¿Qué hacer? - Cuarta revisión

Primera versión: 1-4-2012

Segunda versión: 5-4-2013

Tercera versión: 15-4-2013

Cuarta versión: 6-6-2013

Este documento fue elaborado para la consideración del Presidente Nicolás Maduro y su equipo de gobierno, así como de la más alta dirigencia política de la revolución bolivariana. Sin embargo, la segunda versión, que fue circulada entre nuestras redes más cercanas de pensadores y dirigentes revolucionarios para recoger comentarios y llegar a consensos en la propuesta, fue filtrada, sin nosotros saber cómo ni porqué, al diario ABC de España, el día 10 de Abril. El 11 salió reseñado en El Mundo, el 12 en El Nacional, y luego en otros diarios, como el Reporte Económico, y el Nuevo Herald, de Miami. Ahora que el documento es de conocimiento público, queremos circularlo ampliamente entre los revolucionarios, y hasta entre la gente de oposición, incluyendo el sector privado productivo (no hay que olvidar que Engels, un empresario burgués, fue uno de los marxistas más acérrimos) para nutrir la propuesta al Presidente Maduro. La idea es que esto no tenga autor o autores conocidos, sino que sea una propuesta colectiva, que vaya sumando de manera coherente comentarios, adiciones, correcciones, cambios, buscando la verdad, para beneficio de todo el pueblo venezolano, de manera inclusiva. La circulación va a ser a través de redes, y por favor hagamos hacer llegar los comentarios a través de quien nos lo envió, para también así evitar “crackeos” maliciosos del contenido. La versión más reciente tendrá, en la parte del prefacio, la indicación de qué es lo nuevo y lo modificado. Las versiones sucesivas serán cada vez más pulidas y amplias, pero siempre conservando la coherencia interna de las ideas, para ir sumando cada vez más voluntades entusiastas, como coautores e impulsores, y así lograr una Venezuela y un mundo mejor para todos.

Esta cuarta versión está dirigida, además, a todo el pueblo. Por eso incluye varias explicaciones didácticas, para que alguien que no tiene formación académica en economía y política pueda entender los conceptos técnicos usados en materia de economía y política. Hemos tratado de esmerarnos en eso, pues, como se verá, se trata de algo que es realmente sencillo, y es imprescindible que el pueblo se entere de las cosas, pues llegó la hora histórica de su protagonismo no solo político, sino económico. Como nos hemos extendido un poco en explicaciones didácticas, no se ha podido evitar que el documento se haya hecho mucho más extenso. De 27 páginas, ha pasado a más de 100 (incluyendo los anexos). Por eso, hemos hecho un Resumen Ejecutivo de dos páginas, para que quien no tenga tiempo de leerlo todo de una vez, tenga presente una idea clara y precisa de lo que contiene, para que luego pueda ir avanzando poco a poco en la lectura del texto completo. Repetimos: nos interesan mucho los comentarios de todos, para ir mejorando la propuesta en versiones posteriores actualizadas.

A los intelectuales de todas las disciplinas, sean académicos o no (hay intelectuales del pueblo que no han estudiado, que son muy profundos en sus análisis, lo mismo que pasa en el ámbito de los hackers, pues muchos de ellos son niños o adolescentes que nunca han ido a la escuela, y son geniales): en particular en Economía, Filosofía, Politología, Sociología, Antropología, Sicología y Teología. También a los políticos y a los formuladores de política económica y social: este documento pretende ser una contribución teórico-práctica a nivel no solo nacional, sino mundial. Por tanto, ayúdennos a revisarlo con cuidado, por favor, y no teman criticarlo con todo rigor, pues eso no nos puede perjudicar, sino que, al contrario, nos sirve par irlo mejorando. El pueblo venezolano lo agradecerá mucho.

Los autores de este documento, que somos todos, renunciamos a nuestros derechos de autor. Lo único que pedimos es que siempre se conserve como bien público, y de propiedad común. Que nadie se apropie de él diciendo que el documento o parte de él es una idea privada suya por la que va a cobrar o a ganar prestigio personal o de grupo. Y también pedimos que sea distribuido y redistribuido de manera gratuita, especialmente por los medios alternativos: la Internet, las conversaciones boca a boca, por teléfono, por las redes sociales, por los periódicos y medios comunitarios. La idea es evitar lo más posible los medios tradicionales de prensa, radio y televisión, de la orientación que sea, en que los oyentes se transforman en receptores pasivos, pues lo que queremos es que todos lo leamos y que sirva para que todos seamos agentes activos, que intercambiemos ideas, hagamos comentarios unos con otros, sin temor a criticar, a adelantar propuestas, mejoras, a ser creativos y así rescatemos el espíritu hacker que todos tenemos dentro: que todos seamos el Actor Principal, el Protagonista de este Teatro Real de la historia de ideas, acciones y hechos que queremos impulsar con este proyecto.

Por último, queremos aclarar el porqué algunos de nosotros conservamos el anonimato en la autoría colectiva de este documento. El objetivo principal es que nos centremos en la discusión de las ideas y las propuesta planteadas, y no de quién las hizo, en el entendido de que las verdades se sustentan por sí mismas. Hay quien ha tildado esta estrategia de “caballo de troya”, o de “quinta columna ideológica”, generando sospechas sobre quienes son los autores, para descalificar al contenido. Esta nueva versión es lo suficientemente clara para que el lector común, sin preparación académica en lo económico y lo filosófico, entienda su contenido. La versión anterior ya era entendible por quien supiera de economía. De manera que quien usó esa versión para tildar al documento de caballo de troya, o de quinta columna, o no entendió el contenido, o tienen otras intenciones, como la de entrar en el debate sobre el carácter de las personas que lo han escrito. Es bien sabido en Filosofía que alguien que ataca al mensajero para descalificar el mensaje se descalifica a sí mismo como un contendor, pues se trata del uso deliberado de una falacia argumental, conocida como ataque “ad hominem”: un argumento de este tipo no solo no aporta nada a lo que se está debatiendo, sino que saca automáticamente del debate a quien lo usa.

Pero hay una circunstancia en que cuestionar al autor de una propuesta tiene validez: cuando esa persona se está proponiendo para un cargo de representación, como por ejemplo Ministro de Economía. En ese caso es crucial saber de quién se trata, pues esa persona va a estar tomando decisiones a nombre del pueblo que pueden afectarlo negativamente, por lo cual ese candidato debe debe estar probado, tanto ética, como ideológicamente, y no basta lo que dice, pues eso puede reflejar una estrategia engañosa para presentarse como apropiado. Pero quien ha usado ese argumento ad hominem en este caso está entrampado doblemente, pues el documento era anónimo desde un principio. Por lo tanto, quien identificó a uno de sus miembros, y especuló sobre otros, reveló algo: que no se trata solo de descalificar al mensajero, sino que el objetivo es atornillarse en su cargo, o atornillar a quien está allí. En efecto, aunque no hablamos de esto arriba cuando dijimos que era válido hablar del mensajero cuando es candidato o candidata a representación, si hay una candidatura, hay que considerar, obligatoriamente, a las demás, entre ellas las de quienes actualmente la ocupan. Nosotros queremos seguir con esta estrategia de anonimato porque no está planteado entre sus miembros postularse para cargos de representación, y porque sabemos que ese debate ensuciaría completamente la discusión de las ideas, que es lo que queremos. Es tan limpia esta estrategia, que hasta desenmascara a quienes tienen otras intenciones, que son perversas, como se ve: atacar a un rival personal usando la difamación, para indirectamente afianzarse a sí mismo como candidato no revelado al oyente o lector, tratando de manipular su subconsciente. Y aquí está la segunda trampa en que cae: el irrespeto al oyente o lector, que es tratado como manipulable, sin un criterio propio para juzgar por sí mismo si el documento es adecuado o no, sin saber quién lo hizo. Es una trampa porque el lector se da cuenta de estos intentos de manipulación, y reacciona contra eso.

De hecho, hacemos notar que al miembro del grupo que ha sido identificado, se ha difamado (por ejemplo calificado de “fascista”), vilipendiado, censurado, bloqueado de posibles cargos en la administración pública. Imagínense cómo está el ambiente entre quienes se quieren atornillar, y entre quieren defender con armas muy alejadas de la ética revolucionaria la gestión económica del gobierno. Esa es una segunda causa para conservar el anonimato del resto de los compañeros, pues son gente que trabaja en la administración pública, y sus ingresos son los que mantienen a sus familias. De manera que esta estrategia es la típica de un grupo guerrillero que oculta la identidad de sus miembros para que sus personas y la de sus familias no sean presa fácil del enemigo. Por supuesto, la guerra es la de las ideas, por lo que somos guerrilleros de las ideas, de las verdades. Lo lamentable es que esto no sería necesario si en este proceso no hubiera los vicios tan negativos de la censura, de la prohibición de la crítica, y la autocrítica, como se pide en el Golpe de Timón, y en las tres R: Revisión, Rectificación y Reimpulso. Así que, reconociendo esta realidad, yendo al debate estamos entrando también en una guerra de las ideas y los estilos, con todos los hierros, con todas las armas de la Independencia que nos dejaron nuestros Libertadores y Liberadores. Llamamos por eso a todo el pueblo venezolano y al pueblo mundial a declarar una guerra a muerte de independencia, de liberación, contra las ideas enemigas que nos tienen esclavizados. Todas las personas quedamos absueltas, por ser “americanas”, en términos del Decreto de Guerra a Muerte de Simón Bolívar, pues en caso de estar equivocados, no somos culpables, sino que estamos siendo sometidos, esclavizados, por ideas, creencias, supuestos malignos, y por lo tanto tenemos que comprendernos. Pero a las mentiras mismas, las manipulaciones, las medias verdades, la intolerancia, el odio, la envidia, el rencor, la descalificación personal por motivos corruptos inconfesables, los estilos de censura que no permiten la crítica, y que prohíben la autocrítica, y otros demonios ideológicos que oprimen, esclavizan, e impiden la liberación del pueblo, de las personas, les decimos en esta declaración, como Bolívar:

“Contad con la muerte, aún siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de la América. Americanos, contad con la vida, aun cuando seáis culpables”.

Curiosamente, esta guerra no la puede librar nadie por otro. Como se verá hacia el final del documento, donde citamos más extensamente el Decreto de Guerra a Muerte, el meollo de esta guerra no es que las ideas combaten contra otras entre sí, desligadas de las personas, de las organizaciones. El problema es que las ideas del mal están arraigadas en nuestras mentes, dominándolas, de manera que las ideas del bien deben ser acogidas en esas mentes, para que sustituyan a las malignas en un proceso de desapego y liberación que con frecuencia lleva un esfuerzo y una voluntad importantes. Es el esfuerzo de la guerra, la guerra por la liberación, a la que nadie puede escapar, pues hasta la “indiferencia”, hasta la divagación, hasta la “neutralidad conformista” muestran que no estamos disfrutando de la alegría, la pasión por la vida, la abundancia, la completitud, la vida plena a la que todos estamos llamados en este momento de la historia humana. Así, en esta guerra, que es por la paz en realidad, como decía Jesús de Nazaret,

“La verdad nos hará libres”

Resumen ejecutivo

En este documento planteamos la necesidad de hacer cambios significativos en la política económica tendientes a avanzar la revolución en el terreno económico, luego de los avances hechos en materia política y social. Los cambios consisten en profundizar la revolución socialista. Los problemas que hay que solucionar tienen que ver con una inflación endémica y un aparato productivo que no ha respondido a los estímulos de gasto público, mientras se ha profundizado la dependencia rentística del petróleo. Pueden ser caracterizados por una inflación por encima de mil puntos porcentuales en los 14 años de gobierno, con el precio de los alimenticios subiendo en 1760%, siendo la cifra más alta de toda Latinoamérica, con signos claros de aceleración, pues la inflación de Mayo llegó a 6%, más alta en un mes que la de todo el año en Latinoamérica. La producción solo ha crecido en 10%, la más baja de la región, excepto Haití. El índice de industrialización siguió bajando en nuestro gobierno, situándose en 13,9% el año pasado, cuando había llegado a 20% en 1986, y las exportaciones no petroleras pasaron de ser, de 40% del total, a solo el 4% en 14 años. La situación fiscal es grave, llegando a 15% del PIB, con problemas para financiar los gastos sociales, con una situación de producción petrolera muy problemática, a pesar de los altos precios petroleros, y se ha recurrido a la emisión de dinero del BCV para financiarla.

Las causas de la situación tienen que ver con el aumento del tamaño del estado centralizado heredado de la Cuarta República, que no pudiendo transformarse desde arriba, ha absorbido en su corrupción buena parte de nuestra gestión, bien intencionada. Además, el gasto social y el estímulo productivo se han convertido en inflación, y no en producción, en presencia de un régimen cambiario y unas políticas de importación que han perjudicado el desarrollo productivo, sobre todo por la emisión de papel moneda por parte del Banco Central. Para corregirlas se proponen:

Medidas Inmediatas

Decretar una Emergencia Nacional del Poder Popular, con un Comando llamado Golpe de Timón, liderado por un Vicepresidente de asuntos Socio-Políticos, que debe ser el Ministro de las Comunas. En el Comando deben estar todos los ministerios que tienen que ver con las misiones.

  • El objetivo es el de transferir, dentro un plazo máximo de un año, comenzando inmediatamente, todas las misiones a los Consejos Comunales y Comunas (CCC), eliminando el Fonden, y requiriendo que PDVSA se consagre exclusivamente a su función petrolera.
  • El Vicepresidente de las Comunas, podríamos llamarlo, debe ser el Secretario Ejecutivo del Consejo Federal de Gobierno (CFG), con el fin de viavilizar efectivamente la transferencia, y realizar las coordinaciones territoriales a todos los niveles que haya que hacer.
  • Además de las misiones, los CCC deben asumir un papel crucial en el otorgamiento de créditos a las PYMES, y la asignación de los subsidios de alimentación a la población de bajos recursos, y deben asumir control de la red de Mercales y Pdvales.
  • Como parte del traslado de competencias debe estar la transferencia de atribuciones de tipo policial. En particular, la Policía Nacional Bolivariana debe ser transferida al sistema nacional de Comunas, con coordinación nacional y territorial hecha desde el CFG. Esto con el fin de mejorar sustancialmente el tema de la seguridad ciudadana, con la instrumentación de todos los aspectos de esa materia, incluyendo el de inteligencia social, que incluya el tema del control y erradicación definitiva de los pararmilitares y de los sicarios, secuestradores, y todo tipo de delincuentes que azotan a la población.
  • De manera similar, se debe retomar con fuerza la idea original de las milicias populares, controlada por el sistema nacional de Comunas, dentro del CFG. La Fuerza Armada debe jugar un papel importante en esta materia, en los aspectos de entrenamiento y formación, así como en materia de control de armamento en manos del pueblo. Esta materia de seguridad nacional debe estar íntimamente ligada al tema de la seguridad personal, y estar conectada con el resto de instituciones nacionales y regionales de seguridad e inteligencia, siempre bajo la égida del CFG.

Medidas de corto, mediano y largo plazos

Decretar una Situación de Emergencia Nacional Institucional y Productiva, con un Comando liderado por un Vicepresidente de Economía, el Ministro de Planificación y Desarrollo. En el comando deben estar todos los ministerios que tienen que ver con la producción, agrícola e industrial, el comercio, la regulación, y la ciencia y la tecnología. Para ello, se crea la Comisión de Transformación del estado y la Producción, cuyos secretarios ejecutivos son el Viceministro de Planificación y Desarrollo Institucional, y del de Planificación y Desarrollo Económico. Debe:

  • Instrumentar, de manera sistemática, las conversaciones con el sector privado productivo para establecer reglas de juego claras para el mecanismo de mercado.
  • Proponer un nuevo Presidente, y un nuevo Directorio del Banco Central de Venezuela, que cuenten con el consenso de todos los miembros de la Asamblea Nacional.
  • Realizar una reforma tributaria que ponga al país a recaudar un impuesto sobre la renta del sector privado a los estándares por lo menos de Colombia y Chile. Al año siguiente, se comienza a implementar la nueva ley.
  • Instituir el Fondo Institucional de Estabilización Macroeconómica, en un lapso de 3 meses.
  • Crear de forma inmediata un sistema de tres tipos de cambio: 6.3 para bienes prioritarios, 10 para bienes no prioritarios, y el libre para el resto de las transacciones. Entre cinco y siete meses, pasar a un régimen de flotación limpia con bandas, para unificar el tipo de cambio. Se crean mecanismos en paralelo, para subsidiar el consumo de alimentos y medicinas a la población más necesitada, y de impuestos a la importación de artículos de lujo.
  • Instrumentar de inmediato un plan de transición que implique que el sector productivo nacional asuma lo que hoy se importa de bienes alimenticios para proveer a las redes de Mercales y Pdvales. En esto trabajará en conjunto con el Comando Golpe de Timón.
  • Elaborar un Plan de Industrialización, que incluya la actividad petrolera y del hierro y el aluminio, teniendo en cuenta todas nuestras ventajas comparativas, en lo material, y en lo político-social, incluyendo el impulso al socialismo endógeno en lo productivo.
  • Elaborar un plan de transformación institucional del estado que implique la transferencia de todos los poderes al pueblo, teniendo como base las Comunas. Este plan debe hacerse en el plazo máximo de un año, e incluye todo lo relacionado con los cambios en la Constitución y las Leyes a que haya lugar, y un plan de transición apropiado.
  • Transferir, en el lapso de un año, en conjunto con el Comando Golpe de Timón, las empresas de CVG, y todas las empresas del estado no estratégicas a los CCC de las zonas y el CFG, usando el principio de “control obrero”.
  • En lo inmediato, hacer, en conjunto con el Ministerio de Ciencia y Tecnología, un Sistema Nacional de Conocimiento Libre, que contenga las herramientas de operación institucional de los Consejos Comunales y las Comunas, diseñadas para ser trabajadas en una Red Nacional del Poder Popular, que contenga las redes sociales y de conocimiento libre del pueblo, una red de seguimiento de los planes y trabajos de todos los ministerios, una red de control de licitaciones del estado, y de solicitudes y gestión única de inicio y tramitación de permisos y pago de tasas de todas las empresas. Todo integrado en una red de seguimiento y contraloría social, a ser usada por el poder ejecutivo, y por todos los ciudadanos a través de la red del poder popular. Para este trabajo, se convertirá a Venezuela en el Paraíso de los Hackers.
  • En un plazo máximo de un año, establecer un plan de incremento del precio de la gasolina, para llevarlo a un nivel razonable que no constituya un agente distorsionador de la economía, y con el objetivo de eliminar las colas en las ciudades y pueblos del país. Se organizarán monopolios naturales de transporte público, consistente en el sistema de metrobús generalizado, como empresas mixtas a nivel de la ciudad participación de los trabajadores y las comunas.

¿Qué hacer?

A esta pregunta, Lenin en 1918 contestó: “Soviets y electrificación”. Nuestra respuesta, en las actuales circunstancias, es similar:

“Comunas y Producción”

La pregunta “¿Qué hacer?” refleja que estamos ante una situación inusual y grave, que requiere una respuesta distinta a la que hemos usado, pues si persistimos podemos incluso agravar el problema. Evidentemente el problema es lo económico, pues en lo social y lo político hemos avanzado como nunca. Pero antes de tratar de responder a la pregunta, veamos con claridad qué es lo que la motiva. Luego debemos tratar de explicar sus causas, para proponer entonces las medidas para corregirlas con la respuesta apropiada, que afortunadamente, como veremos, y paradójicamente para algunos, consiste en profundizar la revolución socialista.

En este sentido, y a manera de diagnóstico de la situación actual, alertamos sobre un abismo económico-social al que nos acercamos con inminente peligro, luego de transitar por demasiado tiempo por un despeñadero debido a las políticas económicas inadecuadas de nuestro gobierno. Se necesita una reformulación de las mismas, para frenar la caída, por un lado, y un relanzamiento de la economía, por el otro, para remontar la cuesta y alejarnos del abismo. Estamos a tiempo, y en vez de dejarnos llevar por el pánico y la inercia fatal, aprovechemos la situación como una gran oportunidad para afianzar el rumbo socialista sobre bases sólidas, aplicando las consignas de Revisión, Rectificación y Reimpulso (R³), por un lado, y de Golpe de Timón, por otro, que propuso el Comandante Chávez. La situación es tan grave, que requiere la declaración de una Emergencia Nacional Económico-Social para afrontar su solución, que tiene aspectos inmediatos, y de corto, mediano y largo plazos.

  1. Revisión

Esta primera de las tres partes del documento es un diagnóstico de la situación económica del país, que puede interpretarse como un paciente, como un cuerpo social. Se refiere tanto a la situación actual, como a la que tiene que ver con sus raíces. Por supuesto, un diagnóstico es crucial para poder recomendar los remedios adecuados a la enfermedad que aqueja a ese cuerpo. Consta de dos partes: en primer lugar, la que tiene que ver con los síntomas que muestra el enfermo, tanto los inmediatos, que han surgido últimamente y muestran su agravamiento por falta de atención adecuada, como los que ya venía experimentando desde un tiempo atrás, por falta de prevención. La segunda parte del diagnóstico es el que tiene que ver con revisar las causas de esa situación, lo que muestra claramente el cuadro clínico del paciente.

Es aleccionador en este sentido hacer un paralelismo entre una de las causas de la caída de la Primera República, analizadas por Simón Bolívar en el Manifiesto de Cartagena, y lo que está poniendo en grave peligro de caída de la Quinta, la República que pretende ser Bolivariana:

“La disipación de las rentas públicas en objetos frívolos y perjudiciales, y particularmente en sueldos de infinidad de oficinistas, secretarios, jueces, magistrados, legisladores, provinciales y federales, dio un golpe mortal a la República, porque la obligó a recurrir al peligroso expediente de establecer el papel moneda, sin otra garantía que las fuerzas y las rentas imaginarias de la confederación. Esta nueva moneda pareció a los ojos de los más, una violación manifiesta del derecho de propiedad, porque se conceptuaban despojados de objetos de intrínseco valor, en cambio de otros cuyo precio era incierto y aún ideal. El papel moneda remató el descontento de los estólidos pueblos internos, que llamaron al comandante de las tropas españolas, para que viniese a librarlos de una moneda que veían con más horror que la servidumbre”.

Simón Bolívar

Fijémonos que el Libertador está haciendo referencia a un aumento del tamaño del estado que produce un déficit (la diferencia entre gastos e ingresos), pues no hay ingresos reales suficientes para financiar ese aumento. Y que el déficit está financiado por emisión de dinero primario, el papel moneda, que hoy es hecho por el Banco Central. Además notemos que Bolívar habla de inflación (aumento de precios) cuando menciona que objetos reales eran comprados por dinero sin valor. Finalmente, tengamos en cuenta que el Libertador atribuye al enojo de los pobladores por la situación económica, por la que se sentían esclavizados y despojados de su bienestar, como motivo para cambiar su adhesión política, y solicitar a los enemigos de la República que los vinieran a salvar de esa situación nefasta para ellos. Es exactamente el tipo de advertencia que estamos haciendo en este documento, y que motiva la mayor parte del diagnóstico, el análisis causal, y las propuestas de solución.

A. Síntomas inmediatos

  1. Inusualmente altos niveles de desabastecimiento interno, con un porcentaje de escasez general de más de 20% en las cifras del BCV (Banco Central de Venezuela), y que llega al 50% en varios rubros vitales, como harina pan, aceite y azúcar1. El porcentaje es aún mayor en algunas encuestas privadas, y representa la cifra más elevada desde Mayo de 2008, justo antes de la recesión del 2009. El problema va más allá del acaparamiento, como explicamos abajo, y los Mercales y Pdvales también han experimentado problemas de abastecimiento.
  1. El Producto Interno Bruto (PIB) apenas creció el primer trimestre del año: un 0,7%, y el de la industria manufacturera cayó en 3,6%. Realmente nos extraña mucho el aumento de 0,9% en el PIB petrolero, cuando la cantidad exportada, que representa un 80% del total, bajó en un 6% en el mismo período. De hecho, un cálculo matemático sencillo revela que, para que esto fuera cierto, la producción con destino al consumo interno tuvo que haber crecido en 821%, lo cual es falso, por los datos que tenemos de producción interna por otras vías. También nos extraña mucho el crecimiento del 31% en la actividad de los bancos, que tendría que reflejar incremento de créditos, básicamente, por ese monto, cuando la actividad manufacturera bajó, y el resto de los sectores, tanto públicos como privados, estuvieron en general estancados. Un crecimiento tan grande como ese, dado el tamaño de el sector financiero en Venezuela, implica un importante crecimiento del financiamiento de la actividad productiva. Dada la estructura del financiamiento bancario, que es por mucho, de corto plazo, suena que esas cuentas, en una parte importante, son incobrables, o son un peso grande para el sector productivo, que va a ser golpeado adicionalmente por esta vía (si una empresa pide prestado a un banco, y su negocio no va bien, debe incurrir en pérdidas para poder pagar). En el contexto en que nos movemos, la inversión productiva de largo plazo es prácticamente inexistente, y de plazos superiores a un año deben ser muy escasas. De hecho, la cifra de crecimiento del PIB en el primer trimestre tardó unas tres semanas más de lo normal para reportarse en el Directorio del BCV por presiones del gobierno, lo que, en conjunto con lo dicho, genera mucha desconfianza, lo cual es lamentable, porque su departamento de estadística ha sido hasta ahora la institución más confiable, nacional, e internacionalmente en Venezuela, hasta para el FMI, que le ha tenido muchas ganas a nuestro país por razones políticas, como sabemos. Sobre esto, recordemos que el FMI, además de prácticamente todas las instituciones e investigadores relacionadas con la economía a nivel mundial, ahora no confían en las estadísticas oficiales en Argentina por maquillaje de las cifras, que terminan notándose, como en este caso. En todo caso, aún si tomamos la cifra como cierta, esta situación de la producción interna, junto con la evidencia y las predicciones de inflación mencionadas abajo, significan una “estanflación”, el peor de los escenarios para una economía: estancamiento con inflación.
  1. Las cifras de inflación del inicio del año muestran un escenario extremadamente preocupante. Solo en los cuatro primeros meses del año la inflación ya alcanzaba el 12,5%, a pesar de que el gobierno había estimado 16% para todo el año. La cifra de Abril, de 4,3% ya era sumamente alta. Pero la de Mayo, de 6.1% muestra signos claros de inicios de una aceleración exponencial de esa variable, que puede llegar a 70% en el año si no se cambian las políticas y baja el precio petrolero, pues en ese caso se darían las condiciones para que se inicie una hiperinflación: estancamiento del producto, entrabamiento y retardo en las importaciones, financiamiento recurrente del abultado déficit fiscal con dinero emitido por el BCV, y, como consecuencia de ello, muy alto crecimiento de la cantidad de dinero sin respaldo productivo. No creemos que se llegue a este escenario, realmente, pues antes de que ocurra deberían darse cambios en la política económica, sobre todo cuando se perciba la gravedad de la situación, pues el pueblo se va a quejar cada vez más, y no se va a conformar con los pañitos calientes que se han anunciado en los últimos días, que como veremos no resuelven, ni mucho menos, el problema de fondo. Sobre este tema de los precios, terminemos diciendo que, mientras en el resto de los países de Latinoamérica la inflación para todo un año está en promedio entre 1% y 5%, la nuestra de solo un mes de los doce, Mayo, está por encima de eso. El fenómeno es más impactante si se tiene en cuenta que la subida de precios en los alimentos, principal rubro de la escasez citada, es de 10.1%. Evidentemente estamos ante un cambio de tendencia: de crecimiento aritmético, estamos pasando a crecimiento exponencial, que seguirá si no se cambian las condiciones que lo han generado.
  1. Quejas generalizadas, por parte de amplios sectores de la clase media y de los pobres, incluyendo importantes pensadores, articulistas y componentes del pueblo revolucionario, en relación a su disminución de nivel de vida debido al alto costo de la cesta básica y a la escasez de alimentos vitales que se agrava día a día ante los ojos de un pueblo en creciente desesperación, especialmente en las ciudades y pueblos del interior. Algunos sectores revolucionarios culpan de esto a la reciente devaluación, sin darse cuenta de que esto es solo una señal de un problema mucho más amplio, que analizaremos abajo como parte del diagnóstico. No nos cabe duda de que esto incidió determinantemente sobre el resultado electoral tan cerrado, pues la percepción sobre el tema de la inseguridad, que es el tema que más preocupa a los electores, permaneció alto, e igual, antes de las elecciones de Octubre, con relación a los días antes de las de Abril, y solo empeoró notablemente la relativa a las perspectivas económicas: En Octubre, más del 50% de la población pensaba que la situación económica estaba bien, mientras que en Abril, más del 50% pensaba que estaba mal. Lo inexplicable no es que 700.000 votos se hayan perdido, y “que haga falta formación ideológica” (!). Lo que es realmente notable es que fue la tremenda lealtad del electorado chavista lo que salvó la elección. Pero estamos en peligro, como lo advirtió el mismo Libertador en su tiempo.
  1. Déficit alarmante del sector público consolidado en los últimos años, de alrededor de 11%-15% del PIB, incluyendo PDVSA, las empresas básicas, y las empresas nacionalizadas, excepto CANTV y Banco de Venezuela, a pesar de que el déficit del gobierno central, de entre 4% y 5% del PIB, puede dar la falsa apariencia de que la situación es manejable. Esta situación es insostenible (no se puede seguir financiando las misiones, ni siquiera el gasto ordinario que incluye sueldos y salarios de la administración pública, si no se tiene dinero suficiente, pues no se puede vivir de grandes deudas indefinidamente)
  1. De los últimos déficits consolidados, ya elevados, alrededor del 70% han sido financiados con emisión de papel moneda por parte del BCV. Y no solo para financiar empresas quebradas, como las de Guayana. Solamente el déficit de PDVSA, desde Abril del año pasado, a Abril de este, en un 70%, ha sido por esa vía de emisión de dinero primario. Como consecuencia de la emisión de papel moneda, y de crecimiento del dinero bancario que esto genera, la liquidez (que es la suma del dinero del Banco Central más el de los “depósitos”, el dinero que crean los bancos públicos y privados), ha crecido en 65% interanual, una cifra sumamente alta para estándares históricos de nuestro país, e impensable para cualquier país en el mundo hoy por hoy, que seguro genera inflación si no tiene una contrapartida similar en el crecimiento en el producto, como en nuestro caso, y como lo decía Bolívar en el párrafo citado en relación a la Primer República.
  1. Sobre el régimen de control de cambio, se notan dos cosas. Primero, que no ha sido efectivo en mantener un bolívar fuerte, sólido. Como veremos abajo, no podría haberlo hecho por sí mismo, pues necesita condiciones económicas fundamentales, que se han debilitado como producto de la evolución de la economía en estos últimos 14 años. Por lo pronto, notemos que ha habido una devaluación de la moneda en un monto importante. Primero de 4,30 a 6,30 Bs/$ para la tasa oficial controlada por CADIVI. Luego el sistema del SICAD, que ha llevado la tasa de la antigua SITME, que estaba en 7,30 Bx/$, a unos 14 Bs/$ (esto no se ha anunciado, pero se sabe por los caminos verdes de los economistas informados, además de los sectores, como la banca, que tiene información privilegiada). La primera implica una variación de 32%, y la segunda de 48%, que son cifras muy altas. El tipo de cambio del mercado negro también se ha devaluado estrepitosamente en los últimos meses: ha pasado de unos 10 Bolívares por dólar, a unos 25, una devaluación de 60%.
  1. Lo segundo del régimen cambiario, tiene que ver con el monto de divisas que se va del país por fuga de capitales. La diferencia entre entradas y salidas de dólares en el país es llamado “superávit en cuenta corriente”, porque refleja la diferencia entre ventas y compras al exterior, que son las exportaciones e importaciones, respectivamente. Esa diferencia, lógicamente, es la acumulación o desacumulación de dólares en el país, ya sea por el gobierno, y/o por el sector privado. El año pasado hubo un superávit en cuenta corriente de unos 11 miles de millones de dólares. De estos, dos mil millones terminaron como acumulación de reservas del sector público, y 9 mil millones, como acumulación por parte del sector privado, o “fuga de capitales” (ahorro de los nacionales en el exterior, en dólares). De hecho, la fuga de capitales entre 1998 y el año 2012 fue de 136 miles de millones de dólares, al pasar los activos brutos en manos privadas de 23,9 a 160,3 miles de millones de dólares, lo que representa un 470% de incremento. Esto implica que el régimen de control de cambios no ha funcionado en el segundo de sus objetivos fundamentales: evitar que los dólares que entran por exportaciones petroleras se vayan a financiar inversión real de otros países, y no se queden en el país con ese propósito.
  1. Además de lo dicho, hay un hecho insólito que no se puede dejar desapercibido, por lo inusual y preocupante: a pesar de que el año pasado hubo superávit en cuenta corriente (11 miles de millones de dólares), en el cuarto trimestre hubo un déficit que implicó que el sector público perdió 1,7 miles de millones de dólares. Lo problemático de esto no es el déficit en sí, sino la circunstancia de que esto ocurrió en momentos en que hemos tenido los precios petroleros más altos de la historia. Esto indica que si los precios petroleros bajan, o si la producción de PDVSA continúa estancada, nuestro país, como un todo, no es sostenible tal como lo venimos concibiendo y operando: hay que hacer un fuerte ajuste a la baja en nuestra relación con el exterior, que refleja al fin y al cabo una una pérdida de productividad real interna relativa al resto del mundo. Esto implica que se va a activar, tarde o temprano, incluso si el gobierno lo demora artificialmente, el mecanismo de ajuste a esta realidad: una baja drástica, adicional a la que venimos viendo, del tipo de cambio: una fuerte devaluación adicional.

B. Síntomas de mediano y largo plazos

  1. Mientras en Latinoamérica la inflación acumulada, desde que tomamos el poder político, se ubicó en alrededor de 100%, la nuestra se ubica en promedio en un 1030%, y los precios de nuestros alimentos crecieron en un 1760%, según datos de la CEPAL. Esto muestra que la inflación de corto plazo que mostramos no es la excepción, y estamos ante un fenómeno endémico, que denotan una enfermedad que no es pasajera y que se está agravando a medida que pasan los días de manera alarmante, una falla que hay que corregir urgentemente, y no se puede citar para justificarla, luego de 14 años, las inflaciones de la Cuarta República, y de las hiperinflaciones del pasado en algunos países latinoamericanos como Bolivia, o la Alemania de la post-guerra.
  1. De hecho, podría decirse quizá que esta alta inflación fue el precio que tuvimos que pagar por el impulso a la producción. Pero la cifra por este concepto en todo este período, según el mismo informe, es en promedio de solo 10%, mientras que todos los demás países latinoamericanos, incluyendo Argentina, Brasil, Colombia, Chile, Uruguay, Ecuador, crecían entre un 35% y 45%, en promedio, con países como Panamá llegando a más del 70% Solo Haití se colocó por debajo de nosotros, con un -7%, y Paraguay igual que nosotros, en 10%.
  1. El gasto público en el tiempo ha mostrado un comportamiento pro-cíclico, que implica que cuando se tiene mucho ingreso, se gasta, y cuando se tiene poco se contrae el gasto. Son conocidos los episodios de lo primero. En el documento citado abajo, sobre las R³, actualizado al 2013, se detalla cuantitativamente este análisis. Pero solo mencionaremos aquí el caso contrario, que ocurrió en el 2009, y está ocurriendo ahora, luego de las elecciones de Octubre de 2012. El precio petrolero (y el ingreso) bajó de 127 $/b en Agosto del 2008, a 27 $/b en Febrero de 2009. El gasto se redujo en 20% en el primer semestre de 2009, lo que demuestra nuestro argumento. Por cierto, como consecuencia de ello, el PIB no petrolero bajó 1,7% en 2009 y 1,6% en 2010.
  1. Aumento desmesurado de la fuerza laboral en el sector público, tanto administración pública, como empresas del estado, sin que esto se haya traducido en un aumento proporcional de la provisión de productos y/o servicios. Por ejemplo, la administración central ha más que doblado el número de ministerios, y ha más que duplicado el número de empleados públicos. PDVSA ha pasado de tener algo menos de 40.000 empleados a más de 120.000. Este agrandamiento, y baja notable en la productividad del estado, en conjunto con la percepción de los crecientes niveles de desvío de recursos y otras formas de corrupción apunta a que, aunque no por intención, se ha agrandado y fortalecido el estado centralizado-corporativo-representativo que heredamos de la Cuarta República, en vez de haberse transformado para dar paso al Poder Popular, que es lo que está planteado ahora en como solución urgente en ese sentido.
  1. El compromiso de gasto que este crecimiento del sector público ha implicado, ha evidenciado cada vez más su incapacidad creciente de hacer frente a las obligaciones adquiridas, no solo de gastos sociales, sino de gasto ordinario, llegando incluso al de carácter laboral. Son sabidos los atrasos en los convenios de contratación colectiva en el sector público, y las quejas crecientes en este sentido. Lo preocupante es la incapacidad de hacer frente a estos compromisos en un contexto en que los ingresos fiscales petroleros están a cifras históricas muy altas, con un precio por encima de los 100 $/b, y que, dada la dinámica de caminata aleatoria de esta variable, es perfectamente posible que baje.
  1. De hecho, sobre los ingresos más sólidos que hemos tenido, que vienen de las exportaciones petroleras, hay dos asuntos preocupantes: tanto la producción, como los precios. En materia de precios, dadas las circunstancias internacionales, y las predicciones de los expertos en la materia, es bastante posible que baje de 100 dólares por barril este año, con lo cual la situación fiscal se pondría peor que en la precaria situación en la que ya está. Por otro lado, hay signos preocupantes en relación a la producción de PDVSA, tanto en productividad, como en monto producido. Primero, la capacidad de producción y exportación se han mantenido prácticamente iguales desde el año 2005: si en ese año cifra promedio era de alrededor de 3.325 miles de barriles diarios, la correspondiente al año 2012 fue de 3.080 miles. De hecho, ha habido una baja en la producción de PDVSA propiamente dicha, que ha sido compensada, en parte, por un alza en la de las empresas mixtas y las asociaciones de la faja petrolífera del Orinoco. Por ejemplo, la producción del Zulia es hoy de 680 miles de barriles diarios, solo un 60% de lo que se producía en el 2005. En este año, el “plan siembra” de PDVSA, planificado en el 2005, implicaba que la producción del 2012 debería haber sido 5.800 miles de barriles diarios, que deberían ser los encargados de mantener a flote la inversión social de la revolución, e impulsar el proceso productivo interno para “sembrar el petróleo”. Este fracaso del plan siembra no se debe a que la cuota de la OPEP haya puesto restricciones, pues con precios altos como los que hemos tenido, esa cuota permitía perfectamente esa producción. Hay que tener en cuenta que lo mostrado ha ocurrido cuando el personal de la empresa se ha más que triplicado, al pasar de algo menos de 40.000 a más de 120.000 empleados fijos, con la correspondiente baja de productividad. La política laboral incluyó la absorción, como empleados fijos, de los alrededor de 50.000 tercerizados, y además se contrataron 30.000 empleados fijos adicionales. Pero a esto, que ya es grave, se añadieron 60.000 tercerizados más, lo cual es absurdo, pues si se absorbieron los tercerizados fue par dejar de tenerlos: ¡los antiguos tercerizados deberían estar, desde dentro, realizando las funciones que ahora están realizando los nuevos tercerizados, que ahora son más en número!. Es cierto que mucho de ese personal nuevo se ha consagrado a labores que no son de producción, sino a las misiones sociales. Pero ciertamente hay que revisar lo que ha pasado, y proponer soluciones, como las que adelantamos más abajo, pues el petróleo es no solo nuestra fuente principal de ingresos fiscales y divisas, sino que debe ser, como no lo ha sido por errores de política de desarrollo industrial y agrícola, nuestra fuente de “acumulación originaria” para ese desarrollo, y para independizarnos económicamente.
  1. Empeoramiento de la capacidad productiva manufacturera y agrícola en la estructura de la producción total. Los sectores “transables”, que deberían ser el motor de un desarrollo endógeno y autosostenido, han empeorado en términos relativos, en favor de los sectores no-transables, como la construcción, el comercio y los servicios financieros, mientras ha aumentado la dependencia productiva y fiscal sobre el petróleo. En este sentido, baste mencionar el índice de industrialización, que llegó a su más alto punto de toda nuestra historia en 1986, con un 20%. En 2012 se situó en 13,9%. Alguien podría decir que desde que nuestro gobierno tomó posesión, la cosa ha mejorado. Pero no es cierto: en 1997 el índice estaba en 17,7%, lo que muestra una desmejora, lamentable, que evidencia una desindustrialización en el país en estos 14 años de nuestro gobierno. Los sectores que se han beneficiado, en términos relativos, han sido el comercio (muchas empresas productivas se han transformado en empresas comerciales de importación), la construcción, las comunicaciones y las financieras, que no son dinámicas para el desarrollo, sino que viven de la demanda cautiva interna, generada directa o indirectamente del gasto del gobierno.
  1. Lamentable fracaso de la política de promoción de cooperativas y de empresas de producción social. Las honrosas excepciones, como Fama de América, han aprovechado la política de cooperativas, pero han prosperado frente a un clima macroeconómico muy adverso. Esto es realmente grave, pues es la bandera real del socialismo, que está en el suelo, entre el barro, sin poder izarse orgullosamente. Tampoco está izada la del modo de producción capitalista, realmente, sino que la única que flamea es la del fracaso económico productivo. No se trata de un problema de diseño de las cooperativas, pues ha habido esfuerzos muy acertados en este sentido, si bien es cierto que ha habido problemas de implementación. Tampoco se trata de un problema de falta de créditos, que han abundado. Se trata de lo mismo que ha ocurrido con la inefectividad de los créditos para las pequeñas y medianas empresas agrícolas, e industriales. El hecho de que el incremento masivo, con las mejores intenciones, de los créditos agrícolas, por ejemplo, no se haya traducido en un incremento notable de la producción, no se debe tanto a la falta de gerencia pública en este sentido, realmente. Se trata del mismo problema que ha afectado a las empresas capitalistas tradicionales, grandes y pequeñas: la falta de condiciones macroeconómicas para la inversión de mediano y largo plazo.
  1. Un aumento de la dependencia petrolera en materia de exportaciones y como porcentaje del PIB. Con esto, ha aumentado la economía rentista. De hecho, las exportaciones no petroleras han pasado a representar, de 40%, a 4% del total en estos últimos 14 años. La idea que desde hace mucho se tiene en el país es la de dejar atrás la economía rentista, dependiente del petróleo en ingreso, en producción, y en exportaciones, se basaba en la propuesta de sustituir la importancia de la producción petrolera por producción industrial y agrícola; sustituir la importancia del ingreso fiscal petrolero por ingreso fiscal no petrolero; sustituir la importancia de las exportaciones petroleras por exportaciones no petroleras. Eso era el objetivo en el pasado con la gran importancia que ya tenía el petróleo. No lo hizo la Cuarta República (excepto tímidamente en la década de los 70), y no lo hizo la quinta en sus primeros años. Pero en los últimos, la cosa ha empeorado, pues los precios petroleros, han aumentado tremendamente, y con más razón hemos debido hacer las sustituciones planteadas, y eso no ha ocurrido. Lo que ha pasado es que el ingreso adicional petrolero se han transformado simplemente en gastos corrientes, gastos sociales, con un componente de créditos y estímulos para la inversión productiva alternativa que no ha tenido efectos. El otro destino que ha tenido ese ingreso adicional petrolero, para colmo de males, es de la inversión real, pero de los países desarrollados, en los que han invertido financieramente los agentes del sector privado que han realizado la fuga de capitales que hemos mencionado. Recordemos aquí también lo que está pasando con la balanza de pagos, el superávit en cuenta corriente: con los altos precios petroleros estamos empezando a tener déficit en esa cuenta. Todo esto muestra el tremendo descalabro de la política económica de nuestro gobierno, cuyos errores de diseño, y sus soluciones, planteamos abajo. Por supuesto, esto va sin mencionar lo que estamos registrando arriba: que en la producción propiamente dicha de volumen de petróleo, hemos empeorado; y en industrialización del petróleo, hemos empeorado también: estamos exportando, como siempre, petróleo crudo. Y para colmo, no somos autosuficientes en el derivado más directo de la industrialización petrolera: estamos importando ahora gasolina. De hecho, ha habido falta de una política consciente de sustitución del rentismo, con reacciones rápidas a incrementos de la importancia del sector petrolero como lo hemos tenido en los últimos años.

Este cuadro hace pensar a amplios sectores de la población, además de los economistas conscientes de las cifras de la economía nacional, que la situación es insostenible y nos pone al borde del abismo mencionado: altos compromisos de gasto con ingresos públicos en merma, , con baja en la efectividad del gasto debido al gran aumento del empleo estatal y a la corrupción, con un sector privado industrial disminuido en número y/o con alta capacidad ociosa por desempleo del factor capital, y mayoritariamente enguerrillado con el gobierno, con disminución de la producción no petrolera, con alta inflación, con disminuido poder de compra por parte de amplios sectores populares y de clase media. Lo que hemos observado en los últimos días de conversaciones con el sector privado, es algo que va en la dirección correcta, como lo propusimos en las versiones anteriores del documento. Pero vemos signos preocupantes: las conversaciones deben ser sobre reglas, no para ganarse al sector privado políticamente mediante dádivas tipo Cuarta República, tipo empresariado rentista parasitario. Seguimos manteniendo sobre esto la propuesta de las versiones anteriores, listadas abajo. Esto puede tomarse como el inicio de cambios importantes en la política económica que cambien el cuadro que hemos mostrado.

Hasta ahora, las clases oprimidas que apoyan el proceso revolucionario han sido muy pacientes, dados sus niveles de conciencia política y su alto nivel de organización de base, ganadas en este proceso gracias principalmente al liderazgo político y moral del Comandante Chávez. Pero se huele en el ambiente la posibilidad de un estallido social, como efecto posterior de la posible caída al abismo económico al que nos acercamos peligrosamente, como hemos descrito someramente. Hasta ahora se ha culpado al sector privado por el problema. Pero un análisis más profundo y autocrítico arroja un diagnóstico claro de errores en el diseño en las políticas económicas necesarias para apalancar y afianzar el proceso revolucionario que ha tenido tantos logros en lo social y lo político. Y, como consecuencia de eso, crecientes niveles de desilusión y desesperanza pueden convertirse en un caldo de cultivo para que la ofensiva opositora que inició con fuerza después de las elecciones pueda hacer mella para generar una desestabilización política y perjudicar gravemente los avances que se han logrado gracias al arduo trabajo que el pueblo ha conseguido.

C. Análisis de las causas de la situación: sobre el diagnóstico correcto.

I. El estado representativo versus el poder popular

El problema principal de todo lo descrito es que no hemos creído, en los hechos más relevantes, más allá de las palabras, algunas leyes, y algunos intentos muy tímidos, en el socialismo como el mecanismo que podía resolver los problemas, tanto políticos, como económicos y sociales, que enfrentamos como producto de la herencia de la Cuarta República. Hasta ahora el énfasis ha sido el tratar de solucionar los problemas del pueblo, gestionando esas soluciones desde arriba, con la mejor intención, y con resultados notables en lo social y lo político-legal. Pero en el camino, para realizarlo, se ha fortalecido el estado centralizado, burocrático, corrupto-corruptor, corporativo, que sustituye al pueblo en vez de darle el poder, que, en el mejor de los casos, lo representa, en vez de permitirle que se represente a sí mismo. De estas corruptelas no se han salvado las estructuras de las misiones, ni la participación de empleados de PDVSA o de personal de la Fuerza Armada, pues no es cuestión de la buena moral individual de algunos de sus miembros, o de unos organismos centralizados que funcionan mejor que otros, sino de diseño político-institucional. De hecho, aquí está el meollo del significado del socialismo: Si no se ha avanzado en transformar el estado representativo, para impulsar, desde ahí, el Poder Popular, no se ha avanzado casi en términos políticos, más allá de las leyes que lo posibilitan en la teoría, y del discurso. Nos habríamos quedado en un estado del bienestar que favorece a los más necesitados, y el único cambio sería en el sentido de que los gobiernos anteriores favorecían a las clases dominantes. Como veremos abajo, ni siquiera se ha hecho una reforma fiscal apropiada, aún desde el estado representativo, por lo que desde ese punto de vista se ha representado realmente a esas mismas clases dominantes, que siguen con las mismas tasas impositivas de antes, que implican un ingreso fiscal no petrolero de unos 14 puntos del PIB, mientras que Colombia y Chile, entre los países que más favorecen a los ricos, reciben un impuesto no rentístico de alrededor de 25 a 30 puntos del PIB.

