Los Dragones de Komodo

Ellos son unos lagartos sin complejos. Se arrastran por su entorno y obedecen al más fuerte apartándose de su camino para dejarlo hacer e inmediatamente seguirlo en actitud servil. Tienen una mandíbula ancha y poderosa, y la utilizan muy bien para mentir. Tienen dientes aguzados y terribles, con los cuales muerden sin perder ninguna oportunidad para atrapar a quienes consideren sus presas.

Los dragones de Komodo son fósiles vivientes en todos los sentidos. Todos sin excepción, descienden de una misma familia; tienen sus mismas cualidades, poseen sus mismas características distintivas. Provienen de una especie antediluviana de megalagartos como el Romulanus Adequensis que vivió en la prehistoria política de Venezuela sobreviviendo hasta no hace mucho en variedades como la Alfarosaurus Rex que habitaba en el oriente del país, o el último de los grandes saurios, el ya casi extinto Lisandrocantus Ramosallupsus que si bien no posee la misma envergadura política que caracterizó a esos grandes saurios, ha demostrado sus habilidades de predador desde su mismísima eclosión cuando habitaba por las riveras del lago de Valencia, pero que se dio a conocer cuando migró hacia Caracas estableciendo su nicho de correrías por los lados de La Florida.

Estos despiadados lagartos viven en un hoyo que hacen en la tierra en donde permanecen al acecho, silenciosos, rastreros… hasta que con gran alboroto, descargan su mordida infecta. Hoy día han formado una colonia en el Palacio Federal Legislativo. Se les ve asomar su cabeza de las cárcavas excavadas debajo de los curules donde habitan, sus lenguas bífidas afloran y saborean el aire de las plenarias. Las hileras de sus dientes puntiagudos se muestran en medio de sardónicas sonrisas.

Estos bichos se alimentan de carroña, de la porquería que encuentran en el mismo medio en el que se desenvuelven. Sus heces son blancas dato curioso, pues no digieren el calcio de los huesos de sus victimas. A pesar de su talla son muy ágiles, trepan a los árboles con la misma habilidad con la que nadan. Se apuntan con extrema facilidad a movimientos socialdemócratas o socialcristianos, progresistas o conservadores sin ruborizarse siquiera. Sus escamas los hacen resbaladizos. Se mimetizan con el entorno pero, son rápidamente descubiertos al aflorar sus bajos instintos, ¡Son caníbales! Capaces hasta de comerse entre ellos mismos, sus congéneres de menor tamaño siempre tienen que andar alertas por que al primer descuido serán engullidos.

Los dragones de Komodo babean. Están acostumbrados a desplazarse solos o en pequeños grupos mientras largas gotas de saliva espesa les cuelgan de sus hocicos. Chasquean la lengua continuamente en búsqueda de sustancias químicas en el aire que le indiquen cuando atacar. Así, usted desde un sitio bien resguardado los puede observar mientras manipulan sus celulares de alta tecnología y con el rabillo del ojo miran en rededor hasta descubrir quien a su parecer es una presa fácil. Generalmente los ancianos, las mujeres, los más chicos, los enfermos… los desvalidos.

El espumarajo que asoma de sus hocicos es su arma secreta. Ese humor purulento, letal y el putrefacto aliento que los caracteriza son su marca de descendencia. Millones de bacterias Gran positivas y Gran negativas pululan en su babaza y envenenan la sangre y el alma de quienes tienen la desdicha de ser lamidos por estos lagartos súpercrecidos.

A pesar de todo eso, los dragones de Komodo son hoy día, una especie en vías de extinción. Sólo quedan unos cuantos, sobrevivieron gracias al resguardo que les proporcionaba el Jurasic Park de la política cuartorepublicana. Aún así no nos confiemos, ellos pueden acudir a la partenogénesis y engendrar aún sin pareja bicharracos similares a ellos mismos de allí el origen de especies tales como Un Nuevo Tiempo, Proyecto Venezuela o Primero Justicia.

Pero la gente ha aprendido a reconocerlos y los ha sabido evitar. Al no tener victimas ignorantes de que alimentarse medran en espera de su ocaso, de su desaparición. Eso sí, cuando piensan que tienen en frente a un ser desvalido su instinto depredador los convierte en desalmados de la política, de la vida y no respetan ni los sentimientos mas puros que alberga el ser humano más evolucionado en la escala filogenética descrita por el Che Guevara… el Revolucionario.


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Carlos Pérez Mujica


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