquellos países completamente libres. Ni siquiera Venezuela ha logrado
liberarse de estos malignos factores.
De modo tal que en el planeta, todavía predominan superestructuras
favorables al régimen burgués y he allí el enorme reto internacional de
los revolucionarios en cualquier rincón del mundo. Necesario es
interpretar los nuevos escenarios del siglo XXI (desaparición de la
URSS, profundización de la globalización, la UE, Brics, los nuevos polos
de desarrollo, el auge de China, etc.) para trazar con acierto las
nuevas estrategias de emancipación popular.
Ahora bien, es cierto que junto a las dos grandes clases sociales
(explotadores y explotados), existen capas conformadas por multitudes
que tienen ciertas características propias frente al capital y al
trabajo.
Es allí donde aparece el lumpen cuyo medio de subsistencia radica en
actividades informales o paralegales, hasta aquellas de tipo delictivo,
pues ni son empresarios ni trabajadores propiamente dichos. Es decir, su
actividad de lucro no los convierte en creadores de bienes ni servicios
favorables para la sociedad (delincuentes, meretrices, indigentes) o
simplemente desempeñan sus tareas en condiciones al margen de la
sociedad organizada (buhoneros, artesanos de la calle, etc.).
Resulta de especial interés en este estudio introductorio, comentar
sobre las capas medias de la sociedad, comúnmente denominadas "clase
media", aunque realmente tales no constituyan una clase social per se.
Dicho conglomerado no es propietario de medios de producción (por lo
tanto no es burguesía) y aunque vive esencialmente de su esfuerzo
intelectual y también físico (igual que el proletariado) no se siente
clase trabajadora (u obrera) porque ha consquistado un título
universitario y goza de un ingreso económico superior al ordinario en
virtud de sus conocimientos científicos o técnicos, que son
especialmente remunerados.
Lo que generalmente no se observa, es que la supuesta clase media, sigue
siendo víctima de la burguesía (clase propietaria), debido a que debe
venderle su fuerza de trabajo profesional a las empresas o
"instituciones", ya que crea "mayor" seguridad social y jurídica
trabajar para esas entidades que hacerlo por cuenta propia.
Es así como la mayoría de los profesionales buscan convertirse en
asalariados y esa realidad los iguala a los obreros y trabajadores, es
decir, los delata como clase explotada aun cuando afectiva o
psicológicamente no lo asuman ni se auto reconozcan.
De modo que la así llamada, clase media, tiene un origen psicológico,
más no realmente económico. Su base de existencia no es una realidad
objetiva distinta al resto de los explotados, sino un autoestima (dreams
of tomorrow) elevada por las aspiraciones personales de cambiar de
clase, de acumular riquezas, de conquistar futuras grandes ganancias, de
"merecidamente" ascender al nivel de los burgueses.
La clase media sueña con un día ya no ser asalariada y evolucionar
hábilmente hasta ser propietaria de sus propias empresas para tener
obreros bajo su mando y generar plusvalía. De estos sueños ancestrales, y
nunca jamás realizados a través de los siglos, es que la manipulada
clase media se conecta con las propuestas electorales de la clase que
los explota y margina (burguesía). Es obvio que en un mundo con
pluralidad de superestructuras burguesas (prensa, radio, tv, escuelas,
universidades, iglesias, costumbres, normas, etc.), la clase media sea
seducida por los valores conservadores de la propiedad privada, la
competencia, el egoísmo, la acumulación, el consumismo, el lujo. Y que
también todo lo que se asocie a solidaridad, comunidad, colectivismo o
socialismo, les parezca sinónimo de marginalidad, pobreza, irrealidad o
prohibición a su sagrado derecho de hacerse rico.
El autor es: Constitucionalista. Profesor de estudios políticos e internacionales (UCV)
jesussilva2001@cantv.net