Lo único que se habría hecho, que realmente es un gran logro dado lo que teníamos antes, es, por un lado, aumentar la renta petrolera con las nacionalizaciones y la política de la OPEP en los años iniciales, y por otro, quitarles a las clases dominantes esa renta petrolera para usarla con fines más cónsonos con el interés del pueblo. Pero ni siquiera esto último hemos logrado cabalmente, como estamos viendo especialmente en los últimos tiempos en los síntomas de este cuerpo social enfermo en lo político, y moribundo en lo económico, y que necesita con urgencia el remedio del socialismo. El modelo de estado benévolo con los pobres se ha venido agotando en estos catorce años con el tiempo, por mucha fuerza que haya tenido el Comandante Chávez como persona, como líder individual con el apoyo de sus más cercanos colaboradores, pues la nueva infraestructura que se ha creado bajo su mando se ha transformado, en gran medida, en un elemento más que usufructúa la renta petrolera: Dado que el estado no ha transformado su carácter representativo, y dada la circunstancia de que ese estado se formó y desarrolló en el seno de la Cuarta República para que algunos sectores, grupos, partidos y personas usufructuaran la renta petrolera, un crecimiento de ese estado, por muy buenas intenciones que se tenga, no va a evitar que las nuevas estructuras, y las nuevas adiciones de personal y recursos, hayan caído progresivamente en la trampa del dragón de siete cabezas que todo lo adecúa a sus intereses, para crecer, precisamente con ese personal y con nuevos y viejos grupos que pululan como sanguijuelas para chupar la sangre petrolera. Como dice el proverbio chino, “el que lucha contra un dragón tiene que tener cuidado en no convertirse en uno”, y eso es lo que está planteado urgentemente en este momento, en que hay claros signos de que nuestro proceso se está convirtiendo en el dragón que pretendía derrotar.

Un cambio en el carácter intrínsecamente corrupto del estado no puede venir desde arriba, por muy bien intencionado que sea en gobierno, y por mucha fuerza que tenga de apoyo de un sector del aparato de ese estado, como por ejemplo la Fuerza Armada, o PDVSA. La única manera de hacerlo es mediante la irrupción del Poder Popular, que se puede muy bien beneficiar con un esfuerzo decidido desde arriba si hay la claridad política, y la fuerte intención de usar todos los recursos a su disposición, incluyendo el de la formación adecuada de sus altos funcionarios, para hacerlo. No por casualidad, esta fue la preocupación más grande del Comandante Chávez cuando ya intuía que su tiempo de vida le estaba llegando a su fin, y que debía dar la última directiva, desesperada ante lo que veía claramente como el posible derrumbe de su gran obra, a sus seguidores: el “Golpe de Timón”, que consistía, realmente, en acelerar el advenimiento del socialismo mediante el impulso al poder popular más allá de ponerle ese nombre a los ministerios. Impulsar las Comunas, que es el meollo de nuestra propuesta.

De hecho el socialismo, como la expresión del poder del pueblo, es más eficiente en materia económica, tanto por la mejora en la eficiencia de la gestión de la administración pública, como por mejora en eficiencia productiva en la gestión de las empresas que han eliminado en su interior la lucha de clases. Como un ejemplo sobre la mejora de la gestión del gasto, y en favor de nuestro postulado de las Comunas como solución a nuestros problemas, mencionaremos que según un estudio publicado por el Banco Mundial, que no es ningún organismo de izquierda, siete de cada diez proyectos son exitosos cuando la comunidad se involucra en su planificación y ejecución. Solo uno de cada diez es exitoso cuando se planifica y gestiona centralmente. Esa mejora en eficiencia viene de varios temas que explicaremos más abajo con la propuesta. Por ahora mencionaremos que es claro que un Consejo Comunal está más consciente de quiénes son los vecinos que más necesitan una vivienda, y quiénes pueden trabajar con más efectividad en ello, y qué recursos se requieren, ahorrando en lo posible para otras necesidades, para mencionar solo un ejemplo. Además de que abundan en nuestro proceso las experiencias de efectividad del gasto social planificado, gerenciado y controlado por la comunidad, en conjunto con el gobierno, otro ejemplo obligado, aunque no estrictamente económico, pero sí político, juzgado como el primer problema nacional en estos momentos en las encuestas, es el del control, inmejorable por vías tradicionales policíacas, de la inseguridad, que se deriva del empoderamiento comunal, como ha sido demostrado fehacientemente en Cuba y en Nicaragua con estos mecanismos. Pensemos en lo equivocados que hemos estado al promover la gestión central del gasto público, aunque sea por motivos muy loables, como el de las misiones. Con esto nos hemos colocado, de hecho, a la derecha de un organismo de derecha, e instrumento del imperialismo político y económico, como el Banco Mundial. No es de extrañar, pues, el resultado.

Por su parte, sobre las empresas socialistas, solo mencionaremos que, entre las empresas líderes mundiales en su ramo, están las cooperativas, o las empresas de producción social. Por ejemplo Mondragón, una empresa cooperativa española, es la más reputada en el mundo en una de sus ramas productivas, la producción de autobuses de lujo, Irizar. Por otro lado, Haier, una empresa china cuya propiedad pertenece en su gran mayoría a sus propios trabajadores, y en un porcentaje pequeño al estado, es la líder mundial en producción de electrodomésticos de alta calidad a bajos precios. Por si fuera poco, la mayor parte de las empresas capitalistas exitosas hoy en día a nivel mundial, han introducido, de una forma u otra, en un grado mayor o menor, las relaciones socialistas de producción hacia su interior, mediante el otorgamiento de acciones a los trabajadores, disminuyendo la alienación explotadora de la plusvalía por parte del capital. Siguen con esto, en menor o mayor grado, el paradigma cooperativo-solidario, en que las acciones de los trabajadores son igualitarias. Y esto lo hacen no porque son éticamente revolucionarias, sino simplemente porque eso las coloca en una situación de mejor eficiencia productiva, y les permite competir mejor en el mercado, pues los trabajadores en este contexto mejoran sustancialmente su desempeño, ya que su interés está alineado con el de la empresa. De nuevo, nos hemos colocado, de hecho, esta vez en lo productivo, a la derecha de la derecha, de las empresas capitalistas más avanzadas hoy por hoy.

Por si fuera poco, en lo socio-cultural también el socialismo es la solución a nuestros problemas, el de la corrupción, el del comportamiento ético. Como decía Marx, la cultura forma parte de la superestructura, y no podemos forzar una cultura solidaria, una ética revolucionaria, en unas estructuras que favorecen el egoísmo. Pero hay que distinguir subculturas, superestructuras locales, pues las culturas que se dan en una familia, o en una unidad productiva, o en una comunidad, que se refieren a la relación entre las personas que se conocen, o hacen supuestos sobre las personas que tratan normalmente, son distintas a las relativas a toda la sociedad de un país como un todo, o a regiones (como los países bolivarianos, o Latinoamérica), o al mundo entero mismo. Con esto de pretender “educar al pueblo antes de darle el poder” nos hemos colocado a la zaga de algunos pastores religiosos que pretenden forzar el amor verdadero, mediante el complejo de culpa, en personas que tienen como supuesto de fe la separación y contraposición de intereses individuales en una selva en la que lo que rige es el principio de “sálvese quien pueda”. La verdad es que quien cree esto, por su práctica, no está capacitado para dar clases de ideología al pueblo. Sencillamente porque quien necesita clases de ideología es él o ella. De hecho, esta falta de claridad ideológica es lo que ha impedido que desde un principio se haya tratado de promover y transferir, sistemáticamente, el poder político al pueblo como la tarea política, económica y social más importante de la revolución. En 2002, eso fue lo que se trató de hacer desde la Comisión de Transformación del estado, y desde la Comisión de los Consejos Comunales, pero esas comisiones no llegaron ni siquiera a hacer su propuesta al Comandante Chávez, cuando fueron descabezadas y descontinuadas, por intereses subalternos. La idea es retomar ese trabajo ahora, dada la impronta de Cambio de Timón del Comandante Chávez, y dado un diagnóstico correcto, sincero, autocrítico que es imprescindible.

Ni siquiera se trata de que el gobierno va a construir el poder popular, desde arriba. Esa en una noción fundamentalmente errónea, que da pie a pretender manipular al pueblo en materia de decisiones políticas “cuando está equivocado”, o a “formarlo” cuando “le falta claridad ideológica”, o a convertirlo en un cliente electoral cuando vienen elecciones representativas, pues hasta en eso hemos fallado, esta vez a la ética: Se puede demostrar con datos de fluctuaciones del gasto público que hemos incurrido en los “ciclos económico-políticos” en que se ve claramente que hemos gastado fiscalmente mucho más cuando vienen unas elecciones, afectando de manera equivocada a la macroeconomía, en vez de hacer un esfuerzo continuado en cada momento, evitando los altibajos de gasto que afectan la estabilidad macroeconómica. Lo único que puede hacer en términos de cambio revolucionario desde arriba es, pues, apoyar al pueblo, apoyar su desarrollo para su autogobierno. Y es lo que plantamos aquí como solución fundamental.

Lo que proponemos, de ayudar a empoderar desde arriba al pueblo puede verse, de hecho, como una profundización de la descentralización, y un intento de mejora de la eficiencia del gasto público. Pero es una descentralización que debe tener dos objetivos fundamentales: impulsar el gobierno directo del pueblo, por un lado, y evitar la atomización territorial del poder. Esto último generó, como se sabe, una anarquía de los poderes regionales y municipales durante la Cuarta República, y es lo que Simón Bolívar identificó como una de las causas fundamentales de la caída de la Primera República en su Manifiesto de Cartagena. Hace falta una coherencia nacional en la gestión del poder, a todos los niveles, tanto comunal, como citadino, regional y nacional. Por eso, como se propone abajo, hay que fortalecer el Consejo Federal de Gobierno, al mismo tiempo que se fortalecen los Consejos Comunales y las Comunas.

Abajo, en las propuestas de la Comuna como la solución, detallaremos un poco más, de manera didáctica, los aspectos teóricos que justifican su postulado. También hace falta detallar, como lo haremos abajo, lo que no ha funcionado en el caso nuestro en lo productivo, referente a la política económica que ha impedido que las fuerzas productivas se desarrollen adecuadamente y triunfe, en el terreno de juego, el modo de producción solidario por sobre el egoísta.

Solo falta agregar a nuestro análisis político de porqué fracasamos en lo económico, el aspecto político-estratégico en el contexto nacional e internacional de juego del capital y el imperialismo. Es claro que hemos estado sometidos a una guerra de agresión, tanto “suave” (como la guerras mediáticas), como fuerte (como como con el paro petrolero, los saboteos eléctricos, la guarimbas, los asesinatos de dirigentes populares, la irrupción de los paramilitares en todas las esferas nacionales, los acaparamientos políticos), que ha sido inclemente, pues el imperio no cesa en su intento de “recuperar” nuestro petróleo, y para eso ha contado con parte del sector privado, el entreguista y lacayo. Pero independientemente de lo efectiva que ha sido esa guerra para hacernos fracasar, con lo que hemos dejado de hacer para empoderar al pueblo tanto en materia política como en materia de estímulo apropiado de las empresas socialistas, no nos hemos dado cuenta de que la mejor respuesta, tanto para construir el futuro, como para enfrentar, más bien diluir, el pasado, y las embestidas imperialistas y entreguistas de hoy, es el socialismo. No podemos, pues, usar la excusa de la agresión interna y externa para justificar que no hemos avanzado de manera sustantiva en lo político y en lo económico. En materia de rescate del hilo constitucional, por ejemplo, la respuesta que dio el pueblo alzado, espontáneamente, el 13 de abril del 2002, con apoyo de un sector revolucionario de la Fuerza Armada demuestra que nuestro mejor aliado es el pueblo. Y eso sucede cuando el pueblo ve a su gobierno como algo suyo, que quiere proteger, y tiene con qué hacerlo. Imagínense ese poder organizado, optimizado en su máxima expresión. Pero ese ejemplo, que se ha debido aprovechar para profundizar esas capacidad de respuesta del pueblo en materia de seguridad nacional y seguridad ciudadana, se dejó en el aire, más allá del intento, descontinuado, y desligado del poder Comunal, de las milicias populares.

En vez de aprovechar, pues, el poder político representativo para ceder el poder político al pueblo, y así asumir también la defensa efectiva de la soberanía, de la seguridad ciudadana, de la garantía y salvaguarda de la democracia, hemos acrecentado el tamaño del estado central para tratar de resolverle los problemas a ese pueblo; hemos preferido confiar en una fuerza armada centralizada para defender la soberanía y la garantía de la democracia; hemos preferido confiar en una fuerza policial centralizada para tratar de resolver el problema de la seguridad personal. Por otro lado, en vez de favorecer las cooperativas y empresas de producción social con condiciones macroeconómicas adecuadas, nos hemos enfrascado en un conflicto sin fin con el sector privado productivo con un diagnóstico equivocado, y en sus propios términos de conflicto, desde el estado central. En este conflicto hemos usado su agenda, de manera reactiva, usando los medios tradicionales del gobierno central representativo, con sus estilos come-casquillo, en vez de los medios alternativos, con sus etilos de construcción, con agendas de avance productivo y político para construir la paz, la inclusión y la tolerancia, que están en poder del pueblo.

Y lo que ha ocurrido en materia de seguridad ciudadana y seguridad nacional, y en materia de defensa y acción mediática, ha ocurrido en todas las otras esferas (educación, gestión de obras públicas, salud, ambiente, impulso a la producción, y producción, etc). En todas estas cosas nos hemos entrampado, y estamos en un callejón sin salida si no hacemos cambios drásticos, no tanto por claridad política, sino ya por obligada necesidad, tanto estratégica, como económica: para salvar la revolución del deterioro económico en que se encuentra, y de un posible golpe de derecha, y para enrumbar definitivamente nuestro país por el camino de la justicia y la paz social, la abundancia económica, el socialismo. No todo ha sido malo, por supuesto, como dijimos arriba. Sobre todo, lo bueno es lo que postuló el Comandante Chávez en su propuesta de Golpe de Timón. Aquí planteamos, en completa consonancia con ese propuesta, las medidas de empoderamiento del pueblo que son urgentes, por un lado, y más abajo las condiciones macroeconómicas que hacen posible el desarrollo de las unidades productivas socialistas.

II. La falta de apoyo macroeconómico a las unidades socialistas de producción

Hablemos ahora del diagnóstico de la parte productiva del socialismo. No hay que creer que las empresas socialistas se comportan de manera diferente a las capitalistas, como erróneamente cree alguna gente que apoya la revolución, cuando compiten en el mercado por sus cuotas de producción y sus precios. Se comportan exactamente igual. Y no puede ser de otra manera. Para ilustrar esto con un ejemplo extremo, imaginemos una empresa que sea socialista hacia su interior, por ejemplo una cooperativa. Si esta empresa es muy grande, y no hay más empresas que le compitan en esa rama productiva, entonces esta empresa es, ni más ni menos, un monopolio de cara al mercado. Y su comportamiento de cara a ese mercado, a los consumidores, será, sin lugar a dudas, exactamente como el de una empresa capitalista monopólica que explote hacia su interior su fuerza de trabajo. La razón es, sencillamente, que la empresa obedece a los intereses de sus dueños, de manera idéntica al caso de una empresa capitalista. Lo que pasa es que en este caso los dueños son los mismos trabajadores. Y estos, está claro, desean que su trabajo, y su propiedad, les dé el máximo ingreso, la máxima ganancia posibles. Por eso, la gerencia general de la empresa cooperativa monopólica empleará estrategias de maximización de ganancia frente al mercado, y producirá solo lo que la maximiza, inflando con esto el precio de su producto por sobre el que se impondría en el mercado si hubiera competencia. Consideraciones de si tratar solidariamente a los consumidores externos a la empresa, como por ejemplo las garantías y devoluciones, etc., en realidad tienen el motivo de la lealtad por su producto diferenciado, etc., para ganar más mercado. Y lo lo mismo pasa con las empresas cooperativas que son oligopólicas, o competitivas: se comportan igual a las capitalistas frente al mercado, y tienen los mismos condicionamientos macroeconómicos: si estos condicionamientos son negativos para las capitalistas, lo serán también para las socialistas.

Hagamos un paréntesis aquí para aclarar al pueblo algunos conceptos básicos que estaremos usando. El concepto de “monopolio” ya se ha ido aclarando en el texto: consiste en una sola empresa que produce un determinado producto, y por tanto no se enfrenta en el mercado a otras empresas que le pudieran hacer competencia, por lo que tiene “poder de mercado” para imponer el precio que quiera, dada la demanda de ese producto. La “demanda” es la relación que dice que cuando el precio está alto, la gente compra menos del respectivo producto, y cuando está bajo, la gente compra más. Por eso, aunque los monopolios pueden fijar el precio que quieran, no lo van a subir más allá de un nivel determinado, pues si lo hacen, la gente no va a comprar su producto y terminaría perdiendo: hay una “cantidad de producto maximizadora de ganancia”, y por debajo o por encima de ella no le conviene producir al monopolista porque pierde ganancia. Esto implica que el precio, dadas unas condiciones del mercado, no subirá por encima de cierto nivel.

Los “oligopolios” son empresas cuyo número en el mercado es relativamente pequeño, y se reparten entre ellas, compitiendo mediante un “juego estratégico” (explicado más abajo), o mediante la formación de un cartel, el mercado. Un “cartel” es la asociación de las empresas oligopólicas entre sí para formar un monopolio frente al mercado. Una empresa se llama “competitiva” si es relativamente muy pequeña como para poder jugar con el precio de su producto en el mercado, el cual toma como dado, a diferencia de los monopolios y los oligopolios. Si esa empresa competitiva tratara de elevar el precio por sobre el de otros vendedores, no vendería, porque los consumidores se irían a comprar a esos otros competidores. Es por esto que esas empresas, como producto de la competencia misma, mantienen unos precios bajos en el mercado, y son las ideales desde el punto de vista de los consumidores, y de la sociedad como un todo. Por eso es que el gobierno ha tratado de promoverlas cuando impulsa las “PYMES”, que significa “Pequeñas Y Medianas Empresas”, pues estas empresas normalmente son competitivas. Un “monopsonio” es un monopolio, pero no frente a consumidores, sino frente a proveedores. Por ejemplo una empresa agroindustrial que tiene como insumo productos agrícolas. Esta empresa, si es la única que compra a sus proveedores, los productores agrícolas, entonces es un monopsonio. Y tiene entonces poder de mercado: puede jugar con el precio que le paga a esos proveedores, y obtiene por ello una ganancia, una renta, porque ese precio es menor al que cobrarían esos productores agrícolas si pudieran venderle a empresas alternativas.

Tanto los monopolios, como los monopsonios, explotan a los clientes y a los proveedores, respectivamente. Ahora bien: puede darse el caso de una empresa que sea a la vez monopolio y monopsonio: es lo que en Venezuela popularmente se llama “rosca”. Por ejemplo, si la empresa es la única que compra a los agricultores y también es un distribuidor de alimentos que es la única comercializadora de esos productos a los consumidores. La Polar, por ejemplo, tiene características bastante similares a la de una rosca agrícola. Otro ejemplo es el de las roscas de distribución de pescado, que a pesar de los esfuerzos del gobierno, como comentamos abajo, no se han podido romper: explotan tanto a los pequeños pescadores, como a los consumidores de pescado, pues lo compran muy barato, y lo venden muy caro en los mercados. Como puede verse, la ganancia de las roscas, si no es regulada por el gobierno, es estrambótica, para usar una palabra criolla muy descriptiva.

Las “rentas” son las ganancias de las empresas que tienen poder de mercado, que están por encima de los costos que remuneran a todos los factores productivos (incluyendo trabajo y capital) que participan en una empresa alternativa que opera en un mercado competitivo. Por ejemplo, la ganancia que obtiene el estado Venezolano por su propiedad exclusiva, monopólica, del subsuelo y su petróleo, se denomina renta petrolera. Pero esa renta está presente en cualquier monopolio, monopsonio u oligopolio. Finalmente, existen los “monopolios naturales”, que si se regulan bien, son muy beneficiosos para la sociedad (los monopolios son muy beneficiosos para sus dueños, claro, pero no para la sociedad como un todo, pues implican “ineficiencia social”, que además de la renta extraída a los usuarios, se refiere a lo que se dejar de producir y emplear si el mercado fuera competitivo, que es mucho). Un ejemplo fácil de monopolio natural es una empresa distribuidora de agua potable en una ciudad. Sus costos de acopio del agua, infraestructura de distribución y bombeo por tuberías y medidores son muy altos. Pero si se agrega un nuevo cliente, porque se construye una nueva casa en la ciudad, el costo adicional para la empresa de agua es mínimo en términos relativos. De hecho, los costos “por unidad de servicio” van bajando a medida que se agregan clientes nuevos. No sería eficiente para la sociedad dejar que varias empresas proveyeran el servicio, pues entonces habría varios sistemas de acopio y tuberías. Abajo proponemos este tipo de empresas, un monopolio natural de transporte de autobuses tipo metrobús, para solucionar el problema de transporte público, y acabar de una vez por todas con las nefastas colas de carros en las ciudades y pueblos venezolanos (cuando hablemos del tema del precio de la gasolina).

Hagamos una pequeña introducción aquí a lo que pasa con las empresas de las que hablamos cuando hay inflación en su entorno, como en Venezuela. Primero, hablemos de los monopolios. Habíamos dicho que el precio no iba a subir de cierto nivel “si las condiciones del mercado no varían”. Claro que si esas condiciones varían, por ejemplo el costo de sus insumos sube, la empresa subirá de manera acorde el precio de su producto. Los “insumos”, en el caso de une empresa que produce harina de maíz, por ejemplo, son el maíz en mazorca que compra, y los trabajadores que contrata, entre otros. Si el precio de los insumos sube y sigue subiendo, el precio de la harina de maíz va a subir y seguir subiendo, pero no por el poder monopólico de la empresa, sino por el cambio constante de las condiciones del mercado.

De hecho, esta no es una característica exclusiva de los monopolios y las roscas, como se ha dicho desde el equipo económico con frecuencia, y el pueblo ha juzgado erróneamente sobre las responsabilidades de la inflación: en el otro extremo del espectro de poder de mercado, una empresa competitiva (pequeña o mediana, de podría decir) opera normalmente en lo que se denomina “punto de quiebre justo”, en el que escasamente cubre sus costos de producción, incluyendo, claro, la remuneración del factor capital (por ejemplo, una pequeña empresa familiar que incurrió en una deuda con un banco: el banco recibe una remuneración, un “interés” por ese préstamo de capital). Precisamente por eso ese que sus precios son bajos, convenientes para el consumidor. Por tanto, si los costos de este pequeña o mediana empresa suben (sus insumos, incluyendo el trabajo, suben de precio), entonces, la única manera de que esta empresa no quiebre es que suba el precio de sus productos. Como todas las empresas de ese tamaño enfrentan la misma situación macroeconómica, entonces todas ellas tendrán que subir su precio, para conservar el “punto de quiebre justo” y seguir vivas, para no quebrar. No se trata, pues, en este caso, de que estas empresas sean “especuladoras”, y recordemos que algunas de ellas pueden ser cooperativas.

Si hay un clima de mucha inflación, como en nuestro país, se genera un clima de “ruido” muy grande en la subida de los precios para conservarse vivas, y muchas de esas empresas competitivas van a quebrar, por lo frágiles que son comparadas con las de más poder de mercado. Estas últimas, monopolios, roscas y oligopolios, irán ganando terreno en una situación así, lógicamente, porque son más robustas dados sus colchones de rentas, con el consiguiente resultado, contrario a las políticas del gobierno de impulsar a las PYMES y convertirlas en una alternativa a los monopolios, oligopolios y las roscas: la política macroeconómica termina contradiciendo la política microeconómica de créditos y ventajas a las PYMES y las empresas socialistas. Y, cuando vienen situaciones de subida de precios controlados, o de devaluaciones, es lógico (de acuerdo a la lógica de la ganancia) que muchas de estas empresas con poder de mercado acaparen sus productos, para vender a “precio nuevo” mercancías que fueron producidas a precios viejos de sus insumos, y así obtener ganancia. El acaparamiento de las empresas con poder de mercado, pues, no es solo político, sino económico, en este caso debido a condicionamientos macroeconómicos que son responsabilidad del gobierno, como veremos abajo cuando expliquemos las causas de la inflación. Esta explicación es básica para explicar el fenómeno de la inflación en Venezuela, y las responsabilidades en este sentido, del gobierno y de las empresas, como explicaremos con mucho más detalle abajo.

Para finalizar este paréntesis de definiciones, mencionemos que hay técnicas muy conocidas para que el estado disminuya lo más posible la ineficiencia que viene del poder de mercado. Los controles de precios a los monopolios y monopsonios son un mecanismo regulatorio natural y muy usado. No es algo socialista, en esencia, sino una intervención del estado para regular una “falla de mercado”, como lo es ese poder de mercado, ya que el mercado mismo no llegaría al máximo posible de eficiencia social si se deja trabajar solo por su cuenta. Así, en el caso de un monopolio, el estado normalmente impone un “precio máximo”, para que la empresa no gane tanta renta a costa del consumidor, y produzca más de lo que produciría si se le dejara operar solo por su cuenta. Por otro lado, si una empresa, o varias asociadas, son la únicas que contratan trabajadores, el estado naturalmente, para proteger a esos trabajadores les impone un “salario mínimo” que deben pagar a estos. Otras fallas de mercado, en que se justifica plenamente la intervención de un estado que no es socialista en esencia son: distribución desigual injusta de la riqueza (por lo tanto, las transferencias de ricos a pobres no define, por sí mismo, el carácter socialista de un estado, y fueron propuestas teóricamente por un filósofo liberal muy reputado, John Rawls), provisión de bienes públicos (como la defensa nacional, la educación, la salud pública, que explicados abajo), las “externalidades” negativas (que vienen de la contaminación de una empresa, por ejemplo), fallas de información (sobre la calidad de los productos, por ejemplo), “equilibrios múltiples”, etc. Estas fallas las explicaremos con algún detalle en el Anexo A, en que proponemos un estado Mundial para regular las fallas de mercado a nivel internacional, pues hoy por hoy el mercado salvaje es el que impera en el mundo, lo cual posibilita las guerras imperialistas, las deudas impagables de los países pobres, las desigualdades y explotaciones injustas (como las colonias, viejas y nuevas), el peligro de extinción por la contaminación de los mares y de la atmósfera, etc.

Así, pues, como esas empresas que describimos, monopolios, monopsonios, roscas, oligopolios y empresas competitivas, pueden ser capitalistas o socialistas, si las condiciones macroeconómicas, incluyendo la inflación, son deficientes para las empresas capitalistas, lo son también para las socialistas. De hecho, esas condiciones afectan más a las nuevas cooperativas que hemos tratado de promover, pues ellas no solo son pequeñas, competitivas, trabajando en el “punto de quiebre justo”, sino que además están en etapas iniciales, como los niños, que necesitan un entorno favorable y estable para desarrollarse: Así como un niño que cambia de guarderías a cada rato, crece en un entorno de incertidumbre, de miedo porque creen que le pueden pegar o matar, de conflictos familiares, crece enfermo, física y mentalmente, si es que llega a la edad adulta, las empresas, sean capitalistas, o socialistas, no se desarrollan si no encuentran un clima adecuado en lo macroeconómico, jurídico y de reglas de juego políticas y de política económica, incluyendo las de desarrollo de largo plazo. Por eso, el equipo económico del gobierno debe saber lidiar con el mercado y sus reglas desde una posición revolucionaria, y es un grave error hacerse la vista gorda a esas reglas, simplemente descalificándolas como “capitalistas especuladoras, con ansias insaciables de ganancia” sin aprovecharlas a su favor.

¿Cómo va a poder mantenerse viva y producir una empresa nacional, sea capitalista o socialista caraotas, por ejemplo, si hay una importación errática, descoordinada, por parte del gobierno de ese rubro? ¿Cómo se va a poder mantener una empresa que produce pollo, si el gobierno importa a través de Mercal o Pdval pollos que se venden a un cuarto del costo de producción interna, sea de una cooperativa, empresa de producción social, o capitalista? ¿Cómo van a producir textiles las empresas nacionales, si el tipo de cambio del régimen cambiario favorece la importación? ¿Cómo van a prosperar las empresas, socialistas o no, si saben que de un momento a otro se decide cerrarlas, por expropiación, o por cierre debido a un diagnóstico parcial y apresurado (como ocurrió con los casos de las empresas de producción social que promovieron PDVSA y la CVG), sin tener en cuenta el análisis de las condiciones macroeconómicas y el desarrollo de las fuerzas productivas? La volatilidad de la economía, la insostenibilidad fiscal, la incertidumbre sobre las políticas económicas, la falta de reglas de operación claras, la inflación, las restricciones erráticas y burocráticas de divisas, la inseguridad jurídica y personal afectan a todas las empresas, y con más razón a las cooperativas incipientes. Así que no se trata de que el socialismo no funcione en lo productivo.

Por todo esto, para hacer un diagnóstico adecuado sobre la falla del socialismo en lo productivo, debemos hablar, obligatoriamente, de la falla de las condiciones macroeconómicas para la producción en general. Trataremos cada ítem en su turno, incluyendo un análisis más detallado sobre la inflación que el que introdujimos arriba.

  1. El control de cambios

Se podría decir que, a pesar de que los errores importantes son varios, el principal culpable de la debacle productiva, y por tanto de que el gasto del gobierno se haya traducido en inflación en vez de crecimiento, es la del control cambiario que se impuso a inicios de 2003, al final del paro petrolero del 2002. La política de control de cambios, aunque debió ser temporal en el 2003, mientras se recuperaba la producción petrolera después del paro petrolero, ha sido un desastre, por decir lo menos, y llegó la hora de identificarlo como tal, para cambiarlo. Es cierto que en Cuba este sistema ha sido un éxito. Pero hay dos cosas que destacar: nuestra economía es fundamentalmente distinta a la cubana, pues aquí el 70% se rige por las leyes del mercado, y allá es básicamente el 100% regida por el estado. Por otro lado, allá realmente no hay un control de cambios, sino una dolarización: el tipo de cambio es básicamente fijo en relación al dólar, y la entradas y salidas de dólares tienen un control básicamente para obtener una ganancia cambiaria para el estado. Así que, por favor, que no se argumente que como allá funciona, aquí también debe funcionar, cuando se impuso inicialmente. En particular, el objetivo original de control de fuga de capitales no se ha conseguido. Antes bien, se ha propiciado desde el gobierno, y la fuga ha aumentado de manera escandalosa. En efecto, el componente principal de esta fuga han sido los bonos emitidos por el gobierno denominados en dólares con fines fiscales y a la vez para presionar a la baja el tipo de cambio del mercado negro de divisas, como se sabe. Por esto es falso lo que se ha dicho de viva voz como una verdad justificativa de la medida: que el control de cambios evita que gente inescrupulosa saque su riqueza del país. Otra cosa que se conoce es que muchas empresas que han migrado al exterior, lo han hecho a costa de la ganancia cambiaria: han pedido dólares baratos, se han mudado a otros países, como a Colombia o Panamá, y han desinvertido internamente, al punto de no reponer capital, dejando depreciar toda la planta, para al final dejar en el suelo a la empresa, que de cara al estado es de maletín. Se han llegado al extremo de que la empresa luego ha sido nacionalizada, para “rescatarla”. Esto, con sus bemoles, pasó en Sidor. Y la razón no es tanto que estas empresas querían obtener la ganancia cambiaria, sino que querían migrar, pues no había condiciones de largo plazo para ser rentable en el país. Sencillamente han seguido su lógica, y quienes hemos fallado hemos sido nosotros, al no actuar estratégicamente frente a un contrincante que es inteligente.

En segundo lugar, el pretendido subsidio a los bienes alimenticios básicos se ha esfumado, pues el sector privado asigna los precios de sus productos suponiendo los costos del mercado negro, y no los del mercado controlado de divisas, por lo cual el régimen no ha abaratado los precios, sino que los ha encarecido. Como vimos arriba, esto no podría ocurrir en un mercado competitivo que trabaja en un ambiente estable, pues las mismas empresas compitiendo entre sí harían bajar los precios, si se considera a la importación como un insumo más de esas empresas, sean de comercialización, o de producción. Pero hay que decir dos cosas que explican nuestra afirmación: en primer lugar, no todas las empresas tienen acceso a los dólares del régimen cambiario, por múltiples razones (racionamiento, burocracia, corrupción, etc). En segundo lugar, dado el entorno inflacionario que enfrentan las empresas, esto de poner el precio a dólar libre es un mecanismo de ajuste de costos, sea para mantener su renta, o su punto de quiebre, dependiendo de la empresa.

En último lugar, las ganancias cambiarias, directa o indirectamente, han ido a parar al sector privado, sobre todo bancario, con corruptelas muy conocidas en el ínterin, perdiendo el gobierno por esta vía la ganancia que le da su posición petrolera en el sector externo, que pertenece al pueblo. Son conocidos ya los mecanismos de corrupción que imperaron, como el de muchas empresas importando chatarra, para obtener los dólares respectivos, y luego venderlos en el mercado negro de divisas, y quedarse con la ganancia cambiaria. Además de este, que podría calificarse como “legal”, han abundado otros mecanismos, que dan fe de la tremenda creatividad de la corrupción en nuestro país, en que se han involucrado los fiscales cambiarios en los puertos, y todas los funcionarios de las instituciones involucradas, incluyendo el hecho de que los documentos oficiales para las transacciones han sido manejados por la banca. No solo de importación de insumos a través del SITME, sino también la compras y transferencias a través de CADIVI.

Pero el peor aspecto del esquema cambiario no ha sido la corrupción, y la transferencia “legal” de las ganancias cambiarias que pertenecen al pueblo, a ciertas empresas y personas inescrupulosas. Por si fuera poco, el problema principal ha sido el del entrabamiento del aparato productivo que esto ha implicado, si se conjuga con la política de importación y venta de bienes alimenticios baratos a través de la red de los Mercales y Pdvales, de lo cual hablaremos más abajo, luego del siguiente apartado sobre desindustrialización en que mencionamos brevemente el efecto negativo del esquema cambiario sobre el aparato productivo.

Independientemente de las responsabilidades, en lo técnico, y en diseño de políticas, llegó la hora de identificar este problema, y corregirlo, como se propone abajo. Mientras tanto, hay que decir que la medida de apertura cambiaria anunciada es insuficiente, inflexible, mal diseñada, y altamente discrecional, mientras se sigue con la política de administración de divisas desde Cadivi. Además de lo dicho, el diseño de la subasta del SICAD (mal llamada de Vickrey) establece incentivos equivocados, al premiar no a las empresas más productivas, que valoran más el dólar, sino a las que menos. Además, no se optimizan las ganancias cambiarias del gobierno, por errores de diseño, y no por objetivos de política económica. Adicionalmente, el no anunciar el precio final de la subasta significa un beneficio para los actores económicos que tienen información privilegiada, frente al resto de la población. En particular, el sector financiero se entera de manera casi automática de esos valores, y esto los beneficia injustamente frente al resto de las empresas participantes. Nos preguntamos si el gobierno quiere hacer eso, o lo hace por ignorancia, pues no es una cuestión menor: quienes se benefician de esa información asimétrica ganan solo por ello millones de dólares diarios.

  1. La evolución de la producción: desindustrialización y aumento de la economía rentista

Nuestra percepción es que el PIB puede bajar en un 6% o más este año, si las cosas siguen así. Es de hacer notar que el Bank of America, que ha estado haciendo predicciones muy acertadas sobre nuestra economía en el pasado reciente, está estimando una baja del producto de un 3,6% para este año. Ese banco fue el que mejor acertó la variación del producto del año pasado, un crecimiento de más de 5%, y el único banco internacional que predijo una victoria del Comandante Chávez por más de 10%. No sabemos si ellos han actualizado esas predicciones de hace dos meses, pero nosotros estimamos en este momento, por otras consideraciones que incluyen el tema político, que la contracción puede ser de 6% o más si las políticas económicas y el clima político no cambian. Lo que estamos observando en el primer trimestre del año en términos de estancamiento del producto, con declinación del industrial en 3,6% se debe a un efecto combinado de varias cosas: por un lado, una drástica disminución del gasto público. Segundo, una contracción de las limitaciones de importación de insumos productivos. Tercero, un encarecimiento de esos insumos por la devaluación presente el el SICAD. Cuarto, la continuación del régimen de control de cambios que conserva la sobrevaluación de los productos que podrían producirse internamente. El comportamiento del gasto lo explicamos más abajo. Los otros tienen que ver con el régimen cambiario, que pasamos a explicar a continuación.

Los problemas con el régimen cambiario, de cara a sus efectos negativos sobre el aparato productivo, han sido de dos tipos: en primer lugar, su carácter discrecional en una economía en que el 70% es gobernada por las leyes del mercado. Ni siquiera en una economía planificada, un precio de un bien establecido centralmente (no estamos hablando de precios de regulación de monopolios, que sí que son muy convenientes, sino los precios para las empresas competitivas), aún con las mejores intenciones, refleja las necesidades, por un lado, y las disponibilidades, por otro. De esto solo basta mencionar lo que pasó en la Unión Soviética en este sentido. Este problema se conoce en la literatura económica como el de la falta de omnisciencia del planificador central benévolo. Si no son efectivos los precios establecidos en una economía completamente planificada, en que se miran con mucho cuidado las interacciones, en una “matriz insumo-producto”, mucho menos efectivo serán precios relativos de muchos bienes vitales, de consumo final o de insumos para la producción, administrado para una economía que en un 70% se rige por el mecanismo de mercado, en el cual el precio se fija por las fuerzas de oferta y demanda en un proceso infinitamente complejo e interrelacionado, que implica que, si algo se mueve artificialmente, se da la teoría del “cuero seco”: si afectas la importación de un tornillo para ascensores, eso repercute en absolutamente toda la economía, con efectos posteriores totalmente incontrolables por el planificador central, como cuando tocas una parte del cuero, y solo eso termina moviéndolo todo.

Por supuesto que el estado puede, y debe, establecer muchos controles para minimizar las fallas del mercado, que tiene muchas, entre ellas controles de precios para regular la ineficiencia social del poder monopólico. Pero estamos hablando de precios que tienen que ver con toda la economía, y de precios que pueden afectar de manera grave a las empresas que queremos promover, las PYMES y las empresas socialistas. Si se quieren favorecer las empresas socialistas, y las pequeñas y medianas, hay otros mecanismos para hacerlo. Y para controlar los monopolios, hay otras maneras de hacerlo, lo mismo que para controlar el consumo de bienes suntuarios importados. Pero en el caso del control de cambios, ninguno de estos objetivos se ha cumplido, y ni siquiera se han planteado realmente como objetivos. La experiencia de la flotación limpia del 2002, como se expondrá más abajo, que muestra que ha sido peor el remedio que la enfermedad. Además, en un contexto de alta inflación, de inestabilidad macroeconómica, de alta incertidumbre para la inversión de largo plazo, como el nuestro en todo el período del régimen de control de cambios, implica que es mucho más difícil poner precios cambiarios administrados centralmente que reflejen el tipo de cambio real de equilibrio, y posibles ventajas para la industrialización interna.

Por último, el régimen cambiario ha fijado los tipos de cambio por tiempos demasiado largos, sin revisarlos teniendo en cuenta, para nada, la inflación. Esto ha implicado una sobrevaluación real de la moneda que ha sido la culpable principal de la debacle de los sectores productivos transables (industria y agricultura), ha empujado a cerrar a muchas empresas, o a convertirse de productoras en importadoras, pues es más barato importar que producir aquí. Por ejemplo, a finales de Marzo, nuestra estimación del tipo de cambio real de equilibrio era de diez bolívares por dólar, en momentos en que el dólar controlado era de 6,30, y el de SITME de 7,3. La caída relativa del sector transable se puede medir por la desindustrialización en que hemos caído, que ya estaba baja, como se indicó arriba. Además, varios estudios muestran que los sectores beneficiados con esto han sido la construcción, los servicios bancarios, las comunicaciones, el comercio, las importaciones. El 10% de crecimiento en los catorce años de nuestro gobierno, ya muy bajo de por sí, ni siquiera ha significado crecimiento de los principales sectores productivos del desarrollo endógeno. Es cierto que la industria ha acrecentado su producción total en estos 14 años. Pero ha sido a costa de subsidios enormes y continuados por parte del estado. Como se muestra en el documento citado de las tres R, la eficiencia de la política crediticia del estado hacia las empresas agrícolas e industriales ha sido tremendamente baja: ha sido necesario, por ejemplo, un crecimiento de 90% en el crédito agrícola en un año, para que la agricultura crezca en 3% en un año. Lo demás ha sido inflación, básicamente, como lo explicamos más abajo. Dada la situación fiscal en que todo esto nos ha colocado, esa situación artificial de producción manufacturera y agrícola no puede mantenerse, y está a punto de derrumbarse.

  1. La inflación y la política monetaria

Hemos visto que nuestra economía muestra señales claras de una inflación endémica (que quiere decir enfermedad habitual). La situación no está mejorando, sino empeorando. La cifra de inflación proyectada para el año mencionada arriba, de 35% a 37%, de por sí bastante elevada, puede llegar a niveles muy superiores si se tienen en cuenta los fenómenos de la devaluación, ya en marcha, y sin un final previsible; la contracción del producto para este año, que ya es obvia si no se cambian las políticas; la disminución de las importaciones por los problemas en el mercado de divisas.

La cifra de Abril es sumamente alta, y no toma en cuenta el ajuste de precios por el incremento de salarios que se inició en Mayo, ni los ajustes a los precios regulados que ya se pusieron en marcha Tampoco toma en cuenta la devaluación que se produjo por el mecanismo del SICAD, que situó el tipo de cambio en 14 Bs/$. Las expectativas inflacionarias, de por sí, son un elemento muy importante no tomado en cuenta tampoco. Las “expectativas inflacionarias” se refieren a lo que los agentes económicos esperan que va a ser la inflación futura. Las empresas toman sus decisiones teniendo en cuenta esta variable esperada, de manera que hacen ajustes previos, para no perder en esa carrera contra la inflación, con lo que la inflación misma se transforma en una profecía autocumplida. Las expectativas son altas porque, además, los analistas de las empresas saben lo mismo que nosotros estamos exponiendo aquí: saben que hay sobrados motivos reales para hacer estas predicciones. Sería bueno que el gobierno también tenga como asesores este tipo de expertos. Si no se corrige el rumbo a tiempo, se sigue financiando el déficit con emisión de dinero, o con deuda interna, y hay una baja, prevista ya por los expertos internacionales, en los precios petroleros, vemos signos claros de una posible hiper-inflación, que puede fácilmente llegar a un 70% este año, con contracción de la economía y un estallido social prácticamente seguro en ese escenario. No creemos que este escenario se cumpla, pues el gobierno, esperamos, va a hacer cambios antes de que eso ocurra.

Entremos a analizar las causas de este fenómeno de la inflación. En la mayor parte de estos 14 años, se ha culpado a la burguesía, o al sector privado, de la inflación. Aunque es cierto que en la inflación hay un componente del poder de mercado que ha adquirido una parte del sector privado, la inflación en este período, sin meternos a analizar períodos anteriores, es un fenómeno preponderamente monetario. Y la parte del componente del sector privado se debe a los resultados de la política económica, por un lado, y a el poder de acaparamiento que las redes que ese sector privado ha logrado establecer y coordinar, en particular en períodos electorales, y en momentos como el actual, de crisis política. En el Anexo B, se describe brevemente la teoría monetaria actual, que muestra que, si no hay una respuesta productiva interna en cantidades suficientes, una inyección de dinero por parte del gobierno produce inflación, que es lo que básicamente ha pasado en nuestro caso, según veremos luego de que mostremos algunos conceptos pedagógicos sobre los incrementos de dinero por parte del gobierno y tengamos en cuenta lo dicho en ese anexo. Con esto, estamos diciendo que el problema de la inflación que estamos viendo, solo segundo en importancia después del del problema con el aparato productivo, pero el principal que ven los consumidores, el de la inflación, tiene la misma explicación que identificaba Simón Bolívar como responsable de la caída de la Primera República: el financiamiento monetario del déficit fiscal

El gobierno puede inyectar dinero a la economía por tres vías. La primera, mediante gasto financiado por billetes creados por el Banco Central. En esta, el gobierno queda con una “deuda” con el Banco Central, y como contrapartida, el BCV emita monedas y billetes a favor del gobierno, quien los coloca en sus cuentas en los distintos bancos, públicos, y privados, para movilizar ese dinero. Por supuesto que el gobierno nunca paga esa “deuda”, que no es tal, sino que obtiene “dinero gratis”, que inyecta a la economía para sus distintos propósitos. Por esta vía parte del déficit de PDVSA y FONDEN, en montos superiores a los 20 mil millones de dólares, a dólar oficial con la tasa anterior. De los últimos déficits consolidados, ya elevados, alrededor del 70% ha sido financiamiento monetario por parte del BCV. Y no solo para financiar empresas quebradas, como las de Guayana. Solamente el déficit de PDVSA, de Abril del año pasado, a Abril de este, en un 70%, ha sido por esa vía de emisión de dinero primario. Esto es como querer resolver el problema de falta de recursos reales, por una pobre gestión de política económica, mediante la máquina de hacer billetes, algo no solamente anatema en todas las corrientes del pensamiento económico (incluyendo la marxista), sino éticamente cuestionable, postulando que el fin justifica los medios, cuando estos medios implican un alto impuesto inflacionario que golpea principalmente a las mismas clases pobres, y medias, a quienes se pretende ayudar, e implican igualmente efectos perversos para la recuperación de largo plazo del aparato productivo interno, agrícola y manufacturero.

Como se explica con más detalle en el Anexo B, lo cuestionable de emitir dinero del Banco Central para financiar la deuda del gobierno se debe a la misma regulación que prohíbe terminantemente a los bancos privados, que crean dinero por su propia naturaleza, darse crédito a sí mismos. En el caso del estado es más grave aún, por si fuera poco, pues el costo lo pagan todos, no solo los clientes del banco, y las consecuencias indirectas para la economía son desastrosas, como muy bien se sabe por la teoría y por la experiencia. Tratar de resolver los problemas económicos reales, con “reales” ficticios, es como pretender apagar un fuego con gasolina, a menos que hubiera claras limitaciones de crédito al gobierno o a los sectores productivos favorecidos por el gobierno, a la vez que el gasto es, como un todo, para inversión reproductiva, que no es el caso, en particular si tenemos en cuenta las limitaciones productivas del entorno macroeconómico, como aquí.

La segunda vía es mediante gasto financiado básicamente por bancos nacionales. Descrito en forma sencilla con un ejemplo esquemático, los bancos crean también dinero nuevo en estas operaciones, pues abren una partida entre sus haberes en su cuenta “T” que dice “bonos del gobierno”, que tiene como contrapartida unos “depósitos” a favor del gobierno. Este gasta este dinero principalmente movilizando esos depósitos a favor de terceros (una forma sencilla es a través de cheques), que los depositan en sus cuentas en el sistema bancario. A pesar de que no son monedas y billetes, estos “depósitos” bancarios son “dinero secundario”, que juega exactamente las mismas veces que los primeros en tiempos normales en que la confianza en el sistema bancario no está puesta en duda, como en el caso nuestro.

Como consecuencia de estas dos formas de inyección de dinero, la liquidez (que es la suma del dinero del Banco Central más los “depósitos”, el dinero que crean los bancos públicos y privados), ha crecido en 65% interanual, una cifra sumamente alta. Si esta inyección de dinero nuevo no tiene una contrapartida de creación de bienes reales, entonces se produce inflación, como se explica en el Anexo B, que solo puede ser mermada un poco si parte de él termina yéndose al exterior por importaciones o fuga de capitales. Ese dinero nuevo, en este caso, tiene que comprar los dólares que provienen básicamente del petróleo, por lo cual se produce una presión al alza de su precio, que es el llamado “tipo de cambio”. En todo caso, los fenómenos de inflación monetaria, y devaluación (subida en el tipo de cambio) están relacionados, pues mayor devaluación implica precios más altos, pues las importaciones se venden nacionalmente a precios más altos. En todo caso, la primera de las vías mencionadas de inyección de dinero es más inflacionaria, pues, por razones que no explicaremos aquí, las monedas y billetes del Banco Central implican un “efecto multiplicador” sobre los depósitos bancarios, lo cual implica que la liquidez se eleva por más de lo que se eleva la cantidad de ese “dinero primario” (la razón es en realidad sencilla: los bancos, con el dinero primario que al fin y al cabo llega a sus cuentas, tienen más capacidad de creación de crédito, y por tanto, de depósitos, en un proceso iterativo).

La tercera vía en que el gobierno inyecta dinero es a través de un gasto financiado con deuda externa. Esta vía, como significa poder de compra de producción extranjeras, no es “inorgánica” como las dos anteriores (se llama inorgánica porque no tiene una contrapartida en nuevos bienes reales, sea porque se han producido por otras causas, o porque se va a producir como consecuencia del crédito que respalda la emisión). Esta vía implica que el gobierno, luego de obtener las divisas correspondientes, las cambia en el Banco Central por Bolívares, para poderlos usar internamente. Así, gasta estos bolívares, por ejemplo dando créditos agrícolas, o industriales, o financiando sueldos, o aportando recursos a las misiones sociales. Pero ese dinero, al fin y al cabo va a significar un aumento de la demanda de importaciones, o de fuga de capitales, sobre todo si no encuentra respuesta productiva interna. Con lo cual, el dinero nuevo que se creó con la emisión del Banco Central de Bolívares, se elimina luego con la compra que hace la gente de dólares al mismo ente emisor. El efecto inflacionario es prácticamente nulo en este caso. De hecho, así funciona la inyección de recursos por parte del gobierno que vienen de las exportaciones petroleras. No es dinero inflacionario. Solo lo sería si hay trabas a la compra de dólares por parte de la gente, luego de que ese dinero vuelve a demandar dólares del Banco Central para completar su ciclo. Lo ideal sería que el dinero inyectado por esta vía, sea de deuda externa, o de exportaciones, fuera transformando el aparato productivo para generar bienes y servicios nuevos, dando fruto al convertirse en inversión real reproductiva, y no como simple gasto corriente.

La inyección de dinero para ser usado en educación, y para salud, y para gastos en infraestructura productiva pueden ser interpretados como un aumento en la capacidad productiva, pero deben ir acompañados de aumento de producción real en los sectores productivos que usan esa infraestructura, que emplean a los graduados, quienes se mantienen en buena forma gracias al sistema de salud. Esto es ideal sobre todo en los sectores dinámicos del desarrollo (que generan más desarrollo), como la industria y la agricultura en nuestro caso. De hecho, el problema con el endeudamiento externo es que se generan compromisos de pagos futuros, en dólares, por parte del gobierno. Y se compromete así la producción futura de petróleo. Un endeudamiento de este tipo requiere, entonces, mucho cuidado, para que el gasto sea reproductivo: que signifique una inversión para que producción futura termine permitiendo pagar la deuda en que se ha incurrido. Hasta ahora esto no ha ocurrido en nuestros 14 años en el poder, como venimos explicando. Pero el punto aquí es que esta vía de inyección de dinero no es inflacionaria. Si la inflación es un grave problema, como el que tenemos ante nosotros, podría usarse esta vía para generar inversión productiva, siempre y cuando lo sea realmente, con las medidas que se proponen en el presente documento, a diferencia de lo que ha ocurrido hasta ahora.

Sobre el tema del componente privado de la inflación, al que el equipo económico ha estado aludiendo como culpable de la situación, hay que decir que esto es en principio falso. Es una lástima que el Comandante Chávez, que tuvo poco conocimiento de ese error conceptual, se encargó de difundir mucho esa falsa idea, sin tener él culpa de ello, pues sus asesores son los responsables del asunto. Analicemos con algún cuidado este tema, ya que ha suscitado tantos errores, no solo de responsabilidades, sino de política económica basada en un diagnóstico equivocado. Primero que todo, los monopolios, que son los que pueden aumentar precios a voluntad, ya existían cuando vinimos al poder. Por lo tanto, la inflación que se debe a ellos ya había ocurrido, pues como explicamos arriba, más allá de un punto, ellos no pueden, porque no les conviene, aumentar los precios de sus productos, ya que perderían si lo hicieran, si las condiciones en que se mueven no han cambiado. Para abundar un poco más en esta explicación conceptual, un monopolio tiene como función de beneficios una curva que exhibe un solo producto maximizador de beneficios, y aunque puede fijar su precio a discreción, no puede fijar la cantidad que le compran a ese precio, pues la función de demanda es exógena a sus decisiones, ya que depende de las decisiones de los consumidores. Como hay una cantidad maximizadora, producir más de ello le causa disminución en la ganancia, pues el costo sube (al subir la producción) y el ingreso (que es el precio, que baja porque hay más producto en el mercado, multiplicado por las ventas, que suben) no compensa esa subida. Pero por el otro lado, producir menos le causa una baja en el beneficio también, pues dada la curva de demanda, una disminución de la producción, y consiguiente aumento de precios, hace que los ingresos bajen más de lo que bajan los costos, pues la gente se va a consumir otros bienes sustitutivos en una cuantía importante.

Esto es elemental en Microeconomía, y lo sabe cualquier estudiante de primer año (monopolios y oligopolios se da en la segunda mitad de microeconomía elemental, en primer año). No decimos que el común de la gente del pueblo, que no ha estudiado economía, ni siquiera el Presidente Chávez, que era una persona sumamente inteligente, tuviera que saber esto. Pero su equipo económico desde luego que sí debería saberlo. Por supuesto, como dijimos arriba, si los precios de los insumos suben, porque hay inflación en la economía, los precios de los monopolios subirán (o tenderán a hacerlo, si los precios no están regulados, o si la regulación va adaptando el precio máximo fijado a la inflación de costos). Pero la culpa no será de los monopolios, sino del cambio en el entorno en que se mueven.

Con esto estamos en condiciones de analizar el tema del componente privado de la inflación. Si el número de empresas en una rama productiva aumenta, y las condiciones del entorno no varían, entonces los precios tienden a bajar. Pero si ese número baja, pues hay más espacio para que las que quedan aumenten su poder de mercado, y los precios tienden a subir. Como consecuencia de los problemas macroeconómicos que hemos descrito, y como está bien documentado en las cifras de las estadísticas tanto oficiales como privadas, el número de empresas industriales y agroindustriales ha disminuido notablemente y/o su capacidad ociosa, que mide el nivel de empleo del capital, ha aumentado también notablemente. Es fácil de deducir que las empresas que han sobrevivido incluyen a los monopolios y los oligopolios, pues son las más fuertes para resistir condiciones adversas del entorno. Como venimos diciendo, esto ha significado que las empresas restantes han aumentado su poder de mercado, su "poder monopólico", podríamos decir. De manera que, en nuestros 14 años, no les quitamos "poder burgués", sino que les dimos más, si es verdad que estas disminuciones son producto de nuestros errores en el manejo de la economía, como postulamos aquí.

Por eso, sí que es verdad que han aumentado sus precios por aumento de su poder de mercado, y desde ese punto de vista, la inflación tiene un componente que viene del sector privado. Aunque este componente es mucho menor al monetario, como se puede demostrar por las cantidades implicadas de dinero inyectado, esto último es enteramente culpa nuestra. Ellos buscan la ganancia. Eso se sabe. ¿Vamos a culpar a un zamuro que se coma una carne, si somos nosotros quienes se la estamos poniendo? Por si esto fuera poco, ha habido una causa adicional de poder de mercado que se debe a nosotros. Por supuesto que muchos empresarios son golpistas, y siempre han actuado políticamente. Pero muchos se han visto arrinconados por la situación económica, y desesperados, se han asociado con los empresarios golpistas. Por motivos políticos. Se sabe muy bien en economía, que empresas oligopolísticas, e incluso relativamente pequeñas, si tienen un motivo común suficientemente fuerte, se asocian, y forman lo que se llama un "cartel": un monopolio de hecho, con todo el poder de mercado posible para manejar los precios a su conveniencia (con un máximo, como dijimos, por lo cual no les es rentable subirlo sin límite). Así que han incrementado su poder monopólico adicionalmente por esta razón, que implica no solo que actúan como monopolio subiendo precios por motivos económicos, sino que ahora, con un objetivo político, actúan acaparando con más poder, en particular, en períodos electorales, y eso sube aún más los precios, al reducirse la oferta por motivos adicionales a los económicos. De nuevo, se trata de una responsabilidad fundamentalmente nuestra, cuando la estrategia debería haber sido: genera producto alternativo a los monopolios, y compite con ellas, ganando cada vez más terreno, bajando así el precio.

Finalmente diremos que, en un entorno de inflación monetaria, como en nuestro caso, hay un efecto adicional de empoderamiento de monopolios: en río turbio, ganancia de pescadores. Como la inflación monetaria genera mucho ruido sobre los precios relativos (pues no se distingue bien si hay un efecto de demanda o un efecto de oferta sobre una rama productiva o de otra), entonces en la carrera de quién llega primero adaptando sus precios a la subida de sus costos, ganan los más poderosos por su poder de mercado: los monopolios, los oligopolios y las roscas. Esto es realmente lamentable, pues en esta carrera frenética, desesperada, los que más pierden son quienes tienen ingresos fijos, los asalariados, y por supuesto los que no tienen ingreso alguno, además de las pequeñas y medianas empresas, en particular las nuevas cooperativas y empresas de producción social.

Es también lógico, como hemos observado en los últimos días, que el sector privado se coordine para acaparar en momentos en que hay una devaluación inminente, o cuando viene un anuncio de subida de los precios regulados, además de lo dicho. Los productores y comerciantes, que no son ningunos ingenuos, juegan a tratar de vender a “precios nuevos” (más caros) los productos con insumos que han conseguido con precios viejos (más baratos). El clima de inflación monetaria los obliga, realmente, a entrar en ese juego, para tratar de minimizar las pérdidas, y/o maximizar las ganancias en un proceso de una carrera desenfrenada contra la inflación de costos de sálvese quien pueda. Todos estos efectos, repetimos, se deben a errores en nuestra política económica, y de falta de acuerdos con el sector privado productivo.

Culpar a Indepabis por los últimos aumentos de precios es realmente lamentable, por lo miope. Es lo que hemos visto en los medios del estado, o en medios alternativos como Aporrea, de parte de articulistas que se han comido la coba del equipo económico de que la inflación se debe a la burguesía. Nos preguntamos si no se dan cuenta de que si esta teoría fuera cierta, entonces en Colombia, o Chile, donde hay gobiernos manejados por la burguesía, debería haber entonces una inflación tremenda, muy por encima de 30% interanual, como la nuestra. En esos países, de hecho, la inflación está entre 1% y 5% en todos estos años, y ahí ni siquiera hay Indepabis, amigos y amigas, y muy pocos controles de precios (solo a los monopolios, como debería ser). Y no se trata de guerras del imperialismo, y la burguesía en nuestro caso, y no en el de ellos, pues las empresas y los empresarios capitalistas siguen una dinámica de la ganancia económica. Intentos de ruptura de la democracia solo ocurren en momentos particuares como elecciones, o en el paro petrolero. Solo en esos momentos pueden variar su lógica de la maximización de la ganancia, en que, como se dijo arriba, los monopolios producen menos de su máximo, perdiendo dinero con eso.

Y la razón es sencilla: en esta “guerra de desgaste”, los empresarios, sobre todo los medianos y pequeños, llevan las de perder, como se ha demostrado en el caso del resultado del paro petrolero, pues el gobierno ha tenido inmensos recursos a su disposición, el petrolero, y el apoyo popular, por el liderazgo indiscutible del Comandante Chávez. Las pequeñas y medianas empresas, que son la gran mayoría, no pueden aguantar mucho tiempo sin quebrar, como lo dice la lógica de la la Teoría de Juegos para estos casos de conflicto prolongado. Según este teoría, se puede demostrar lo que es lógico para cualquier persona que no haya estudiado Economía: en una guerra de desgaste, se dan dos cosas, una, que gana quien tiene más “paciencia”, o capacidad de aguante según sus recursos disponibles para aguantar en el tiempo; la otra, que en el “equilibrio”, o “solución” (explicados más abajo como “equilibrio de Nash” en un juego), no hay que esperar nada, pues la parte que lleva las de perder acepta inmediatamente un arreglo al conflicto que es, en cierto sentido, favorable para él o ella, pues aunque pierde, pierde menos que yendo a la guerra y desgastarse demasiado en el camino.

A diferencia de los políticos de oposición, que hasta tienen financiamiento foráneo para aguantar por mucho tiempo, a las pequeñas y medianas empresas, e incluso a las grandes, pues, les conviene llegar a acuerdos rápidos, y no es una casualidad que hayan aceptado inmediatamente conversar con el gobierno en estos días, sobre todo si les ofrecen, una vez más, una tajada de la renta petrolera para “arreglar las cosas”, cuando eso no es lo que está planteado, sino corregir las fallas que los hacen improductivos, como las causas de la inflación. Como lo decimos abajo, no están planteados pactos de punto fijo para seguir con la repartición de la renta petrolera, ni siquiera con el sector privado. Lo que está planteado es conversar para poner reglas para que ellos sean productivos, porque pueden hacerlo en ese caso, no para seguirlos subsidiando para que entonces puedan producir en condiciones adversas, impuestas por nosotros mismos. Pero la conclusión de este apartado es sencilla: no son las empresas las que han producido la inflación en Venezuela en los últimos 14 años, sino las condiciones macroeconómicas, sobre todo el régimen cambiario, con inyecciones de dinero por parte del gobierno como las que ha habido. En estos últimos días tampoco, sobre todo en presencia de los acuerdos con los que se ha llegado con el sector privado, que en su gran mayoría son pequeñas y medianas empresas, que no pueden, aunque quieran, aguantar las consecuencias de una guerra prolongada que los saque de su lógica de ganancia económica y los ponga a actuar políticamente.

  1. Controles de precios

Aprovechando que estamos hablando de Indepabis, mencionemos otra política equivocada, tanto en su diseño, como en su implementación, consecuencia del diagnóstico erróneo sobre las causas de la inflación: la política de controles de precios. La dinámica de control de precios ha sido impulsada por la creencia, errónea, de que el enemigo son las empresas productivas, pues son culpables de la inflación, en su desmesurado deseo de ganancias “especulativas”. Como hemos visto, una empresa, por muy monopólica que sea, no puede poner los precios que le dé la gana. En el contexto macroeconómico de inflación monetaria, y de control de cambios con importaciones del gobierno como las descritas, imponer controles de precios como se ha hecho es como tratar de usar un herbicida en un bosque tupido en el que hay infinidad de hierbas que son benignas, y el efecto final es un desastre ecológico casi irrecuperable. En materia de controles de precios, está claro que los monopolios, y los monopsonios deben ser sometidos a esos controles. Pero es bien sabido que las condiciones macroeconómicas tienen que ser bastante estables, primero para poder tener una política adecuada de controles de precios, con monitoreo cuidadoso de inflación de costos, sabiendo el origen de esa inflación, para poder ir a la cadena aguas abajo de esos costos de insumos adecuadamente. Además, cuando cambian las condiciones macroeconómicas, hay que cambiar inmediatamente el esquema de control (en este caso, las tablas de precios máximos), pues si no, se pueden obtener efectos contraproducentes, como en nuestro caso. Pero no solo eso. En materia laboral, las empresas en un contexto como ese, han reaccionado imponiendo condiciones fuertes de sobre-explotación de la fuerza de trabajo, tratando de lograr ahorros por esa vía. Por ejemplo, han recurrido al empleo de menos gente por empresa, a empleo de personal menos calificado, y a tercerización de procesos productivos conexos. El resultado, además del empeoramiento de la situación laboral, ha sido una pérdida notable en la calidad de los productos (y/o disminución del tamaño, de la cantidad provista por unidad de mercancía).

El resultado de todo esto, tanto en materia de precios finales, como en materia de relaciones laborales al interior de las empresas, ha sido una guerra sin cuartel entre las pocas empresas sobrevivientes contra el gobierno, y vice versa. Se han dado incluso procesos políticos en que el control de precios y el control de salarios y otras condiciones laborales se han transformado en leyes y decretos (como el de la inamovilidad laboral eterna) muy equivocadas en sus efectos, porque han estado muy equivocadas en su diagnóstico: hemos terminado, con el conjunto de nuestras políticas, perjudicando tanto al consumidor, a quien queríamos proteger con las políticas de precios, como a los trabajadores, a quienes queríamos beneficiar con las políticas laborales. Y en el camino, hemos arrasado a las empresas, sean capitalista o socialistas (esto de empresas socialistas lo repetiremos hasta el cansancio, perdonen el abuso, pero es motivado por el abuso de las políticas económicas de nuestro gobierno). Hemos ganado un enemigo donde deberíamos tener un aliado. Vemos que, así como en medicina, si diagnosticamos tuberculosis, cuando el paciente lo que tenía era cáncer, podemos matarlo si le damos la medicina equivocada, que probablemente era correcta si el diagnóstico hubiera estado acertado. Pero si no, como en este caso, el paciente está apunto de morir. Y hay que corregir esto, urgentemente, y, sobre el diagnóstico correcto, poner la medicina apropiada, que es la que proponemos aquí, según nuestra opinión. Claro que, como en medicina, siempre es bueno, sobre todo en casos graves como el nuestro, buscar una “segunda opinión”, aparte, por supuesto, de la del médico tratante que no ha podido sanar al enfermo, sino que obviamente parece estarlo empeorando (Si el representante del enfermo no se ha dado cuenta de esto, el paciente sí que está en grave peligro, y eso es lo que queremos evitar con esta alerta).

En particular, hay que revisar esas leyes y decretos, que se basaron en una percepción errónea de cuál era el problema. Y no es porque no queramos proteger al consumidor pobre, o de clase media, o porque no queramos proteger al trabajador, sino porque si aplicamos esta medicina, terminamos perjudicándolo. Si el sector privado, y el mercado es algo que realmente tomamos como dado, con su espacio y su dinámica, tenemos entonces que actuar estratégicamente: si hacemos unas cosas, beneficiamos a los consumidores y trabajadores, por las reacciones que, como jugadores inteligentes, van a estar asumiendo las empresas en el mercado, sean capitalistas o socialistas. Si hacemos otras, los vamos a terminar perjudicando, dadas, de nuevo, las acciones inteligentes de las empresas. Ahora bien: esas acciones inteligentes las van a tomar buscando su propio beneficio, eso no hay que dudarlo, ni siquiera criticarlo, mucho menos descalificarlo. Y por favor, para repetirlo una vez más: esa misma motivación, la de la máxima ganancia, la van a tener tanto las empresas capitalistas como las empresas socialistas, pues una cosa es su actuación frente al mercado, en el que compiten, y otra, muy distinta, hacia su interior, donde se dan las relaciones socialistas de producción y distribución.

En el tema de controles de precios hay que insistir, sin temor a ser repetitivos, porque la importancia del tema lo amerita, al golpear tremendamente a la población más pobre y la de clase media: hay que tener cuidado, como cuando se opera a un paciente muy enfermo con un bisturí: si no, se daña al tejido bueno, y la operación puede fácilmente matar al paciente. Esto es absolutamente literal: puede matar el aparato productivo si no se hace con personal muy preparado técnicamente en esta materia, que es toda una especialidad en la Microeconomía, y con muy buen asesoramiento en materia Macroeconómica, donde el tema de la inflación, y la teoría monetaria, es también de mucha especialización. El problema principal es más que todo lo que tiene que ver con las empresas pequeñas y medianas que son nuevas, las que se ha pretendido impulsar. La idea es poner un precio a los monopolios y monopsonios que controle sus poderes de mercado, no que saque del mercado a las empresas pequeñas y medianas, porque no pueden cubrir sus costos, sobre todo en un ambiente de inflación monetaria como el que tenemos, en que triunfan los pescadores grandes, por el río turbio que se ha formado. Debe ser asumido por un comité, con técnicos muy capacitados, y que monitoreen la situación día a día, para aislar el componente monetario de la inflación del componente de poder de mercado, y vayan adaptando los precios de manera dinámica, pues precios que se dejan fijos en un ambiente cambiante como el que hemos tenido son un error garrafal, con consecuencias devastadoras para las empresas no monopólicas, sean capitalistas, o socialistas. Dadas las circunstancias en que nos hemos movido, lo principal es poner bajo control las condiciones macroeconómicas para evitar la inflación monetaria. Solo esto nos permitirá controlar la inflación, por un lado, y tener una política de recuperación productiva, que es imperativa en este momento.

  1. Los Mercales y Pdvales como respuesta para controlar la inflación

Lo más grave del diagnóstico equivocado sobre las causas de precios no es que culpemos al sector privado de nuestras culpas, sino las políticas que se derivan de ello, atacando un dragón donde no existe, y generando con esto consecuencias graves para el aparato productivo cuando ese esfuerzo termina matando no el dragón, que no está ahí, sino a los soldados propios (las empresas socialistas) y a los potenciales aliados (las empresas capitalistas pequeñas y medianas) en esa batalla. Nos referimos a la creación de los Mercales y Pdvales como respuesta a la inflación.

Obviamente esas instituciones han significado un gran alivio para la población, en particular para la que está situada en los lugares donde ellas se ubican, los sectores más pobres. Pero analicemos con cuidado el asunto, tanto en sus objetivos, como en sus efectos, pasando sobre los problemas de implementación. Primero, el objetivo es controlar la inflación, a la vez que favorecer a las clases menos favorecidas. El objetivo de controlar la inflación se ha perseguido con la estrategia de generar más oferta mediante la provisión en masa de productos que faltan, sobre todo importándolos. Eso es muy correcto, y la lógica del argumento se basa en leyes económicas: como la “burguesía” enfrenta ahora competencia, tanto en cantidad, como en precios (muy subsidiados), entonces no puede vender a precios muy por encima de los de esos bienes. También el objetivo de beneficiar a las clases más favorecidas se ha logrado, evidentemente. Claro que en el proceso, se ha generado una corrupción galopante, que no es posible ocultarla a la vista del propio pueblo. La corrupción que viene de que las personas que administran el flujo de bienes, sean militares o no, sean funcionarios de PDVSA o no, quienes se han enriquecido abundantemente en el proceso mediante el desvío, para sus propios fines, de los bienes en cuestión, y de sobre-precios, es más o menos ocultable a la luz pública, aunque no a la gente cercana que se da cuenta y que va regando la noticia por las redes boca a boca, telefónicas, etc. Lo que sí es un escándalo evidente es la venta de los bienes de Mercal tanto por buhoneros, como por los propios supermercados privados, a precios de los bienes correspondientes. Imagínense lo que estará pasando dentro, si esto es apenas la punta del iceberg (esta es una formación de hielo en los mares fríos, que muestra en la superficie solo un poco de su masa, pero que en el fondo, la parte que no se ve que está bajo el agua, es inmensa, y una de ellas fue responsable del hundimiento del famoso gran barco Titanic).

Para comprender este comportamiento de trabajadores y gerentes en esas redes de distribución del gobierno hay que tener en cuenta que ellos tienen también motivos de maximizar su ganancia (que es la diferencia entre su costo en esfuerzo y su ingreso por la actividad), egoísta, individual y de grupo. Realmente es muy fácil caer en tentación en este caso para perseguir esos intereses, en contra del interés del pueblo, y es una manifestación más del usufructo de la renta petrolera por parte de individuos o grupos, sean nuevos, de la quinta, o viejos, de la Cuarta República, como mencionamos. Mientras el mecanismo de la competencia en el mercado, con la correspondiente regulación por el estado, encausa los motivos de maximización de ganancia por parte de las empresas, y los convierte en algo bueno para la sociedad, hacen falta mecanismos de diseño institucional para encausar, y hasta transformar los motivos egoístas de quienes sirven al pueblo, o deberían servirlo, en la administración pública. Pero mientras estos mecanismos no están garantizados (comenzando por el poder popular, como dijimos), el mercado es un mecanismo que termina siendo más efectivo en casos, y en circunstancias como estas, con herramientas redistributivas más adecuadas, como el subsidio directo que proponemos abajo.

Los efectos nocivos secundarios de esa medicina, en efecto, van mucho más allá del tema de la corrupción y con la ineficiencia del capitalismo de estado frente al mercado, y tienen que ver con el desastroso desmantelamiento del aparato productivo industrial y agrícola venezolano, sea de empresas capitalistas o socialistas. Veamos lo que ha pasado con las empresas productivas como consecuencia de esta política, en conjunto con la política cambiaria y la fiscal. Como dijimos, las empresas en realidad no son culpables de las subidas de precios: tienen que subirlos para seguir operando, para no quebrar, la mayoría de ellas, y el precio regulado también tiene que subir a medida que aumentan los precios de los insumos de los monopolios, pues si no no funciona el sistema de mercado, al que no es nuestro objetivo desbaratar. Sin embargo, por otro lado, la política de provisión de alimentos por debajo del precio de punto de quiebre, hace que la gran mayoría de esas empresas tenga que quebrar, lógicamente, por las razones que memos planteado. La solución para ellas es dedicarse a otra cosa, productivamente o comercialmente, o tratar de usar, de alguna manera, “las migajas que caen de la mesa de los señores”, usando parte de la tajada de la comercialización fraudulenta de los alimentos del sistema de Mercal y Pdval. Abajo hacemos las propuestas para sustituir la política de los Mercales y Pdvales. Consiste en mantener los objetivos de proteger el nivel de vida de los pobres, pero sin perjudicar el aparato productivo, y sin incurrir en el fortalecimiento del aparato gubernamental centralizado corrupto-corruptor.

  1. Causas de la devaluación y los efectos mencionados hasta ahora

La paridad cambiaria entre una moneda y la del resto del mundo depende de lo que se llama “factores fundamentales de la economía”, que incluyen las preferencias de la gente (entre ellas su disposición de conservarse en el país), el desarrollo tecnológico, y la dotación de recursos, como tierra, agua y petróleo. El cambio de esa paridad a favor del resto del mundo es lo que se llama devaluación. Para entender en términos sencillos las causas de la devaluación que hemos experimentado en los últimos años, introduzcamos un ejemplo. Esto es como si alguien tuviera un negocio que vende una arepa de caraotas por 40 bolívares. Si el vecino también vende arepas, y las de caraotas cuestan 30 al consumidor, incluso el propio hijo del productor original de arepas, al que él le da una mensualidad para sus gastos de alimentación, irá a comprar las de su vecino (va a “importar”, porque es más barato “comprar a fuera”). Por mucha prohibición legal que le imponga, de “reglas de la casa”, ese hijo no va a estar conforme, por la sencilla razón de que una arepa al día en el negocio de su casa le cuesta 300 bolívares adicionales al mes, y esto resta mucho dinero a su mensualidad. Si esas arepas siguen subiendo de precio, y llegan a 50, con mucho más razón el hijo tratará de comprar al su vecino. Con este ejemplo hemos ido al meollo de las causas fundamentales de una devaluación, pues la relación comercial entre dos países es similar a la de dos empresas: si un país se va haciendo más productivo que otro, entonces los precios de sus productos van a bajar con respecto a los del primero. Si había una paridad inicial dada, el cambio va a implicar, tarde o temprano, que el país menos productivo va a tener que devaluar, para reflejar ese cambio fundamental. Lo que ha pasado en nuestro caso es exactamente eso, pues durante estos años nuestra industria y nuestra agricultura se han descalabrado frente a sus pares de los países con quienes comerciamos.

Paradógicamente, una de las razones, como hemos dicho, ha sido el régimen cambiario mismo, el control de cambios. Los otros han sido la importación y venta muy subsidiada de alimentos por parte del gobierno, y la otra la expansión monetaria, la emisión exhorbitada de papel moneda. Como hemos explicado, el control de cambios, por un lado, y la inflación, motivada en este contexto al crecimiento monetario, han implicado que los “sectores transables” (industria y agricultura), que son los relevantes para la paridad cambiaria, han sufrido mucho en términos relativos, tanto al resto de los sectores, como al resto de los países con que comerciamos (recordemos que mientras nosotros crecíamos en un 10%, el resto de los países de Latinoamérica, excepto Haití, crecían mucho más). Un aumento de la cantidad de dinero interna en presencia de una oferta interna relativamente estancada ha implicado inflación, por un lado, y aumento de la demanda de importaciones, por otro. Si a eso sumamos que el sector privado, y mucha de la población en general, ha estado cambiando sus preferencias, y ha escogido mudar gran parte de su riqueza al exterior, mediante la fuga de capitales, tenemos ya el cuadro típico de una devaluación forzada por esas circunstancias. Si no hubiéramos tenido el factor, especial en nuestro país, del crecimiento del valor del petróleo a nivel mundial, la devaluación hubiera tenido que venir mucho antes. Como podemos comprender, la “productividad relativa” del petróleo frente a otros países no se ha debido a nosotros, sino a factores exógenos, como el aumento de la demanda por parte de China. Ya hacia el final de los 14 años, el asunto se hizo insostenible, y la devalución se hizo inevitable. Así que no se trató de una decisión arbitraria de las autoridades económicas, aunque la ocasión estuvo bastante equivocada en términos del cálculo de sus efectos electorales. El amento del precio petrolero, de hecho, escondió lo negativo del control de cambios, pues hizo pensar al equipo económico que no había un problema de pérdida de la paridad real de la moneda considerando los sectores transables en relación a los de los países con que comerciamos. Por eso, la situación ahora es explosiva, a menos que los precios petroleros suban ahora de nuevo, lo cual no es muy probable.

Las cosas que hemos mencionado sobre sobrevaluación, trabas burocráticas a la importación de insumos, inflación monetaria, controles de precios desfasados y desenfocados, importación de grandes cantidades de productos finales por parte del gobierno de manera francamente errática en relación a las fuerzas del mercado (demanda, precios relativos, tecnología, productividad, dotaciones de recursos) a precios por debajo de los costos de las empresas nacionales, entonces el resultado es muy claro: quiebre de empresas productivas agrícolas e industriales, el sector transable, que es el sector dinámico para el desarrollo, con especial vulnerabilidad para las empresas pequeñas y medianas, en particular las socialistas incipientes. La única manera en que muchas de estas empresas se han mantenido ha sido por grandes subsidios por parte del gobierno en materia de créditos fáciles, a veces impagables, y otras ventajas: sobreviven de la renta petrolera, y no de la producción y desarrollo de la productividad. Las consecuencias de esto, además de la baja notable de la capacidad de oferta nacional, es la adaptación del sector privado de manera óptima para ellos: transformación de empresas productivas en importadores (cambian el galpón productivo en depósito de mercancías importadas): sustitución inversa, perversa, de importaciones, y migración a las empresas del sector “no transable”, como construcción y comercialización.

Es bueno mencionar explícitamente aquí que una de las políticas más aceptables, en lo teórico y lo práctico, para el desarrollo de empresas industriales y agrícolas, ha sido la política de sustitución de importaciones: consiste básicamente en poner limitaciones a las importaciones para lograr un efecto invernadero, y permitir con esto que la actividad productiva nacional se desarrolle sin la competencia externa. Esto en un contexto dinámico, en que el país se va desarrollando progresivamente y se va haciendo más competitivo, lo cual permite que vayan bajando los precios progresivamente, a medida que aumenta la productividad interna. Lo que hemos observado aquí es exactamente lo contrario: perjudicar a las empresas nacionales, y promocionar las empresas extranjeras mediante nuestra compras de sus productos, con dinero petrolero. Esto, con dos “políticas”: sobrevaluar la moneda de manera artificial, por un lado, e hacer importaciones cuantiosas, erráticas y mal intencionadas con las empresas nacionales, por el otro. El resultado de la desindustrialización que muestran las cifras citadas arriba no se ha hecho esperar.

Como vemos, en nuestro caso, el remedio ha sido peor que la enfermedad: ha producido unos efectos secundarios tan nocivos, que han matado al enfermo en lo productivo ... bueno, casi casi. Está moribundo, pero la idea es buscar ahora remedios que lo levanten, que lo sanen, y que lo pongan a ganar una medalla olímpica, que sea ejemplo para todas las naciones, y para los años por venir. Esto es perfectamente posible, amigas y amigos, sin ningún efecto secundario negativo. Ahora pasemos a los asuntos de gerencia fiscal, que son problemas en sí mismos, pero afectan adicionalmente a lo dicho al aparato productivo.

  1. La situación fiscal

Los problemas fiscales han sido de dos tipos. Uno, de sostenibilidad fiscal: para poder mantener el gasto social, hay que tener dinero para financiarlos. Pero el gobierno está mostrando, sobre todo en los últimos años, que no lo tiene. Entre los síntomas preocupantes que mostramos, está en déficit de 15% del sector público consolidado el año pasado, que por las tendencias de los últimos años, es un fenómeno endémico. Para dar una idea de la gravedad de esto, el caso de España, con un déficit de alrededor de 7%, ha desencadenado una situación de ajuste neoliberal histórico, con consecuencias notables en lo social y lo político. Y en el caso nuestro es peor, pues el déficit, muy por encima del de ese país, ocurre en presencia de precios petroleros por encima de 100 dólares por barril, una cifra históricamente bastante alta. Todo esto apunta a una situación fiscal francamente insostenible, en particular para financiar los logros en materia de bienestar social que la revolución bolivariana ha alcanzado. Lamentablemente esta realidad se ha edificado sobre pies de barro en materia económica. Pero la solución no es la neoliberal, por supuesto, sino el reimpulso de la revolución, como veremos, y medidas de política económica adecuadas.

El otro problema es el de la política fiscal pro-cíclica, que implica aumento de gasto cuando aumenta el ingreso, y baja del mismo cuando baja el ingreso. Esto último ha contraído innecesariamente la economía, al modo neoliberal más rancio (como en España en los actuales momentos), y lo primero ha recalentado a la economía de manera equivocada en los booms de ingreso. En el documento citado abajo, sobre las R3, actualizado al 2013, se detalla cuantitativamente este análisis. Son más o menos conocidas las cifras de cuando crece el ingreso y crece el gasto. Pero solo mencionaremos aquí el caso contrario, que ocurrió en el 2009. El precio petrolero (y el ingreso) bajó de 127 $/b en Agosto del 2008, a 27 $/b en Febrero de 2009. El gasto se redujo en 20% en el primer semestre de 2009, lo que demuestra nuestro argumento. Por cierto, como consecuencia de ello, el PIB no petrolero bajó 1,7% en 2009 y 1,6% en 2010. Se ha desconocido así, errónea e innecesariamente en materia de política económica, el mandato constitucional del Fondo de Estabilización Macroeconómica, que es elementalmente necesario para una buena gestión fiscal. Esta clara oposición al marco constitucional tiene además consecuencias graves para el estado de Derecho, por su precedente, y significa una desviación importante del legado del Comandante Chávez.

  1. En relación a la situación productiva de PDVSA.

Solo diremos brevemente que es evidente que ha habido un problema de atiborramiento de las actividades que se han asignado a PDVSA, y la gerencia no ha podido, porque realmente ha sido imposible, atender a tantas demandas simultáneas de gestión. Los miles de problemas que ha presentado la revolución, como las necesidades de respuestas rápidas ante un asunto de falta de alimentos, o de construcción acelerada de viviendas para damnificados, de atención a desarrollos y padrinazgos regionales, de responsabilidades político-electorales, de nuevos acuerdos con múltiples países y organizaciones internacionales por razones geoestratégicas, etc, etc. , han recaído sobre los hombros de una sola gerencia, de una sola organización: PDVSA. Demasiado se hecho, realmente. Es como poner al capitán de un portaaviones que va en el pacífico, cerca de una isla, en aguas turbulentas, a capitanear a su vez cien destructores, treinta aviones de combate, en esa zona; veinte autobuses de pasajeros, ocho taxis y tres carretas de caballo en un país del Caribe, y, además, a controlar el itinerario de un burro que carga leña en Tucupido, en los llanos venezolanos. La razón para justificar esto es que el capitán es muy diestro, tiene don de mando entre todas esas tropas y personas y capacidad logística de darles insumos y pagos. Las respuestas de incremento de personal para las múltiples tareas acometidas ha sido un desarrollo lógico al aumento de demandas de gestión en tantos campos diversos.

Pero hay que ahora ver con calma las cosas, confiar en el pueblo, en su capacidad de autogobernarse, y deslastrar a PDVSA de tantas tareas absorbentes y distractivas, tanto con el Ministerio de Petróleo, como se propone abajo, como con las Comunas y otros entes de la administración pública. Con las distracciones, se ha abandonado en gran parte el esfuerzo en la inversión y el mantenimiento para reponer la merma de producción en muchos de los pozos activos; lo mismo ha pasado con la inversión para nuevos pozos; se ha descuidado el mantenimiento de las actividades de refinación y comercialización; se ha abandonado el desarrollo de nuevas capacidades tecnológicas y de gestión, incluyendo la financiera relacionada con las empresas mixtas; se ha abandonado la necesidad del desarrollo autónomo de las filiales de PDVSA, con muchos subsidios cruzados que ocultan las fallas de unas con la asistencia de otras, etc. La idea es que no queremos que pase al portaaviones lo que pasó a los barcos cruceros Titanic y Costa Concordia, que precisamente por distracciones del capitán, chocaron con un iceberg el primero, y encallaron cerca de la costa el otro. En estos dos casos el problema ocurrió por distracciones irresponsables del capitán, pero en el caso nuestro es peor: porque lo estamos obligando a que se distraiga, y con eso ponemos en peligro de muerte no ya a los pasajeros de los cruceros, o a la causa de la guerra naviera del portaaviones que pierde el foco de sus ataques, sino nada menos que a la gallina de los huevos de oro de este país, que es el principal instrumento de poder económico-estratégico para impulsar esta revolución.

  1. Rectificación: Comunas y producción

Por lo dicho, frenar la caída hacia el abismo, salir del despeñadero, y el relanzamiento de la base económica de la revolución son imperativos ya, por derecho propio, para construir sobre bases sólidas la pata económica de la revolución. Además, si no se hace, se agudiza tremendamente la posibilidad de un escenario de estallido social que se ha estado gestando desde hace antes de las elecciones, similar al planteado por Simón Bolívar como causante de la caída de la Primera República, pero que se está agudizando después de las elecciones, tanto porque el gobierno ha dado signos de continuidad en la política económica que nos ha llevado donde estamos, como por el aprovechamiento mediático de la situación por parte de la oposición y el imperialismo fascistas, que sabe muy bien que la situación es insostenible si la política económica persiste, ayudado además por condiciones adicionales, como una baja del precio petrolero, que ya estamos empezando a observar. Estamos a tiempo y en condiciones de hacerlo. Pero hay que tomar medidas correctivas drásticas y rápidas, como las planteadas abajo.

De hecho, puede interpretarse, de forma general, que la sociedad tiene tres patas: la social, la política, y la económica. Nuestra pata económica tiene dos soportes: el capitalista, y el revolucionario. Este último debe irse desarrollando progresivamente, conviviendo con el primero de manera adecuada, para ir ganando fuerzas. Pero quien gerencia el gobierno revolucionario debe saber gestionar esos dos soportes, lo que implica conocer muy bien las reglas de juego del primero, además del segundo, claro, para no perder el juego por descalificación, debido a su ignorancia sobre el tema: no está permitido en este caso esconder la cabeza en un hueco, como el avestruz. En este sentido, las medidas de corrección propuestas en este documento tienen como soporte las tres propuestas del Comandante Chávez: la de Revisión, Rectificación y Reimpulso; la del Plan Patria, y la del Golpe de Timón, y combinan la profundización de la revolución en lo político, con un enfoque económico sensato en lo Macroeconómico y en lo productivo. La propuesta tiene medidas de aplicación inmediata, y de corto, mediano y largo plazos, como se dijo en el Resumen. Pero hay que declarar una Emergencia Nacional en lo Económico-Social para enfrentar el problema cuanto antes, que es el más grave problema que tenemos actualmente, de lejos, y que pone en peligro a todo el país y a nuestro proyecto político revolucionario.

I. Comunas: expresión del Poder Popular en lo político y lo económico-social

Volviendo a la frase inicial, la propuesta nuestra de solución para salir del barranco económico y el peligro del abismo, que es la caída de la Quinta República, es, en primer lugar, impulsar el socialismo, mediante las Comunas, en primer lugar, y la producción, en segundo lugar. No solo por motivos de justicia política y de eficiencia económica, sino ahora por razones estratégicas, por necesidad histórica imperiosa: este es el único remedio apropiado, como hemos visto, para sanar al enfermo de gravedad que tenemos, y de levantarlo con todos los ánimos, sabiendo que es no solo un remedio para enfermos, sino una solución para los parcialmente sanos, de todas partes del mundo, cada quien con sus propias especificidades.

Así, pues, se propone usar la necesidad del impulso de las Comunas, con sus Consejos Comunales, para mejorar sustancialmente, al mismo tiempo, el problema de la gestión pública de los gastos económico-sociales, en particular, el relacionado con las misiones y los créditos productivos. Esto tiene un significado crucial para la gestión fiscal, al ahorrar significativamente recursos, e incrementar la eficiencia del gasto, aumentando el resultado en términos de obras económico-sociales del gasto público. Por otro lado, mejora sustancialmente el proceso productivo de las empresas socialistas y las de producción social.

Para implementar la propuesta se propone traspasar íntegramente la gestión política, económica y social de todas las misiones, en particular la realizada por PDVSA a través del FONDEN, a los Consejos Comunales y las Comunas.

  1. Las Comunas: célula básica del Poder Popular, la democracia participativa

Lo que se está proponiendo es ir más allá de lo que normalmente se denomina “comunidad” cuando se emprende una inversión social en alguna de las áreas de las misiones, por ejemplo. Se trata de dar todo el poder de decisión sobre todos los aspectos que atañen a “lo público” (lo político) en las comunidades, centralizando en un solo organismo de gobierno, de autogobierno, las decisiones, gerencia y control sobre la salud y sanidad, ambiente (incluyendo aguas y comités de aguas), vivienda, ordenamiento territorial (comités de tierras), vialidad y otras obras públicas, educación, ciencia y tecnología, información, comunicaciones, alimentación, atención de indigentes, créditos, empresas productivas solidarias, seguridad, etc. Esto haría incluso más efectivo, y más eficiente, el gasto social documentado econométricamente, que se refiere en realidad solamente a proyectos de obras aislados, que tienen que ver con tratamiento y consumo de agua potable, aguas negras, y otras obras públicas, y ejemplificado también por muchas experiencias en el proceso venezolano, y las de otros países.

Además, esto le da el poder que no se le ha dado a los Consejos Comunales, y promueve naturalmente un Sistema Nacional del Poder Popular basado en ellos, como en la intención original de la Unión Soviética, como realmente ha debido ser. La consignas de “Todo el Poder para el Pueblo”, y “Solo el Pueblo Salva al Pueblo”, que apuntan a la realización efectiva del proceso revolucionario, y que implican simplemente una profundización de la democracia participativa, significan a la vez la desaparición progresiva, por sustitución virtuosa, del estado vertical, centralizado, burocrático, corporativo, corrupto-corruptor que tenemos hoy en día, en el largo plazo, con la desaparición de las Alcaldías, Gobernaciones, y todos los poderes actuales, ejecutivo, legislativo, judicial y contralor. Solo de esa manera estos organismos pueden ser saneados, con el pueblo en el poder, con todo el poder, y todos los poderes reunificados en el legítimo soberano. Lo que se propone hoy es solo un impulso en esa dirección, poniendo en práctica los lineamientos y objetivos del “Programa de la Patria 2013-2019” (Plan Patria), y evita los errores en ciernes de centralización política y la estatización de la economía en empresas quebradas del estado, que minaron y derrumbaron muchos intentos socialistas como el de la Unión Soviética.

La propuesta eliminaría la tendencia actual de usar una organización centralizada para administrar las misiones, que engrosa de hecho el aparato corrupto-corruptor del estado centralizado que heredamos de la Cuarta República. Además, permite a PDVSA concentrarse en su función de productor de petróleo, y mejorar la eficiencia de su gestión productiva, ya que la urgencia de la necesidad de múltiples gestiones del gasto social ha implicado que se ha tenido que ampliar institucionalmente de una manera enorme en recursos humanos. Esto, y el uso de sus recursos propios para realizar estos gastos, ha mermado abismalmente, como dijimos, su productividad en circunstancias en que sus nuevos desafíos, como el de la Faja del Orinoco, necesitan su atención para dar sostenibilidad a la base económica del gasto social. La situación ha implicado que muchas de las responsabilidades de inversión para desarrollo de la faja ha caído en manos de empresas transnacionales, perdiendo por esa vía soberanía productiva petrolera.

Esto es un asunto de suma urgencia, y de vergüenza para los revolucionarios, que atestiguan las consabidas y evidentes corruptelas en la gestión social y productiva interna de las misiones, en particular la alimentaria, mencionadas arriba. El nuevo gobierno debe decir ya basta a esta situación, y buscar una solución virtuosa, afianzando la revolución en el mecanismo que es el que al fin y al cabo la va a salvar, para llegar al punto de no retorno, como lo plantea el Golpe de Timón y el Plan Patria.

  1. La Comuna, y las empresas solidarias, como solución en lo político y lo económico

No tenemos espacio para abundar en el fundamento teórico de esta propuesta. Pero es necesario mencionarlo brevemente. Pero antes, hagamos de nuevo un paréntesis de definiciones básicas necesarias. En primer lugar, agrupamos entre las “empresas socialistas” a dos tipos de empresas: las cooperativas y las empresas de producción social. Las “cooperativas”, sean grandes, medianas o pequeñas, como dijimos, son empresas cuya propiedad está en manos de los trabajadores. La propiedad se reparte de manera igualitaria, con igual número de acciones por cooperativista. Sin embargo, los ingresos de esos trabajadores no necesariamente son iguales, pues son la suma de sus ganancias, que sí que son igualitarias, y sus salarios, que pueden ser diferentes, de acuerdo a la productividad. En esto último influye la formación del trabajador, que es una combinación de sus estudios formales, y su experiencia.

Las “empresas de producción social” pueden ser de dos tipos: una, en que la propiedad es compartida entre los trabajadores, y el estado. La parte de los trabajadores es administrada como una cooperativa, y la parte del estado es administrada como la de un condueño, que tiene parte de las acciones de una empresa cualquiera. El estado puede ser el Central, el Estadal, el Municipal, o el representado por una o varias Comunas o Consejos Comunales. O puede ser una combinación de estas instancias. Las proporciones de la propiedad mixta varían, y dependen de las circunstancias concretas, como el carácter estratégico de la empresa en cuestión. Estas empresas no son capitalistas porque los trabajadores, en principio, no son explotados por el dueño o dueños, pues son parte importante de esos dueños. Es posible que haya explotación en parte, si la propiedad del estado es relativamente grande, y se da lo que mencionamos cuando comentamos el fenómeno del Capitalismo de estado. La segunda forma de empresas de producción social es como la anterior, pero los trabajadores no son propietarios de parte de la empresa. Pero, a diferencia de las empresas del capitalismo de Estado, hay lo que se llama “control obrero”. Es como si los trabajadores fueran propietarios de parte de la empresa pero solo en lo que respecta al control, no con derechos individuales que da la propiedad: de traspasarla a otros a un precio, o como herencia. En este caso, los trabajadores también tienen un sueldo básico, de acuerdo a su productividad, pero además tienen acceso a un porcentaje de la ganancia (o pérdida) de la empresa. Por eso los intereses están alineados, y los incentivos están bien diseñados.

A las empresas socialistas también las llamamos “empresa solidarias”, porque en ellas, como mencionamos abajo, se da de manera natural la relación humana solidaria (que consiste en la mutua ayuda, no tanto por cooperación estratégica, sino por amistad verdadera) entre los trabajadores, como explicamos abajo.

Aprovechemos a decir aquí que, a pesar de que el nombre de cooperativa es un concepto estándar universal, en nuestro país ha habido fallas graves en la implantación de cooperativas. Muchas empresas que se hacen llamar cooperativas no son tales, y desprestigian con esto ese nombre. Algunas, por ejemplo, vienen de empresas capitalistas que solo de cambian de nombre, para obtener beneficios impositivos y crediticios, sin cambiar la estructura de la propiedad. Otras, vienen de decisiones de algunos gerentes de empresas del estado, que se buscan unos cuantos trabajadores, los contratan a sueldo, se autonombran gerentes generales, se benefician personalmente de las ganancias, en particular de las exenciones de impuestos y de los créditos, y cuando la empresa va mal, obtienen un subsidio de la empresa del estado de la cual son gerentes. Otras, como algunas de transporte, sea de motos, taxis, de autobuses urbanos o interurbanos, o de transporte de mercancías, provienen de personas que se organizan entre sí para obtener los beneficios mencionados, y luego se convierten en accionistas de una empresa que emplea obreros asalariados para conducir sus carros, autobuses o camiones. Como vemos, la mayoría de estas aberraciones vienen del problema de quién certifica que la empresa es realmente cooperativa. La propuesta que estamos haciendo implica que son las Comunas, y su sistema en redes, quienes deben hacer esta certificación, en un sistema de corresponsabilidad: si la empresa quiebra, la Comuna responde por las pérdidas.

Siguiendo con las definiciones, hablemos ahora de “bienes públicos”: estos son “bienes públicos por naturaleza”, no por propiedad, o por gestión del estado. Ejemplos de bienes públicos por naturaleza son el de la información y el de la tecnología, que una vez producidos, si alguien los consume, no los elimina, sino que permanecen, y pueden ser consumidos por otras personas sin que se acaben, a diferencia de los bienes privados, como la guayaba, que si alguien la consume, la acaba como bien. Otro ejemplo de bienes públicos es la defensa nacional: cuando alguien la “consume” (la utiliza, porque su país no es invadido por fuerzas externas, por ejemplo), no excluye a otro de ese consumo su su país. Otro es una carretera, pues cuando un carro la usa, no excluye de su uso a otros carros. Estos últimos son “impuros”, pues a medida que aumenta el tráfico, el grado de exclusión va aumentando. La defensa es “local”, pues se refiere a un país solamente. Otros son la educación, la salud pública, la infraestructura económica. (Tarea: decir porqué un autobús es un bien público local e impuro). Como vemos, los bienes públicos, sobre todo los puros y los globales, son cosas milagrosas, realmente. Y su carácter milagroso es lo que fundamenta la revolución de la abundancia, en las áreas política, económica, social y cultural, que es lo que planteamos como la consecuencia obligada de la implementación de nuestras propuestas en este documento, como se explica con detalle abajo.

Pero es bueno diferenciar de una vez los bienes públicos por su naturaleza económica, de “lo público”, que es una entidad política. Lo público tiene que ver con la naturaleza de la entidad social, el cuerpo de personas, como un todo, en una sociedad. La entidad política de la sociedad toma sus propias decisiones, que tienen que ver con su bienestar y sus relaciones con otros entes públicos (como otro país), y a esa entidad normalmente se le llama “estado”. “Tomar el poder político”, en nuestra sociedad puede significar ser electo para representar al electorado para gerenciar, reglamentar, juzgar, controlar, etc., las decisiones que tienen que ver con su voluntad y operación como entidad política. Por ejemplo, una decisión puede ser una ley, o una constitución; o una política cambiaria. No por casualidad los bienes públicos por naturaleza, como un faro en un puerto, o la seguridad nacional, son producidos por el ente público, el estado, y es administrado por su “gobierno”. La razón es que los bienes públicos por naturaleza no los produce eficientemente el mercado. Es una de las llamadas “fallas del mercado” (aunque el neoliberalismo es tan radical que pretende privatizar todos los bienes públicos, pues solo así el mercado los podría producir, pero con muchas ineficiencias, como se sabe). Así que los dos conceptos están muy relacionados en la práctica, pero son teóricamente distintos.

Por último, mencionemos brevemente los conceptos de “alienación” y “alineación”. El primero significa textualmente, enajenación: si alguien tiene, o produce algo, alguien más, ajeno a esa persona, viene y le quita eso poseído o producido. Es materialmente un robo, de acuerdo a esto. Por eso se aplica a la relación entre los trabajadores y los dueños, que son distintos en una empresa capitalista: ahí se da “explotación” del trabajo por el capital porque el dueño del capital “expropia”, enajena, al trabajador del producto de su trabajo, y lo transforma en ganancia exclusiva suya: la diferencia entre el valor total del producto, y la parte de ese valor que se le paga al trabajador que lo produce, se llama “plusvalía”, de manera natural, pues es como el “valor adicional” (“plus” significa adicional), que es lo que se apropia el capitalista a razón de su propiedad del capital, que son los medios de producción como las máquinas, los insumos, el financiamiento, etc.

Hacemos notar que estos temas de la explotación del trabajo son polémicos, como era de esperarse, pues aquí está implicado el tema ideológico, los puntos de vista políticos de los analistas económicos. En el Apéndice A hablaremos brevemente del tema de que, dada una apropiación privada inicial de la tierra, o un bien de capital, la distribución de la riqueza se hace más injustamente desigual a medida que pasa el tiempo en un sistema de mercado. Es injusta porque no depende de decisiones de esfuerzo sino de desventajas exógenas que favorecen siempre a la parte propietaria del capital. Lo del incremento de la desigualdad es fácil verificarlo empíricamente, y lo de la teoría que lo muestra la referiremos abajo, y es muy creíble porque fue elaborada por economistas neoliberales muy respetables.

Aquí mencionaremos brevemente el principal tema polémico sobre este asunto de la explotación del trabajo. Primero, observemos que lo de la plusvalía ocurre con más claridad en el caso de un monopolio que en una empresa competitiva. Por ejemplo, en una empresa de este último tipo, si un emprendedor tiene un empleado, todo es alquilado, y luego de la venta cada quien cobra de acuerdo a su productividad, y se paga el alquiler, y no hay ganancias adicionales, estrictamente hablando no hay explotación, pues cada quien gana el valor de lo que produce, el empleado no es explotado. Si hay una “ganancia”, y el emprendedor se queda con ella, él podría argumentar que ese es la remuneración por su emprendimiento con el negocio, y por la toma del riesgo implicada. Eso incluso estaría bien, pues estrictamente hablando no es una ganancia, sino una remuneración. Si por encima de eso hay otra ganancia, propiamente dicha en este caso, y se la apropia, entonces sí que habría explotación si no la comparte con el empleado, que participó en la producción, no participa en esa ganancia porque no es propietario. Pero esa ganancia no es atribuible a ningún factor productivo, sino a una renta por alguna circunstancia del mercado: la empresa tiene renta porque tiene poder de mercado circunstancial. Lo que queda claro es que el dueño se queda con cualquier ganancia de este tipo por ser propietario del negocio. Y es de suponerse que es muy probable que este tipo de ganancia ocurra normalmente, y ahí está la polémica, pues un creyente acérrimo en el mecanismo de mercado diría que no, y un marxista diría que sí, por lo cual el tema debería terminar siendo transado, en una empresa competitiva, a nivel de la contabilidad de la repartición “justa” de lo producido entre los factores productivos.

Pero realmente esa contabilidad es sumamente polémica. De hecho, hay una fórmula matemática que atribuye exactamente lo que cada factor, trabajo y capital, contribuye a lo producido. Si el ingreso monetario “justo” entonces sería (respetando la propiedad del capital, claro) la proporción que se da en ese cálculo a cada factor. Pero hay varios problemas graves en esto: primero, que la fórmula requiere que se conozca lo que se denomina “función de producción”, que no existe en ningún lugar realmente. Lo que sí se puede hacer es estimarla econométricamente. Pero esto requiere muchos supuestos, que normalmente no se dan en una empresa competitiva, sobre todo si es reciente, y/o si el entorno no es estable, como en nuestro país. Además, las estimaciones, en el mejor de los casos, son sumamente gruesas, y no toman en cuenta toda la gama de factores que participan en el proceso y requieren una remuneración diferenciada, con lo cual se torna en una herramienta que no es usada en la práctica para este propósito microeconómico: se puede usar por razones de gerencia para una guía sobre el empleo óptimo de factores, o para hacer consideraciones de cambio de tecnología, etc., pero no para distribuir el ingreso de la empresa entre los factores.

El otro método de estimación es el de suponer que el salario de mercado debería ser lo que remunera justamente a los trabajadores al interior de una empresa, y la tasa de ganancia del mercado lo que remunera al capital. Pero esto tiene problemas graves. Primero, que ese resultado viene de la teoría económica que supone cosas que no se dan en la realidad, como que el mercado de trabajo no tiene fallas, y que los distintos grados de salarios existen en el mercado para toda la gama posible de calificación de la fuerza de trabajo; además, que el mercado de capitales no tiene fallas, y que se puede asignar remuneraciones diferenciadas para cada tipo de capital. Los dos supuestos son completamente irreales, como cualquier economista hoy en día sabe de sobra, sea defensor del mercado como mecanismo eficiente, o no. El salario de mercado, con sus muchas fallas y deficiencias, se usa, sin embargo, como un indicador, una guía, para asignar remuneraciones a trabajadores nuevos, principalmente.

No hablaremos de otros detalles que que hace aún más complicado el cálculo, que son los que tienen que ver con el riesgo sobre el ingreso de la empresa, quién lo asume, o cómo se reparte, y qué “derechos” esto implica, además del asunto de información asimétrica sobre el esfuerzo de los trabajadores (los trabajadores saben mejor que el dueño qué esfuerzo hacen) y las ganancias (los dueños saben más que los trabajadores qué ingresos se obtienen), etc. Pero con lo dicho basta para reconocer que el asunto de los fundamentos para la distribución del ingreso al interior de una empresa es sumamente incierto (a pesar de que los dueños alegan que eso es muy claro e incontestable) y por lo tanto polémico, y depende del punto de vista de quien juzga, pues los trabajadores tenderán a pensar que el dueño se queda con demasiado, y el dueño que los trabajadores son los que exigen algo que no les corresponde por su aporte. Lo que sí es claro, es que quien tiene el sartén por el mango es el dueño, el capitalista, que además es quien lleva los libros de contabilidad. El estado, por eso, tiende a entrar en este conflicto (fijando salarios mínimos, condiciones de despido, jornada laboral, etc.) para favorecer a quien representa políticamente: si es de derecha, a los capitalistas, y si es de izquierda a los trabajadores.

Notemos, de paso, que “el capital” no es más que trabajo “cosificado”: bienes, cosas, producidas por el trabajo en períodos anteriores, que no son perecederos (no se deprecian con un solo uso productivo) sino durables, acumulables, que se usan como insumos para la producción posterior. La plusvalía se va acumulando como valor y/o como propiedad de bienes reales usados como insumos en la producción, a lo cual se denomina “medios de producción”. Así, pues, el “capitalista” es el dueño de este capital, y el trabajador, al no ser propietario, no puede sobrevivir sin vender su fuerza de trabajo al capitalista, pues está separado de los medios producción por realidades de división de la propiedad, por la existencia de la “propiedad privada, privativa para los trabajadores, de los medios de producción”.

En una cooperativa es completamente diferente, pues los trabajadores son dueños del capital, aunque en este caso no se les llama capitalistas, pues no explotan a otros trabajadores para apropiarse de su plusvalía. Para este caso, siguiendo con el análisis, se usa el concepto de “alineación”, que significa literalmente que los intereses de dos o más individuos u organizaciones están en la misma línea: los dos o más miembros del grupo tienen objetivos comunes, y no contrapuestos. Mientras con la alienación hay una relación de conflicto, por los intereses contrapuestos, y se da lo que denominamos “lucha de clases” entre los trabajadores y capitalistas; con la alineación vemos que, por los intereses comunes que se forman, hay “cooperación” entre los participantes, y de ahí el nombre de “cooperativas”, que eliminan la lucha de clases a su interior, aunque la lucha de clases siga en lo político a nivel del estado central, que puede, por sus estructuras y/o por su gobierno, representar más los intereses de una clase por sobre los de otra. Solo como consecuencia de esos intereses comunes, se eliminan como por arte de magia la gran mayoría de las dificultades que mencionamos arriba sobre el tema de la remuneración de los aportes al proceso productivo. Por cierto que la diferenciación de salarios es perfectamente posible, pues cada trabajadores puede hacer contribuciones diferentes, que requieren una remuneración diferente. Lo otro es que como se puede deducir, al interior de una cooperativa hay relaciones socialistas de producción, y se aplica el principio de “de cada quien según su capacidad (productividad), y a cada quien según su trabajo”, de manera que el salario depende de la productividad de cada trabajador. Esto mismo puede traer conflictos interpersonales, pero de mucho menor intensidad que en la empresa capitalista.

El conflicto viene realmente porque sigue siendo muy difícil determinar el aporte diferenciado de cada trabajador, y su correspondiente salario diferenciado. En todo caso, sin meternos a analizar el asunto con más cuidado, la evidencia sobre esto muestra que la escala de salarios en una cooperativa tiene mucho menos pasos que en una empresa capitalista, por un lado, y la distancia entre esos pasos es abismalmente menor (un gerente no gana mucho más que un trabajador “raso”, como en el caso de una empresa capitalista). En todo caso, lo que sí se da es una interacción horizontal entre los trabajadores que implica que se dan procesos de aprendizaje mutuo, por el control social que se genera. Por ejemplo, los cooperativistas son muy cuidadosos sobre quienes son los miembros: si un miembro incurre en faltas continuadas, y no aprende, entonces lo excluyen. Igualmente, para aceptar a alguien nuevo, lo someten a muchas pruebas, tanto previas, como posteriores. Esto es enteramente lógico, pues su ganancia va a depender del desempeño de cada miembro, y en esto actúan con celo, como cuando el capitalista actúa con celo frente a los trabajadores. Pero en este caso el celo es bueno, tanto para quien lo ejerce, como para quien lo “padece”, como podremos imaginar, por lo que eso implica en términos de aprendizaje, de “formación ideológica” que es interactiva, multidireccional, y no unidireccional como en el caso de la empresa capitalista.

Retomando el asunto de los fundamentos teóricos de la propuesta de empoderamiento político y productivo del pueblo y los trabajadores, el principio para las Comunas o Consejos Comunales es el mismo que el de las cooperativas y empresas solidarias. En el caso de las empresas productivas, cuando la propiedad pasa a ser común, e igualitaria, su ganancia pasa a ser un bien público para los trabajadores: cuando alguien, algún trabajador, contribuye con su esfuerzo productivo a su beneficio, todos ganan (porque uno gane, no se excluye a nadie, aunque la ganancia sea repartida entre todos). Por esto es precisamente que la gestión mejora sustancialmente, pues, al eliminarse la lucha de clases al interior de la organización productiva, eliminarse la alienación explotadora de la plusvalía del trabajador, la alineación de intereses implica que los incentivos para los trabajadores los hace ser más productivos, más cuidadosos. Esa alineación de intereses hace que se eliminen los puntos de vista de que hablábamos, que generaban polémica, y desconfianza. De hecho, hay mecanismos para eliminar la información asimétrica sobre el esfuerzo y la contabilidad, pues los trabajadores se supervisan entre sí, como es sabido en las cooperativas, y tienen la facultad de monitorear continuamente, como dueños que son, a la gerencia sobre el tema de la contabilidad y las finanzas de la empresa. Se da la tendencia a trabajar en equipo, lo cual trae consigo “externalidades positivas” que tienen que ver con intercambio de ideas sobre cómo mejorar lo procesos productivos, de gente agrupada con un objetivo común. De ahí a la “gerencia participativa” hay un paso, que se da de manera natural, que es más eficiente que la vertical que se da en las empresas capitalistas en que dueños y trabajadores están separados, y es casi imposible, por cuestión de conflicto de intereses, que la gerencia, en manos de los dueños o sus representantes, trabajen en equipo con los trabajadores. Por si fuera poco, se puede demostrar, teórica y prácticamente, que la solidaridad entre los trabajadores aumenta: el egoísmo da paso al altruismo, que termina mejorando aún más la eficiencia productiva, y a los egoístas les conviene ser altruistas. Es el ejemplo básico que da la razón a Marx cuando decía que el cambio de estructura produce un cambio de cultura: la competencia, y la lucha de clases, produce egoísmo entre las partes contrincantes, la propiedad común produce altruismo e internaliza la ética.

En materia de gerencia política, el mismo principio opera, pues, cuando las comunidades toman posesión de la cosa pública (toman el poder político en su entorno), esta se transforma en un bien público para ellos. Cuando alguien evita tirar basura en el vecindario, por ejemplo, no solo el individuo en cuestión se beneficia, sino que todos en la comunidad experimentan el bienestar que de ahí se deriva: cuando a todos les va bien en lo relativo a su entidad, como por ejemplo en la limpieza, a cada ciudadano le va bien. Lo mismo para la seguridad, la educación (que es un bien público porque un solo maestro enseña a varios estudiantes con un solo esfuerzo), el conocimiento, y todas las actividades que normalmente realiza el estado, pues el mercado no las produce eficientemente. La democracia representativa implica una disociación de la propiedad de lo público, y la gestión, entre el elector y el elegido, pues su control de este por aquel es muy poco efectivo, y solo se da mediante elecciones anodinas, en períodos demasiado espaciados en el tiempo. Por supuesto, lo mismo que en el caso de las empresas solidarias, la alineación de intereses entre la propiedad de lo público y los ciudadanos mejora sustancialmente la eficiencia gerencial, pues hay incentivos a que todos, y cada uno, contribuya al bien de todos. La “lucha de clases” en lo político, entre representantes y representados, se elimina de esta manera, y se da pie para la cooperación entre los que son condueños de lo público a nivel comunitario.

Esa mejora de la eficiencia viene de que, al estar alineados los intereses los miembros de la comunidad entre sí, se desarrollan plenamente las fuerzas productivas de gerencia de lo público al interior del colectivo, que antes estaban limitadas por “información asimétrica y riesgo moral” entre representantes y representados. Por ejemplo, los miembros de la comunidad saben mejor que nadie qué necesitan, y con qué recursos propios cuentan (humanos, etc.). Por eso, la planificación, gestión, y control de gestión participativas son mucho mejores en este esquema, más eficientes. Es por esto que proponemos un traslado cuanto antes de toda la gerencia (desde planificación y diseño, hasta control, pasando por gestión) de los recursos que se destinan a las comunidades, a ellas mismas. Recalcamos que el asunto de la propiedad es esencial aquí: antes de que la comunidad percibiera las cosas públicas como ajenas a su propiedad, como pertenecientes al “estado y sus funcionarios”, electos o no, las calles y su limpieza, por ejemplo, o las escuelas y los liceos, eran “tierra de nadie”, realmente, pues nadie lo tenía como suyo, y trataba de usufructuarlo sin responsabilidad, y el resultado ha sido el deterioro de esos bienes que pertenecen a lo público, ocurriendo lo que se conoce en la literatura como la “tragedia de los comunes”, que explicaremos más abajo (si unos pastos están disponibles a un vecindario agrícola, pero nadie tiene propiedad de ellos, entonces todo el mundo los sobreexplota, y la tierra termina arrasada). La solución a ese problema clásico es precisamente el que planteamos, la apropiación de toda la comunidad de esos bienes. También existe la solución de repartir la propiedad por morador, que es la solución de propiedad privada y mercado, pero eso no funciona en este caso, pues estamos hablando de bienes públicos también por naturaleza, que no son bien gestionados por el mecanismo de mercado, ni siquiera con su privatización forzada (claro que un neoloberal acérrimo diría que para garantizar la seguridad, por ejemplo, hay que privatizarla: que cada quien se compre sus armas para defenderse, o que cada organización -entre ellas el estado mismo!- se contrate una empresa privada de seguridad, como lo está proponiendo la Asociación Nacional del Rifle en estados Unidos, para aumentar aún más la ya bastante privatizada seguridad, con el resultado que vemos en términos de matanzas colectivas, y una sociedad presa de las excesivas medidas se seguridad por todos lados). De ahí lo milagroso de la solución del poder popular a los problemas de eficiencia en la gestión pública.

  1. Los errores: ¿de las Comunas, o de la dirección política?

Muchas personas, incluyendo revolucionarios, critican a los Consejos Comunales y las Comunas, y dicen que si se les dan recursos, sus dirigentes los convierten en camionetas privadas y gastos de restaurantes, en corrupción, y hasta en conformación de mafias armadas. Pero es que no saben que esas organizaciones, en particular donde han ocurrido irregularidades, de hecho no tienen el poder, no son realmente Comunas, pues se les ha permitido hacer suya la propiedad de lo público local. De hecho, en su entorno, cada ministerio viene con un proyecto, con una misión, y se organiza, por su propio lado su “pueblo”, y se retrata con él para demostrar el cumplimiento de su función. Por un lado están las misiones, descoordinadas a nivel comunitario, por otro lado la gestión de la alcaldía, por otro la de la gobernación, PDVSA, en materia de obras sociales; por otro lado la policía, la Guardia Nacional, para temas de seguridad. Por otro lado el Partido, en cosas electorales, y de priorización de proyectos. Un desorden descomunal (y descomunalizante!). ¿Cómo se le va a pedir a un Consejo Comunal que sea exitoso, si no se le da poder, si se le sigue usurpando el poder, y hasta se le divide en grupos aislados y descoordinados, y hasta enfrentados por cuotas de poder, y se le sigue tratando como incompetente para resolver sus propios problemas? Un “Consejo Comunal” en estas condiciones es un grupo más (y bien pequeño, por cierto, y sin poder). De hecho, al experimentar que no tiene poder, por ejemplo para cerrar una licorería que vende drogas, o para sancionar a unos obreros que se roban los materiales de una acera, o controlar el ruido estridente de una música ballenata de un taller mecánico, los consejeros dejan de ir a las reuniones, y los ciudadanos dejan de ir a las asambleas. Y así, al no tener el control, la contraloría de toda la comunidad, algunos de ellos se dejan llevar por los vicios propios del sistema, y se rebuscan sus propias prebendas, y se generan los casos de corrupción que se han reportado.

Nada más fácil de explicar, como vemos. Si queremos realmente llamarnos revolucionarios, entonces, cuando somos testigos de estos casos de corrupción, desastre de la contraloría social e inefectividad en la gestión comunitaria, no podemos hacer como quien, al ver que el sol nace en el oriente y se pone en el occidente, concluye que que ese astro da vueltas alrededor la tierra, y no al revés, alegando que “eso es la realidad”. Debemos buscar la verdadera realidad, las causas más profundas, y no dejarnos llevar por los argumentos de la derecha, de que “el comunismo no funciona”. Esta es la falta de claridad política que nos ha hecho tanto daño, pues está claro que esa era la tarea más importante que ha debido asumirse desde hace catorce años, pues si no, seguimos en la democracia representativa, y no damos pasos firmes hacia la participativa más allá de la retórica vacía y engañosa. Probablemente lo que ha privado, con esta falta de claridad, en el mejor de los casos es que esto de dar poder al pueblo “requiere demasiado esfuerzo, y no da prácticamente frutos”, cuando es esta precisamente la solución, milagrosa, a todos nuestros problemas.

Pero eso ha privado en el mejor de los casos, porque en muchas alcaldías, gobernaciones, o ministerios, por ejemplo, lo que se ha dado es que se ve a los Consejos Comunales como rivales del poder, que ellos, sean sus jefes, o las personas o grupos organizados alrededor de esas instituciones, usan para provecho personal, de grupos, y politiquero; corruptelas de la Cuarta República reproducidas ahora por “revolucionarios”, que lo que hacen es desprestigiar a este proceso con el uso de ese nombre. Y la razón es sencilla: no han cambiado las estructura. Por mucho que pongamos otras personas ahí (como de sobra se ha argumentado, erróneamente, con el cuento de “sacar a los infiltrados de la Cuarta República de las instituciones”), las cosas no van a cambiar, y lo que sí va a cambiar, como hemos estado viendo, son demasiadas de esas personas “revolucionarias” que entran allí. Y estamos hablando de que van a cambiar, en el supuesto de que esas personas no eran la misma cosa, para empezar, en su corazón, aunque su boca dijera otra cosa. Pero no hay que culpar a estas personas, realmente, ni las que eran revolucionarias y se dejaron absorber por el dragón del estado corrupto-corruptor, ni a quienes nunca lo fueron, y usaron de manera oportunista el disfraz rojo. La responsabilidad es de la dirigencia política que no acometió el cambio de estructuras como la principal tarea desde un principio, sino que creyó que “metiendo buena gente”, y aumentando el tamaño de. monstruo, las cosas iban a cambiar, solo por sus buenas intenciones. Pero llegó la hora de cambiar, como estamos repitiendo, no solo por claridad política, sino por necesidad imperiosa, siguiendo los lineamientos del “Golpe de Timón”.

  1. Los mecanismos de formación de la ética solidaria

Es por esto que es crucial que ellos, los Consejos Comunales, sean los que manejen todos los recursos que les corresponden. Esta es la única manera en que lo de los desvíos, y corruptelas, es asumido por el control social. Se da naturalmente un proceso de depuración de liderazgos, de control de las decisiones y la gestión. Si se le da la importancia que merece, y a la que tiene todo el derecho, al Consejo Comunal, todo el mundo en la comunidad va a tener que participar en las asambleas, para poder satisfacer sus necesidades, defender su derecho individual y colectivo. Si la aprobación de viviendas para unas personas, la localización de una escuela bolivariana, el control de ruidos molestos, el control de la delincuencia local, el control de la basura, de las cloacas y aguas blancas, el otorgamiento de créditos a pequeños empresarios, por poner solo algunos ejemplos, depende del Consejo Comunal, todo el mundo va a tener que ir ahí para defender sus intereses, y se va a formar naturalmente una reglamentación para todas estas cosas, que tendrán un control social, todas ellas. Y los encargados tienen que ser muy bien escogidos, según ahora entiende cada poblador, pues si no, sus intereses no van a ser garantizados. Cada ciudadano va a entender que si no lo hace, él o ella va a terminar perdiendo. En eso consiste precisamente la apropiación comunitaria de la cosa pública: si ellos se sienten dueños de todas estas cosas, van a asumir el control para defender sus propios intereses. De tierra de nadie (o tierra repartida entre algunos grupos de la comunidad afectos a determinada instancia de poder, como dijimos), la cosa pública comunitaria va a pasar a ser tierra de todos y cada uno de los vecinos.

Así, el control de la corrupción, por ejemplo, o las mafias de ladrones armados va a ocurrir como consecuencia de esa apropiación. No se trata de procesos idílicos en muchos casos, sino que implican conflictos horizontales muy fuertes. Si en la zona de un Consejo Comunal que está funcionando con todo el poder viene un maleante y se roba unas computadoras que la comunidad había decidido asignar a escuela bolivariana controlada por ellos, lo primero que hacen es detectarlo, pues por ahí hay miles de ojos observando. Lo segundo, tratar de lincharlo, en muchos casos, por la furia con que reaccionarían, sabiendo que esto perjudica a sus hijos, y se están robando algo que ellos identifican como suyo, no como perteneciente a un gobierno central del que ellos no forman parte, y que incluso está en su contra, o al que están interesados en usufructuar, como clientes político-electorales, en el mejor de los casos. Si no, lo mandan a la justicia, con testigos oculares en su contra, educándolo de esta manera, y poniéndolo como ejemplo. Algo similar pasaría con un encargado de finanzas del Consejo que desvíe recursos para compararse una camioneta de lujo. No pasaría desapercibido, por supuesto, y la gente, en el poder, se enojaría mucho por lo que esto significa en términos de la disminución de los recursos a su disposición para hacer cosas que los benefician a ellos, como arreglar el sistema de aguas blancas y de cloacas.

Esto funciona exactamente como quien ve a un ladrón robando, desarmado, en su casa, y tiene un palo en sus manos. En cambio, si en una zona en que no haya poder popular organizado, hay una persona en determinada comunidad, que ve a otra robando un computador de una escuela. Lo que probablemente haga es ir también a tratar de robarse una también para él. Lo crucial aquí, de nuevo, es que esa persona no concibe a la escuela, ni a la computadora como algo suyo, de su propiedad, sino del “estado”, que no lo representa, sino al que más bien hay que “aprovechar” al máximo, “así como lo hacen quienes están robando de lo lindo adentro en sus cargos de dirección y de poder”, según piensan estas personas. Y es una manera lógica de pensar, si nos ponemos a ver. ¿No les parece? No podemos, pues, acusar a la gente que piense, y que actúe de esta manera, si no hemos cambiado las cosas para que no ocurran. La culpa no es de ellos, sino que la responsabilidad es nuestra.

Por cierto que en nuestro ejemplo del dueño que captura y le da una parranda de palos al ladrón tiene varios elementos que podemos analizar brevemente. Alguien podría pensar que eso nunca pasa, que el ladrón está mucho más armado que la gente de la casa. Pero en en nuestro caso del Consejo Comunal sí que es como el ejemplo, pues su fuerza relativa es mucho mayor que la del delincuente que roba computadoras en la escuela. Esto por varias razones: si por ejemplo el ladrón está armado con una pistola, es lógico que la gente no lo va a enfrentar inmediatamente. Pero va a esperar a que esté dormido en su casa, para atraparlo por sorpresa. Recordamos, de nuevo, que estamos suponiendo que el Consejo Comunal tiene todo el poder, en particular el de la seguridad, por lo que su relación con los aparatos policiales va a asegurar que no se sientan desvalidos si la gente “captura”, o da la información pertinente para capturar al delincuente cuando está dormido. En el ejemplo, también se dice que el dueño “captura” al ladrón, lo que en la realidad no necesariamente es verdad en el caso de una casa, pues los ladrones son muy astutos, y buscan el momento para hacerlo mejor sin ser detectados. En nuestro ejemplo no es así, pues hay miles de ojos, no solo en el momento, sino posteriormente, y la gente va a saber, directa o indirectamente, de dónde vino la computadora nueva que un guapetón de barrio está exhibiendo en su casa. Estamos hablando en realidad de probabilidades, y no de cosas necesariamente seguras: la probabilidad de que una comunidad detecte a un delincuente es mucho mayor que en el caso de una casa.

Por último, alguien podría pensar que eso no funciona cuando en el lugar hay cuatro paramilitares altamente armados, que no roban o secuestran en el lugar, sino en los vecindarios, y que se muestran como benefactores del sitio, cual “padrinos” mafiosos que hacen buenas obras en su pueblo de origen, y se ponen en su mano a la comunidad. Pero ahí es que funciona la red de Consejos Comunales, en una Comuna, y en red con una ciudad, o región, tanto para el acto de detectar, como para capturar y someter, a pesar de su alto armamento (los paramilitares también duermen, y salen con sus novias, ¿verdad?). Si ese grupo de malhechores son “buenos” para una comunidad, son tan malos para otra que, por razones de solidaridad y trabajo conjunto (la mayoría de las obras públicas en una comunidad tiene incidencia en las vecinas, así que la relación es obligada), terminan siendo malos para todos, por lo que los mecanismos de control social también funcionan en estos casos. Si no lo creemos todavía, veamos lo que ha pasado en Cuba, con la efectividad tan grande de las células del poder popular, organizadas en redes, que han desbaratado nada menos que la inteligencia de la CIA y el Mossad. ¡No es cuestión de juegos de niños, o de elucubraciones teóricas idealizantes!

Esto de la contraloría funciona tan bien en estos casos que, aunque en la buena dirección, hasta se cometen excesos, como históricamente se conoce en otros países en que se ha aplicado de manera efectiva. Dudar de esto es ceguera política total. Esta es precisamente la clase de conflictos que el gobierno central se evita para controlar la corrupción, el desvío de recursos, la contraloría vertical de la gestión, para definir proyectos adaptados a las necesidades reales, etc. En un Consejo Comunal que funcione, se da de manera natural el surgimiento de propuestas comunes luego de debates, dilucidación de lo que realmente se necesita, con sus priorizaciones, y todo esto forma la ética de los pobladores. El pueblo mismo se educa a sí mismo, sin que tengan que venir “iluminados ideológicos” individuales a enseñarles a ser éticos y revolucionarios. Es el surgimiento de la ética como producto de la interacción social, la cultura solidaria que se deriva, interactivamente, de la estructura política solidaria.

De hecho, este es buen lugar para introducir el tema de las ventajas del poder popular autogobernante como una solución al conflicto político y el avance de la agenda de la paz, la inclusión, y la construcción, en vez del desgaste, el odio, el rencor, el enfrentamiento inconducente. Tanto la teoría, como la experiencia lo han demostrado. Imagínense un Consejo Comunal en que, luego de una asamblea muy conflictiva, han quedado elegidos doce consejeros, diez antichavistas, y dos chavistas, dadas las preferencias político-electorales del vecindario, que es de clase media baja, pero que, por la situación económica, y el bombardeo mediático, es mayoritariamente antichavista. Al principio, las reuniones del Consejo están signadas por la desconfianza. Pero cuando se definen los problemas, las prioridades, las necesidades, todos los consejeros, unos más rápidamente que otros, se van dando cuenta de que los intereses son comunes. El problema no es si se elije a Chávez, o a Radonsky. El problema es si se consigue cerrar una licorería que vende drogas, mejorar la iluminación y la seguridad, atender a la población enferma, los ancianos desvalidos, las cloacas, crear una guardería decente que atienda los niños pequeños mientras las madres van a trabajar. Cuando la gente se da cuenta de esto, y se da cuenta de que todo el mundo quiere lo mismo, que hay una base material, de estructura, para la unidad.

Empiezan a darse cuenta de que lo que ha dicho Chávez, y también Radonzky es bueno, pues han hablado de todas estas cosas. Pero se dan cuenta de que si ellos mismos en su comunidad no lo hacen, ninguno de esos, desde el poder central corrupto, va a poder resolver sus problemas, a pesar de que solo uno de los candidatos a presidente, hablando ya en general, tenga en realidad buenas intenciones con relación a esa comunidad. Claro que se irán inclinando por quien impulsa, por lo menos de palabra, que ellos puedan tener poder para hacerlo. Pero se van a decepcionar si en la práctica no se les da poder, como hemos descrito, y no pueden ni siguiera cerrar la licorería mencionada porque no controlan la policía, ni el sistema jurídico que les permite hacerlo. Así, pues, si se hubiera realmente dado el poder, entonces los resultados de la inclusión, la paz, la tolerancia, la comprensión del otro, se hubieran conseguido de manera natural, en un proceso no exento de aprendizaje a veces conflictivo, por la sencilla razón de que todos los miembros de esa comunidad a la hora de las chiquitas tienen los mismos intereses: es la hegemonía de los intereses comunes, de gente que realmente pertenece a la misma clase, en lo político, y en lo económico, y ha estado siendo manipulada mediáticamente para que no represente esos intereses, para que se divida entre sí. Los conflictos serán ya no entre chavistas y no chavistas, sino del pueblo mayoritario contra los delincuentes de su zona, los azotes de barrio, los paramilitares, contra quienes quieren robarse el dinero asignado al Consejo Comunal, lo cual va a impedir que ellos puedan resolver el problema urgente de cloacas, etc.

Pero esos conflictos, como decimos, en la teoría y en la práctica son resueltos a favor de quien deben serlo: a favor del pueblo mayoritario. Y los miembros “desviados”, serán educados en un proceso de control social muy efectivo, muy fuerte, y a veces excesivo. Esa es la única escuela “ideológica” efectiva del pueblo, que es ejercida por el mismo pueblo, y no por gente que viene desde arriba a pretenderles enseñar ética individual, y valores revolucionarios desligados de la práctica revolucionaria. La gente desde arriba, o que viene de organizaciones sociales revolucionarias a promover el poder popular, será bien acogida si respeta al pueblo, y se integra, como uno más, con él, no para usurpar su poder y manipularlo, sea por intereses personales, o por intereses político-electoral-representativos, ni siquiera a nivel de alcaldías o gobernaciones. Será bien acogido si viene a servir al pueblo, y no para servirse de él.

Es bueno introducir aquí el tema de las milicias populares, y el papel de la Fuerza Armada. Como venimos diciendo, absolutamente todas las instituciones del estado están para servir al pueblo. Y este caso no es una excepción. Para ponerlo crudamente, dada miembro de una comunidad es un Comandante en Jefe para la Fuerza Armada y cualquiera de sus miembros, en el sentido de que esta está para servirlo a él, y no este a ella. Por supuesto que no está la FA para servir los caprichos de cualquier ciudadano. No nos referimos a eso, claro. Nos referimos a las necesidades de seguridad, y las conexas, de cada individuo. Y como los miembros de la milicia son ciudadanos de la comunidad, entonces el trato que deben recibir de la FA no puede ser denigrante. Hemos estado conscientes del trato que se ha dado a muchos milicianos, y a la milicia como tal, y no es aceptable que sean tratados como miembros de un rango inferior al de soldado raso, como si las milicias se incorporaran a la jerarquía establecida en la Fuerza Armada con un rango inferior en esa base piramidal. Si hubiera una pirámide en la que se incorporara al pueblo armado, habría que colocarlo arriba, en una pirámide inversa, para reflejar lo que debe ser: los generales deben servir a todas las otras instancias de la jerarquía, sobre todo a la del pueblo. Hasta ha habido epítetos denigrantes como el de “civil”, como si esa condición fuera inferior a la de soldado. Hacemos un llamado a los solados bolivarianos para que esos comportamientos, que desprestigian a toda la Fuerza Armada, sean más controlados en algunos de sus miembros.

Es claro que el pueblo en armas es un estamento distinto, cualitativamente diferente, de la Fuerza Armada, y complementario a la hora de una acción de defensa de la soberanía. De manera que deber tratarse como tal, y con mucho respeto, sabiendo que esa es la organización a la que luego deben tender todas las formas de la institucionalidad de seguridad nacional, cuando se trate de una sola institución, el pueblo en armas, de manera similar como todas las otras formas de institucionalidad deben adecuarse al concepto del pueblo en el poder: el político, el económico y el social. Es bueno que mencionemos que en este nuevo tipo de institucionalidad, la gerencia vertical también debe ir dando paso a la gerencia participativa, pues es más eficiente incluso en esta materia. Y es una gerencia que va a ir modificando el uso del miedo como herramienta de sumisión y de obediencia de las instancias inferiores de la organización jerárquica vertical. La cooperación, y la estima, por no decir el amor, debe ser el motor de las relaciones del pueblo en armas, que se unen con un objetivo común de la defensa. En todo caso, en la transición, debe establecerse un comando compartido a la hora de una acción conjunta entre los componentes de seguridad de las CCC y la Fuerza Armada.

Por cierto que, siguiendo con el hilo anterior, y en consonancia con el último tema, hay otras personas que vienen desde arriba a pretender acusar de ignorante al pueblo porque no sabe hacer un proyecto técnico financiero. Esa gente realmente hace mucho daño, por su falta de formación ideológica. ¡El pueblo es infinitamente más sabio que estos “técnicos-ideólogos”, por muchos títulos académicos, o carnets políticos o institucionales que tengan, enviados desde arriba en materia de administración de recursos! Si no lo creen, ¡miren cómo el pueblo pobre ha sobrevivido, de manera realmente milagrosa, para poder enfrentar en este clima de escasez y de inflación, con unos ingresos tan escasos como los que ha tenido! Asuntos técnicos de elaborar un proyecto financiero pueden muy bien ser contratados, por ellos mismos, a alguien de fuera, o alguien de la comunidad que sepa de esas cosas, que realmente son nimias, pues los recursos más importantes que tienen que entrar en la ecuación no son los financieros, sino los humanos. Y esos “técnicos-ideólogos” ni siquiera saben meter en sus proyectos esos recursos, y también las necesidades humanas. No saben que lo importante en un proyecto, en un plan, es poner juntos, de manera virtuosa, lo que se quiere con lo que se tiene. Y solo el pueblo sabe esas dos cosas, y sabe cómo ponerlas juntas. El elemento de disponibilidad de recursos financieros es solo un pequeñísimo componente del proceso de planificación social comunitaria, y esos técnicos pretenden con frecuencia hacer de eso lo principal, con intenciones de estar usurpando el poder al pueblo, para mangonearlo a su antojo, una vez más. Esto es intolerable, por supuesto, en los tiempos que tocan, y el pueblo realmente no va a estar comiendo cobas, pues no estamos pa' eso, realmente. Basta de irrespetos, tanto a la gente como a la verdadera ideología revolucionaria, y el pueblo se va a hacer respetar, por muy chavista que sea (que diga ser, realmente) ese ideólogo, o por muy miembro del PSUV, o del Ministerio de las Comunas, o de la Alcaldía o la Gobernación que sea.

Es bueno mencionar de pasada aquí que no estamos hablando de una cultura ética nacional, o internacional. Nacionalmente podemos tener un gobierno representativo, una estructura básicamente clasista que expresa el poder de los capitalistas en su mayoría, y una cultura nacional que así lo manifiesta. Estamos hablando de la formación ética a nivel de subculturas locales, basadas en estructuras locales que sí que son revolucionarias porque están en poder del pueblo, de los trabajadores, que luego se van generalizando en un proceso progresivo y accidentado, con mucha complejidad. Así, pues son subculturas, y superestructuras locales, referidas a las instituciones locales, que incluyen las culturas indígenas, por cierto, no necesariamente a la sociedad como un todo, pues hay un modo de producción distinto al interior de una cooperativa al que reina en la sociedad como un todo. Y la relación de “convivencia” es más compleja aún a nivel de la cultura que a nivel de las relaciones entre distintas estructuras, que no es decir poco. Tan así, que es prácticamente imposible hablar de una cultura única a nivel de un país, pues no se puede hablar de una superestructura única. Sobre esto no abundaremos más aquí.

Volviendo al tema de la unión desde abajo, quienes dividen al pueblo, en unos conflictos irresolubles, son las pugnas de arriba, de la gente que quiere representarlos, y se matan entre sí por conseguirlo, mientras el pueblo está olvidado en la práctica, y sus mentes, al no estar ellos empoderados y centrados en sus propios intereses concretos, son pasto de los medios tradicionales, de una y otra tolda, que los enferman y los llenan de odio y resentimiento, y los dividen para manipularlos. Por si fuera poco, si la gente está ya empoderada, y ha tenido oportunidad de ver con sus propios ojos los grandes beneficios que se derivan de ello, va a querer defender “a muerte” estas conquistas. Si hay peligro de romper el hilo constitucional que garantiza estos avances, entonces la gente va a defender, aunque sea con palos y piedras, sus intereses. Además, usarán sus propios medios alternativos, incluyendo las redes locales boca a boca, la telefonía, los panfletos comunitarios, y la Internet con sus redes sociales, para defender sus propios intereses, y producir su propia información y defender ideológicamente esos intereses. En estas condiciones, ni siquiera una invasión militar va a poder ganar una batalla a un pueblo organizado, empoderado para salvaguardad la seguridad de sus conquistas.

Los soldados bolivarianos deben comprender esto muy bien, pues las consignas de Simón Bolívar van en el sentido de que la Fuerza Armada está para servir al pueblo, y no para servirse de él. A estas alturas de la historia, ni siquiera se trata de que centralmente los defienda para representarlos, pues no va a ser tan efectiva, sobre todo frente a un enemigo que en menos de una semana descalabró a un ejército central mejor armado que el nuestro en Irak, por ejemplo. El bolivarianismo, actualizado históricamente, implica que no debe haber una división entre pueblo y Fuerza Armada. No debe haber una “alianza cívido-militar”, sino que el pueblo debe ser su propia fuerza armada. El pueblo mismo es la fuerza armada, el pueblo-armado. Debe haber una unión de las dos cosas que hoy están separadas. Así como todos los otros poderes deben pasar al pueblo, no solo por derecho, sino por la consigna de más eficiencia, así el poder militar, y de seguridad ciudadana, debe pasar a ese mismo pueblo de Bolívar, y de Chávez, y de todos nuestros próceres. Así, pues, la agenda de la paz, la inclusión, la tolerancia, y de la construcción del futuro y la solución de todos los problemas, políticos, sociales y económicos, serán avanzadas solo si promovemos, tanto desde arriba, como desde abajo, poder al pueblo. Y en esto por supuesto van a jugar un papel importante las organizaciones populares de avanzada en el pensamiento político-revolucionario, por su capacidad para promover la formación de nuevos Consejos Comunales y Comunas, y para consolidar las creadas, generando redes citadinas, regionales, nacionales y hasta internacionales del poder popular.

  1. La transición hacia una República Popular Solidaria

Claro que, mientras se conforman Sistemas Citadinos, Regionales, Nacional, del Poder Popular, edificado desde la base, deben asignarse desde arriba los recursos de situado, y de asignaciones presupuestarias nacionales y locales, con la máxima coordinación posible en una democracia representativa como la nuestra, que tiene muchas fallas, incluso si está ejercida por gente que sin muy sólidos principios éticos individuales, caen en las tentaciones del estado corrupto-corruptor que tenemos. La asignación puede hacerse, mientras tanto, a través de una figura que existe en la Constitución actual, pero que nunca ha funcionado realmente: el Consejo Federal de Gobierno. Este organismo, en el largo plazo, será un un medio de transición hacia un sistema que le de cada vez más poder a la base, al Poder Popular. Mientras tanto, pues, con solo el poder político, las comunidades hacen realmente milagros, como está documentado incluso desde instituciones internacionales de derecha, como decíamos. En particular, deben ser las Comunas y Consejos Comunales quienes sirvan de medio para otorgar créditos para micro empresas, y las PYMES, en general. Los créditos agrícolas, otorgados en el campo con solo la presentación de la cédula, es totalmente contraindicado. La experiencia de los bancos populares en el mundo (caso de Junus es un ejemplo notorio), demuestran que es crucial que haya corresponsabilidad en el otorgamiento del crédito. Esto es el secreto del éxito en esta materia, para no perder los créditos por falta de control, y además fortalece a los Consejos Comunales. Así tienen también conformarse las empresas de producción social, y hasta las cooperativas.

Finalmente, es bueno decir que, aunque se propone todo el poder para los Consejos Comunales, y las Comunas, hay que enfatizar de que se trata de solo lo que atañe exclusivamente a su jurisdicción político-territorial. Deben tener un poder vinculante, como lo establece la Constitución. Pero por supuesto que no puede ser desvinculado con las comunidades vecinas, los pueblos o ciudades, las regiones, y el país, en cosas que afectan a estos últimos. Si no, estaríamos hablando de la conformación de “comunidades estado” soberanas e independientes entre sí, lo cual generaría una anarquía y una ingobernabilidad mayúscula a nivel nacional. Eso fue uno de los saldos de la llamada “descentralización” de la Cuarta República. Para dar un ejemplo, si el trazado de un sistema de cloacas de una comuna afecta a una comunidad vecina, esa cloaca no se puede planificar, ni ejecutar, solo en la Comuna en cuestión. Y así sucesivamente. Es por eso que es urgente dar fortaleza a los Consejos Locales de Planificación y Gestión Pública a nivel de las aldeas, pueblos y ciudades, para evitar esto, y hacer lo propio a nivel regional y nacional. Por supuesto esto implica el paso de el sistema actual de planificación central y vertical a un sistema de Planificación Participativa, como se proponía en la Comisión de Transformación del estado en 2002. Esto lo puede asumir, como decíamos, el Consejo Federal de Gobierno.

  1. Política social: Mercales y Pdvales

Dado el diagnóstico que introdujimos arriba, debe perseguirse el objetivo de beneficiar a los pobres con un subsidio a la alimentación, pero sin perjudicar el aparato productivo. Para eso debe respetarse un mismo sistema de formación de precios que combine, por un lado, las leyes del mercado, y por otro, un régimen apropiado de establecimiento de precios máximos para controlar los monopolios, oligopolios y los monopsonios. La manera de abaratar el consumo de alimentos para los pobres es mediante la emisión de una tarjeta, con un monto mensual, para que las personas identificadas apropiadamente como objetivos de la política, puedan usarla sea para comprar directamente en los abastecimientos de su preferencia que tengan punto de venta, o para retirar dinero en efectivo en los cajeros automáticos del banco respectivo, y hacer compras en efectivo en el mercado de su preferencia.

Para la identificación de las personas apropiadas para ser recipientes de las ayudas, debe establecerse un sistema de cuotas establecidas por el Consejo Federal de Gobierno a las distintas Comunas, para que sean ellas las que asignen dichas cuotas a las personas, jefes de familia, que lo ameriten en sus comunidades.

En cuanto a las redes de establecimientos de Mercales y Pdvales, deben pasar al control de los Consejos Comunales, y establecerse redes de distribución de alimentos por la vía popular, para romper, mediante la competencia, con las redes de distribución de alimentos de las roscas tradicionales, que son, por un lado, monopolios frente a los consumidores, y, por otro, monopsonios frente a los productores agrícolas, pecuarios y pesqueros. Pero los precios en los mercados deben seguir la dinámica del mercado, y de las regulaciones de precios para todos, y en general, serán establecidos de forma competitiva.

6. La Economía Solidaria del Conocimiento Libre

De hecho, y en consonancia con lo dicho, la era de una nueva economía, solidaria, está a nuestras puertas, y muchos no nos hemos dado cuenta. Un ejemplo es el fenómeno del Software Libre, que produce y distribuye de manera solidaria, sin que medie el mercado, un bien público: el software, que es tecnología. Antes de seguir con este ejemplo, analicemos la importancia de los bienes públicos en la economía, e imaginemos un mundo en que todos esos bienes fueran “gratuitos” (no gratis de producir, sino de adquirir).

Cada bien económico, sea privado o público, tiene como componente principal de valor, alrededor de un 97%, un bien público: la tecnología. La materia prima no tratada es lo que menos vale, de lejos. Por ejemplo, si una gorra cuesta 100 bolívares, el componente tecnológico tiene un valor de 97 bolívares, y el petróleo crudo, del que se saca la fibra textil, solo 3 bolívares. Para ser más preciso, deberíamos hablar de que el componente de bien público mayoritario en cualquier bien es el conocimiento, un concepto más amplio, que abarca al de tecnología. La cifra de 97% es una apreciación subjetiva, pues es muy difícil de calcular, y no existen mediciones en este sentido, que nosotros sepamos. Sin embargo, hay una manera de hacer una estimación gruesa del asunto. En 2012 en Venezuela, el 16% del producto provino de trabajo “no calificado”. Si suponemos que este trabajo es el que tiene menos conocimiento, el resto del producto, el 84%, viene del trabajo calificado, y del capital. El capital es en realidad trabajo cosificado de períodos anteriores, pues cualquier producto humano, sea perecedero, o acumulable, viene del trabajo. Si, además de eso, tenemos en cuenta que el trabajador no calificado necesita de toda su cultura para trabajar (lenguaje para comunicarse en su lugar de trabajo, conocimiento de la manera de trasladarse a él, de cómo usar la pala o la máquina de escribir, de cómo leer, escribir, sumar y restar, etc.), entonces vemos que el 84% hay que aumentarlo casi al 100%, pues el componente de energía física de todas las categorías de trabajo que no proviene de conocimiento, que es lo que en verdad el único bien privado como componente en el total de valor, es realmente mínima. Así que la apreciación de 97% no debe estar muy lejana de la realidad. El ejemplo de la gorra es una manera alternativa, quizá más pictórica, de ilustrar el mismo punto.

Pues bien. El capitalismo se ha desarrollado a base de privatizar, por la vía política, mediante leyes y regulaciones, el componente principal, y motor, del desarrollo económico: la tecnología. Lo ha hecho mediantes leyes de patentes, licencias, y derechos de autor, bajo pretexto de que el mercado no produce los bienes públicos, porque no hay incentivos para hacerlo. Podemos entender fácilmente porqué esto es así: imagínense que un intelectual hace un documento, pero luego alguien más lo ve, y lo presenta como suyo, ganando prestigio con eso. El intelectual en cuestión entonces perdería el esfuerzo si no puede con eso encontrar trabajo, pues las universidades no creen que fue él quien hizo el trabajo, que no fue “protegido” por “derechos de autor”. Algo similar pasaría con un fabricante de zapatos que inventa un proceso que ahorra muchas horas de trabajo. Si vende esa idea a otro fabricante, pero sin estar protegida por derechos de autor, que le darían exclusividad para la venta, el otro podría venderla, a su vez, y el precio iría muy rápidamente a cero, pues a cada paso que circula el invento, su disponibilidad crece en forma exponencial. Es claro, pues, que un agente económico que use el mercado como su mecanismo de sustento (sea un inventor personal o una empresa, como las farmacéuticas, que dependen crucialmente de la tecnología para su negocio) no tiene incentivos para producir tecnología si esta no está protegida por patentes y licencias, que convierten el bien público por naturaleza en un bien privado por ley. Y tengamos en cuenta en este análisis lo que dijimos sobre la importancia del componente de bien público por naturaleza en cualquier bien, y, además, que, según los modelos de crecimiento más modernos (el de capital humano, de Robert Lucas, y el de bienes tecnológicos, de Paul Romer), el carácter dinámico del crecimiento económico deprende crucialmente del “desarrollo endógeno” del conocimiento como componente del proceso productivo.

Imaginemos ahora que hubiera una forma en que se pudiera producir conocimiento sin que fuera privatizado. Sin que el mecanismo de mercado fuera necesario, ni para estimular su producción, ni para sustentar a quienes producen ese bien y no lo privatizan, sino que más bien luchan porque su carácter púbico se mantenga. Precisamente eso es lo que estamos observando, para la incredulidad de muchos: estamos a las puertas de un modelo productivo, solidario, que protege el carácter público de la tecnología, y es mucho más eficiente que la manera capitalista de hacerlo. Antes de hacer un análisis introductorio de ese modelo, presentemos un ejemplo de su eficiencia superior, usando para eso una comparación entre la manera capitalista de producir un bien público, y la que llamamos “solidaria” aquí. Nos referimos a la industria del software. El “software” no es más que una lista de instrucciones para que una computadora funcione, haciendo tales o cuales tareas. Para entenderlo mejor, imaginemos una receta de comida. Es una lista de instrucciones que nos dice, paso a paso, lo que hay que hacer, tomando los ingredientes necesarios disponibles en la mesa en cada uno de esos pasos, para hacer un plato determinado de comida. El software es para la computadora, que hace las cosas que queremos, lo que la receta de comida, que permite a una persona hacer el plato que queremos de comida (notemos que la receta es un bien público, y que la cultura popular culinaria implica que ese tipo de bienes es normalmente producido y distribuido de manera solidaria, y se traspasa entre padres e hijos, vecinos y vecinas, amigos y amigas).

Pues bien. Comparemos un aspecto de la eficiencia de la manera solidaria, que conserva el carácter público del bien, y la de mercado, que privatiza el bien público. Entre las empresas que fabrican software privatizado están Microsoft, Oracle, etc. La primera, por ejemplo, vende cajas de “Office”, software para oficina, que incluye “Word”, procesador de palabras, y “Excel”, hoja de cálculo, que contienen el CD, y un libro de instrucciones. El CD contiene el software, pero está privatizado, pues nadie está autorizado a copiarlo de otra persona: cada caja se vende como si fuera un bien nuevo, un bien privado nuevamente producido, a pesar de que ya fue producido cuando se hizo el primero (Recordemos que en el caso de un bien privado, como una guayaba, cuando un productor vende una, tiene luego que producir otra para que otra persona pueda consumirla; en el caso de Office, se vende “otra” que realmente es la misma, excepto el CD físico, que tiene un costo mínimo, completamente despreciable en términos relativos). Por otro lado, está el “Software Libre”, que es también software, pero que conserva su carácter público. De hecho, es “gratis”, pues lo puedes conseguir por tu cuenta sin pagarle a nadie. Claro que cuesta producirlo, pero el productor no cobra al consumidor: se lo regala. A pesar de eso, tiene un sustento en la operación, y de eso hablaremos luego brevemente.

El ejemplo de comparación entre la eficiencia entre los dos modos de producción de software está basado en un estudio realizado por una comisión, conformada por la firma Coverty, especialista en auditoría de códigos y evaluación de riesgos, y por la empresa Symantec, en colaboración con la universidad de Stanford, nombrada por el mismísimo George Bush Jr. cuando era presidente de los EEUU, pues estaba haciendo investigación para tomar decisiones sobre qué softaware era más seguro para proteger su sistema de información basado en computadoras. (Ver Sims 2006. ). Como Bush no es ningún izquierdista anti mercado, el informe es muy confiable (además del pretigio de las instituciones involucradas). El resultado del informe es que por cada mil líneas de código en un programa de software (recordemos que el software es como una receta, escrita en un papel, que tiene líneas de instrucciones; el “código” no es más que la lista de instrucciones para las computadoras), el software propietario, que privatiza el software, tiene, en promedio, de 20 a 30 errores, mientras que el software libre tiene alrededor de un 0,34 errores. ¡¿Cómo va a ser esto posible?! Primero, el software propietario es producido por ingenieros de la más alta calificación en el mundo. Segundo, hay que pagar por él. ¿Cómo es posible que un sofware gratuito, producido por unos ingenieros informáticos voluntarios tenga menos errores? Si esto es posible, no solo está en peligro el capitalismo, que se basa en la privatización del conocimiento, sino que estamos en los albores de una nueva sociedad, basada en la abundancia, no en la escasez, y en la solidaridad, no en el egoísmo (pues en el SL lo producido se comparte, no se mezquina). Esto es absolutamente cierto: el capitalismo como sistema está en su decadencia. Y está naciendo un nuevo tipo de sociedad, que la está derrotando, en el terreno, de forma pacífica, e increíblemente desapercibida para una inmensa cantidad de gente, entre ellas los líderes políticos del socialismo en nuestro país. Por eso es nuestro deber presentarlo con algún detalle, aunque sea a manera de introducción, tanto a los líderes, como al pueblo mismo, pasando por los intelectuales, incluyendo a los economistas.

Para eso, hagamos un ejercicio de presentación teórica esquemática de la eficiencia de la nueva economía solidaria. Partamos de imaginar lo que ocurre si dos personas hacen intercambio de bienes entre ellas: una produce guayabas y la otra mangos, que son bienes privados. Al intercambiar, cada quien queda con una unidad. Pero si intercambian información, que es un bien público, cada quien queda con dos bienes, pues al darlo no lo pierden. Simplificadamente, si un productor de guayabas quiere obtener 30 millones de bienes privados, tiene que producir 30 millones de guayabas, una para cada venezolano. Pero el modo de producción solidario con bienes púbicos funcionaría así: un productor de información obtiene 30 millones de informaciones, solidariamente, ¡a cambio de un solo esfuerzo productivo -que ni siquiera pierde en el proceso-! El único requisito que necesitamos ya lo tenemos: el bajísimo costo de transporte de la información, y la tecnología, que los convierte realmente en bienes públicos globales: la Internet, y sus redes conexas (telefonía celular y otros medios alternativos, entre ellos el tradicional boca a boca, interconectados). Si hay un portal de Internet común, en que cada quien comparta su bien público de conocimiento, cada persona obtiene 30 millones de bienes, ¡a cambio de uno solo! La diferencia en eficiencia productiva y social entre este mecanismo solidario, y el de intercambio de bienes privados o privatizados es abismal, como vemos muy esquemáticamente.

Es bueno notar, de paso, que en el proceso de producción y distribución de software participan los denominados “Hackers”, que son personas muy hábiles en esta materia. Queremos rescatar el significado original, prostituido por los medios, de la palabra Hacker, que en realidad se refiere a una persona que disfruta resolviendo problemas interesantes, y tiene una habilidad especial para hacerlo. Se aplica en realidad a todas las ramas del quehacer humano, pero en particular al software y las comunicaciones. Cracker, por otro lado, es alguien que es un Hacker, pero además incurre en actividades impropias de invasión de privacidad de otras personas o instituciones. No es correcto, pues, llamar Hacker a los delincuentes informáticos, como lo hacen los medios. De hecho, nuestra propuesta implica que todo el pueblo debe convertirse en Hacker: todo el mundo debe trabajar en algo que le apasione, y de manera natural va a ser más hábil en esto, y con ello, toda la humanidad se va a beneficiar. Esto, a diferencia del trabajo concebido como un sacrificio, que tiene esclavizada a la gran mayoría de la gente en el mundo, con resultados de eficiencia muy pobre, no solo para ellos, sino para el resto de las personas. Muchos de los Hackers informáticos producen excelentes piezas de software por lo que se llama una “señal en el mercado de trabajo”: lo hacen para luego mostrar su currículum a la hora de buscar trabajo. Por esto, es importante en ese mundo saber quién hizo el trabajo, a pesar de que sea regalado. Esto es perfectamente válido, y no por egoísta deja de contribuir al mundo entero, pues solo para mostrarlo en su currículum ante una empresa que lo puede emplear, beneficia a toda la humanidad con eso (a diferencia de quien se gradúa en una institución para buscar trabajo, quien solo se beneficia a sí mismo y al empleador). Conservan el “derecho de autor”, por lo general, pero sin cobrar por ello, y sin convertir su obra en un bien privado, sino dejándolo libre, público, por diseño, y hasta legalmente lo declaran como “licencia de bien público”.

Pero sigamos el análisis de las ventajas de la producción solidaria de conocimiento libres. Por si fuera poco, la mejora en eficiencia no se queda ahí. En realidad, cuando contrastamos el intercambio de guayabas por mangos con el de dos ideas, nos quedamos cortos: no solo en el segundo caso no se pierde lo que se da, y se obtiene otra cosa como resultado, lo cual es ya milagroso, y asemeja al cuento y el canto popular de “con real y medio”. La ganancia va más allá, simplemente porque en el intercambio ocurre lo que en economía se llama una externalidad positiva. Al recibir cada quien la idea, empieza un proceso de creación mental en que se contrastan las dos ideas, y se integran de manera coherente, ganando en el proceso cada una de ellas, para transformarse, si se trata del mismo tema, en una sola idea, más robusta, más general, más “real” (pues la mente contrasta también la idea con su experiencia, y discierne su capacidad de reflejar la experiencia vivida), más valedera a la hora de ser aplicada. El resultado de este proceso de creación implica que ahora se tiene algo más que la suma de las dos ideas: cada quien ha ganado ¡más de dos bienes!. Hay que tener en cuenta también que normalmente ocurre más de un intercambio en el proceso de creación de ideas: hay muchas idas y venidas entre los dos cocreadores, hasta que están contentos cada uno de ellos con el resultado, sobre todo porque en la práctica, esto tiene un valor de supervivencia para ellos, de vida o muerte, y no es simplemente un ejercicio de “lujo” (o despilfarro) en el uso del tiempo. Todo esto, como vemos, agrega aún más valor al resultado del simple intercambio de dos bienes públicos.

Hay que resaltar que el resultado de que el agregado resultante es más valioso que la suma de las partes viene de un esfuerzo adicional, el mental, que hay que imputar al valor de lo producido.

No entraremos a los detalles del ahorro productivo con respecto a procesos convencionales, pero solo diremos que la creación mental generalmente lleva consigo satisfacción, y hasta entusiasmo, por lo logrado. No se trata, pues, de que el trabajador incurre en sacrificios, en “desutilidades”, renunciando al ocio para trabajar, sino en en satisfacciones adicionales por la actividad que se realiza: ¡se producen bienes a cambio de esfuerzos que representan bienes en sí mismos! Esto en economía es un milagro, claro, pues se obtiene algo a cambio de nada: el dar mismo produce satisfacción. El dar no es perder, sino ganar. Como se podrá apreciar, esto es muy distinto a lo que normalmente vemos, y a lo que normalmente estudiamos en economía. Es una base completamente distinta, opuesta, y mil veces mejor a lo que vemos normalmente y a lo que estudiamos en esa ciencia social. En particular, si extendemos lo que pasa entre dos personas a lo que pasa entre los 30 millones, y si tenemos en cuenta que el intercambio es iterativo además de interactivo, pues nos hacemos una idea de lo milagroso que puede ser esto: la ganancia rápidamente va al infinito: es la economía de la abundancia, que proviene de liberar el conocimiento y compartirlo solidariamente. Mil ingenieros de la mejor empresa privada de software, por muy buenos que sean, no van a poder competir con esto, y el resultado ya lo estamos viendo.

Adicionalmente a esto, que ya es mucho, hay una tercera dimensión en que se gana, conectada con la palabras solidaridad, altruismo, amor. Hasta ahora los intercambios han ocurrido entre egoístas: cada quien actúa solo para su propio bien. Comparemos esto con lo que ocurre si intercambian bienes públicos dos altruistas entre sí. Un ejemplo ilustra mejor el punto: imaginemos una pareja que no se ama entre sí, que tiene un hijo, que los dos “disfrutan” (en realidad pueden amarlo también! ;-) ). El niño, y su educación, es un bien público local (pues, lamentablemente, por ahora, solo lo es para ellos, y no para la sociedad como un todo )-: ) pues no necesitan tener dos hijos para que cada uno de ellos disfrute uno. Como cada miembro de la pareja disfruta si el niño está educado, va a pasar un tiempo en atenderlo para lograrlo, y el niño alcanzará un nivel dado de formación. Ahora bien, si los miembros de la pareja se aman entre sí, además de al niño, y saben que cada uno de ellos se beneficia de la formación de este, entonces pasarán más tiempo en atenderlo: no solo porque el niño está mejor, no solo porque quien lo hace disfruta del resultado, sino también porque el otro miembro de la pareja lo disfruta. Sin entrar en todos los detalles de la interacción, es claro que en este segundo caso, el niño quedará más educado, pues cada miembro de la pareja le dedica más tiempo. Pero además, cada miembro de la pareja será más feliz, a pesar de que ha “gastado” más tiempo en el proceso (el tiempo de cada quien es un bien privado, que pudo haber sido usado en otro fin, también satisfactorio para el individuo en cuestión). El secreto de la mejora en eficiencia en el intercambio entre altruistas es sutil, y técnico, pero muy poderoso: el altruismo mismo hace que los individuos tomen en cuenta una ventaja económica que los egoístas, por separado, no veían: las “externalidades positivas” de las que hablamos arriba. En efecto, cuando se producen bienes públicos, hay una especie de externalidad positiva: cuando alguien tiene limpia su acera de enfrente, sin proponérselo, beneficia a sus vecinos. Si esa externalidad se internalizara, habría más eficiencia económica cuando las personas toman sus decisiones, pues se toman en cuenta todas las posibles consecuencias de la acción, que lo involucran no solo a él o ella, sino a otros también. El altruismo mismo internaliza la externalidad en la formación del niño, pues toma en cuenta los beneficios no solo para quien educa al niño de la acción de educarlo, sino para el otro miembro de la pareja que también lo disfruta. No es ninguna casualidad, realmente, que el amor verdadero entre parejas sea un resultado evolutivo, tanto en humanos, como en animales: implica una mejora en eficiencia social.

Aquí vemos, pues, que a los egoístas les conviene ser altruistas cuando interactúan para producir un mismo bien público: así serían más felices. El egoísmo los ciega, literalmente hablando, de los beneficios que podrían tener si tuvieran en cuenta el bienestar del otro cuando toman decisiones. El transformarse en altruista se ve, entonces, como un proceso de crecimiento en inteligencia, en sabiduría, en despertar a la realidad que realmente está ahí (¡no es una luna inalcanzable, sino un milagro realizable!). Cuando se producen mutuamente bienes públicos, pues, sea en una comunidad empoderada, en una cooperativa, o en los procesos de producción solidaria de bienes públicos de conocimiento, están dadas las condiciones materiales (lo que hemos llamado “la estructura”) para que, por procesos de aprendizaje cultural, incrementen sus niveles de amor mutuo: es porque les conviene, no porque tienen que hacerlo “por sacrificados”, “por éticos individualistas”. Indudablemente este proceso de formación del altruismo, de la ética, podríamos denominarla abusando un poco de los términos, lleva tiempo, y obedece a una interacción horizontal, no vertical de alguien, “más ético”, que les enseña desde arriba, sobre todo si no hay condiciones que impliquen que el comportamiento ético va en su propio interés al fin y al cabo, pero que por miopía algunas veces, no lo ven. Pero, por un lado, están dadas las condiciones materiales para que se de, y por otro, una vez ocurrido, el resultado en términos del valor final del bien público es aún superior a los ya altos niveles alcanzados teniendo en cuenta las dos dimensiones anteriores: la de los 30 millones de bienes a cambio de uno, y la de las iteraciones virtuosas exponenciales. No analizaremos el impacto positivo de tener personas amorosas en la sociedad, pues es natural que estos sentimientos se extiendan fácilmente a otras actividades que la afectan, positivamente, claro. Pero sí diremos que, si es cierto que ha habido un proceso evolutivo en favor del amor verdadero entre parejas que “disfrutan” de los “bienes públicos” que son sus hijos, imagínense las implicaciones en términos de desarrollo de amor verdadero entre miles y millones de personas del planeta, posibilitado por la realidad fáctica del intercambio de los bienes públicos del conocimiento libre, hecho posible por la baratura de las comunicaciones a nivel intraplanetario.

Una vez dicho esto, podemos empezar a explicarnos porqué el SL, y la información libre, le gana cada vez más terreno a Microsoft y otras empresas de software privativo, a pesar de sus claras ventajas, ¡por ahora!, en las guerras mediáticas, legales, políticas, económico-comerciales y mafiosas. La idea es extender todo esto al conocimiento: liberar la naturaleza pública de este bien, que significa el 97% del valor de cada bien económico, pues están dadas las condiciones para esto. Son la expresión de un crecimiento exponencial de las condiciones productivas de la humanidad como un todo, hecha más humana en el proceso, que ameritan un nuevo modo de producción y distribución económica, acompañadas con una nueva manera de organizarse e intercambiar esfuerzos, en que dar significa recibir, no perder. Las implicaciones sociales y políticas (y espirituales, y éticas!) son asombrosas, pues implica simple y asombrosamente, un cambio de paradigma afectivo de un extremo al otro: del egoísmo, al altruismo. De la competencia a la cooperación, del ataque a la colaboración, de la guerra a la paz.

Notemos que el asombroso abaratamiento de los productos tecnológicos, como las computadoras, los celulares, está íntimamente relacionado con lo que hemos descrito, de convertir en público el conocimiento que se ha privatizado (por procesos de copia indirecta). La salida de nuevas versiones de esos productos no es más que una carrera para mantener la rentabilidad de sus empresas. Pero los productos “caducos” son realmente excelentes para las necesidades del grueso de la población mundial. Esa es una buena indicación de los tiempos de abundancia que vienen en camino, imparables. Y nosotros debemos entender bien el porqué está ocurriendo, primero, y aprovecharlo directamente a nuestro favor, con todas las implicaciones económicas, políticas y sociales.

En este sentido, si las organizaciones del poder popular, sea en lo político, o en lo económico, se organizan en redes, a la manera del movimiento de Software Libre (SL), para compartir información, decisiones económicas, y hasta políticas, la productividad económica, y el nivel de vida, crecería y mejoraría de manera inmensa. No tenemos espacio aquí para abundar más, pero esto es precisamente lo que estaba diseñando como propuesta la Comisión de Transformación del estado instituida por el Presidente Chávez en 2002, pero lamentablemente se descontinuó. Es el momento de retomar esto, con mucha fuerza. En este entorno, todo el sistema educativo, en particular las universidades, los institutos de investigación, jugarían un papel fundamental, con un rediseño, por supuesto, de su modo tradicional de enseñanza de aula, que debe estar al servicio de la promoción del poder popular, en el cual deben estar inmersos, ser parte de él, y no separarse de él para usufructuarlo, como principalmente ha hecho hasta ahora al ser aliados del modo de producción capitalista. La Cultura Popular, sería, al fin y al cabo, el motor de la economía y del bienestar, pues la ciencia, los saberes ancestrales, y el arte son los componentes principales de la economía, como dijimos, y compartidos de manera solidaria, liberados de la privatización antinatural, potencian a grados, inverosímiles para el sistema capitalista, la oferta de bienes y servicios, produciendo una sociedad de la abundancia, y no de la escasez como la que tenemos. Los bienes que realmente son privados, y escasos, como la tierra, el agua, el aire, el agua, van a tender, en esa nueva sociedad, a ser de propiedad pública en lo político. Pero no hay problema, pues es para que no se de el fenómeno de la trajedia de los comunes, por un lado, y se disfrute de una sociedad de la abundancia económica, en que cada quien se dedica a la actividad que le da más placer intelectual: cada quien se convierte en Hacker.

  1. La guerra de los modos de producción: privatización vs liberación del conocimiento

Finalmente, diremos que no por casualidad, los acuerdos imperialistas de comercio hacen especial esfuerzo en el tema de protección de propiedad intelectual. Lo bueno de todo esto es que el movimiento de SL ha estado ganando terreno, con sus propios productos, sin necesidad de “piratear” tecnología privada. No por casualidad los bancos a nivel mundial usan mayoritariamente Apache, una herramienta de SL, para el tráfico de redes de sus servidores de computación, incluyendo la Internet, que implican transacciones seguras de transferencias de fondos. Lo mismo puede decirse de Firefox, que es la herramienta de navegación más usada en el mundo, junto con Chrome, también Software Libre. La gente no los usa solo porque sean baratos (gratis), sino porque son buenos. Un tercer ejemplo es Android, el software más usado en el mundo en teléfonos celulares. Su sistema operativo (su columna vertebral, diríamos), es Linux, el sistema operativo por excelencia del SL. Son solo tres ejemplos fehacientes de la nueva economía solidaria en ciernes, en que los bienes van a tener las tres B: Bueno, Bonito, y Barato. El poder popular puede alcanzar esto, confiemos sin duda alguna en ello, y pongamos al estado con que contamos hoy, por la vía electoral, a servir a ese nuevo tipo de economía, y de poder político, que es el futuro, sin lugar a dudas, a pesar de la ardua guerra que en su contra hacen transnacionales como Microsoft, las farmacéuticas, los países imperialistas.

Otra manifestación de la guerra del nuevo modo de producción solidario de bienes públicos y el viejo, se escenifica en el terreno de la información. Las revoluciones políticas que estamos viendo en el mundo, en particular en los países “desarrollados” (como EEUU, España, Grecia, Islandia, etc.), son, en mucho, producto de un cambio de paradigma informativo: ahora la gente misma produce y transmite su propia información, sus análisis políticos. Es mucho más eficiente socialmente que una persona que está en una esquina cuando ocurre un accidente, le toma una foto con su celular, y lo reporta en la Internet, para que todo el mundo lo vea, que un periodista profesional que trabaja para CNN vaya al sitio, cuando el evento ya ocurrió, y le pregunte a los transeúntes, que no estaban ahí en el momento, qué fue lo que pasó. Además, por supuesto, el método de producción y distribución tradicional, que requiere inmensas riquezas de parte del dueño de la imprenta, o de la estación de radio o de televisión, implica que ese dueño va a transmitir las “noticias” o informaciones, o contenidos en general, de acuerdo a su óptica, que en todos los casos, sin excepción alguna, incluye el ideológico. Ahora la propia gente, a costos mínimos, puede producir y distribuir sus puntos de vista, con una interacción enriquecedora similar, o incluso superior, a la que ha permitido al SL, con sus millones de programadores y usuarios, derrotar a los 1000 ingenieros de Software de Microsoft, aunque sean los “mejores”, y mejor pagados del mundo.

Fue este mecanismo el que permitió desenmascarar las mentiras de las agencias noticiosas estadounidenses sobre los motivos geopolíticamente motivados de la guerra de Irak, y las atrocidades cometidas en las guerras imperialistas, en particular sobre la población civil, y por los cuerpos represivos de los países imperialistas “democráticos”. También en relación al análisis de las causas de las crisis, de quiénes las producen, de quiénes las pagan (recordar el movimiento Okupa, en todo el mundo). La gente, usando sus cámaras, sus celulares, sus mensajes escritos, ha compartido la información de la cual ha sido testigo, y esto, convertido en bien público global gracias a la Internet y redes conexas, ha tenido inmensos efectos políticos. Por supuesto que esto tiene efectos políticos devastadores para el status quo, pues los votantes ya no son tan manipulables como antes por los medios tradicionales, a favor de las clases dominantes. Lo estamos viendo en la práctica, pero hay una razón muy básica de la teoría político-económica que lo explica: el teorema del votante mediano, que no expondremos aquí.

El imperialismo se ha dado cuenta de esto, por supuesto, y ha empezado ya su contraofensiva de guerra cibernética, que tiene el tema de la información (desinformación, en realidad) política como prioritario. Pero no tengamos miedo. Los éxitos demostrados hasta ahora por este nuevo modo de producción económico-social, aún sin estar organizado, sino muy de manera espontánea, muestran que se trata de algo imbatible, incluso con todo el presupuesto militar de EEUU y de todos los países de la OTAN juntos. La razón, repetimos, es que ni siquiera un millón de ingenieros informáticos calificados, con su modo de producción cerrado, sin que lo pueda ver todo el mundo, puede competir con miles de millones de ciudadanos entrelazados, interactuando constantemente en un proceso de feedbak, para identificar verdades y mentiras, viruses y gusanos desinformativos. Y la gente ya está realmente enojada, por decir lo menos, de los abusos de todo tipo que se han estado cometiendo en su contra. Y se están auto organizando cada vez más, y es posible que algunos gobiernos revolucionarios se sumen a apoyarlos (no a utilizarlos, que es muy distinto, y hay que tener sumo cuidado con esto: es el mismo principio que dice que el pueblo quiere, y puede, autogoernarse).

Otras manifestaciones de la misma revolución vienen en camino, en materia de hardware libre (el hardware es la parte física de una máquina; por ejemplo un carro, un tractor), de información académica libre, de medicinas libres, etc. Solo estos éxitos, sin ningún apoyo del estado, frente a estos monstruosos enemigos, demuestran lo que estamos adelantando de la inmensa productividad, eficiencia e impacto social de este modo de producción y distribución solidaria. ¿Cómo sería si el estado asume su defensa y su impulso? No ver esto es ceguera política, y estamos en condiciones, y en la obligación urgente, de revisar nuestros errores en este sentido, y retomar el liderazgo mundial que en esta materia asumimos en el año 2002 a través de la Comisión de Transformación del estado.

Por cierto que Ecuador, según nos ha llegado noticia, está apuntando en esta dirección, en materia de información, que también es un bien público: armar redes sociales que no sean empresas privadas, como Facebook, o Twitter, que se convierten, en la práctica, en instrumentos de espionaje a favor del imperialismo, como ha denunciado Julian Assange, en fundador de Wiki-leaks, no por casualidad muy perseguido y acosado por el imperialismo, pues impulsa la información, el conocimiento libre a nivel mundial. Si no lo hace ese país, deberíamos impulsarlo nosotros, en conjunto con ellos. Eso era exactamente lo que se pretendía hacer en el 2002 desde la Comisión de Transformación del estado, y la parte de redes sociales era solo un apéndice de la herramienta general, un “ERP libre” (es una herramienta de administración de una organización, que tiene planificación, gerencia de procesos, y seguimiento) que iba a estar en poder de los Consejos Comunales, pero con la facilidad de permitir y estimular la formación de redes de Consejos Comunales no solo para intercambiar información, como en la redes sociales, sino para hacer intercambios reales, de bienes y trabajadores, sustituyendo por esa vía lo que se hace en eBay, y otros sitios de mercado real por la Internet. Esa herramienta se ideó, en parte, para responder a la petición del Presidente Chávez de la necesidad de tener una manera efectiva de hacer seguimiento de los proyectos que aprobaba, y se diseñó para que ese seguimiento pudiera ser hecho no solo por él, sino por los millones de personas del pueblo, para que fuera infinitamente más efectiva, con todas las ventajas adicionales que estamos mencionando: que fuera la herramienta de producción y distribución de conocimiento solidario, que potenciara políticamente y económicamente a la revolución bolivariana.

Eso se truncó, pero hay que retomarlo. Se hicieron intentos parciales posteriores en el Seniat, y en el Ministerio de Telecomunicaciones, pero no se hizo caso, desdeñando esto como algo irrelevante, o incluso con intereses económicos personales, y se favoreció con esto las herramientas propietarias el Seniat, siempre ha tenido, cuando lo que se perseguía en este caso era una herramienta integrada, que pudiera controlar efectivamente la contabilidad de todas las empresas, con triangulación con sus cuentas y transacciones financieras, y que fuera una rama que pudiera ser manejada desde el ERP libre, pues el pueblo mismo podía supervisar a todas las empresas, para aumentar tremendamente la transparencia, tanto pública, como privada. Esto hay que retomarlo, repetimos, y es fácil pensar que se extienda progresivamente a todo el mundo, por las ventajas que tiene para el pueblo en todos los países.

  1. En lo económico-productivo

Las propuestas en este sentido consisten en poner orden en la Macroeconomía, en lo fiscal y en lo cambiario-monetario, y reimpulsar la economía productiva endógena, con medios factibles e imprescindibles. Empezaremos con lo productivo, tanto del sector privado, como de las empresas del estado y las solidarias, haciendo un análisis de lo que hemos llamado Socialismo endógeno.

  1. Condiciones del mercado y empresas socialistas y capitalistas: “Socialismo Endógeno”

En relación a as empresas socialistas, promovidas o no desde el estado, ellas deben jugar su papel, pero las condiciones del mercado son comunes básicamente a todas las empresas, incluyendo las privadas, como se dijo. Y el mercado, de acuerdo al desarrollo de las fuerzas productivas internas, en la dialéctica de lo concreto de su dinámica, favorecerá a las que hayan introducido mecanismos socialistas en su organización, en igualdad de condiciones.

Para esto, la idea que se plantea aquí, pues, es no seguir poniendo al sector productivo capitalista nacional en contra del proyecto bolivariano, y mermar en el proceso la capacidad productiva industrial y agrícola, incidiendo negativamente sobre el desabastecimiento y la inflación. Ni siquiera se trata de neutralizarlo, sino de ponerlo a favor del proceso, en la práctica, generando condiciones para la producción y la ganancia privada usando el mecanismo del mercado. Para quienes desconfían de este mecanismo, hay que aclarar que mercado y capitalismo no son sinónimos. El primero tiene más de tres mil años en existencia, mientras que el segundo unos trescientos años, y consiste en expropiación de la plusvalía del trabajador por parte del dueño de la empresa, que lo explota de esta manera. El mecanismo de mercado puede usarse, perfectamente, para transacciones incluso entre empresas que son enteramente socialistas hacia su interior. Y también es perfectamente válido como mecanismo en una transición hacia el socialismo. No abundaremos más sobre el tema aquí, pero es claro que no hay que tener ojeriza contra el mecanismo del mercado, sobre todo en nuestras circunstancias actuales. Por supuesto que el mercado solo no genera eficiencia, pues tiene las fallas que hemos mencionado. Por tanto, hay que regularlo y controlarlo, por supuesto, en particular a los monopolios productivos y de redes de comercialización, generando condiciones para que las empresas productivas socialistas entren al juego del mercado, ganando paulatinamente espacios, pero en el terreno, y no mediante medidas estatales difíciles de controlar, y con efectos adversos y contraproducentes. Esto se enmarca perfectamente dentro de los lineamientos del Plan Patria, que dan un importante espacio para el mercado y para la iniciativa privada productiva.

En las conversaciones con los sectores productivos, privados y socialistas, planteadas abajo, deben anunciarse jornadas para hacer una “Revisión” (dentro de las R³) de las leyes y medidas que más han afectado negativamente el ambiente que necesita la inversión privada y cooperativa para producirse, como el tema de las invasiones, las expropiaciones inesperadas, las rigideces innecesarias del mercado de trabajo, el régimen cambiario, las condiciones macroeconómicas. La política de protección de trabajo desde el estado ha obedecido en exceso a una concepción en que se tiene las empresas privadas como si fueran capitalistas explotadoras del trabajo, todas ellas, desconociendo que la dinámica dialéctica ha determinado que el trabajo se ha estado protegiendo y ganando espacios endógenamente. Por supuesto que la gran mayoría de las empresas privadas explotan al trabajo. Pero un exceso de protección puede ser contraproducente para los trabajadores. Por ejemplo, un salario mínimo de 10.000 Bolívares al mes, haría cerrar a la gran mayoría de las empresas privadas. Y el desempleo resultante mostraría que un exceso en ese sentido sería contraproducente. La idea que queremos expresar es que debe haber cuidado con esto, no pecar ni por defecto, ni por exceso, sino que hay que actuar estratégicamente, monitoreando siempre nuestras condiciones, como un jugador que juega primero mirando bien el terreno, y luego los otros jugadores, dadas esas reglas, juegan en su mejor interés, pues no se puede obligar a las empresas más allá de las reglas. Un ejemplo de exceso es el decreto de inamovilidad laboral, mantenido todo este tiempo. ¿Cómo es posible que una empresa vaya a contratar a un empleado de manera formal, si sabe que luego no podrá despedirlo si no lo necesita, de acuerdo a sus condicionamientos del mercado?

Por ejemplo imaginemos que una empresa privada produce cauchos, y hay un período inicial de auge del mercado de cauchos, de manera que de 100 trabajadores que empleaba, necesita 400 más. Si no hay el decreto de inamovilidad, los contrata a todos ellos. Por un tiempo, unos diez años, le va muy bien. Pero luego viene una nueva empresa que produce unas ruedas sin caucho, que tienen un diseño de metal con resorte, y una capa de goma debajo (como se están ya inventando). Como la gente empieza a demandar este otro tipo de rueda, el mercado se reduce drásticamente. Si estaba empleando a los 500 trabajadores mencionados, ahora realmente necesita solo los 100 iniciales. El decreto, si se emite luego de la contratación, implicaría que no puede despedir a los 400 que no necesita en este momento. Entonces la única alternativa que le queda a la empresa es declararse en quiebra. Se ha perjudicado así a los 100 que pudieran haber seguido trabajando, y que es posible que tuvieran parte de las acciones de la empresa, que eran copropietarios, con un porcentaje determinado, no necesariamente igualitario con quien tiene más acciones. De hecho, si el decreto hubiera existido antes, entonces no hubiera empleado a 400 más, sino a unos 100 adicionales solamente. El decreto estaría perjudicando, claramente, a los 300 que hubieran podido emplearse por diez años, y que es posible que pasen, por aumento de demanda, a trabajar en la otra empresa nueva que produce ruedas con resortes. Además, cuando la cosa desmejora para la empresa de cauchos, al no poder despedir a los nuevos 100, hubiera tenido que quebrar, con el mismo resultado negativo, peor en este caso.

Sobre el tema de la ganancia endógena de espacios por el trabajo, es imprescindible el postulado, verificado no solo por la teoría, sino por la práctica, de que el socialismo es más eficiente, como modo de producción económica, que el capitalismo explotador. La idea es la siguiente: imagínense dos empresas productoras de caucho, que compiten entre sí, pero una es cooperativa, y la otra capitalista. A medida que pasa el tiempo, la empresa cooperativa va mejorando la calidad de sus cauchos con respecto a la otra, pues los trabajadores se esfuerzan más, por lo que explicamos arriba de la alineación de intereses, mientras que los de la capitalista, donde hay lucha de clases, los trabajadores se esfuerzan menos. A medida que la cooperativa gana más mercado, necesita emplear más gente, y la demanda de trabajadores sube en el mercado de trabajo, y sube el salario como consecuencia. A la capitalista no le queda otra salida que aumentar los sueldos, pues si no, los trabajadores le renuncian, y se van a la cooperativa. Este proceso implica que hay presiones para que la empresa capitalista cambie las relaciones internas de producción, y empiece a dar acciones a los trabajadores, no solo para aumentar sus condiciones de trabajo y competir por ellos, sino porque así los trabajadores son más productivos, y la empresa no pierde tanto terreno en el mercado de cauchos. El proceso se desarrolla de tal manera que al final, las dos empresas terminan siendo cooperativas, o la cooperativa termina absorbiendo todos los trabajadores de la otra, lo cual es equivalente a lo primero.

La revolución debe tener en cuenta estas cosas objetivas, actuando inteligentemente frente al mercado, estableciendo reglas de juego apropiadas, además de favorecer el tipo de protección endógena mencionado, dadas nuestras condiciones productivas específicas (por ejemplo, en Francia, la jornada laboral puede colocarse en menos horas que aquí, porque las condiciones del desarrollo de las conquistas laborales, endógenas y de estado, son diferentes a las nuestras). A menos que no quiera trabajar con el mercado, por supuesto. Pero eso no está planteado, para nada. No es ni conveniente, según nuestra opinión, porque podemos, y debemos, ganar la batalla en el terreno, y nos desviaríamos con eso los lineamientos del Plan Patria, que no está planteado desde las líneas revolucionarias.

Pero desarrollemos un poco más porqué no es conveniente dejar de trabajar con el mercado, además de permitir que las empresas capitalistas operen, sin expropiarlas, por ejemplo. Aquí damos razones de peso, en vez de seguirnos solo por fe en el Plan Patria, pues este es solo un listado de deseos, y no un plan que especifica los medios de llegar a ellos. La idea es que en el futuro todas las empresas van a ser socialistas. Pero no se puede forzar la historia, pues se puede perjudicar a quien se pretende beneficiar: a los trabajadores, y al pueblo. Lo que proponemos aquí es una transición pacífica al socialismo, y no traumática, sino natural, usando el desarrollo de las fuerzas productivas, la “acumulaciones originarias”, como las llamaba Marx, y confiando, porque es cierto por las razones que mencionamos arriba, que el socialismo es un sistema más eficiente (además de más humano y respetuoso de la naturaleza) que el capitalismo. La propuesta nuestra es que trabajemos en dos frentes: por un lado, el de un gobierno revolucionario que toma control del estado burgués por la vía electoral, dada la conciencia del pueblo mayoritariamente explotado que vota por sus representantes legítimos, como en el caso del Comandante Chávez, y de Nicolás Maduro, su seguidor. Por el otro, el pueblo organizado en Comunas y empresas socialistas, además de los trabajadores explotados en empresas capitalistas, organizados o no en sindicatos de clase. Pero la vía endógena no depende del frente electoral, sino que se beneficia de él. Es autónomo, y en él radica la fuerza fundamental de cambio. Pero por supuesto puede, y debe, beneficiarse de un gobierno que lo represente. Pero ese gobierno debe tener claridad ideológica suficiente para darse cuenta de que no es un administrador más del estado burgués, sino que está ahí para apoyar el fortalecimiento del socialismo endógeno, desde abajo, no para fortalecer ese estado, aún si sus intenciones son de resolver desde ahí las necesidades del pueblo, como decíamos, sustituyéndolo con esto. La idea, pues, es estimular la autonomía del pueblo, tanto en lo político, como en lo productivo. Y que esa autonomía, con el motor del desarrollo de las fuerzas productivas socialistas, le ganen la libertad definitiva, no solo a niveles locales, de Comunas y cooperativas, sino a nivel de un estado caca vez más transformado a su favor.

Pero esta estrategia pacífica implica, necesariamente, que el gobierno revolucionario debe respetar en la transición las reglas de juego que lo relaciona con el resto de la población que no es revolucionaria, sea por convicción (incluyendo gente explotada que no se reconoce como tal, por motivos de alienación ideológica), o por pertenencia de clase (capitalistas a quienes les cuesta mucho escapar de su ideología explotadora). En el caso nuestro, implica respetar la Constitución Bolivariana y las leyes, sobre todo las que nosotros mismos hemos elaborado. Debe, entonces respetarse el llamado “estado de derecho”, que implica, entre otras cosas, respetar la propiedad privada, los derechos de los opositores, el resultado de las elecciones, así sea por poco margen en contra (como lo hizo el Comandante Chávez cuando perdió las elecciones por la enmienda constitucional), etc. Y debe hacerse de manera no solo notoria, sino sincera, pues el motor del socialismo, de transformación de ese estado, no está arriba, en el gobierno representativo y las leyes, sino abajo, en las organizaciones populares (Comunas y empresas socialistas), que van a ir ganando terreno económico, político y social. Realmente es el modo mismo de producción socialista el que se va a ir abriendo paso desde abajo, pero el pueblo organizado va a ser el sujeto que va a usar esa ley histórica, esa “ley divina” en su propio favor, y en favor de toda la sociedad, pues el resultado final, y el intermedio, va a implicar una abundancia tal, que va a haber para todas las necesidades, y la avaricia del ego, basada en el pánico a no tener, no va a tener ninguna justificación fáctica, por lo cual la ideología misma de los capitalistas va a ir cambiando. Esas ganancias van a manifestarse, al fin y al cabo, en un cambio de la Constitución y las leyes, pero en un proceso de maduración progresiva, histórica, basada en progresos reales de fuerzas productivas, de eficiencia económica, política y social.

Para que se vea más claro lo que decimos sobre la necesidad histórica de la vía del socialismo endógeno, tomemos dos ejemplos distintos y alternativos de “transición al socialismo”. Una, es la tradicional, de expropiación de empresas privadas para transformarlas en empresas del estado. El primer detalle que hay que observar, es que esto no es socialismo, ni usa las ventajas del sistema socialista. Lo único que es socialista es que la empresa pasa a ser propiedad común, en el papel, de todos los ciudadanos. Pero el problema es que quien administra la empresa no son esos propietarios, sino su “representante” en el gobierno central. Los trabajadores de la empresa en cuestión entran, inmediatamente, en una lucha de clases, no ya con los antiguos propietarios expropiados, sino con el estado y su gobierno, el verdadero nuevo propietario. Ellos no se sienten propietarios, en particular. No sienten que sus intereses están alineados con los de la empresa, sino consigo mismos. Es por eso que ni siquiera se sienten responsables en relación a los dueños en el papel, que son todos los habitantes del país, más allá de algunas éticas individuales loables, ni tienen un comportamiento completamente responsable en relación al bienestar de la empresa como tal: lo que les interesa, estrictamente hablando, es ganar lo más posible, independientemente de cómo le vaya a la empresa, pues se ven a sí mismos en guerra con su patrono, que es el estado. Es un asunto de diseño institucional, de estructuras y superestructuras, como lo decía Marx: si el trabajador no es dueño, de hecho, según se lo dicta su mente, de los medios de producción (el tema de la estructura), entonces tendrá un comportamiento (la superestructura) de conflicto con el propietario, a quien ve como expropiador del fruto de su trabajo. Por tanto, entra en lucha con él, y se ve como miembro de una “clase” explotada, y por tanto observamos que se da, de manera natural, la conformación de sindicatos, que son asociaciones de trabajadores con los mismos intereses, que se asocian precisamente para defender mejor esos intereses, teniendo más fuerza actuando en conjunto, contra su enemigo, que es el “patrón”, en este caso el estado.

No por casualidad a esta “transición al socialismo” se le llama “capitalismo de estado”, pues el estado se comporta como un capitalista, y los trabajadores como una clase explotada. En realidad, a esta vía se le ha denominado históricamente, como en la Unión Soviética, y otros ensayos fracasados, de “transición al comunismo”, porque se auto-denominan “socialistas”, desprestigiando con esto el nombre de socialismo. ¿Porqué lo desprestigian? Primero, porque no es socialismo, al no eliminar la lucha de clases, que se da entre los trabajadores y un nuevo patrón, el estado. Y segundo, y más importante, porque no solo es sumamente ineficiente en materia de producción económica. Es peor que el sistema capitalista en esta materia. Por eso es que los ideólogos capitalistas citan, como un ejemplo de fracaso del socialismo, a estos ejemplos históricos fallidos, sin darse cuenta, o dándose cuenta, pero reforzando la falsa ilusión para defender sus intereses, de que eso no es socialismo, ni mucho menos. Ahora bien.¿Porqué este capitalismo de estado es más ineficiente económicamente que el capitalismo clásico? Por la sencilla razón de que el estado es sumamente ineficiente administrando las empresas nacionalizadas. Si bien es cierto que una empresa socialista verdadera, como la planteamos aquí, es más eficiente que una capitalista tradicional, esta es más eficiente, normalmente, que una nacionalizada como la que estamos describiendo. Sin duda alguna. No solo por la evidencia empírica del desastre económico de los mal llamados “socialismos” históricos, sino por razones teóricas bien fundamentas.

¿Porqué el estado centralizado es más ineficiente que un capitalista? Porque este concibe a la empresa como de su propia propiedad, como suya, y su bienestar, y el de su familia, dependen de su éxito, de sus ganancias en el mercado. El fracaso de la empresa significa el fracaso de su vida. No es el caso del estado, por supuesto, ya que, como “representante” de los dueños, el soberano pueblo, no tiene el mismo celo que un propietario directo. La propiedad, como vemos, es crucial, no solo en el papel, sino en la mente. Y para que se desarrolle en la mente, debe ser algo manejable, local, palpable. Esto es “socialismo desde abajo”, opuesto al socialismo desde arriba. Como consecuencia de eso, el dueño capitalista se esfuerza más, está más pendiente de todos los detalles de la gerencia, desde la planificación, hasta el control posterior, pasando por el seguimiento de la gestión productiva. Explota más a los trabajadores, naturalmente, y por eso muchos trabajadores, y sus sindicatos, prefieren al estado como patrono. No por eso, por cierto, tienen mentalidad socialista, como muchos de ellos dicen tener cuando piden una nacionalización. Es lo que ha pasado en las empresas del estado de Guayana, con algunos bemoles. Por ejemplo: los trabajadores de esas empresas pretenden que se les dé parte de la ganancia cuando la cosa va bien. Pero no quieren asumir disminuciones de ingresos cuando la empresa va mal. Eso no es socialismo, repetimos, ni de parte del estado, ni de parte de los sindicatos de estas empresas. En esto hay que estar claros, para poder proponer los remedios. Si no, como venimos diciendo una y otra vez, el remedio (nacionalizaciones sin más ni más) es peor que la enfermedad (las empresa privadas capitalistas).

Los compañeros que pretenden solucionar los problemas de producción con nacionalizaciones a mansalva, deben tener esto en cuenta, y deben pensarlo dos veces para seguir proponiendo este tipo de cosas. Por ejemplo, nacionalizar todas las empresas agrícolas, expropiando a los productores para que la propiedad y la administración pase a manos del estado centralizado, “para garantizar la seguridad y el bienestar alimentario de la población, en particular la de bajos ingresos, ya que las capitalistas lo que buscan es la ganancia, sin preocuparse del bienestar alimentario de la población” sería un desastre productivo total, y lo que haría sería perjudicar a quienes se pretende ayudar: al pueblo que necesita tener alimentos en cantidad y calidad suficiente, a precios accesibles. Hay que recordarles a esos compañeros lo dicho, pero además podemos agregar que, detallando un poco más el tema de la ineficiencia gerencial del estado en las empresas nacionalizadas, entra el asunto del problema clásico de quién fiscaliza al fiscal. El gerente de la empresa, puesto ahí por el estado, para representarlo, incurre, de manera natural, en todo tipo de ineficiencias, por decir lo menos, por no decir corrupción directa, flagrante y notoria, como en nuestro caso venezolano, en particular de los últimos años, no solo de la Cuarta República que motivó privatizaciones.

Pongamos por ejemplo la red de Mercal, y Pdval, que es, desde el punto de vista económico, una empresa comercial (compra a proveedores, y vende a consumidores). Las corruptelas ahí han sido notables, no solo de los gerentes , sino de los trabajadores. Y no importa que estos sean militares, empleados de Pdvsa, empleados de misiones que son “revolucionarios”, cuadros del PSUV, o lo que sea: cuando se compran 100 perniles a los proveedores, solo 7 llegan al pueblo. En el camino se quedan 93, que son repartidos para beneficio de trabajadores y gerentes (probablemente dos por trabajador ladrón, y diez por gerente corrupto). Vemos luego esos perniles, pollos, caraotas, o lo que sea, en manos de buhoneros, supermercados, redes de paramilitares, contrabandistas, etc. Si a eso agregamos el tema de la sobre-facturación en la compra de insumos por parte de muchos de los gerentes en ese proceso, el cuadro se asemeja bastante a lo que el pueblo, los medios de oposición, y todo el mundo ha visto, menos el gobierno, aparentemente. (La sobre-facturación consiste en que el gerente pone en el papel que la mercancía cuesta mucho más que el precio a que se compra y/o la cantidad en cuestión es mucho mayor que la que se despacha, y entonces el proveedor, al recibir el pago que viene de dinero del estado, da la diferencia al gerente, con la complicidad de los trabajadores que ven directamente el asunto, que se lo lleva para un lugar apartado para hacer la repartición). Repetimos que no es un problema de ética individual. Por muchos cursos de ideología que se de a los miembros, hay un problema, grave, de diseño institucional, de estructura, de incentivos.

Los empleados del estado, sean trabajadores o gerentes, hacen lo que pueden hacer para sí mismos en esa estructura, pues el motivo egoísta, de máxima ganancia, está presente no solo en el dueño de una empresa capitalista, sino en cada persona que en principio es egoísta. El “fin del lucro”, o “el motivo especulador” de que se acusa al capitalista, está presente, exactamente igual, en esos trabajadores y gerentes, y no se puede dejar de tener eso en cuenta cuando se actúa en nombre del pueblo, como revolucionarios, al diseñar la política económica. Claro que hay muchas excepciones de gente muy honesta, que se “sacrifica” por los demás (al no robar cosas muy fáciles de robar). Pero esa no es la idea, que la revolución dependa de la moral individual, sino que las estructuras apropiadas hagan cambiar la moral, la ética, la manera de comportarse de la gente, y en el camino el pueblo sea mejor servido, tanto por la oferta de bienes accesibles, como por servicios públicos apropiados. La idea es eliminar las tentaciones todos, sean moralmente probos, o no. Y además, diseñar estructuras, que sí que son socialistas, para que se forme la moral revolucionaria, responsable, solidaria y a la vez productiva y eficiente.

Es claro que los países llamados socialistas han jugado, hacia el exterior, un papel acorde, en general, con los intereses de los pobres y trabajadores del mundo, y que sus gobiernos también en general han hecho lo posible por avanzar en los ideales el socialismo. Pero han estado heridos en el ala internamente, y su deterioro progresivo ha llevado a su fracaso final. El caso de Cuba es distinto, pues los líderes políticos, en particular el Comandante Fidel, y también el Che, han estado claros sobre el tema del poder popular, y allí se ha instaurado de hecho la democracia participativa en el más alto grado conocido por nosotros. Sin embargo, el tema económico ha sido su lastre, y se nota que están dando pasos, aunque tímidos todavía, en la buena dirección en ese tema.

Para finalizar la exposición a esta forma de transición, podemos ahora comprender porqué los cursos ideológicos en un estado “socialista”, o “comunista”, sea en nuestra experiencia en Venezuela, o en otras partes del mundo, han terminado con frecuencia en nada, y peor aún, pues por ejemplo, los graduados usan el “título” obtenido para lograr prebendas en ese estado muy ineficiente y corrupto. La idea que se propone aquí sobre la superestructura, la ideología, la ética, la cultura, es que se va formando por unidades productivas o comunas, a nivel local y se extiende cada vez más: son superestructuras locales que obedecen a unas relaciones productivas, a un modo de producción, sea económico y/o político, que se da a nivel local. De hecho, es de esperarse que las cooperativas se vayan convirtiendo en monopolios, pues van desplazando a las empresas capitalistas porque son más eficientes. Por esta vía, la solidaridad va ganando terreno. Pero la generalización de la ética revolucionaria no se trata de un proceso mecánico, departamentalizado, pues hay que tener en cuenta que la ética global, la solidaridad global, el amor verdadero a todos los seres humanos, y no humanos es perfectamente posible, ya que el amor por el otro con frecuencia es a un “otro” que es una idea general, y, además, una entidad unida espiritualmente a todo lo demás, como se sabe hoy por Física moderna: los místicos de todas las religiones, incluyendo las tradiciones indígenas americanas, por ejemplo, son ejemplos vivos de esta práctica: aman incluso a quienes no tienen intereses alineados en la estructura, e incluso con intereses contrapuestos, como en el caso de los enemigos. En todo caso, el tema es la conveniencia del arraigo local de esa cultura, y su efecto de redes incorporado además: si se ama al vecino, y este ama a su vecino, se forma una cadena que al final tiene efectos globales, basados en causas locales concatenadas.

Es de esperarse que en un futuro quizá algo lejano, cuando exista una sola empresa cooperativa en el país, para todas las ramas, pero construida desde abajo, y no desde arriba como en el capitalismo de estado, entonces sí que se puede hablar de un hombre nuevo que ama a todos los ciudadanos y se responsabiliza por ellos. Sin embargo, los intentos de “adoctrinamiento ideológico” de un “estado socialista” terminan en falla, como dijimos, pues tratan de imponer, a juro, desde arriba, esa “moral socialista” que pretende responsabilizar a los trabajadores de una empresa pública por el bienestar de todos los dueños, el soberano. Se ve como coartando la libertad individual, pues no es el trabajador quien escoge amar, endógenamente, a los ciudadanos, sino que se pretende imponer una amor, plasmado en una “moral revolucionaria”, con el requisito de ciertos comportamientos forzados, no asimilados verdaderamente, pues no tienen arraigo concreto. Y vemos por eso la proliferación de comportamientos hipócritas, caza de brujas de quien no es “revolucionario” al no vestirse de cierta manera, etc, solo con el fin de quitarlo de su puesto y poner al denunciante, que con demasiada frecuencia de suyo no es revolucionario de corazón tampoco, más allá de las palabras y de las falsas apariencias.

Pasemos ahora a analizar la otra alternativa de transición al socialismo: la vía de expropiaciones masivas para luego entregar la empresa a los trabajadores y construir así empresas cooperativas o mixtas. Esta vía tiene varios problemas, entre ellos, el de la violencia. No es la vía pacífica hacia el socialismo que estamos proponiendo, porque supone expropiaciones forzadas que no se remuneran a los expropiados, porque el estado no tiene suficiente dinero para hacerlo, ya que se habla de absolutamente todas las empresas que son capitalistas. Esta no es una vía endógena hacia el socialismo porque no se gana a la empresa capitalista en la batalla, sino por la fuerza, desde arriba, desde el estado centralizado. Pero además tiene un problema: la gerencia de muchas de esas empresas, de la mayoría, requiere una capacidad gerencial que toma tiempo desarrollar, y los trabajadores que no tienen esa formación no pueden, de golpe y porrazo, hacerlas trabajar adecuadamente. Por supuesto que los trabajadores no harían el mismo tipo de gerencia, normalmente una gerencia vertical, que hacen los capitalistas, sino que harían una “gerencia participativa”, que es mucho más eficiente, como demostramos teóricamente en otro lugar, y como muestra la evidencia de la gerencia más avanzada en este momento en las mismas empresas capitalistas que se han dado cuenta de la riqueza de los aportes que vienen de los trabajadores en las distintas etapas del proceso productivo y distributivo. Pero el desarrollo de esta habilidad gerencial lleva tiempo, así como un bebé nace a los nueve meses, y no antes, pues si no se aborta el proceso de formación del feto, y se aborta, de hecho, la nueva creación de la naturaleza, de la historia, en este caso.

Así que con esta vía hay que tener también cuidado, por las dos razones expuestas: el respeto de la ley que nosotros mismos hemos sancionado, que respeta la propiedad privada, y los espacios de las empresas capitalistas, por un lado, y el respeto a los procesos de maduración de la gerencia participativa, y las empresas socialistas ganando espacios en el terreno de la competencia frente a las capitalistas. Incluso si se hace esto con algunas empresas, y no absolutamente todas, el resultado es abortivo, pues trastoca las condiciones de juego de las empresas capitalistas, que se dan cuenta de esto: no invertirían si saben que esto les puede pasar a ellas. Y entonces terminamos perjudicando al pueblo, a los trabajadores, por no tener cuidado con lo que realmente conviene de acuerdo al desarrollo natural, e histórico, de los procesos de acumulación de las fuerzas productivas socialistas, solidarias.

Claro que si los líderes políticos que representan al capitalismo, una vez que nosotros nos comprometemos a respetar las reglas de juego, las leyes y la constitución, irrumpen, sea desde fuera, por el imperialismo, sea desde dentro, por el fascismo, para irrespetar esas leyes, y los resultados electorales, por ejemplo, eso daría pie para que los trabajadores de muchas empresas, o el pueblo mismo en la calle, reacciones de manera violenta, expropiando de hecho muchas empresas y comercios, propiedades de todo tipo, incluyendo tierras, casas y otros bienes. Incitar a una guerra civil, en presencia de un gobierno revolucionario puede arrojar resultados muy contrarios a los que los fascistas y el imperialismo se proponen, y puede acelerar su muerte final como sistema, que de todas maneras tomaría un tiempo, claro. No aconsejamos eso, por el bien de todos, pues en el camino habría muchas muertes, de parte y parte, cosa que es totalmente inconveniente, por decir lo menos. Los revolucionarios, desde el gobierno, tampoco podemos azuzar a un tigre arrinconado, como hemos hecho con el sector privado con las políticas económicas que hemos descrito, y con las faltas a la ley que estamos comentando, pues el resultado final es incierto en lo inmediato, y además el costo en vidas, de parte y parte, es inadmisible. En ese caso, la responsabilidad histórica sería nuestra. Sabemos que no hay que azuzar a un ratón arrinconado. Mucho menos a un tigre en esas condiciones. Y la oposición en Venezuela no es ningún ratón, por si no se han dado cuenta alguna gente en nuestro alto gobierno.

La vía nuestra, pues, la del socialismo endógeno, es la apropiada, la más conveniente para el pueblo, y la que toma en cuenta el desarrollo de las fuerzas productivas, y respeta la realidad del otro, tanto en lo fáctico, como en lo mental. Si uno quisiera ubicar esta propuesta de socialismo endógeno en el contexto de la historia del pensamiento revolucionario, habría que pensar en una combinación, o síntesis, virtuosa y unificadora, de las dos tradiciones marxistas, hasta ahora divididas y en conflicto: la tradición anarquista, y la centralista-estatista. De ambas toma “lo bueno”, tal como lo califica cada una de ellas cuando se ve a sí misma, y pone de lado “lo malo”, tal como lo califica el contrario: de la anarquista toma el hecho bueno de que el socialismo se gesta y generaliza desde abajo, desde las unidades productivas y comunidades. También toma lo bueno que de esto ocurre en todos los países, y una demostración de ello es lo que pasa con el conocimiento libre: son “células” auto-organizadas, desde abajo, por fuerza de los propios intereses de los participantes (trabajadores en esos proyectos, estrictamente hablando). Lo malo del anarquismo, según la corriente centralista, es que se trata de grupos descoordinados, que actúan por su cuenta y tienden a contraponerse a todo lo que huela a centralismo democrático, según el cual, una vez tomada una decisión mayoritaria, cada quien, aunque no haya estado de acuerdo, debe acatar esa decisión, y tomarla como suya. De hecho, las unidades productivas y/o políticas socialistas tienen una relación entre sí, ya sea por el mercado, o a través de juegos estratégicos, de manera que no son completamente “anárquicas”, como el término ha pasado a ser entendido, en su forma más peyorativa. En nuestro caso, en el aspecto político de la interrelación entre comunidades políticas que son los átomos del sistema, los CCC, ponemos de lado la interrelación que viene de decisiones estratégicas, y adoptamos el centralismo democrático, porque si no, implicaría que cada Consejo Comunal es vinculante, pero desvinculado: habría una ingobernabilidad mayúscula, y una gran atomización territorial y consiguiente desbaratamiento de la identidad nacional: un Consejo Comunal no puede independizarse de la nación, y eso sería el anarquismo malo que hay que dejar de lado.

En relación a la corriente centralista, se toma como bueno el centralismo democrático, claro que con respeto a las minorías, en un sistema que incluya la proporcionalidad. En este sentido, las iniciativas individuales, de grupo territorial y productivo, son tomadas en cuenta, y son las que inyectan impulso a las decisiones del colectivo nacional (e internacional, como mencionaremos en el Anexo A). Pero el colectivo como tal tiene su propia personalidad, y toma decisiones unitarias, aglomerantes, que suman, y no restan. Esto estará siendo ayudado por el hecho de que cada persona tiene necesidades fundamentalmente similares, a pesar de la propaganda en contrario de la ideología capitalista-consumista, y por el hecho de que los bienes cada vez más van a ir siendo liberados de su carácter privatizado, por lo cual se generará cada vez más abundancia, y los bienes privados, que pueden ser factor de división, como la tierra y las aguas (en nuestro caso el petróleo ya es de propiedad común), van a ir siendo convertidos en propiedad común progresivamente, para ser administrados de mejor manera para todos.

Además, el socialismo endógeno toma del centralismo el hecho fáctico de que la vía electoral permite tomar el poder central de un estado burgués. De hecho, la vía electoral va a ser cada vez más instrumental para el pueblo, pues a medida que vaya tomando el poder desde abajo, en las CCC, y en las unidades productivas, se va generando una unidad desde abajo hegemónica, como la que describimos, con la información libre en lucha contra los medios que defienden la ideología burguesa, y van a ir por esa vía ganando terreno cada vez más por la vía del voto en todas las instancias territoriales (alcaldías, gobernaciones, diputaciones, y presidencia). Y ese estado puede ponerse al servicio del poder popular, y el avance del socialismo, y puede ser transformado en un “estado Popular”, definido de manera diferente a las concepciones marxistas originales, que definían estado como esencialmente, y no instrumentalmente, burgués. Lo malo del centralismo, criticado por el anarquismo, es básicamente el Capitalismo de estado, que ya hemos descrito, y puesto de lado como socialismo. Además, en el “socialismo”, y el “comunismo” histórico, se han cometido los errores garrafales y horribles de censura a la libertad de expresión, de asociación económica y política, persecución por motivos religiosos e ideológicos, etc, etc. Esto por supuesto se pone de lado, como debe ser, y como es justo históricamente, ya que hemos adoptado la vía pacífica, no solo para renunciar la la violencia política física, sino a la mental, la sicológica y la ideológica.

La dinámica del socialismo endógeno implica, pues, una transformación del estado burgués de forma pacífica, y ese proceso expresa la síntesis de que hablamos, y de acuerdo a un mecanismo de “pinzas”, o de “arepa”, en que, tanto desde arriba, desde el estado central, como desde abajo, desde el poder popular en lo territorial y en lo productivo, se va empujando para convertir una realidad, que está separada por motivos que al fin y al cabo tienen que ver con una lucha de clases política de separación del pueblo de sus órganos de gobierno central, en una sola entidad, disolviendo con esto esa estructura que refleja esa división. El final es el comunismo, claro. Pero es bueno señalar aquí que esas pinzas no son para aprisionar a quienes difieren de la idea del comunismo: es la vía pacífica que siempre va a respetar a las personas, pero ellas mismas van a ir dándose cuenta, sobre todo por la abundancia y la libertad que este sistema representa, de que pueden abandonar su supuesto de miedo, y dejar sus enfermedades egoístas. Repetimos: esto es voluntario, en todo momento, así tome mucho tiempo. Este comunismo es el verdadero comunismo, claro, la sociedad de la abundancia, la libertad y el amor, y no el estatismo, la opresión, la escasez, la corrupción, que con demasiada frecuencia hemos visto, y que desprestigia ese nombre.

Introduzcamos una explicación teórico-analítica que aclara mejor la relación entre el enfoque centralista y el anárquico, y las fallas y virtudes de las dos formas de organización político-económica y social. Imaginemos un planificador central benévolo (electo, por ejemplo) que toma a cada ciudadano como con iguales derechos, y tiene el objetivo de alcanzar la igualdad de bienestar para cada uno de ellos. Cuenta con unos recursos dados en el país, que incluyen las habilidades de cada quien, las dotaciones de tierra, petróleo, hierro, una tecnología dada, etc. Imaginemos que el planificador hace un “plan perfecto”, tomando en cuenta todo esto, y, como resultado, a cada quien le corresponde una tarea, y una ración de bienes y servicios producidos. Por ejemplo, a Juan, tomando en cuenta sus habilidades y sus preferencias, además de las necesidades de los demás, le corresponde ser maestro en una escuela primaria en Tucupita. A Luisa le corresponde ser chofer de un autobús en Valle de la Pascua. Cada uno de ellos disfruta de cierta cantidad de alimentos, posibilidades de vacaciones, descanso, etc. Aquí no hay mercado, y la única manera de relacionarse con los demás es a través del plan. Es perfecto porque si alguien no hace su tarea, o quiere una ración distinta a la que le toca, entonces alguien se perjudica con el cambio, si se hiciera. Además, no hay forma de que se cambien las responsabilidades, o las asignaciones de lo producido, y mejorar a alguien sin perjudicar a otro (Es el concepto técnico de “óptimo de Pareto”). Por supuesto que aquí no va a haber contaminación, o alimentos transgénicos, pues el plan toma en cuenta todas las externalidades y los bienes públicos: no hay ninguna de las fallas del mercado capitalista. Teóricamente este plan es perfectamente posible. Estaríamos entonces ante un socialismo perfecto si se cumple el plan.

Pero hay un par de problemas. Primero, que un plan como este, aunque teóricamente es posible, prácticamente es imposible, pues las complejidades que tiene con prácticamente infinitas, y el planificador central no las conoce. Por ejemplo, para que el plan tome en cuenta todos los las posibilidades, debe tomar en cuenta no solo a los pobladores actuales, sino a sus hijos y nietos. Además debe tomar en cuenta las posibles alternativas en términos de eventos que no puede controlar, como vaguadas, inundaciones, cambios de precios petroleros, cambios tecnológicos y cómo programarlos, cambos de humor de las personas, etc. Esto es lo que se conoce como la “falla de omnisciencia” en el enfoque centralista del socialismo. Pero aún si fuera posible, hay otra falla, más fundamental: si algún poblador no es altruista, entonces no va a estar de acuerdo con lo que le toque en el plan, sea de trabajo, o de asignaciones de bienes. Por ejemplo, a Juan le hubiera gustado más trabajar en un liceo en Mérida. Y a Luisa le hubiera gustado usar el autobús los fines de semana para llevar a toda su familia y sus amigos a Morrocoy o Margarita: cada quien quiere más de los bienes, en general, y menos trabajo de lo que le asigna el plan. Como realmente no hay forma de controlar qué hace cada quien al detalle, el plan falla. De hecho, no por casualidad en los países en que se practicó eso habían unos aparatos del estado que trataban de controlar esa materia, que se transformaron en organizaciones de opresión y represión, pues sus miembros también eran egoístas, y usaban el mecanismo para adquirir poder, y más bienes y menos trabajo a costa de sus supervisados, y del bienestar general. Ese aparato represor era necesario porque el plan era impuesto desde arriba, sin que hubiera condiciones culturales para aceptarlo, como se describe a continuación.

De hecho, supongamos ahora que todos los pobladores son altruistas, y que aman a sus semejantes exactamente como se aman a sí mismos. Si son inteligentes, además, y conocen todos los recursos de la sociedad, cada uno de ellos puede hacer un plan perfecto como el planteado: como el peso que le dan al bienestar de cada quien es exactamente el mismo, el plan coincide completamente con el del planificador central. Como todos van a estar haciendo lo mismo, entonces Juan quiere para sí mismo, en términos de cantidad de trabajo, y de bienes disfrutados, exactamente lo que Luisa quiere para él. Y viceversa! Como todo el mundo va a estar de acuerdo con el plan del planificador central, pues es el suyo propio, entonces no va a haber problemas de robo de los bienes del estado, o flojera para desempeñar las tareas que le tocan a cada quien: no va a existir corrupción, y el plan, que es inmejorable, se va a llevar a cabo de manera “endógena”: por propia voluntad de cada poblador, sin necesidad de obligarlo, y sin aparato represivo: no se necesitan policías, ni leyes. La única ley es la del amor, y la de la inteligencia (las dos virtudes se juntan en una sola, Sabiduría, pues el amor no es más que “inteligencia emocional”), esa es la única “Constitución”, muy sencilla, pero muy poderosa, que no está en el papel, sino en la mente y en el corazón de cada quien. Por supuesto, esto es comunismo, “comunismo puro”, podríamos llamarlo, porque cada quien hace lo que mejor que sabe hacer, y a cada quien se le da lo que más necesita, y la sociedad es igualitaria en felicidad para cada quien (aunque cada quien tiene sus gustos diferentes) y es completamente eficiente. El problema en este caso es, de nuevo, que el plan perfecto es prácticamente imposible. Pero se podría pensar en maneras de enmendar esa falla: si cada quien ama a su vecino (un poco más que a sí mismo, como se puede deducir, para compensar la falta), y este a su vecino, y el último ama al primero; y si cada quien se entera de lo que ese vecino necesita, y de sus habilidades, y de los recursos locales disponibles, entonces se puede formar una red virtuosa que implica que los planes locales, y la acción local, tienen un impacto global, y se logra eficiencia social. Teóricamente esto podría ser posible.

Otra forma de evitar el problema del plan complejo es a través de cómo funciona en la práctica el amor verdadero. “Amor verdadero”, que aquí nosotros identificamos con “altruismo”, de una persona por otra ocurre cuando las preferencias de la persona amada están en las de la persona amante, de manera que cuando el amado sufre, la amante también experimenta esa sensación; cuando el amado está contento, la amante también lo está. Eso implica que la amante actuará para que el amado sea feliz, pues así ella lo será también. Por ejemplo si a los dos les gusta andar en bicicleta, y ella tiene una, pero él no, entonces ella no estará contenta usándola todo el tiempo, pues él va a estar triste: la va a compartir por la mitad del tiempo con él. Ahora bien, imagínense un par de amigos, uno de los cuales es mecánico, y el otro médico. Si en esa sociedad de dos personas, el planificador central benévolo tuviera que hacer un “plan contingente” (que toma en cuenta la incertidumbre), tendría que considerar todas las posibles ocurrencias: si uno se enferma de la gripe, o de asma, o de gastritis o cáncer, y el otro tiene un choque, o si se le daña el motor, o el tubo de escape. En cambio, el mecanismo del amor verdadero es muy simple, y no exige tanta racionalidad para llegar a un resultado enteramente similar, completamente eficiente socialmente: sencillamente si en un momento el mecánico le da gastritis, viene el médico y lo atiende para esa enfermedad. Si el carro del médico tiene un problema del filtro de gasolina, viene el mecánico y lo arregla. Por cierto que para el mecanismo del mercado llegar a le eficiencia social en este caso, es aún más difícil que para el “estado”: tendría que usar, dentro del mercado de capitales, el mecanismo de seguro de enfermedad, y el de accidentes de carro, que se sabe que no son eficientes en general, pues el número de posibilidades son infinitos, y tendría que haber mercado para cada uno de estos casos, lo cual es irreal en la práctica. Por eso se dan los mecanismos de seguro social en el estado, para corregir esa falla, en conjunto con otras fallas relacionadas con esa (como la de distribución del ingreso).

Otro ejemplo sencillo es la relación entre un bebé y su mamá: esta, cuando él llora, se siente mal automáticamente, por lo que va y le cambia el pañal, por ejemplo. Cuando la mamá está anciana, llega el niño, que ahora es adulto, y se encarga de ella económicamente, ya que ella no puede trabajar a esa edad. Tanto para el mercado (lo cual sería absurdo en este caso, realmente, pues la madre tendría que darle préstamos de tiempo de dedicación como niñera, cocinera, educadora, etc., al bebé, que pagaría cuando estuviera adulto en dinero, por ejemplo), como para el “estado” sería muy difícil llegar a la eficiencia aquí. En el caso del plan central, este sería sería prohibitivamente complejo, si lo vemos con cuidado.

Estos mecanismos de amor local serían vías “anárquica”, no centrales, al socialismo, si no existiera mercado. Pero serían vías “anárquica auto-organizadas”, y podrían tener una combinación y/o complementación tanto con el mercado como con el estado, tanto central, como local. Sin abundar mucho más, la realidad es bien compleja, y el mecanismo de mercado se puede usar en la transición, pues tiene ciertas ventajas para relacionar a las unidades productivas entre sí. La idea, pues, es combinar la acción de un estado central con la de las unidades productivas y políticas locales, comunitarias, para ir convergiendo, poco a poco y de manera pacífica, usando el mecanismo de mercado, por un lado, y el centralismo democrático, por otro, a una sociedad comunista, pues el altruismo, el amor verdadero, con las condiciones materiales que se van generando y materializando, va a ir prosperando de manera endógena también en un proceso en que la eficiencia social y productiva va a ir aumentando cada vez más, de manera contagiosa y exponencial.

Notemos a estas alturas algo muy importante: el modo de producción solidario del conocimiento libre es parte del socialismo endógeno. Es socialismo porque toda esta cantidad de personas que participan en el proceso de producción y distribución de software libre, información libre, y el resto de las formas de conocimiento libre, lo hacen teniendo como un bien común el producto de ese trabajo. De manera que la propiedad es algo compartido, y tenido en sus mentes como tal, que son los dos requisitos que hemos identificado como definitorios de una estructura socialista. No se trata de empresas, o unidades productivas, formales. Pero eso no cuenta, en lo más mínimo, pues lo que cuenta es que son una organización de personas. Podríamos hablar incluso de varias organizaciones, una por proyecto, como Debian, Apache, Firefox, Linux, Wikipedia, etc. Pero todas sumadas también forman parte de una sola organización de personas, que toma como suyo ese producto y ese proyecto de conocimiento libre. De hecho, en esa organización se notan formas claras de comunismo, más allá del socialismo: los hackers expertos, muy dotados en habilidad, aportan mucho más al proceso productivo que los simples usuarios finales, quienes básicamente usan más de lo que aportan (aportan reportando errores algunas veces, pero algunos ni siquiera eso) para satisfacer sus múltiples y grandes necesidades. De manera que se da el principio de “de cada quien (los hackers que más aportan) según su capacidad, y a cada quien (los usuarios finales) según su necesidad”.

Otra organización en la que podemos tener incluso comunismo puro es en una familia que funcione de manera armónica como consecuencia de amor verdadero entre sus miembros, sin que necesariamente existan planes completos y perfectos de antemano para todas las situaciones posibles, tanto debidas a incertidumbre, como al paso del tiempo y a la repartición óptima de tareas. Por ejemplo, el caso de una adolescente que, cuando pide dinero a su padre para ir al cine, y este, pensando en el presupuesto para todos los demás, le da ciento cincuenta bolívares. La adolescente que ama y confía en su papá, entonces se conforma voluntariamente con lo que le dan, y no pide más, ni quiere más en su fuero interno. Por otro lado, el hijo mayor va a lavar el baño cuando su mamá se lo pide, y lo hace porque sabe que está “colaborando” con todos, que necesitan ese servicio para sentirse bien. También la hermana mayor, que usa parte de su tiempo para aclarar unas dudas al hermano menor cuando quiere completar una tarea escolar, etc. Si así pasa con todos los miembros de la familia, lo que está ocurriendo es que cada quien quiere para sí, en términos de responsabilidades, y de dinero y otras asignaciones de bienes (como ropa), lo que los demás quieren para él o ella.

Hay armonía completa entre altruistas, comunismo puro, que no requiere prácticamente nada de “racionalidad” en el sentido de planificación, ni siquiera cálculo en el sentido de cooperación estratégica, sino solo un sentimiento por los demás que reacciona inmediatamente a lo que ocurre en el momento, a la circunstancia concreta que se está presentando. Ese sentimiento, como hemos dicho, se educa, y si las condiciones materiales, como las que existen en una familia, se dan (el bien común es un bien público), hay una interacción horizontal, y vertical, de aprendizaje, que tiene sustento, y resultado efectivo dadas ciertas condiciones adicionales (como por ejemplo que tengan tiempo, y que la televisión y los vídeo-juegos violentos no rompan, con sus valores y sus interrupciones, ese tiempo de formación; además, que los padres vengan de familias también armónicas, etc.). Otros ejemplos en que esto ocurre, en mayor o menor medida, con más o menos perfección, es entre grupos de amigos, comunidades de vecinos, caseríos campesinos, cooperativas bien establecidas, monasterios o conventos religiosos, templos budistas, etc.

Finalicemos esta parte resumiendo que el no actuar estratégicamente, inteligentemente, desde el estado que hemos tomado por la vía electoral, pero que no hemos transformado aún, es no aprovechar las fuerzas productivas existentes, y perjudicar al fin y al cabo a los trabajadores y los consumidores por exceso de celo. Esto es precisamente lo que hizo Lenin a los inicios de la Unión Soviética con su Nueva Política Económica (NEP), que tuvo efectos muy positivos, aunque los errores de estatización centralizada del poder político y económico produjo la debacle que conocemos.

  1. Impulso de sectores estratégicos para el desarrollo y la industrialización endógena

Por supuesto que el estado debe impulsar sectores productivos estratégicos, y las pequeñas y medianas empresas y las cooperativas y empresas de producción social como parte de las política económica de desarrollo. Esto se hace normalmente con créditos preferenciales y baratos, y con exenciones de impuestos. Sin embargo, es necesario decir que el criterio del apoyo del estado debe ser de estrategia productiva, de democratización del mercado y las redes de distribución, y de promoción del modo de producción socialista, y no usar esto para entrar a la estrategia de dividir al sector privado con fines político-electorales, pues esto tiene realmente el mismo significado teórico, extendido, de la práctica de algunos funcionarios públicos individuales con poder, o de mafias organizadas al efecto, de ganarse a algunas empresas, y no otras, para otorgarles crédito y proyectos a cambio de un porcentaje de la ganancia. Adicionalmente, el apoyo que obtiene de parte del sector privado, es a cambio de transferencias preferenciales, a través más que todo de créditos, de renta petrolera, lo cual implica una captura del estado revolucionario por parte de el tipo de mecanismo que se usaba en la Cuarta República en su relación entre los poderes públicos y las empresas rentísticas ineficientes. Con frecuencia vemos que el único apoyo que dan al gobierno es opinar en los medios a favor de la política económica cuando hay quejas del resto del sector privado y de la población, mintiendo descaradamente sobre la situación. Con esto sirven para que el gobierno se auto-complazca y se autoengañe para no cambiar nada, como el rey desnudo que se rodea de aduladores que le dicen que está muy bien vestido. Cuando ese rey llega al pueblo, su vergüenza queda al descubierto, lo cual es solo una muestra de esta actitud que ha seguido nuestro gobierno, y de los reveses que está experimentando ante un pueblo que ya se está manifestando sobre esa desnudez, primero electoralmente, y luego, si no observa cambios, para dejar de apoyar por completo a un gobierno que está cegado ante la realidad económica que significa para ese pueblo hambre y penurias sin fin. Los verdaderos amigos no ocultan los problemas y dificultades, sobre todo en momentos críticos como los actuales.

Para hablar del necesario impulso de un plan de industrialización, que es imprescindible, primero mencionamos sectores estratégicos productivos en debe centrarse la acción del gobierno como la parte nodal de la política económica de desarrollo de largo plazo. A pesar de ser obvio, no se ha logrado lo que hemos debido hacer: el desarrollo en ramas industriales y agrícolas que usen de manera sustancial nuestras ventajas comparativas, y las que están por lo menos inmediatamente aguas arriba: las que usen como insumos el petróleo (industria petroquímica, incluyendo plásticos); las que usen hierro y aluminio; las que requieran como insumo importante la energía, sea petrolera o eléctrica; las que usen los derivados de estas industrias, las metalmecánicas como la automotriz y de maquinaria agrícola, ferroviaria, aeronáutica, naviera, importando componentes no producidos nacionalmente en las primeras etapas; las que usen grandes extensiones de tierra fértil, haciendo énfasis en cultivos orgánico-ecológicos, entre otras.

En segundo lugar, expliquemos con más detalle la situación de nuestro aparato productivo, en el contexto mundial. El problema es que nuestras exportaciones son de materiales crudos, “materias primas” (petróleo, acero, aluminio, petroquímicos, etc.), con muy poco valor agregado, en particular muy baja remuneración al factor trabajo, mientras que nuestras importaciones son de productos finales, con alto valor agregado. “Valor agregado” significa lo que se agrega a los insumos, que ya vienen de un proceso productivo anterior, para convertirlos en producto. Cuando importamos una pantalla plana y pagamos 500 dólares, el componente de materia prima de ese producto, que es lo que probablemente aportamos nosotros, es muy bajo, unos 3 kilos, con un costo también relativamente muy bajo. Pero cuando exportamos un barril de petróleo crudo, el peso del componente de materia prima es prácticamente todo y solo recibimos 100 dólares, cuando los precios están muy altos, como ahora. La diferencia de 500 a 100 es demasiado grande, como vemos, en desventaja nuestra, a pesar de que tenemos altos precios por la materia prima. Para aumentar el componente no material de las exportaciones y reducir el de nuestras importaciones debemos industrializarnos, de manera que la agregación de valor ocurra en nuestro territorio, para ir así reduciendo la tremenda desventaja que hemos mostrado.

China, por ejemplo, es hoy en día el importador de materias primas y productos básicos más fuerte del mundo, por eso es que han subido los precios de estos productos, entre ellos de nuestro petróleo. Exporta manufacturas, cada vez más densas en tecnología y trabajo, y eso explica en gran parte que esos precios caigan y pongan en problemas a muchos países industrializados que ven sus empresas mudarse a ese país, por el efecto de aglomeración e integración vertical. “Efecto aglomeración” que significa que, cuando muchas industrias están muy cerca de otras, se benefician por la complementariedad entre los procesos productivos (por ejemplo, los empleados de una empresa pueden ser muy útiles a otra), mientras que “integración vertical” significa que unas empresas proveen de insumos a otras, como en una cadena. Las economías pequeñas y medianas, como la nuestra, tenemos que estar abiertas al comercio exterior porque no podemos hacer todas las cosas que necesitamos, además de que otras circunstancias, como el clima, nos impiden producir con eficiencia ciertos productos, como el trigo, que usamos para los espaguetis y el pan.

En nuestro país lamentablemente la industria básica del acero y del aluminio no se conecta casi con los otros sectores industriales, y por eso exporta solo materiales básicos (materia prima y productos muy poco elaborados, con poco valor agregado). Por el otro lado, la industria de bienes durables (automóviles, electrodomésticos, etc) no se conecta con la básica, y por eso importa componentes, partes y accesorios. Los encadenamientos hacia atrás y hacia delante son muy débiles, y habría que hacerlos con una industrialización que se focalice en lo que tenemos, y lo que podemos hacer. Por ejemplo, en las economías desarrolladas el grado de integración de los sectores industriales es alto, y por eso son más eficientes. Proveedores y productores están cerca unos de otros. Sus variedades son pequeñas (Alemania vende Automóviles de lujo, químicos y farmacéuticos), y así, por ejemplo, su industria química produce pinturas que repelen el polvo y no se rayan, por eso sus automóviles son de lujo. El grado de diversidad y la integración de sus subsectores son altas, pero no así la variedad de sectores. Cuando quieren un pantalla plana se la compran a una empresa japonesa en vez de ponerse a producirla ellos. De manera similar, cuando un japonés quiere (y puede ;-) ) comprar un carro de lujo, se compra un Mercedes Benz, que es un carro alemán.

También es bueno decir que, en general, la participación de la industria en el PIB depende del nivel del PIB per cápita. En los países de alto ingreso, el sector servicios es mayor que el industrial, pero en los países pobres, no industrializados, es bajo. En los países que se están industrializando (como Brasil, Rusia, India), la participación de la industria es alta y creciente, y luego, cuando consiguen mejorar su ingreso y su productividad, normalmente amplían la importancia del sector de servicios en su estructura del PIB. El caso nuestro es que el proceso de desindustrialización se inició en niveles bajos del PIB per cápita, antes de desarrollar la industria. El sector que ha desplazado a la industria durante nuestro gobierno, y unos diez años antes de llegar a él, son el del comercio, la construcción y el sector financiero, básicamente, como hemos mencionado antes.

Comentemos de paso que, aunque importante para la alimentación, sobre todo con nuestras ventajas comparativas que no hemos usado, como la gran cantidad de tierra fértil, la agricultura es importante para la industrialización, pero no determinante. La revolución agrícola ocurrió históricamente antes que la industrial porque ella produjo la fuerza de trabajo industrial, hizo posible el desarrollo urbano (una agricultura de subsistencia no hubiese podido sostener a las ciudades) y sin ciudades no hay industria fabril (a lo más que llegaría sería la artesanal). La agricultura fue históricamente, junto con los obreros urbanos, el mercado de la producción industrial y su fuente de financiamiento, además de producir lo fundamental de los alimentos para los asalariados. Pero en Venezuela es distinto. Aquí esas funciones las asumió en parte el sector petrolero. Ha sido la fuente de financiamiento y debería ser su mercado principal (a través de las compras que hace el estado por el ingreso petrolero, y por las compras que hacen los empleados públicos, por ejemplo). Por eso la industrialización en Venezuela debe dirigirse hacia allá, como hemos dicho: industrializar al petróleo. Claro que la agricultura debe desarrollarse para producir los alimentos que necesitan los trabajadores industriales, y el resto de la población. La idea es que la industria no básica se desarrolle, supla el mercado nacional de manera importante, y exporte.

Dada la baja participación de nuestra industria en el PIB, y que mucha de la industria consiste en actividades que producen alimentos y bienes conexos, nuestra estructura productiva, y la de la industria, se parecen a la de los países pobres, y eso ha empeorado en nuestro gobierno. Para industrializarnos realmente, debemos entrar en un proceso largo de mejoramiento de la calificación y destrezas de los trabajadores, por un lado, y aumentar la dotación de capital por trabajador (industrias intensivas en capital). Y eso lleva tiempo y muchísimo cuidado con las condiciones macroeconómicas, que de un plumazo pueden descalabrar una industrialización incipiente, pues lo que ha pasado es que nos hemos estado desindustrializado, mucha de nuestra fuerza de trabajo calificada ha estado emigrando, y nuestro capital ha estado financiando la industrialización de otros países, los industrializados, paradójicamente. La idea con esta propuesta es revertir eso completamente, que es urgente.

Por último, digamos sobre esto que, aún si tuviéramos una estrategia de industrialización perfecta, nos sería cuesta arriba ponernos a la par de países como Brasil, mucho más de países como Japón o China. Imaginémonos cómo estaremos, entonces, cuando con nuestras política macroeconómica hemos desbaratado lo que hemos hecho en materia microeconómica, de impulso a la producción, sobre todo de PYMES industriales y agrícolas. Pero hay una alternativa, aún para salir de abajo, en la situación en la que estamos. Y afortunadamente consiste en seguir, con toda la energía y convicción, el camino del socialismo, evitando las cosas negativas de esos procesos de industrialización en los países que hemos tildado de “desarrollados”, como la explotación de los trabajadores, y la de los consumidores, con muchos de esos productos malos para la salud física y mental, que vienen del consumismo y del uso de agroquímicos y productos transgénicos. Pero hay que hacerlo no pensando tradicionalmente, sino mucho más allá: impulsando el modelo de producción solidaria del conocimiento libre, con tecnología desarrollada por nosotros, que sea sana, orgánica, que produzca cosas útiles, buenas para la salud, en el contexto del empoderamiento del pueblo, y del avance de las empresas socialistas: convertir a Venezuela en el Paraíso de los Hackers (agrícolas, industriales, tecnológicos, económicos, políticos, etc.), avanzando por el camino de la industrialización endógena, como parte del socialismo endógeno.

Es bueno hacer mención especial de la necesidad de la recuperación de la industria de software en que fuimos líderes una vez, y otras industrias que usen mano de obra altamente calificada en este rubro, de manera que no sería difícil convertir a Venezuela en ese paraíso, pues con la mano de obra interna, y con la colaboración del movimiento mundial y nacional de Software Libre, de Hardware Libre, de Información Libre, y de Conocimiento Libre en general, y con el apoyo de los países amigos, y de países como la India y China, podemos lograrlo. Evitando, pues, el desarrollismo deshumanizante, consumista, y asesino de la naturaleza, son los poderes creadores del pueblo los que deben signar este proceso, en armonía con la naturaleza y el ser humano. Esta es una ventaja comparativa adicional que debe usar al máximo nuestro país, más allá de la tradicional relacionada con los aspectos técnico-económicos, facilitada por la revolución política y social que signa nuestro proceso.

  1. Acuerdos con el sector privado productivo

Con la necesidad del desarrollo productivo que hemos mencionado en mente, se propone, como parte de las medidas correctivas, el anuncio de una política de apertura hacia la burguesía nacional, y continuar y pulir la apertura selectiva a la inversión extranjera, sobre todo dentro de los acuerdos geo-estratéticos emprendidos por la revolución bolivariana, aprovechando los esquemas de transferencia de tecnología. Esta apertura implica jornadas de conversaciones abiertas, sinceras, comprometidas y creíbles, con todo el sector privado productivo, incluyendo también a las asociaciones cooperativas nuevas y tradicionales, para establecer reglas claras de juego, metas comunes concretas, y medidas que faciliten e incentiven el proceso productivo interno, que reviertan la tendencia a la desindustrialización y a la dependencia monoproductora y monoexportadora. De lo que se trata es de que las empresas produzcan, en condiciones adecuadas para ello, con reglas de juego claras; no de que aumente su dependencia del estado rentista petrolero, como en el pasado, y como en algunos casos durante este gobierno. Las conversaciones con el sector privado que hemos visto en estos días son necesarias. Pero hay que tener sumo cuidado, pues por lo que se ve desde fuera es que consisten básicamente en entregarles un poco más de renta petrolera (exenciones de impuestos, entregas de dólares baratos para que luego vendan a dólares caros, créditos fáciles e incobrables, etc), manteniendo con esto el parasitismo rentista de la Cuarta República, más allá de calmar un poco al sector privado, no cesan el acoso fundamental a las empresas productivas, como hemos mostrado en el diagnóstico. Hablando de la NEP, Lenin estuvo muy claro en esto: se trata de reglas de juego, no de acuerdos como el “pacto de Punto Fijo”, en que los dos partidos de gobierno se turnaban el poder político, y se repartían las prebendas que se derivan de ello, conservando siempre el interés de la burguesía parasitaria del estado rentista.

  1. Fundamentos estratégicos de los acuerdos con el sector productivo

En esta parte es necesario hablar, aunque sea someramente, de los fundamentos teóricos de la propuesta de conversaciones con el sector privado, que se basan en Teoría de Juegos y Teoría del Equilibrio General. En relación a la primera de estas disciplinas, es necesario decir un par de cosas. Primero, un juego está constituido por un conjunto de jugadores, con las estrategias disponibles para cada uno de ellos, y los “pagos” que cada uno obtiene para cada combinación de estrategias que todos ellos, en conjunto, juegan. Básicamente todas las interrelaciones entre los agentes económicos pueden modelarse como juegos. Por ejemplo, las que se dan entre dos empresas oligopolistas: cada una de ellas, dando como supuesto que la otra va a producir una cantidad, planifica producir la suya propia. Un “Equilibrio de Nash” es un par de producciones que tienen la siguiente característica: en ese par, si el primer oligopolio piensa que el otro va a producir lo que se prescribe ahí, entonces producirá lo que se prescribe en esa “solución”. Lo mismo para el segundo. Como vemos, es acertado que se llame solución a ese par, y es bueno que se le de un nombre especial, el de Nash (quien fue quien demostró que básicamente siempre existen estas soluciones), pues lo que uno produce es exactamente lo que el otro espera como estrategia de su contrario para tomar como estrategia esa producción. Y así para el otro, de manera que las creencias de cada uno se transforman en “profecías autocumplidas”. John Nash, quien está vivo, es esquizofrénico, y ganó el premio Nobel de Economía por contribuciones a ese campo tan útil a todas las ciencias sociales. Una formulación más general de su definición es la siguiente: Un conjunto de estrategias en un juego dado es un Equilibrio de Nash, si, dado el supuesto de que los demás jugadores van a jugar como estrategias lo que se prescribe en ese conjunto, es óptimo para cada jugador jugar la estrategia que completa ese perfil: todos juegan lo que más les conviene, y todos esperan que cada uno juegue de esa manera para hacerlo.

La Teoría de Juegos se usa mucho para elaborar estrategias óptimas en situaciones de guerra, “fría” (enfrentamiento usando estrategias políticas y económicas, y de inteligencia, o espionaje, como en la “guerra fría” entre EEUU y la Unión Soviética después de la segunda guerra mundial) o “caliente” (enfrentamiento físico), cuando los generales mueven sus tropas como estrategias, y los “pagos” dependen de la tecnología y las fuerzas de ataque y defensa disponibles a los contendientes. También en el ámbito político, sea entre países, que se llama “juego geo-estratégico”, o al interior de un país, jugado entre partidos, con el gobierno, como jugadores, en que “la oposición”, “el sector privado”, “el gobierno” juegan un juego. En ocasiones, “el pueblo” se torna en un jugador, cuando se conforman las condiciones para que sea un “sujeto”, que toma decisiones estratégicas, y no es un mejor objeto de beneficencia, o de manipulación mediática, que son estrategias de jugadores que sí que son tales. Y en el ámbito económico, como el que nombramos entre oligopolistas.

También existen los juegos que conocemos normalmente, como el beisbol, el fútbol, baskebol, etc., que también son juegos estratégicos. Por ejemplo, entre un portero y un chutador, en un penalty, se da un “juego en estrategas probabilísticas”, porque no hay ningún equilibrio de Nash que consista en estrategias simples en que el chutador lanza la pelota a la izquierda o a la derecha, y similarmente para el portero: si el portero supone que el chutador la va a lanzar a la izquierda, el portero se tira a la izquierda. Si el chutador supone que el portero se va a lanzar a la izquierda, el chutador la lanza a la derecha. Y así para las otras combinaciones posibles. El único equilibrio de Nash en ese juego es aquel en el que el chutador tira a la derecha para atrapar la pelota con una probabilidad de un medio, y a la izquierda con la misma probabilidad. Como el portero sabe esto, entonces su estrategia óptima es también lanzarse a la izquierda o la derecha con igual probabilidad. Recordar que en el equilibrio, cada jugador tiene un supuesto de cómo va a jugar el contrario antes de jugar su estrategia. Por eso, solo si se suponen estrategias probabilísticas habrá “solución”, o equilibrio en este caso.

Claro que en este juego hemos simplificado mucho la realidad, pues el equilibrio concreto es mucho más complejo, ya que hay muchas más opciones que tirarla o lanzarse a la derecha o la izquierda, y la habilidad del jugador influye mucho en su manera de jugar. De manera muy similar, un bateador y un picher se enfrentan en un juego cuya solución es probabilística: normalmente el bateador le tira a la pelota sin saber realmente por dónde va a venir, y si es curva o recta, o con qué velocidad, por lo que le da swing al bate como una estrategia probabilística. En los dos casos, fútbol y béisbol, la si hay una falla, o un acierto, no es un evento enteramente atribuible al jugador, sino al azar. Y por eso, no se puede culpar realmente a un chutador de la vinotinto que haya fallado un penalty porque el portero se haya tirado para el lado al que él haya lanzado el balón. Lo mismo para el béisbol: hasta el mejor cuarto bate hace swing sin pegarle a la bola en muchas ocasiones. Así mismo, en una guerra, cuando las acciones de combate de los dos contendientes son simultáneas, el general en jefe (quien mueve las fichas, o decide las estrategias) juega probabilísticamente, de acuerdo a una “intuición”, y el resultado es probabilístico, al azar, de manera que el número de muertos, tanto del bando propio como del enemigo, son aleatorios: en un equilibrio, o solución en un “juego de guerra” real, se habla entonces de “daños colaterales” de muertes de civiles como un número sabido por los generales de antemano. Saben, antes de la guerra misma, que va a haber 20% de los soldados propios muertos o lisiados (y 60% de los contrarios, por ejemplo), y 5% de la población civil del “enemigo” muerta, aunque no se sabe muy bien los nombres de las “bajas”. Así que la guerra es una decisión realmente criminal, pues quien la toma, sabe que está condenando a muerte a mucha gente, tanto de allá como de acá, tanto civiles como militares, aunque sepa que hay una probabilidad de ganar o perder. En este documento nosotros escogemos la estrategia de la paz, aunque cueste más tiempo por esta vía ganar la batalla final, pues sabemos que la la vía violenta, la guerra, trae sin lugar a dudas, muertes de parte y parte, y no queremos ser responsable de ninguna de ellas, pues sabemos que el fin no justifica los medios. Y si el gobierno ha escogido esa estrategia, que implica respeto a las leyes, debería ser consecuente con eso, so pena de perder “pagos” en este juego, como lo explicamos aquí.

Arriba ya hemos mencionado dos juegos, uno el de “guerra de desgaste”, y otro el geo-estratégico. En este último, dijimos que el gobierno debía haber jugado la estrategia del socialismo, internamente, en materia de poder popular y de promoción a las empresas socialistas. En este caso el gobierno ha sido “irracional”, pues no ha jugado una “estrategia dominante” frente a cualquiera que haya sido la estrategia del contrario. Abajo hablaremos de “juegos de coordinación”, “juegos en dos etapas”, y juegos dinámicos en que la mejor estrategia es “cortarse el brazo” antes de jugar, pues si no, llegado el momento, se cae en tentación, y uno termina perdiendo no solo el brazo, sino todo el cuerpo.

Hablando del juego entre el gobierno y el sector privado, en el que también intervienen el imperialismo y la oposición interna, el gobierno debe hacerse más racional de lo que ha sido, y debe corregir los errores fundamentales que perjudican, no solo a los demás jugadores, sino a sí mismo, como el asunto de sostenibilidad fiscal y control de la volatilidad, y el asunto de la política cambiaria y monetaria: Insistimos en que no se trata de ideología, sea neoliberal o no. Son cosas muy básicas de materia económica, que se saben, algunas de ellas, desde José, hijo de Jacob, ministro de economía del Faraón de Egipto, pero que el equipo económico del gobierno no parece tenerlas entre sus estrategias posibles, y desde el mismísimo Simón Bolívar. Es una cuestión de escoger la mejor estrategia para sí mismo, independientemente de la estrategia de los demás jugadores (en este caso el sector privado, el imperialismo y la oposición), y por tanto son “estrategias estrictamente dominantes”. En esto el gobierno no puede perder en el juego, y por lo tanto debe hacerlo. Pero además de eso, los otros jugadores (en particular el sector privado) debe saber que él lo sabe, y por tanto debe anunciárselo. Como los demás jugadores saben que eso es lo que más le conviene al gobierno, las medidas respectivas, con solo ser anunciadas por el gobierno, se hacen creíbles, y el anuncio tiene un efecto real de cambiar los equilibrios posibles, para mejoría de todos los jugadores, incluso antes de ponerlas en práctica.

En segundo lugar, y dado el paso anterior, el gobierno debe hablar con el sector privado, para tratar de coordinar un “equilibrio bueno”. Es sabido por Teoría del Equilibrio General que, dadas unas condiciones fundamentales (preferencias económicas de los ciudadanos, tecnología y recursos disponibles en la sociedad), y dado un gobierno y sus políticas, hay equilibrios múltiples (estos son “equilibrios de mercado”, que son equivalentes a los de Nash en los casos relevantes), que pueden ser ranqueados en el sentido de Pareto (unos son mejores que otros para todos los jugadores, y todos ganan si todos se mueven del peor al mejor). En un pequeño ejemplo de una economía muy simplificada, si el sector industrial supone que el agrícola va a invertir, y producir, entonces le conviene más invertir y producir, pues así va a poder vender lo producido a cambio de productos agrícolas. Si supone que no, no le conviene, pues incurriría en pérdidas. Lo mismo pasa con el sector agrícola. Evidentemente, hay dos equilibrios de Nash, uno bueno, en el que los dos producen, porque creen que el otro lo va a hacer, y uno malo para los dos, en que ambos creen que el otro no va a producir, y no producen. Lo que ocurra depende de la coordinación entre los dos jugadores. Claro que los resultados económicos de cada quien van a depender de si se tiene un gobierno “malo”, o uno “bueno”. Pero dado el gobierno, existen de todas maneras los dos equilibrios posibles, con ganancias distintas dependiendo del tipo de gobierno: los equilibrios del bueno serán ambos mejores, comparados uno a uno, que los del malo. Pero está claro que, dado un gobierno, a los dos productores les convendría que de alguna manera hubiera una coordinación para generar unas creencias optimistas en la economía. Y los sectores productivos tienen su propia responsabilidad: coordinarse para un equilibrio malo no es responsabilidad de un gobierno malo, por ejemplo. Se trata de sus creencias, y de cómo se coordinan.

Es de hacer notar que el paro petrolero fue un ejemplo de coordinación de un equilibrio catastrófico (peor que el malo, en el sentido de Pareto) por parte de Fedecámaras y la CTV, al paralizar las empresas productivas, con el fin de derrocar al gobierno, pues no lo aceptaron como “dado”. Esto, por supuesto, deberían haberlo hecho, pues fue un gobierno electo democráticamente, y las reglas del juego constitucional implican el acatamiento de la voluntad popular. Con esto esas organizaciones demostraron que no actuaron de acuerdo a creencias democráticas. No lograron su objetivo, y experimentaron pérdidas considerables, no solo en lo político, sino también en lo económico. En las actuales circunstancias, el gobierno debe conversar con el sector privado productivo (como lo ha empezado a hacer) para convencerlo que le conviene coordinar un equilibrio bueno esta vez, aceptando al gobierno como dado, producto de las elecciones. Si el sector privado y las fuerzas políticas que los apoyan se aventuran a otra situación como la del paro petrolero, puede irles mucho peor, pues puede ocurrir una insurrección popular que no va a ser reprimida por el gobierno y la Fuerza Armada, con posibles acciones de hecho, como expropiaciones generalizadas y pillaje de todo tipo, con consecuencias muy precarias para ellos, incluyendo una posible guerra civil si se rompe el hilo constitucional. A nadie sensato le conviene esto excepto quizá al imperialismo para justificar una intervención. Pero hay que poner a la burguesía de nuestra parte en esto, sabiendo que los dos ganamos, como lo hizo el Comandante Chávez cuando llegó a acuerdos con Colombia para no ir a la guerra, muy a pesar del imperialismo. La idea es no solo salir del equilibrio catastrófico, sino también del malo, y llegar a uno bueno para todos: el mejor posible, dado el respeto a la fuerza y los espacios que cada quien tiene, aceptada por los otros jugadores.

Es de hacer notar que, para aislar al jugador “imperialismo” internamente, es imprescindible que el gobierno juegue la estrategia de apego a la legalidad, en particular, respetar los espacios del sector privado productivo. Si se juega esa estrategia, al sector productivo le conviene más “hacer las paces” con el gobierno, y jugar (la gran mayoría de ellos, por lo cual el resultado es ese) la carta “nacionalista” de no ir a una guerra civil para justificar la intervención del imperio. Con esto estamos diciendo que, arrinconar al sector privado, con amenazas de expropiación e invasiones, y ahogarlos con la política macroeconómica, se le está llevando a jugar la carta del golpe de estado, de estar de acuerdo con una invasión. De hecho, el mismo pueblo se va a poner en contra del gobierno, como lo decía Bolívar en su análisis de la caída de la Primera República. La idea es darle respiro, pues es lo que más nos conviene, y eso aísla al imperialismo en la práctica, aunque tenga algunos adherentes sin ninguna pegada final. Es exactamente la estrategia que jugó el Comandante Chávez en lo de Colombia, aunque sabemos que hay sectores en ese país que están en desacuerdo, pero no tienen “pegada”: han que dado neutralizados, así como el imperialismo.

En tercer lugar, hay que hablar del “juego del mercado”, en que participan empresas de todo tipo: privadas, socialistas, y del gobierno, por agruparlas todas muy gruesamente. En este juego, cada quien compite con el otro. Es como en una guerra, básicamente, pues cada quien tiene intereses contrapuestos. Pero aquí el gobierno básicamente establece las reglas, como en un “juego en dos etapas”, y es bueno que llegue a acuerdos con los jugadores para que el arbitraje sea lo mejor posible para todos. Es claro que el gobierno, con sus políticas de desarrollo productivo de largo plazo, o con las de promoción de empresas cooperativas, va a privilegiar un tipo de jugadores sobre otros: junto con las reglas de juego del mercado, esto forma parte de su jugada en la primera etapa del juego con el sector privado. Pero como todos lo saben, y no hay preferencias electorales, personales o grupales, sino una política que todos los jugadores toman como dada, entonces cada quien hace lo que más le conviene en el juego de la segunda etapa, en el que ellos compiten entre sí. Esto es perfectamente válido. Lo mismo ocurre cuando el gobierno establece políticas que defienden a los trabajadores y a los consumidores. Se trata de reglas para todos. Pero el gobierno debe pensar estratégicamente en esta última materia cuando juega en la primera etapa del juego, y no poner normas demasiado restrictivas en relación al trabajo, por ejemplo, o a los precios para proteger a los consumidores, pues entonces termina perjudicándolos al final, en los equilibrios que de hecho se dan entre las empresas, en el mercado de productos y el de trabajo en la segunda etapa del juego.

Lo que se propone para el mercado es, pues, si se quiere hablar en esos términos, “reglas de combate”, pues formalmente significa exactamente lo mismo que los acuerdos mínimos a los que se llega en una guerra entre enemigos mortales (como no matar a los heridos, no torturar ni violar a los soldados enemigos presos, y otras normas sobre “prisioneros de guerra”). La operación de empresas, privadas o no, que se enfrentan en un mercado requiere condiciones mínimas de juego. El respeto a la propiedad de cada empresa, sea privada gubernamental o colectiva, es uno de ellos, por ejemplo. El respeto a la propiedad intelectual es otro. Las condiciones de seguridad, jurídica y personal es otra. Y así sucesivamente. Aunque esto no guste a algunos revolucionarios, eso es un asunto elemental de reglas de juego en nuestras condiciones. Es como si la abuela Rosinés hubiera tenido incertidumbre sobre si sus “arañas” fueran ser confiscadas por el alcalde de Sabaneta, o por un ladrón: no las hubiera producido. La operación del mercado, pues, tiene sus reglas de juego. Y no solo del mercado de bienes, sino también del de trabajo. Por supuesto, como hemos dicho ya varias veces, hay que controlar los precios de los monopolios, en favor de los consumidores. Pero esto lo hacen hasta en Inglaterra, amigos y amigas. Esto no es socialista en esencia, sino simplemente una forma de controlar las llamadas “fallas del mercado”. Son normas estándares, pero que deben ser puestas sobre la mesa, con gente que conozca de estas cosas de parte y parte.

Hemos usado la expresión “reglas de combate” porque de lo que se trata es de que en el mercado, que es realmente un campo de batalla, participen las empresas capitalistas, las socialistas y las gubernamentales, y pueda también competir el sistema solidario de producción y distribución de bienes públicos liberados. El surgimiento y el éxito real, con pies sólidos, del socialismo, no puede darse por la vía de una política de usufructo de una torta económica producida por el modo de producción capitalista: ni siquiera por la expropiación por la vía legal de los impuestos y/o los bienes a los ricos capitalistas, para dárselos a los pobres y asalariados. Ni por la vía de transferir la renta petrolera a los pobres, cuando antes se la quedaban los ricos, que es lo que se ha hecho hasta ahora por nuestro gobierno. Lo que está planteado, entonces, es el desarrollo real de las fuerzas productivas, para que sea el socialismo el que triunfe en el campo de batalla, en el terreno. Seguramente el bando contrario dirá que el socialismo no tiene futuro, y en la batalla triunfarán ellos. Perfectamente válido, y natural, que piensen así. Pero nosotros no podemos rehuir el combate si confiamos realmente en el socialismo. Si lo hacemos es que realmente no creemos en lo que decimos. Lo mismo para los defensores del capitalismo, como modelo exitoso: si no van al combate del mercado, sino que quieren seguir con el parasitismo rentista, y lo que quieren realmente es repartir la renta petrolera para que le quede a las “empresas”, sin ser exitosas en el mercado (frente a los competidores externos, en este caso), pues sencillamente no creen en el capitalismo, y lo que quieren es seguir la parte más nefasta del modelo de la Cuarta República: el parasitismo rentista corrupto, la muerte económica de país por la “enfermedad holandesa” de la maldición del oro negro.

A nuestro entender, el reconcomio de mucha parte de nuestro sector privado y el imperialismo contra el Comandante Chávez se debe, no a que haya habido socialismo aquí (mucho menos comunismo, como lo han dicho engañosamente, aquí y en el exterior), sino a que les quitó la renta petrolera para seguir de parásitos, internos y externos. Por eso el llamado no es solo a los revolucionarios que creen realmente en el socialismo, sino a los empresarios que creen en el capitalismo y el liberalismo. Afortunadamente, el acuerdo a que se puede, y se debe, llegar, es entre verdaderos socialistas, y verdaderos capitalistas: levantemos la capacidad productiva del país sobre bases sólidas. ¡Y que triunfe el mejor modelo! ¡Honestamente hablando!

Esta estrategia eliminaría por completo la parte innecesaria del enguerrillamiento del sector productivo contra el gobierno, pues elimina el arrinconamiento de que hablamos. El enfrentamiento sería entre las empresas, y no con el gobierno, lo cual aumenta la gobernabilidad (Dado el resultado electoral del 14 de Abril, deberíamos decir más bien “disminuye la ingobernabilidad”) notablemente, pues deja las pugnas ideológicas, que siguen existiendo, por supuesto, en el terreno político-electoral, ya que el gobierno sirve como un aliado, antes que un enemigo, en materia de apoyo a la operación de las empresas productivas, sean del tipo que sean.

Aprovechamos esta parte para hacer una nota importante: Como hemos hablado de guerra y de combate, esta es una excelente oportunidad para establecer muy claramente, a propósito de este análisis estratégico, para que el sector privado productivo, la oposición política venezolana, y el imperialismo lo sepan, y lo crean realmente, que esta es una revolución pacífica, que adopta la estrategia de la paz y del respeto al estado de derecho. Por supuesto que este proceso ha dado muchas muestras en este sentido, empezando por la Constitución, pero hay que seguir insistiendo, y mejorando en este sentido donde sea posible, sobre todo en esta coyuntura, donde se puede avanzar en nuestra postura demostrándolo en el aspecto de la convivencia pacífica en lo económico con el sector privado, mostrando apego a la ley, a las reglas de juego. Así, pues, la razón de nuestra propuesta a la dirigencia política y gubernamental para dar este paso de conversar claramente con el sector privado, es para hacer un avance importante que haga creíble este postulado fundamental de una revolución pacífica y democrática: nos comprometemos a no usar medios extraeconómicos, no legales, para ganar la batalla económica y política. Estos medios serían por ejemplo las expropiaciones generalizadas, persistentes o arbitrarias, la dictadura del proletariado como recurso para no aceptar una decisión electoral adversa, por ejemplo, y recurrir a la Fuerza Armada para mantener el poder por medios no democráticos, etc. Creemos en la abolición de la lucha de clases, pero no por la vía violenta, sino por la vía del socialismo endógeno: eso va a ocurrir a medida que organizaciones productivas solidarias vayan ganado terreno en el mercado. Las conversaciones serían, realmente, para clarificar que cada parte se adhiere al juego pacífico, a respetar sus espacios, y a prometerse mutuamente el respeto a las reglas del juego de la paz, que incluyen la adhesión a la legalidad. El gobierno claramente tiene que “conceder” en algunas materias, como revocar los nombramientos, que son ilegales, de la presidencia y directorio del Banco Central, como se explicita abajo. Además, va a prometer cosas que le convienen, y por lo tanto no va a conceder nada: son las medidas macroeconómicas que le convienen a él, al sector privado, y al pueblo, nada menos. Se plantean, pues, estas conversaciones y acuerdos, que son mutuamente beneficiosos, y por tanto, perfectamente factibles, además de que son imprescindibles en este momento sumamente peligroso para todos los que creemos en el interés nacional, de la patria de Bolívar, nuestra querida Venezuela.

    1. ¿Conversaciones con la oposición política?

Concluiremos esta parte de fundamentos teóricos de la propuesta de conversaciones con el sector privado para advertir brevemente que, de acuerdo a esa misma teoría de la guerra de desgaste, la oposición política pro imperialista y fascista, a diferencia del sector privado productivo y la oposición democrática y nacionalista, sí que va a llevar a cabo una guerra prolongada de tipo político-mediático, pues tiene capacidad de aguante con el financiamiento externo que dijimos, y ve que el gobierno tiene grandes debilidades económicas, y políticas también, que se derivan de esa misma realidad económica. Mientras las empresas no podrían, ni siguiera las monopólicas, aguantar una guerra de tres años (antes de la oportunidad de revocatorio), la oposición política mencionada sí que lo haría, sin duda alguna. Desde este punto de vista, un “análisis frío” superficial podría inferir que hay que recomendar al gobierno, que está en una posición débil, lo cual sí que hay que reconocer, llegar a un acuerdo inmediato, no solo con el sector privado productivo, sino con la oposición política fascista, pues según este análisis, lo otro sería desgastarse más y más en el tiempo, y debilitar su posición aún más, para tener que negociar en el futuro de todas maneras, y en condiciones menos favorables, por lo que tendría entonces que ceder más en una negociación tardía.

Nosotros no recomendamos esto, en lo más mínimo, por la sencilla razón de que cualquier acuerdo con la oposición política que es golpista y fascista no es consistente temporalmente: aunque nosotros concedamos, por ejemplo, dos rectores en vez de uno en el CNE a cambio de que ellos garanticen gobernabilidad, esa promesa de ellos en el acuerdo no es creíble, pues siempre van a estar al ataque, dada la percepción que tienen de estar ganando terreno progresivamente, más que todo porque confían en un autoderrumbe de la revolución, ayudada por ellos. Esto no contradice la teoría planteada, pues lo que pasa aquí es que las “concesiones” que les daríamos no son suficientes para lo que ellos esperan. Solo se contentarían con “conceder la derrota de Maduro”, o ir a nuevas elecciones. Como eso no está dentro de lo que podemos hacer, entonces se da lo que estamos prediciendo: Llegar a acuerdos de este tipo nos metería en la lógica de los pactos de punto fijo, sin salida posible, y sería como tratar de llegar a acuerdos de lealtad con un comprobado traidor por naturaleza. Las “concesiones” serían una pérdida adicional, y sería una acción irracional. A la oposición fascista, y entreguista, como al imperio, hay que tratarlos como a enfermos mentales (que realmente lo son): con mucho amor, pero con cuidado de que no te metan un chuchillo en la garganta por ingenuo. Con amor pero con cuidado y con respeto. De hecho, cuando se trata a un loco que lo agrede a uno, física y/o verbalmente, lo más inteligente no es, en ningún caso, responderle de la misma manera. Es poco inteligente que ante un golpe de un loco, respondamos con otro, o que caigamos en una pelea de argumentos con él, pues nunca va a entrar en razón cuando está demente, sin capacidad de seguir la lógica o la evidencia real, por esta vía. Hasta en esto nos hemos equivocado, pues hemos respondido así, tanto los dirigentes, como algunos programas de radio y televisión que nos hacen mucho daño, porque son come-casquillo, y obligan a este proceso a seguir la agenda de los locos, en vez de adelantar la propia, y caen en innumerables teorías de conspiración inventadas y alimentadas por el chisme, todo lo cual lo que realmente refleja es un miedo irracional. Lo que hay que hacer es evitar que nos pegue, y no hacerle caso cuando nos trate de ofender, y llamarlo amigablemente, de manera sincera, a intercambiar ideas, llegando a acuerdos de que estamos en desacuerdo, pero civilizadamente, por lo menos de nuestra parte. Hay que seguir nuestra vida, y ayudarlo siempre, sobre todo cuando estemos más preparados para hacerlo, pues nuestro objetivo no es solo ser felices nosotros, sino también que ellos sanen y sean felices. Abajo citaremos una frase de Bolívar sobre esto, en su Decreto de Guerra a Muerte: todos somos venezolanos, y hay que tratarnos como tales, como familia.

En todo caso, el análisis de que debemos “ceder” ante la oposición fascista porque estamos débiles, que es lo que algunos compañeros están pensando (posiblemente algunos dentro del alto gobierno también) porque ven con angustia la debilidad en la que realmente nos encontramos, no toma en cuenta que es perfectamente posible cambiar las condiciones del juego de desgaste: transformar la debilidad económica en fortaleza, mediante las propuestas que estamos haciendo, que incluyen los acuerdos con el sector privado, que sí está en condiciones de llegar a acuerdos creíbles (y por nuestra parte son también creíbles, como venimos describiendo); que incluyen también el fortalecimiento del poder popular, como hemos descrito, y hacer los cambios en materia macroeconómica que pasamos ahora a describir detalladamente, ítem por ítem. Lo que sí es bueno, es reunirse para llegar a acuerdos con la oposición democrática y nacionalista, pues aunque ellos quisieran derrotar al gobierno mediante una guerra de desgaste, no van a estar de acuerdo, como dirigentes responsables, de llegar al extremo de tomar acciones para que el país se convierta en otra Siria, y que todo el pueblo sufra como consecuencia de eso. Con esto incluso se aísla a la oposición golpista, y al imperialismo.

Pero queremos decir algo: Esperamos que los acuerdos de auto-censura entre los medios privados y el gobierno no se deban a un acuerdo del tipo mencionado, con la percepción de que, como estamos débiles, es lo único que podemos hacer. Esto sería imperdonable, pues mostraría que el gobierno no tiene la convicción de que puede cambiar el juego fortaleciendo el poder popular y haciendo los cambios que hay que hacer en economía. Si es así, solo lo justificamos por ignorancia, pues eso implicaría “pan pa' hoy y hambre pa' mañana”: habría una “paz” temporal, una agravación inaguantable de la economía en unos cinco meses, después de las paños calientes que se están haciendo, y una pérdida segura del revocatorio, si no hay un golpe de estado antes. Una lectura de este documento no les caería mal, pues está en juego no solo la revolución, sino el futuro del país, el bienestar de todos los venezolanos, y hace falta tomar todos los elementos en la mesa antes de una decisión de este tipo.

Esa es nuestra mejor estrategia en este caso, y no caer en la trampa de los acuerdos político-electorales por arriba, cupulares, sin tomar en cuenta al pueblo y su poder transformador, tanto en lo político, como en lo productivo, aparte de los cambios inteligentes en materia macroeconómica que son imperativos y podemos hacer si usamos la inteligencia y un diagnóstico acertado. Con la oposición política democrática y nacionalista se puede llegar a acuerdos para comprometernos a respetar las leyes, pues hay que reconocer que las hemos irrespetado en los casos mencionados en este documento, y a pedir de ellos lo mismo, además de viavilizar el trabajo de las instituciones, y lograr en lo posible consensos en este sentido. Recalcamos que los acuerdos con el sector privado productivo son perfectamente posibles no porque seamos fuertes, sino porque el sector privado productivo es demasiado débil comparado con nosotros, además de que, a pesar de la debilidad económica que mostramos, tenemos, al fin y al cabo, todos los poderes públicos de nuestra parte, gracias al legado del Comandante Chávez, y podemos usarlos inteligentemente en esta transformación necesaria de las condiciones del juego político de la guerra prolongada.

  1. En lo fiscal

Aquí mencionaremos solo dos asuntos gruesos, el de la sostenibilidad fiscal, y el de la volatilidad del sector externo exportador y la amortiguación de su impacto sobre la economía.

Primero, hablemos de la necesidad de una reforma impositiva. Dentro de las conversaciones con el sector privado debe establecerse claramente que la recaudación interna de impuestos no petroleros está muy por debajo de los estándares de América Latina y el mundo. Mientras Colombia y Chile tienen una recaudación fiscal no rentística (no petrolera en el caso nuestro) de alrededor de 25% a 30% del PIB, nosotros tenemos una de unos 14% del PIB. De manera que tenemos que estar claros que esos países, tenidos por nosotros como el epítome del neoliberalismo en Latinoamérica, son más socialistas que nosotros en lo más importante, en términos del tamaño del estado no-petrolero. Está claro que el sector privado debe renunciar a sus pretensiones de usar el ingreso petrolero del estado para fines no sociales. Lo que ha hecho el gobierno del Comandante Chávez ha sido simplemente usar la renta petrolera para saldar algunas deudas sociales impostergables y explosivas. Pero no ha tocado al sector privado ni con el pétalo de una rosa en materia de recaudación fiscal, aparte de la mejora en la eficiencia recaudatoria, vista en el contexto latinoamericano y mundial. Esto, desde ese punto de vista, no ha sido revolución alguna. En eso hay que estar claros.

Para tener un gobierno sostenible, pues, hay que revisar las leyes y regulaciones sobre los ingresos fiscales no petroleros, y ponerlos a los niveles, por lo menos, y en forma progresiva, en un contexto político y macroeconómico que favorezca la inversión privada, de los países más atrasados en términos de revolución socialista, como lo son Colombia y Chile.

Mientras se hace la reforma fiscal, y como una medida temporal que refleja el principio de que todos deben contribuir a salir de la situación en la que nos encontramos, dependiendo de sus posibilidades, por un lado, y de los beneficios que han obtenido en los últimos años, se pide a la banca nacional hacer su parte. En este sentido, se propone pechar el 4% de los ingresos de la banca, a la manera que se pecha a PDVSA por “Contribución Especial”. Además de lo injusto de las tasas del actual régimen de tributación, a favor de los más ricos, el problema de la elusión (una especie de evasión legal, permitida por los procedimientos implicados) es realmente una grosería que increíblemente no ha sido corregida por nuestro gobierno en estos 14 años, a pesar de llamarse socialista, cuando en países como Colombia, o Chile, tenidos por nosotros como de los más derechistas del continente, recaudan mucho más que nosotros de sus propios empresarios. Según la ley del impuesto sobre la renta, el sector privado debería contribuir el 34% de su renta. Sin embargo, por ejemplo la banca en el 2012 contribuyó solo el 5% por este concepto, y en lo que va del año, Banesco ha contribuido alrededor del 4% de su renta.

Esto es inaudito, realmente. Solo porque la banca no ha contribuido ese 34%, el fisco nacional ha dejado de percibir, el año pasado, alrededor de 2,11 miles de millones de dólares, mientras la banca hacía su agosto con las ganancias cambiarias y las relacionadas con la tramitación de la deuda pública! En la página web de la Superintendencia de Bancos, donde aparece el Informe Estadístico de 2012, se muestra que la banca obtuvo un Resultado Bruto Antes de Impueseto de MMBs 31.431 (7.310 millones de dólares) y sólo declaró por concepto de impuesto MMBs 1.618 (370 millones de dólares), apenas un 5.1% de las ganancias. Por no haber pagado el impuesto sobre la renta que manda la ley en el papel, el fisco percibir MMBs 9.070 (2.109 millones de dólares!). Con la tasa de 4% sobre los ingresos, como proponemos, la tasa efectiva para la banca hubiera sido el año pasado su valor justo para la legislación actual, el 34%. Por supuesto, lo de las ganancias cambiarias y de gestión de deuda pública, y lo de la elusión no es un problema de la banca, que lógicamente persigue el beneficio máximo. Es un problema del gobierno, que hay que corregir ahora urgentemente.

Ahora introduzcamos la necesidad del control de la volatilidad del ingreso fiscal petrolero. Es completamente irracional que el gobierno siga con la política fiscal pro-cíclica que ha mostrado en estos años, de manera peor que en la Cuarta República, según lo muestran las cifras de la evolución de los ingresos y gastos del estado. Es obvio que en períodos de vacas gordas hay que ahorrar, y en períodos de escasez hay que usar lo ahorrado para mantener estabilidad en el gasto. Eso lo saben hasta las hormigas, pero el equipo económico del gobierno revolucionario no lo ha entendido. En tiempos de más ingresos externos de la historia, no solo lo hemos gastado todo, sino que nos hemos endeudado. Por si fuera poco, cuando han bajado los ingresos, hemos bajado el gasto, contrayendo la economía, como lo está haciendo España en este momento. Esto tiene consecuencias terribles sobre la macroeconomía, como es bien sabido en la ciencia económica, en particular para la inversión privada y el mercado cambiario.

Por esto es absolutamente imprescindible poner en práctica el mandato constitucional para activar el Fondo de Estabilización Macroeconómica, sobre todo en una economía tan volátil como la nuestra, que depende del precio petrolero, que baja y sube sin ton ni concierto, lo cual implica que si los shocks externos se trasladan a la economía interna, sin un colchón amortiguador, las consecuencias de desestabilidad y caos son enormes en todos los sentidos: inflación, inversión, empleo, formalización, etc. Esto está muy claro en el pasado reciente en la Cuarta República, luego de los años 70 cuando se abandonó el patrón oro, y los gobiernos no se adaptaron adecuadamente. Las consecuencias económicas y sociales fueron desastrosas, y produjeron la bomba atómica, en lo económico y político, que significó el fin de la Cuarta República, que ya conocemos. En nuestro caso, ya estamos en el despeñadero que conduce al abismo, como estamos exponiendo, y necesitamos frenar la caída, e impulsar un relanzamiento para evitar consecuencias graves en lo socio-político.

  1. Precio de la gasolina

Un asunto de revisión urgente, luego de que se tomen las medidas para salir del despeñadero económico, y que se llegue a acuerdos de respeto a la legalidad, cuando las cosas dejen su encrispamiento político, es el de la necesaria subida del precio de la gasolina. La situación actual es completa y absurdamente distorsionante en una economía de mercado como la nuestra, tanto en materia de decisiones de consumo de energía por parte de los hogares, como en materia de uso de insumos productivos y de transporte, y en materia de distribución del ingreso y la riqueza.

Debe hacerse un plan claro para no seguir subsidiando a las clases altas que acumulan riqueza en términos de automóviles, además de otros activos físicos. Una de las grandes distorsiones que esto crea son las tremendas colas en las ciudades venezolanas, que implican una pérdida inmensa de horas-hombre en nuestra economía, por un lado, y una correpondiente pérdida de bienestar de nuestra gente, que pasa horas de frustración y rabia, depresión y desesperanza. No nos extrañaría que esto haya jugado un papel en la pérdida de votos que el proceso revolucionario ha experimentado, sobre todo porque este fenómeno se concentra en las ciudades. Otro fenómeno perverso que proviene de esta distorsión es el contrabando imparable de gasolina para Colombia, Brasil y el Caribe, y todo lo que esto trae consigo en términos de mafias, paramilitares, corrupción militar y gubernamental, que aprovechan para delinquir en áreas conexas, complementarias desde el punto de vista económico, como sicariato, tráfico y consumo de drogas, prostitución, etc. Esto es completamente insostenible, y una vergüenza nacional.

En el plan debe haber medidas claras de aumento del transporte colectivo de manera sustancial: no solo trenes y metros. Autobuses como el metrobus debe ser el medio más extendido en las principales ciudades de Venezuela, por lo menos. Y esto es perfectamente posible, y practicado en países, como España, que en esto es mucho más socialista que nosotros, que pueden tomarse como ejemplo en esta materia. De hecho, la anarquía de los “carritos” debe cesar, y debe establecerse en las ciudades un sistema de monopolio natural, pues bajan los costos medios a medida que se incrementa el tamaño de la provisión del servicio, y evita la anarquía en rutas, paradas, horarios de servicios, etc., todo en beneficio de los usuarios. Esta empresa debe ser una sola, que sea hecha como empresa mixta de producción social, con participación de las comunas, el Consejo Local de Planificación Pública a nivel de cada ciudad, coordinando los consejos comunales de cada barrio, y los trabajadores, como cooperativistas de su parte de la propiedad.

Aunque el objetivo no es solo fiscal, el efecto en este sentido no es nada despreciable. El subsidio total, calculado a precios de la gasolina en los mercados internacionales, es del 6,1% del PIB, unos 24.000 millones de dólares, que es una cifra inmensamente alta, con un efecto no muy bueno. En el mismo sentido de lo dicho antes, la política de subsidio a los pobres por esta vía no es realmente efectiva. De nuevo, es cuestión de usar políticas específicas que focalizan apropiadamente el objetivo, y no medidas (o falta de ellas, como en este caso, por seguir una inercia inconducente basada en un falso tabú) que pierden sus efectos, al mismo tiempo que tienen efectos secundarios muy indeseables. Así, con los ingresos adicionales de un aumento apropiado de la gasolina, se puede tener más disponibilidad de recursos para el gasto en fines sociales y redistributivos más focalizado, y resguardando el subsidio al transporte público, suspendiendo, progresivamente, el subsidio al precio de la gasolina. Eso es urgente, necesario, y conveniente, sobre todo dadas las actuales circunstancias.

  1. Sobre PDVSA.

La propuesta sobre PDVSA tiene que ver, más que todo, con rescatar su carácter productivo, y la ponemos aquí, siguiendo con la necesidad de rectificar en materia de ingresos fiscales, pues garantizar el buen funcionamiento de esta empresa es absolutamente crucial para nuestro proyecto y nuestro país. Para esto, debe focalizarse en su carácter de empresa productora de petróleo, y separar, para ser descentralizado al poder popular, a las Comunas, la parte de gestión de las misiones sociales que realiza. En particular, el exceso de empleados fijos que no tiene que ver con producción petrolera, deben dejar de ser personal de la empresa. Esta medida, que puede parecer desproporcionada, y que puede generar enojo en los empleados afectados, muy comprensiblemente, es imprescindible para la salud de nuestra mayor fuente de ingreso fiscal y de divisas. Matar impunemente la gallina de los huevos de oro causaría algo mucho más importante que enojo en todo el pueblo venezolano, chavista y no chavista, y especialmente en los que queremos defender a como dé lugar la revolución bolivariana,. Por supuesto debe haber compensaciones adecuadas, relacionadas más que todo con un error que no es de ellos, sino de la gerencia político-económica de nuestro proceso, cuyo resultado está a la vista. Si no se corrige el rumbo, ante la evidencia apabullante de la debacle productiva de PDVSA, no estamos a la altura de los tiempos, sencillamente hablando, y necesitamos renunciar a la tarea de liderazgo que se nos ha sido confiada, y dejar paso a quien tenga suficiente voluntad y visión para salir de la peligrosísima situación en la que nos encontramos, no solo nosotros, sino nuestros hijos, y quienes han confiado de buena fe en nosotros en el mundo entero. Estamos tratándole de poner la cascabel al gato, y asumimos completamente la responsabilidad de la propuesta, pues es enteramente imprescindible en estos momentos históricos (“ponerle la cascabel al gato” es una expresión popular que viene de una fábula: la idea de los ratones de ponerle la “cascabel”, o campanitas, al cuello del gato, es muy buena, porque les advierte a los ratones cuándo viene el peligro, pero hace falta quién se la ponga, por lo que se pone en peligro la vida de ese ratón.).

Otras propuestas tienen que ver con una mejora en el diseño institucional del asunto petrolero, y la gerencia operativa. Por ejemplo, debe separarse las funciones de Ministro de Energía y Minas de la de Presidente de PDVSA, por una razón muy sencilla: el fiscalizador y el fiscalizado no pueden ser la misma persona, por razones de conflicto de intereses, de la misma manera que no pueden ser el mismo el que otorga el crédito y el que lo solicita (Ministro de Finanzas y Directorio del BCV). Si no, sería como poner zamuro a cuidar carne. El Ministro de Petróleo debe fiscalizar y controlar que PDVSA sea eficiente. Por ejemplo, estas consideraciones aquí hechas debería haberlas hecho el Ministro de Petróleo, y proponer entonces los correctivos. El resto de propuestas tiene que ver con que PDVSA se concentre en su actividad petrolera para garantizar la producción, mejorar su eficiencia, hacer las inversiones necesarias para aumentar la capacidad productiva y de refinación teniendo en cuenta el corto, mediano y largo plazos, sobre todo teniendo en cuenta la necesidad de acelerar el desarrollo de la faja petrolífera del Orinoco. El Ministerio debe centrarse en el seguimiento comentado, además del asunto de las reservas probadas, los impuestos petroleros y su marco legal, acuerdos internacionales, y fiscalización y acuerdos de empresas mixtas e inversiones internacionales petroleras en el país, incluyendo el asunto de la faja petrolífera.

  1. Empresas de la Corporación Venezolana de Guayana

Este es un asunto también relacionado con el fiscal, y el monetario, pues el tremendo hueco fiscal tiene que ver con cubrir año tras año las pérdidas de estas empresas, y últimamente se ha hecho emitiendo dinero del Banco Central, inflando con ello el resto del país. Por eso, para dejar esto atrás y empezar a sanear el asunto, proponemos, dado el desastre productivo que hay allí, que el estado entregue las dos terceras partes de esas empresas a los CCC de Guayana, y su carácter debe pasar a ser el de empresas de producción social del segundo tipo, en el que hay control obrero. Para hacer posible que los trabajadores y los CCC asuman su responsabilidad, el Gobierno central no debe poder financiar más pérdidas, de ahora en adelante. Y cualquier nuevo proyecto de inversión debe ser financiado en el mercado de capitales (bancos, etc), sea nacional, o internacional. El Directorio de cada una de esas empresas debe estar constituido a tres partes iguales por el el Consejo Federal de Gobierno, los CCC, y los trabajadores, y cada parte debe repartirse los beneficios y las pérdidas en igual proporción. Ese directorio nombra la Gerencia General de la empresa, y la controla en todas sus operaciones. Se da control obrero por dos vías: una, por su poder dentro del directorio, y otra, porque son miembros de las comunidades en que se encuentran los CCC. El CFG está allí, porque esas empresas son en realidad de propiedad nacional, y representan a todas las demás comunidades, y de esa manera, las operaciones son orientadas a los planes nacionales, y no solo a los planes locales y regionales, de desarrollo económico sociales.

Es importante resaltar que los trabajadores cuentan con un mecanismo de incentivos coherente: si hay ganancias, tienen una participación; si hay pérdidas, sus ingresos bajan de acuerdo con eso. Ahora esos CCC no tendrán apoyo del estado si van mal, pues el resto de los venezolanos no podemos estar transfiriendo ingresos petroleros hacia allá, sin retorno alguno, ni mandando papel moneda para generar inflación en el resto del país, perdiendo por esa vía ingreso real. Será su responsabilidad el desempeño de esas empresas, y asumirán los riesgos que esa propiedad implica. Esa es la única manera en que la eficiencia mejorará: con la incorporación de las comunidades para que con su corresponsabilidad con los trabajadores, y el control que eso implica, se corrijan los problemas, y se use como una oportunidad para generar un verdadero emporio industrial y agrícola en esa zona.

Si las comunidades y los trabajadores no saben gerenciar esas empresas, por sus complejidades, pues su Directorio, hechas las evaluaciones correspondientes, contratan a alguien, pagándole lo que cobra en el mercado de trabajo, nacional e internacional. Y eso lo harán de manera correcta, pues los mismos trabajadores van a estar de acuerdo si eso mejora el desempeño de la empresa, y así mejora su ingreso. Ahora bien, si la empresa quiebra, pues la tienen que liquidar. Si la compran unas cooperativas o incluso una empresa privada, pues no hay nada qué hacer. La verdad es que, desde el punto de vista de Teoría de Juegos, por el diseño del mecanismo mismo, lo de la quiebra es un evento que “está fuera del camino del equilibrio”, en el sentido de que, solo por estar ahí, no se da, pues a los jugadores que toman decisiones, que son los obreros, los CCC, y el Gobierno central, no les conviene llegar a eso, y pondrán todo lo que puedan de su parte para evitarlo. Es exactamente como la estrategia de “amarrarse al mástil”, que evita la catástrofe solo por estar allí, pero si no estuviera, habría catástrofe, quiebra. Claro que podría ocurrir una quiebra por razones ajenas a su voluntad, por factores exógenos, como un precio de mercado que no cubre los costos. Solo en ese caso, el estado central puede intervenir, si lo considera conveniente para el interés de todos los venezolanos, de acuerdo a los plantes de desarrollo nacional. Pero la propuesta es que no sea el gobierno central, sino el resto del país representado por el poder popular, a través del Consejo Federal de Gobierno. Así, otras regiones, otras comunidades, los otros CCC del país, van a estar tomando la decisión de si asistir financieramente a la empresa quebrada, lo cual implica que se supervisará con más cuidado si la razón de la quiebra fue realmente exógena, pues esto afecta los intereses del resto del país.

Ilustremos mejor porqué la se propone que sea el CFG, y no el gobierno central que esté en el Directorio. Si fuera este último, es muy fácil que ocurra hasta ahora, y entonces los CCC de Guayana con los trabajadores, acostumbrados a ser sindicalistas contra el estado, aprovecharían en momentos malos para acudir al gobierno central y pedirle auxilio como hasta ahora, ya sea con inyección de dinero, o con créditos “hasta que las cosas mejoren”. Habría el problema del marido infiel que pide perdón una vez, y la esposa, conociendo que no ha cambiado su carácter, lo perdona una y otra vez: en Teoría de Juegos esto se llama “inconsistencia inter-temporal”, o “promesas no creíbles”, por lo cual se requiere la misma solución que plantearemos abajo para el directorio del Banco Central y del Fondo de Estabilización: amarrarse al mástil. En este caso se trata de “cortarse el brazo”, para no caer en la tentación. Como las CCC y los trabajadores lo saben, se esforzarán tremendamente, pues de ello depende su sustento y el de su familia, y se podrá salir de esta situación. Si no, pues jamás se hará. Para entender esto, usemos el ejemplo de una esposa que está ante la disyuntiva de darle dinero a un esposo alcohólico “para que se sienta bien”, “para que no se sienta traicionado”, “pues está prometiendo usar bien ese dinero”. Lo que tiene que hacer la esposa es tratarlo con todo amor, y llevarlo a un sicólogo, y los “alcohólicos anónimos”, pero no darle el dinero que es imprescindible para la alimentación y el vestido de niños. Debe estar dispuesta a aguantar la tremenda protesta del esposo, con todo el amor del mundo, aunque la acuse de malvada, ingrata y hasta traidora. Es lo que proponemos para las empresas públicas de Guayana, que serían controladas ahora por el CFG, que cuida con más celo los intereses del resto de los venezolanos, y con esto, paradójicamente, el interés de la misma Guayana, como vemos.

Con el tiempo, y con la dinámica del desarrollo del socialismo endógeno, desde abajo, las cosas irán cambiando para que las comunidades y los trabajadores adquieran cada vez más control, no solo político, sino productivo, de saberes gerenciales y técnicos, para hacerlos capaces de asumir los retos planteados de una manera virtuosa. La alternativa de la producción por el capitalismo de estado, en todo caso, es un desastre notable y esto debe corregirse de una vez por todas en esta etapa, en que la situación nacional es insostenible. La idea es que, como en el caso de todas las demás empresas, las comunidades y los trabajadores vayan asumiendo cada vez más propiedad de los medios de producción, pero a la vez más responsabilidad que eso conlleva, y por tanto, más productividad, más eficiencia, económica y social. Pero de manera endógena, sin imposiciones desde arriba, como hemos argumentado.

Por supuesto, que el precio que el estado debe cobrar por la extracción del mineral de hierro y de aluminio debe ser acorde con el mercado y su poder monopólico, que en esto está representando la propiedad que sobre el suelo y el subsuelo tienen todos los venezolanos. No se justifica, para nada, un precio subsidiado, pues deben ser tratadas como empresas que ahora son “privadas” (en realidad empresas de producción social) de cara al estado, y el este representa a todos los venezolanos, no solo al grupo de venezolanos que moran y trabajan allí. La estrategia de desarrollo aguas arriba debe diseñarse muy bien, pues los subsidios destinados a estas otras nuevas empresas que usan los insumos de hierro y aluminio, si existen, localizadas en lugares vecinos, pueden darse a estos niveles sin ningún problema, focalizando así el asunto de la política de desarrollo productivo. En todo caso, el tema debe ser estudiado con cuidado y detalle, pero teniendo los principios muy claros, y no comer cobas con “trabajadores socialistas” de boca nada más “que votan por Chávez”. Ese no es el problema, y el asunto es de estructura, de diseño institucional teniendo en cuenta los incentivos adecuados y su alineación apropiada: que todo el mundo gane, no que ganen algunos sindicalistas corruptos a costa de todo el pueblo venezolano, que mete y mete dinero en ese barril sin fondo, a veces del petróleo, por lo cual pierde directamente recursos reales, a veces de la maquina de hacer billetes del BCV, con lo cual pierde por impuesto inflacionario a favor de esas empresas quebradas sin esperanza de salir de ese hueco negro que chupa y chupa, sin dar nada de sí. Hay que tener un mínimo de respeto, compañeros. Y llegó la hora de exigirlo, y de proveerlo, de parte y parte. Los trabajadores verdaderamente chavistas de corazón lo entenderán perfectamente.

Alguien podría decir que se están transfiriendo miles de millones de dólares solo a las Comunas de Guayana, lo cual sería una injusticia distributiva. Lo que pasa es que esta es una decisión gerencial óptima a nombre de todos los venezolanos, dadas las limitaciones legales que hay. En primer lugar, la decisión refleja lo que se llama “gerencia de costos hundidos”: las pérdidas que se han experimentado como consecuencia de decisiones gerenciales anteriores son brutales. Seguir con lo mismo, sin hacer cambios, cuesta más que hacer borrón y cuenta nueva (es como quien, al morirse su perro, se aferra a él, y no quiere enterrarlo porque lo quiere mucho: terminará enfermándose gravemente si no se desapega de él). Por otro lado, lo justo sería realmente que esas Comunas de Guayana le pagaran esa “inversión” a todos los venezolanos. Pero no hay forma de cobrarles, pues no se está negociando con ellas, sino cediéndoles un asunto complicado, una “papa caliente”, sabiendo que, como en esta propuesta, la gerencia comunitaria, y en redes de conocimiento libre, es más eficiente que el estado central, lo cual tiene muchas probabilidades de éxito si lo hacen ellas, pero no si lo hace el estado representando a todos los venezolanos, por el capitalismo de estado que describimos arriba. Tercero, que sí habría una forma de cobrarles, pero sería ilegal: deduciendo anualmente, de lo que les toca por situado constitucional, una parte de pago de capital e intereses por el “crédito” . Así que es una decisión óptima, dadas las limitaciones, hacer esto, incluso representando a todos los venezolanos, que estarán de acuerdo con esto, pues al fin y al cabo se van a beneficiar de la industrialización posterior que va a resultar de allí, y de la sanación milagrosa de un familiar cercano que ya daban por muerto, pues estaba en una “enfermedad terminal” ( ;-) ).

  1. Otras medias fiscales-productivas: las empresas del capitalismo de estado.

El estado no puede seguir subsidiando sin fin empresas del estado que no son rentables y no estratégicas. Este asunto debe revisarse con urgencia, pues la experiencia histórica sobre los socialismos fracasados es muy clara en este sentido, como mostramos arriba. Lo primero que debe hacerse con urgencia es entregar las empresas no estratégicas a los trabajadores, como empresas cooperativas. Proponemos en general que no sean empresas de producción social por lo dicho arriba, de la tentación de financiamiento de las pérdidas por el estado. Pero si son Comunas, la cosas es distinta, pues estas no tienen ingresos propios, no cuentan ni con PDVSA para darles ingresos petroleros, ni con el Banco Central, para emitir billetes, y se van a esforzar en este caso, para tenerlos como accionista de las empresa respectivas, cuyos trabajadores saben también que no pueden pedirle a una Comuna dinero que no tiene para financiar sus pérdidas. Todos se esforzarán, en este caso. En relación a las estratégicas (como la del petróleo y comunicaciones), hay diseños institucionales muy conocidos y exitosos, que implican un control efectivo de “segundo mejor”, en ausencia de un desarrollo apropiado del poder popular para hacer gestión y contraloría. Es el esquema de incentivos por desempeños de la gerencia de la empresa y los trabajadores. Esto debe ponerse en marcha cuanto antes, pues si no, seguiremos con la situación que tenemos, en que incluso la CANTV está dando ganancias sumamente pequeñas en términos relativos, comparada con sus competidoras nacionales, ya ha perdido el liderazgo en materia de monto de operaciones, y está completamente rezagada en términos tecnológicos. Esto evidentemente no puede seguir así, para un gobierno revolucionario que se respete, y que respete a su pueblo, pues esto es una vergüenza que hay que reconocer, y remediar, so pena de desprestigiar al socialismo como una propuesta política que lo que trae es ineficiencia, corrupción, pérdidas, y atraso.

  1. Amarrarse al mástil: los nombramientos del Banco Central

Como hemos mostrado, la inflación en nuestro país en estos 14 años ha sido un fenómeno monetario. Estamos proponiendo que no se siga financiando el déficit fiscal con dinero emitido por el Banco Central, por las razones expuestas, dada la gravedad de esta manera de hacer las cosas, como lo hemos mostrado, y como lo argumentó en su tiempo Simón Bolívar, en el Manifiesto de Cartegena. Para esto, se puede reformular la ley de ese instituto, y también se deben revocar los nombramientos que recientemente se han hecho de presidente y directorio. Estos nombramientos son ilegales, pues las personas nombradas no cumplen con los requisitos exigidos por la ley que tienen que ver con sus credenciales (caso de directores y Presidenta), o con incompatibilidades (caso de Ministro de Finanzas como Director). Por supuesto que no se trata de algo personal o de grupo contra los nombramientos, sino contra las faltas a las regla del estado de derecho, que fundamenta la vía pacífica al socialismo, uno de nuestros postulados básicos de la Quinta República. Esto forma parte del compromiso con el sector privado y la oposición democrática en las conversaciones que planteábamos: todas las leyes deben ser respetadas, especialmente por quien está obligado a hacerlas cumplir.

Además de hacer las revocaciones para cumplir la ley, proponemos algo adicional: Como una muestra de buena fe hacia el sector privado, y como parte de las conversaciones, se propone el nombramiento de un presidente o presidenta que sea de consenso unánime en la Asamblea Nacional, alguien de reconocido prestigio profesional y respeto personal y que el nuevo directorio sea también de consenso.

Sobre esta propuesta, daremos aquí un fundamento teórico, además de lo dicho de la ilegalidad y las conversaciones con el sector privado. Se trata de que, ante un déficit inmanejable, es una tentación muy clara para el gobierno recurrir a la máquina de hacer dinero para financiarlo, en “emergencias”, como ha ocurrido en los últimos años, y como ocurrió en la Primera República. Por supuesto, el efecto en materia de inflación han sido ya mostrados, lo cual coloca al gobierno en una disyuntiva. Una promesa del gobierno, con un equipo de directores como ese en el BCV para no usar ese método de financiamiento del déficit, es “no creíble”, pues, de darse la ocasión, pondrá al gobierno a usar ese método inconveniente para el pueblo. La solución en Teoría de Juegos es hacer un diseño del juego para que, antes de que ocurra la ocasión, el mismo gobierno se impida a sí mismo usar ese método. Es lo mismo que usó, famosamente, Ulises en la Ilíada, de pedirle a sus marineros que lo amarraran al mástil del barco antes de pasar por el mar de las sirenas: él sabía que si no estaba amarrado, entonces el canto de sirenas lo iba a encantar engañosamente para echarse al mar, sin conseguir ninguna sirena que saciara sus apetitos amorosos como marinero en abstinencia obligada. El único resultado iba a ser la muerte por ahogamiento, que es lo que nos está ocurriendo en materia de inflación si oímos el canto de sirenas de “cubrir el déficit sin problemas”.

Si en la presidencia, y en el directorio del BCV se elige gente proba, calificada, de prestigio ante toda la sociedad, que sea independiente del gobierno (evitando el tema del partidismo, para que las decisiones no sean manipulables ni por un partido ni por otro), entonces una promesa del gobierno de no inflar a la economía por esa vía va a ser “creíble”: va a ser “intertemporalmente consistente”. Solo este anuncio va a tener un fuerte efecto anti-inflacionario, pues es creíble, y controla el componente de expectativas de la inflación, del cual no hemos hablado en esta versión del documento. Pero hay algo adicional que proponemos: todo el directorio debe ser renovado, pues todos los miembros que han quedado, de períodos anteriores, son co-rresponsables de lo que ha pasado, y el permanecer allí le quitaría credibilidad al nuevo equipo nombrado con tanto esfuerzo político. Claro que legalmente no se pueden revocar, según entendemos. Por lo tanto, les hacemos una petición, que pensamos refleja la petición de todo el pueblo venezolano: renuncien de sus cargos, voluntariamente, para que otras personas, nombradas también por consenso, en un equipo cónsono con los tiempos y las necesidades de retomar el camino de la paz, la estabilidad monetaria, y el crecimiento económico, tome las riendas de ese instituto, tan importante para el mundo que está por venir. La historia les agradecerá una decisión ética de este tipo, tanto porque asumen su responsabilidad con lo que ha ocurrido con la inflación, que es un mandato de su función, como porque contribuyen con la formación de un nuevo equipo que toda Venezuela necesita con suma urgencia en un momento de emergencia económica y social como este. De hecho, esta misma petición hay que hacerla, con toda responsabilidad, al Ministro de Planificación, que es el representante del gobierno en el Directorio del BCV, y, como jefe del Gabinete Económico, responsable de la política económica que nos ha llevado la debacle productiva, fiscal y monetaria que estamos viendo. Como se explica en el Anexo B, no es un problema de culpas, que ninguno las tiene, sino de responsabilidades, que deben ser asumidas ante el pueblo y ante la historia.

Retomando el asunto de diseño institucional usando la Teoría de Juegos, un argumento similar es el del diseño del Fondo de Estabilización Macroeconómica: si, cuando el gobierno tiene mucho ingreso, hay una ley que lo obliga a no gastar todo, entonces se moderará, pues si no, cae en la tentación, ya que siempre habrá alguien que necesita plata, algún proyecto social que necesita financiarse. De esa manera, cuando vengan períodos de vacas flacas, se tendrá dinero para enfrentar la situación. Esto es otro ejemplo, pues, de una política intertemporalmente consistente en un “juego dinámico” como el que tenemos ante nosotros. Es la misma política que aconsejaba, por cierto, Jesús de Nazaret: “si un brazo te es ocasión de pecado, córtatelo”. Así sabrás, antes de que ocurra, que si te presenta la tentación, no incurrirás en falta, que al fin y al cabo te va a perjudicar, como lo sabes de antemano. Como vemos, el diseño institucional es crucial para que funcionen las cosas: la estructura es determinante de la superestructura, de nuevo.

  1. En lo cambiario

Con una política fiscal como la planteada, sostenible y anticíclica, y en un entorno como el planteado para la inversión privada, con una PDVSA en recuperación, y superada la sangría fiscal de las empresas públicas, es perfectamente posible, e imprescindible, dejar de lado el control de cambios, e ir a un sistema como el que se impuso en 2002-2003, antes del paro petrolero, que fue muy exitoso: un sistema de flotación limpia con bandas. No solo para sustituir al SITME, sino para todo el sector externo. Lo que se ha propuesto es totalmente insuficiente, como se dijo. Y dejar los dos sistemas funcionando es ineficiente e innecesario. De hecho, los costos de las empresas importadoras se calculan, en la práctica, al dólar libre, y las transacciones a través de Cadivi son ineficientes, dan campo abierto a la corrupción pública y privada, y son innecesarias. Este sistema ni siquiera frenó lo que se diseñó para frenar: la fuga de capitales. Antes bien, la propició.

El objetivo de este sistema es que la paridad cambiaria refleje las causas fundamentales que mencionamos de la economía frente al exterior. Por supuesto que un cambio súbito del régimen de control de cambios a uno de flotación limpia en las actuales circunstancias, es un suicidio: habría fugas incontrolables de capital, evidentemente. Se necesita un listado de requisitos mínimos para poder hacerlo, que se refieren a implementar las medidas fiscales y monetarias propuestas, y el entorno favorable en lo productivo. Claro que el desarrollo productivo va a requerir un cambio en el esquema cambiario, pero puede haber un sistema de transición apropiado, que refleje la competitividad interna frente a la externa, y flexibilice el flujo de divisas. Para esa transición hacia la flotación, se propone crear un sistema de tres tipos de cambio: 6.3 para bienes prioritarios, 10 para bienes no prioritarios, y el libre para el resto de las transacciones. Esto elimina el SICAD, con los tremendos problemas que ha tenido, y se deja la subasta para la unificación posterior como planteamos abajo, que va a ser básicamente igual a la de 2002, pero fortalecida. El gobierno también debe regirse por este esquema, y sus demandas deben ser a través del mismo mecanismo que usa el sector privado para acceder a los dólares. Estimamos que el libre se puede colocar, con esto, en unos 12 a 14 bolívares por dólar, que es una revaluación con respecto al dólar libre ahorita, que está llegando hasta 28 dólares por dólar. En particular, se propone para ese régimen de transición derogar inmediatamente la ley de ilícitos cambiarios, permitir la operación del mercado libre, en que las empresas puedan cotizar directamente la venta de sus dólares por exportación, o las personas puedan vender sus ingreso de dólares por remesas.

Suponiendo que se han hecho anuncios creíbles de medias fiscales, monetarias, productivas y de las empresas del estado, y monitoreando la situación económica resultante, cuanto antes mejor, debe anunciarse el cambio desde el régimen de transición hacia el sistema de flotación limpia con bandas. Según hemos estimado, el tipo de cambio (único), se colocaría, en las condiciones descritas, en cifra que, según nuestros cálculos, implicaría una revaluación notable del bolívar, realmente, en promedio, tomando en cuenta las transacciones que se realizan hoy en el mercado libre, y las totales, y teniendo en cuenta el potencial de la nueva situación, en que los inversionistas y la población incrementarían notablemente su deseo de conservarse voluntariamente en bolívares (mantener su riqueza, y sus personas, en el país). Esto se demostró en el 2002, en que el esquema propuesto fue fuertemente robusto, y propició una repatriación de capitales, aguantando incluso la mayor parte del paro petrolero. Solo se cayó ante los rumores, inducidos políticamente, de una inminente cesación de pagos por parte de la banca, como una herramienta desesperada, ante el fallo del paro y el éxito del gobierno. No estamos en una situación como esa, y ahora el esquema se propone más robusto, por la adición de un fuerte impuesto de Tobin en las bandas (de 100%). El control de cambios, que ha debido ser una solución temporal, para volver y robustecer lo que se había logrado, se postergó innecesariamente, con consecuencias muy negativas.

Un detalle que preocupa a muchos revolucionarios, y con razón, es que no deben darse los mismos dólares a quienes quieren importar bienes de lujo, como perfumes Chanel, o carros Hummer, que a quienes quieren importar bienes de consumo masivo, como harina de trigo. Pero esto se puede corregir, perfectamente, imponiendo, dentro de la reforma fiscal, fuertes impuestos a los artículos de lujo importado. El ingreso proveniente de esta vía puede incluso usarse para subsidiar el consumo de bienes de primera necesidad. Otro asunto que puede preocupar a algunos es que un régimen como este no serviría para estimular el desarrollo de los sectores transables. Pero este asunto, de manera similar, puede resolverse prefectamente con unas tarifas apropiadas a la importación de los artículos cuya producción interna se desea promover. Un elemento adicional con el que hay que tener mucho cuidado, en el caso de nuestro país, es el posible efecto distorcionador de cambios súbitos en el precio petrolero. Aunque esto modifica tremendamente los precios relativos en relación al exterior (por ejemplo, una subida del precio petrolero hace, naturalmente, que el valor del bolívar suba, pues va a haber más dólares que antes en poder de nacionales), esto no quiere decir que no se pueda establecer el régimen de flotación. Sencillamente se hace un mecanismo de control de la volatilidad del ingreso petrolero en la oferta de divisas por parte del BCV en el mecanismo de subasta, como se hizo en el año 2002. Este mecanismo debe coordinarse muy bien con el Fondo de Estabilización Macroeconómica, cuya existencia le da estabilidad también al sistema cambiario propuesto. La oferta en ese mercado, por parte del BCV, debe ser, pues, una oferta que refleje esas causas fundamentales, y controle la volatilidad del ingreso petrolero, con un programa anual que refleje también las variaciones estacionales de la demanda de dólares.

El asunto es que no debe mezclarse la política cambiaria con la política de distribución de ingreso, o de desarrollo productivo, o de política de comercio internacional, y debe hacerse robusta ante cambios que no reflejen los cambios fundamentales de la economía. Cada una de estas áreas tiene sus políticas específicas, y pretender que la política cambiaria persiga exitosamente, mediante escalas de tasas de cambio diferente por grupos de rubros, todos los objetivos a la vez, es iluso, innecesario, y contraproducente. Eso es como cuando se trata de curar todas las diferentes dolencias de un paciente grave con un solo remedio: el mismo para el corazón, los pulmones, el lumbago y el hígado. Eso es lo que se ha pretendido hacer con la política cambiaria, y se ha vendido al pueblo como la panacea que resuelve todos los problemas. Usar cada política para cada objetivo limpia, por lo general, la situación, te da flexibilidad de acción y te permite focalizar esfuerzos, controlando efectos secundarios negativos.

Desde luego que el nuevo sistema cambiario implica que PDVSA debe volver al esquema anterior de proveer al BCV de los dólares para el mercado cambiario. FONDEN debe trabajar en bolívares, otorgados desde el Ministerio de Economía y Finanzas, para clarificar la acción de la política económica del estado, tanto en sus gastos redistributivos como en su endeudamiento. Estos dólares son imprescindibles para el funcionamiento de la economía productiva privada, social y cooperativa, que representa en la actualidad alrededor del 70% de la economía productiva del país. Una medida de este tipo, en este contexto, va a bajar el nivel general precios (tasados la mayoría hoy a dólar libre), de hecho, paradójicamente, pues va a implicar una importante provisión de productos e insumos importados, aumentando la oferta interna, muy represada hasta ahora, y sobre todo, que provee de insumos ridículamente limitados por cálculos y procedimientos burocráticos totalmente innecesarios, que ponen, por ejemplo, a miles de ascensores a pararse por falta de un tornillo importado especial no incluido en las provisiones burocráticas.

Además, una sinceración de los precios del mercado externo propicia un clima claro y transparente en relación a la producción y la inversión privada interna. Así se sinceran los costos y la productividad interna, y se da competitividad a la producción manufacturera y agrícola frente a la importación. Se usan a favor de la revolución las fuerzas del mercado, y no en contra, como hasta ahora. Por si fuera poco, esto implica un ingreso fiscal superior al que tenemos ahora, por el efecto del diferencial cambiario, que ha estado siendo ganado por los bancos y los especuladores del mercado controlado hasta ahora, sin razón alguna y con efectos perversos.

Finalmente, una medida de este tipo sincera la situación de la tenencia de activos, y propicia la repatriación de capitales, en vez de la fuga, como en este momento. Esto ocurrió en 2002, antes del paro petrolero, con el esquema propuesto, que sería esta vez reforzado con un impuesto de Tobin en las bandas de flotación, para hacerlo más robusto a shocks políticos, como explicamos en el documento justificativo de estas medias. La medida, pues, en conjunto con las demás medidas productivas y fiscales, modifica las preferencias de la población, que es una causa fundamental, a favor del país. Estrictamente hablando no las modifica, sino que las corrige: lo que había, de intentos de huida del país, tanto física de las personas y sus familias, como financiera, era una situación irregular, que se corrigen con el conjunto de medidas propuestas, y eso tiene un gran impacto, positivo, sobre el mercado cambiario.

  1. Otras medidas, haciendo énfasis en el corto plazo

A pesar de que las medidas que hemos propuesto hasta ahora tienen un sabor de mediano y largo plazos, deben tomarse cuanto antes, apenas las condiciones se vayan dando. Es muy importante su anuncio, como un plan coherente, que puede llamarse “Plan de consenso nacional”. El solo anuncio logrará un avance determinante.

  1. Emergencia Nacional Económico-Social

Como estamos en una situación, esperamos que temporal si se aplican el resto de las medidas, hay que atender la situación como una situación de emergencia nacional, exactamente igual que cuando se enfrenta una catástrofe natural de ámbito nacional. El tratamiento del tema debe ser centralizado y expedito. Por eso se propone la creación de un Alto Comando Económico-Social que coordine todas las misiones bajo un o una Vicepresidente de Economía Social de Emergencia. Ya que los recursos para el pago de las misiones provienen de los recursos excedentarios consolidados bajo el control del BCV (ver punto ii), el Vicepresidente debe ser el Ministro de Planificación y Desarrollo, pues es además el representante del Ejecutivo en el BCV, por lo que todas las decisiones van a estar conectadas, haciéndose más fáciles, como cuando en una guerra se tiene un solo Comandante en Jefe de la operación, mientras esta dure.

  1. Gerencia de activos

Consolidación de cuentas de Fonden, Fondo Chino, CADIVI y Tesorería bajo el Banco Central de forma de atender el problema de escasez de divisas. Todas estas instituciones pasan a ser comandadas, en la práctica, por el Vicepresidente Comandante, y deben tener sus representantes, al más alto nivel, en el Comando respectivo.

  1. Revisión selectiva de los acuerdos de transferencias de recursos petroleros a otros países.

Se puede estimar, a grosso modo, pues no conocemos todos los detalles envueltos en estos acuerdos y operaciones, que las transferencias a otros países por concepto de acuerdos petroleros alcanza los 2 mil millones de dólares anuales, teniendo en cuenta las ventajas de financiamiento de los créditos por los envíos petroleros, comparadas con los estándares internacionales de precios, plazos y tasas de interés. Como hemos mostrado, nuestras situación fiscal es tremendamente precaria, y la situación petrolera deja mucho que desear. Nuestros socios políticos van a entender esto perfectamente. En el Anexo A explicamos las razones por las cuales esta es una propuesta que está en perfecto acuerdo con las políticas de transferencias a países necesitados cuando tenemos recursos.

  1. Paralización temporal de las compras de armamento militar.

Hemos visto que la situación económica está poniendo en grave peligro al país y a la revolución. Esta situación la podemos caracterizar de problema de seguridad nacional de primera prioridad. Antes que seguir financiando el tremendo déficit con dinero del Banco Central, hay que tomar medidas de aumento de ingreso y de control de gasto como las que estamos proponiendo, pues si no, vendrá una hiperinflación segura, con consecuencias imprevisibles en términos políticos. Ya se está empezando a financiar a otras empresas que no son PDVSA y las de la CVG con dinero del BCV, lo cual es insólito: han aumentado esa creación de papel moneda en unos dos mil millones de dólares en los últimos cuatro meses, lo cual es tremendamente preocupante.

Por tanto, proponemos pararlizar las compras de armamento militar y evaluar estratégicamente todo el asunto de la seguiridad, tomando en cuenta la necesidad de impulsar con toda la fuerza y decisión el empoderamiento del pueblo en esta materia de seguridad nacional y seguridad personal. En el anexo A abundamos un poco más sobre esto, en el contexto geo-estratégico.

  1. Mega proyectos de FONDEN y Fondo chino

En este mismo sentido de reducción de gastos, hay que paralizar temporalmente, y evaluar, algunos mega-proyectos de infraestructura que son tremendamente ambiciosos, cuando estamos teniendo problemas graves de abastecimiento de alimentos. De hecho, proponemos la revisión de todos los proyectos del FONDEN y del Fondo Chino, para establecer prioridades de emergencia.

  1. Taquilla de CADIVI

Crear una taquilla única “fast track” (vía inmediata) para garantizar el desembolso de dólares en menos de 30 días para bienes prioritarios como alimentación y medicinas.

  1. Las ganancias cambiarias

No nos hemos referido a qué hacer con las ganancias cambiarias que se han producido y se van a producir de los mecanismo propuestos de transición. En vez de dejar que estos ingresos engrosen las arcas del fisco, sin direccionalidad específica, proponemos que, dada la emergencia económico-social, se use eses dinero para lo que habíamos propuesto de subsidio a la alimentación universal para los pobres y la clase media baja, a través de la tarjeta propuesta, a ser asignada por los Consejos Comunales.

  1. Comando anticorrupción en materia de gerencia económica-productiva

A pesar de que sabemos que muy poco se puede hacer desde arriba para controlar la corrupción, dada la emergencia, hay que actuar de manera urgente para solventar algunos casos realmente preocupantes, en particular de gente que está “raspando la olla” por el río revuelto político, como ratones que saltan del barco y tratan de llevarse provisiones para el naufragio. El caso de la vicepresidenta de finanzas del Bandes que está detenida ahora en estados Unidos por haber recibido sobornos millonarios por transacciones ficticias es escandaloso. Por eso se propone la creación de comando anticorrupción para abordar el problema de corrupción en las emisiones y negociaciones de bonos venezolanos (SITME, BANDES, FONDEN, BCV).

  1. Fundamentos espirituales de la Revisión y Rectificación

El compañero Nicolás ha hablado de la necesidad del perdón. Esto le da una perspectiva más profunda a la acción revolucionaria, más allá de estrategias “normales” como las descritas: la espiritual. Para eso, antes que nada, haremos un paralelismo histórico de nuevo con el pensamiento de Simón Bolívar. En 1813, enviado de Colombia, y ya en Trujillo, emitió el famoso “Decreto de guerra a muerte”. En él, Bolívar da muestras de mucha grandeza espiritual, al perdonar a los americanos traidores, y a los españoles que adoptaban América como su patria a pesar de sus acciones enemigas pasadas, pero condenaba a quienes persistían en querer adueñarse de estas tierras a costa de oprimir, vejar, explotar, esclavizar, subyugar, ofender, aterrorizar y violar a los americanos y americanas, desde los indígenas, hasta los pobladores de entonces. Todo ese decreto se aplica a nuestros tiempos de emergencia hoy. Pero con una única diferencia: ahora los enemigos no son personas, sino sistemas, estructuras, y las ideas que se derivan de ellos y que los justifican, como lo expresaba Marx cuando hablaba de los burgueses. Pero no creamos que esos enemigos, esas ideas, están solo en quienes son propietarios del capital. Están en nosotros mismos, y en nuestro pueblo. Esa cultura del egoísmo, de la ostentación, de la envidia, de la traición, de la insaciabilidad material, pues, es un enemigo espiritual, que debemos vencerlo primero en nosotros mismos antes que en los demás, pues “hay que mirar la viga en el ojo propio antes de la paja en el ajeno”: hay que reconocer humildemente que algunos dueños de capital son más avanzados espiritualmente que nosotros, por lo que nos llevan ventaja en la guerra a muerte que está planteada hoy en día. Y si queremos enseñar a los demás, debemos hacerlo con el ejemplo. Veamos uno de los párrafos memorables de ese decreto citado:

“Y vosotros, americanos, que el error o la perfidia os ha extraviado de la senda de la justicia, sabed que vuestros hermanos os perdonan y lamentan sinceramente vuestros descarríos, en la íntima persuasión de que vosotros no podéis ser culpables y que sólo la ceguedad e ignorancia en que os han tenido hasta el presente los autores de vuestros crímenes, han podido induciros a ellos. No temáis la espada que viene a vengaros y a cortar los lazos ignominiosos con que os ligan a su suerte vuestros verdugos. Contad con una inmunidad absoluta en vuestro honor, vida y propiedades; el solo título de Americanos será vuestra garantía y salvaguardia. Nuestras armas han venido a protegeros, y no se emplearán jamás contra uno solo de nuestros hermanos”.

Simón Bolívar

Teniendo esto como fondo, pues, hay que partir de que todos somos iguales, y de que formamos parte de lo mismo, y de que todos tenemos una inocencia primigenia: todos somos “americanos”, y los enemigos son estructuras, sistemas, ideas, al fin y al cabo entelequias, entes mentales, que lo son no por lo irreales, sino por lo cambiables por la historia. Y que por circunstancias, que incluyen creencias erróneas (como las del ego de que estamos separados frente a un mundo inhóspito, escaso, aterrante), atacamos a los demás y a la naturaleza como una forma de supervivencia, desde una posición de “posesión” o “des-posesión”, pero siempre tratando de poseer. De acuerdo a esta creencia mental, enemiga, todos estamos realmente definidos por lo que tenemos, y no por lo que somos, que es lo que queremos rescatar de la esclavitud, lo que queremos independizar y descolonizar en nuestros días. Son esas circunstancias las que tenemos que entender, para poder comprender, y “perdonar”, para usar la palabra que usó Bolívar, a las personas.

Yendo más allá, quien hoy en día tenga como enemigas a las personas, sean del bando que sean, justificando su posición política, tienen en sí mismas la semilla del nazismo. Cuando una persona de oposición dice (solo con pensarlo es suficiente) que “habría que acabar con toda esa chusma, para limpiar al país y comenzar el limpio”, reflejan un odio personal que es fascista, pues tiene exactamente el mismo tipo de ideas que Hitler tenía con respecto a la eliminación de los judíos y otra razas “bajas” como requisito para tener una sociedad adecuada. Pero quien, desde una posición de apoyo al gobierno, tiene como enemigo a un líder de oposición, o a la clase media, o a “la burguesía”, o a “los ricos”, con odio personal, tiene exactamente el mismo problema, aunque no sea que quiera matarlo físicamente. Aquí no se trata de cuestión de grados de odio, pues la esencia es la misma. Y el error fundamental de cualquiera de esas posiciones tiene que ver con pretender acusar y enojarse con un ciego porque no puede ver, o a un sordo porque no puede oír. Con este ejemplo todos vamos a entender, y estar de acuerdo con el análisis que hacían Bolívar, y Marx, y Jesús: el problema es la ceguera del ciego, no la persona que está ciega. Otro ejemplo, usado arriba, es el de un loco: no es culpable de su locura. Si el ciego viene derecho donde nos encontramos, lo que habría que hacer no es matarlo para eliminar el peligro, sino esquivarlo, y conducirlo por su camino, pues podemos con-vivir. Claro que al final, como decíamos arriba sobre la transición al comunismo, no va a haber ciegos, pues los videntes van a progresar tanto que los ciegos van a ir recuperando la vista, para disfrutar también de la vida plena.

De hecho, hay que ayudarlo en la transición, como hizo Bolívar, y hacerle ver que andar con un cuchillo por ahí lo va a perjudicar, va a terminar lastimando a su cuerpo. Lo que sí no está permitido es pretender eliminar a los ciegos físicamente, o meterlos presos “para que no molesten”: la aceptación del ciego, del “equivocado”, del “loco” es un requisito mínimo de la convivencia. Y quien no cumple este requisito no puede llamarse revolucionario. De hecho, más que vestirse de rojo, decir que se es chavista, un buen test de revolucionario es el de examinar su conciencia y preguntarse si se odia a alguien, como persona (sea de oposición o no, sea Obama, Aznar, o quien sea, sea su suegra o un vecino). En esto hay que ser sumamente rigurosos, como lo pedía Jesús cuando usaba el criterio de que el que se sintiera libre de culpa que lanzara la primera piedra (cuando se estaba acusando a una mujer de adúltera, y se pretendía apedrearla para “hacer justicia”). La razón es simple, de nuevo, pero profunda: no se puede culpar al ciego de su ceguera, pues entonces carecemos de inteligencia, un requisito fundamental, estrictamente necesario, aunque no suficiente, para ser realmente revolucionario en lo más profundo. Y por favor, que nadie acuse a Bolívar, Marx y Jesús, que como vemos coinciden completamente en esta materia, de puristas, o extremistas: “No temáis la espada que viene a vengaros y a cortar los lazos ignominiosos con que os ligan a su suerte vuestros verdugos”. Al fin y al cabo, “ Nuestras armas han venido a protegeros, y no se emplearán jamás contra uno solo de nuestros hermanos”.

Estos fundamentos espirituales también tienen raíces históricas en nuestros indígenas de toda América, por cierto, que tenían un respeto profundo, que llegaba a la veneración, por los demás seres humanos, por los animales, y por la naturaleza, pues los concebían como partes de una sola realidad viviente, la Pacha Mama, o “madre tierra”. Esta perspectiva espiritual para resolver nuestros problemas, y dirimir las diferencias, tanto internas como entre todos los venezolanos, y lograr así la unidad en una misma buena voluntad, es no solo necesaria, sino imprescindible en esta coyuntura.

  1. Comprender y dar una nueva oportunidad al sector privado que nos ha agredido

Es cierto que ante las muchas iniciativas de apertura del Comandante Chávez, el sector privado respondió con agresiones políticas y económicas, como el golpe de estado, el paro petrolero, el acaparamiento con fines políticos, los sabotajes económicos, las guarimbas. Sus mayores reacciones han sido contra una Ley de Tierras bastante convencional en el mundo, en países que no son socialistas, sino socialdemócratas. Tampoco les ha gustado para nada el que la renta petrolera se haya usado para las necesidades sociales, y no para engrosar los bolsillos de los empresarios-salguijuela, y de sus títeres políticos. No han tomado en cuenta que el gobierno nos los ha tocado en lo fundamental, pues mantenemos un sistema tributario mucho más benévolo hacia los ricos que Colombia y Chile. No estaban justificadas, ni siquiera en estos casos, esas reacciones violentas. Nuestra oposición política ha sido especialmente miope. Eso está claro. Pero así como debemos comprendernos a nosotros mismos los grandes errores en materia de política económica, y las faltas de ética a todos los niveles, debemos comprender al sector privado sus faltas, que son realmente errores, y llamarlos nuevamente, para darnos a todos una nueva oportunidad. Hay que comprender de manera sincera, poniéndose en sus zapados, y culpar no tanto a las personas, sino criticar sana y positivamente las estructuras organizativas y de pensamiento, pero siendo tolerantes de las realidades del otro. En particular, hay que ser marxistas en esto, y no criticar o descalificar a la persona o a los grupos de personas, sino comprender que se obedece a una cultura y a una estructura social, histórica, determinada. Si el pánico es lo que ha generado toda esta suerte de ataques de un tigre arrinconado, ¡lo que hay que atacar, y derrotar, es al pánico, no a las personas, ni a los grupos de personas que han actuado poseídas por ese flagelo! Pero no podemos derrotar al pánico con más pánico, sino con Amor, con Sabiduría espiritual, que es lo mismo.

Jesús de Nazaret vino a curar a los enfermos y los desvalidos. Fue criticado porque frecuentaba publicanos y pecadores. Los publicanos eran los lacayos del imperio de entonces, judíos enriquecidos a costa de cobrar impuestos a sus compatriotas, en particular los pobres, para entregárselos al imperio romano. La revolución, como lo decía el Comandante Chávez, vino para atender y empoderar a los menos favorecidos. Pero también debe ocuparse de los enfermos, que lo son no solo física, sino también mentalmente. Es claro que el querer acumular riqueza sin límite es una enfermedad, producida en gran parte por el miedo y la esclavitud de la ostentación, en un contexto del imperio de un mercado inclemente, como parte de la ideología superestructural del capitalismo. Tengamos en cuenta humildemente que esa enfermedad está presente no solo por muchas personas en el sector privado, sino en muchos de nosotros, que hemos caído en la “corrupción” por ello.

Parte importante del sector privado productivo también tiene mucho miedo por concepciones equivocadas sobre lo que la revolución bolivariana significa. Hay que aclararles que aquí no se persigue un comunismo como el que hubo en la Unión Soviética, por ejemplo, y que el objetivo no es nacionalizar a todas las empresas, sino que el mercado, y la empresa privada, tienen su importante papel que jugar. Todo esto hay que comprenderlo sinceramente, y propiciar las condiciones para que esa enfermedad pueda ser sanada, en particular, la parte del miedo que tiene que ver con lo que queremos hacer en el país desde el gobierno. Nosotros también hemos tenido miedo, esto hay que reconocerlo, pues la agresión a personas, y a grupos, aunque sea reactivo, también refleja ese sentimiento, que muestra una inseguridad de sí mismo, de la propia capacidad. Es lo que mencionamos de pretender derrotar el pánico con pánico. Eso podemos mejorarlo sentándonos a conversar, y derrumbar mitos y mentiras sobre lo que realmente quiere cada quien. En esto nos daremos cuenta de que hay mucho lo que podemos hacer en común por el mutuo respeto y provecho, en favor del país como un todo inclusivo.

  1. El perdón a nosotros mismos, y darnos una nueva oportunidad

Es bueno puntualizar que el “perdón” (equivalente aquí al concepto marxista de comprensión) mayor que debemos realizar no es el del sector privado opositor, sino el de nosotros mismos. Hemos perdido la guerra económica (no reconocerlo sería un error aún mayor). Muchos dirigentes culpan de esto a la oposición y al imperialismo. Esto es como si en una guerra, el derrotado dice, quejumbrosa y desconsoladamente, “el culpable fue mi enemigo, ¡qué malo fue!”. En el caso nuestro, hemos cometido errores en la política económica tan graves, que muestran que hemos podido evitar la derrota, y que no está tan claro que la situación en que estamos se deba a los enemigos. De hecho, en nuestra opinión, hemos tenido todas las herramientas para hacer de nuestro proceso un ejemplo mundial de éxito productivo, como exponemos en este documento, y como se ha advertido, sin o con alguna bulla mediática, desde hace mucho tiempo, incluso por parte de grupos y personas a las que se ha excluido del proceso simplemente por sus críticas. Culpar al enemigo de la propia derrota es algo digno de una estatua a la insensatez, para escarnio de las futuras generaciones. Esa enfermedad, de la soberbia, requiere mucho perdón, mucha comprensión. Y, por si fuera poco, las oportunidades perdidas, que son inmensas, incalculables, realmente, requieren otra gran dosis de perdón. El pueblo venezolano todo ha sufrido, y demasiado, por nuestra responsabilidad. Y esto se ha reflejado en el resultado electoral que hemos tenido, que ha arrojado un resultado positivo para la revolución solo por una lealtad asombrosa del pueblo chavista, no porque no haya sufrido inclementemente en materia económica, sobre todo últimamente.

Además del tema de las fallas de política económica, antes de culpar al enemigo, veamos las fallas internas inmensas, como el de las personas y grupos de poder, no mencionados aquí, que tienen la revolución en la boca, para vivir de ella, y no en el corazón, para morir por ella, como lo decía el Che. Las pugnas palaciegas, los círculos impenetrables sobre el Comandante Chávez, los comadreos infamantes para quitar el piso a rivales personales o de grupo, las traiciones, los errores personales, etc., etc. Primero perdonémonos. Y luego perdonémonos si creemos que no necesitamos perdón, y que nuestra responsabilidad no es menor que el que simplemente cumplió con sus objetivos: el de derrotar a un enemigo. Lo que la dignidad y la gallardía mandan, en cualquier juego, es reconocer humildemente el éxito del enemigo, no culparlo por habernos derrotado.

De hecho, no es el sector privado, ni siquiera la oposición política, la mayor responsable de nuestra situación. Si vemos esto como un partido de fútbol, el equipo de la oposición ha cometido errores estratégicos, y de jugadores individuales, que son garrafales, tanto en ataque como en defensa, una y otra vez, en su juego contra la revolución. Uno de estos grandes errores es el de no reconocer el resultado de las elecciones del 14 de Abril, y propiciar toda suerte de desmanes que al fin y al cabo los van a perjudicar cuando pase un tiempo, al saberse las verdades, develando así un talante realmente antidemocrático, cuando se presentaban como demócratas nacional e internacionalmente. Por lo pronto, han tenido éxito en convencer a la gran mayoría de sus seguidores que la elección les fue robada, en parte por la guerra mediática, y en parte porque su gente de base ha sufrido tanto que está desesperada por un cambio, y son presa fácil del engaño, y aún del autoengaño. El gobierno no los ha reprimido aunque tenía justificación legal para hacerlo, pues ha actuado políticamente para dejar que los dirigente “que se cocinen en su propia salsa”.

Pues bien. Nosotros hemos metido dos goles contundentes por parte de nuestra delantera, el político, y el social, y el “enemigo” en este juego realmente ha cometido más errores que nosotros. Pero mientras el equipo económico debería estar haciendo el soporte del equipo revolucionario en la defensa, cerca de la portería, hasta ahora ha puesto la torta la gran mayoría de las veces. Mientras nuestros delanteros metían esos goles, la oposición política se acercaba a nuestra portería, a nuestra defensa económica, pero no metía los goles. ¡Nos los metíamos nosotros mismos! ¡Llevamos tres autogoles, queridos amigos! ¡Vamos perdiendo dos goles a favor y tres en contra! No ha terminado el juego, afortunadamente, como lo demuestra el triunfo electoral del 14 de Abril, aunque precario. Este documento es una propuesta de enmienda: Revisión, para reconocer humildemente los errores de todos nosotros, sin excepciones, pues todos los hemos cometido, en mayor o menor medida; Rectificación para cambiar nuestras equivocaciones, de todo tipo, dándonos también a nosotros mismos otra oportunidad, que como se ven las cosas, es la última, por lo menos en esta coyuntura político-electoral (pues la sociedad solidaria, basada en el amor, que es lo que estamos en realidad tratando de impulsar, es imparable en el largo plazo, realmente, como dijimos arriba).

Terminamos esta parte diciendo que estos autogoles económicos han sido involuntarios, como normalmente también ocurre en el fútbol. Y es por eso que no podemos culpar al Comandante Chávez, ni a su equipo económico de esto, pues de haberlo sabido, no hubieran actuado de esa manera. Una cosa es la responsabilidad, otra la culpa, que no existe aquí, por supuesto. Hay que comprender, y perdonar, como vamos diciendo: lo importante ahora es rectificar, no hacer retaliaciones inconducentes, que pueden significar una cacería de brujas y un enrarecimiento del clima interno entre las fuerzas revolucionarias, pues ahora es imperativa la unidad: revisión, pero con comprensión, aceptación y tolerancia, y dando oportunidad a la rectificación, sobre todo corrigiendo las estructuras para que la nueva ética revolucionaria dependa de la base material, del rediseño institucional, y no tanto de la condición personal. Pero también hay que decir, como Simón Bolívar, que “Moral y Luces son nuestras primeras necesidades” en este proceso de Rectificación, para que pueda haber Reimpulso: se necesita gente no solo que tenga moral, sino también que tenga luces, que esté formada y preparada para hacer sus labores, pues de nada sirve en una batalla poner a un soldado entusiasta y recto, especialista en manejar tanques de guerra, a conducir un Suckoi, pues se estrellará, y meterá un autogol involuntario contra el ejército propio.

  1. El cuidado de la forma en las conversaciones, públicas (mediáticas) y privadas, tanto con el sector privado, como con nuestros críticos internos.

Concluimos esta parte de la necesidad de conversaciones, y acuerdos, con el sector privado productivo, y de revisión y rectificación de nuestros errores, diciendo que lo primero que necesita la sanación, pues, no es agresión, ataque e incomprensión, sino comprensión, inclusión, tolerancia, paciencia, persistencia. Esto ha hecho mucha falta, y es el momento de hacerlo, no solo por interés, sino por convicción: se trata de que todos los venezolanos, incluyéndonos en primer lugar, necesitan ser comprendidos, acogidos, incluidos, aceptados para darnos una nueva oportunidad. Y para esto es imprescindible que cambiemos de actitud, y en materia de política mediática, para no descalificar, ofender, burlarnos o irrespetar a las personas que no opinan de la misma manera, sino entrar al debate de ideas, pues si no, se cae en las espirales de odio personal en que hemos caído, comiendo casquillo por cada ofensa, incluso personal, que recibimos de gente a la que llamamos enferma, sin comprenderla y sin ir más allá, cayendo con ello, básicamente, en la misma enfermedad de pagar con la misma moneda, ojo por ojo, diente por diente. Recalcamos que esas actitudes hay que evitarlas no solo contra la oposición, sino con nosotros mismos, en particular frente a quienes hacen críticas, y cometen errores, y tienen algunas discapacidades para desempeñar un cargo dado. Pero no se trata de que debemos hacer esto “para ser buenos”, y “ganarnos el cielo en la otra vida”. Se trata de algo que absolutamente imprescindible para nuestro propio interés.

De hecho, el sector privado y algunos economistas opuestos al gobierno han estado diciendo muchas de las cosas que enumeramos en el diagnóstico, pero no les hemos creído, pues nos hemos estado guiando por “quien lo dice”, y no por “qué es lo que dice”, que es la actitud adecuada que debemos tener siempre, pues en este caso hubiera implicado corregir antes el rumbo, para nuestro propio beneficio. En particular, lo que dicen quienes apoyan a este proceso no siempre es adecuado, como venimos viendo: no porque sea opuesto es malo lo que dice, y no porque esté a favor es bueno lo que dice. Por eso necesitamos siempre un enfoque crítico y autocrítico, y no personalista o grupalista, o de descalificación a priori de los argumentos del contrario, que es lo que proponemos aquí. Curar a un enfermo, pues, requiere un esfuerzo de paciencia, tolerancia y, sobre todo, amor, al que no solo estamos obligados, sino que al final nos beneficia a todos, no solo al receptor, sino al emisor de este sentimiento. Por eso esa ley de atracción, tan milagrosa, por beneficiar no solo a quien se ama, sino a quien lo hace, es la consigna principal de los revolucionarios verdaderos, los que logran realmente transformar la realidad porque primero se han transformado a sí mismos, como pedía Gandhi.

  1. Reimpulso

Dadas las medidas propuestas, se establecen bases firmes para un reimpulso de nuestro proyecto político-económico y social. Pero para para avanzar con un objetivo de largo plazo firme, hay que tener claro hacia dónde vamos, teniendo en cuenta las tendencias mundiales, las circunstancias geopolíticas, y clarificar en esos contextos nuestras propuestas internacionales y nuestras acciones internas en consonancia con eso. En el Anexo A hablamos de esas circunstancias mundiales y el juego geopolítico.

Para concluir, con estas medidas no solo se desactiva la posible explosión social, sino que se afianza la revolución por un camino claro y robusto en lo económico, muy a la manera de Brasil y Ecuador, aunque con nuestras particularidades y fortalezas políticas, como la de la revolución socialista que confía y depende, para su evolución y afianzamiento, del Poder Popular como fuerza fundamental de gestión y transformación social, económica, y política. La sociedad solidaria basada en el amor, que produce abundancia y armonía entre los humanos y con la naturaleza es una necesidad histórica y humana, además de imprescindible e imparable.

¡Pueblo hacker de todos los países: unámonos, pues llegó la la hora de nuestro protagonismo histórico, en el conocimiento y la economía, en la política y el ambiente, en el espíritu unitario de toda la humanidad!

¡Todo tendrá un desenlace feliz! ¡Que Así Sea!

Referencias:

  1. Informes económicos del Banco Central de Venezuela, de PDVSA, del Bank of America. Cálculos propios.
  2. Fronteras de la economía del desarrollo: El futuro en perspectiva, Editado por Gerald Meier y Joseph Stiglitz, Banco Mundial, 2002.
  3. Revisión, Rectificación y Reimpulso. Manuscrito no publicado. 2008. Felipe Pérez Martí.
  4. Sims, Ken (2006), “Community: Open Scrutiny of Open Source Code”
    Mar 18, 2006, http://www.linuxtoday.com/developer/2006031800826OSCYDV

Anexo A:

Un Estado Mundial Democrático

(saldrá en las próximas versiones)

Anexo B:

¿Qué hacer? Respuesta a Simón Andrés Zúñiga

Caracas, 22 de Abril de 2013

Equipo redactor de “¿Qué hacer?

Este artículo (que salió en Aporrea: http://www.aporrea.org/ideologia/a164449.html) va dirigido no solo al señor Zúñiga, sino también al equipo económico del gobierno, al Presidente Nicolás Maduro, y también a los lectores en general, quienes, al no tener una formación económica, van a necesitar una explicación más didáctica en algunos temas.

La referencia está en Aporrea: http://www.aporrea.org/ideologia/a163953.html

Saludamos el debate sobre la política económica, al que realmente nunca se dio espacio en este proceso, porque opiniones adversas eran simplemente descalificadas, usando epítetos como “neoliberal”, o hablando de la orientación política de las personas involucradas, o de quiénes son sus amigos o familiares. Aprovechemos para corregir este otro error que ha perjudicado tanto al proceso, y empecemos a hablar de los temas sin tapujos ni miedos, con transparencia, y no de quien los asoma. Así que muchas gracias por la oportunidad, señor Zúñiga.

Quisiéramos empezar a hablar sobre el monetarismo. Hoy por hoy hay consenso en el grueso del pensamiento económico en el sentido de que la teoría cuantitativa del dinero funciona cuando la falla de mercado de limitaciones del crédito en el mercado de capitales es relativamente pequeña considerando otros factores, como el entorno macroeconómico. Por supuesto que prácticamente siempre hay esta falla, pero hay situaciones de hecho en que la teoría funciona por condiciones especiales, como describiremos.

Imaginemos, pues, una situación en la que unos niños tienen, por un lado, cien metras entre ellos, y cien Cartas, como las de barajas, distribuido todo de manera equitativa. Supongamos que esta es una “economía cerrada, de dotaciones fijas, sin producción, y de un solo período”, de manera que nadie puede traer nuevas metras de afuera, ni producirlas. Como los niños tienen preferencias distintas sobre las metras y las Cartas, y hacen intercambios entre ellos, es de esperarse que, en general, cada metra va a tener un precio de 1 (uno) cuando se dan las transacciones: cada metra cuesta una Carta.

Supongamos ahora que hay un niño llamado Gobierno, que no juega con metras, pero que tiene en su bolsillo cien Cartas nuevas. Si Gobierno reparte las Cartas entre los otros niños es de esperarse, por supuesto, que el precio subirá a dos: cada metra cuesta dos Cartas. Ha habido inflación, entonces. La teoría cuantitativa rige, y no se necesita ser monetarista para creer que será así: los niños Marx y Keynes creerán que esto es así. Y la evidencia se lo mostrará, y constatarán la veracidad de la teoría cuantitativa para estos casos.

Ahora bien, Gobierno puede ser un niño Rawlsiano-comunista, a quien le interesa sobre todo el bienestar del niño que está peor, el que tiene más necesidad. Si la distribución inicial de las metras era desigual, entonces Gobierno puede darle las cien nuevas Cartas a los cincuenta que tenían menos metras. Aunque al final es de esperarse que el precio sea 2, la acción va a producir un efecto real: los niños con menos metras saldrán ganando, pues son los primeros compradores de metras cuando se inicia el intercambio.

Aunque esto es una caricatura, la realidad venezolana de los últimos años se asemeja bastante a ella. Primero, la capacidad productiva de la industria y agricultura, que son los sectores dinámicos en términos de crecimiento del producto de mediano y largo plazo, y que son parte de los recipientes de los créditos con dinero del BCV, han sufrido una merma relativa, y hasta absoluta, en el contexto de los demás sectores. En este particular, hay que mencionar que el índice de industrialización, que llegó a su más alto punto de toda nuestra historia en 1986, con un 20%, se sitúa en 2012 en 13,9%. Alguien podría decir que desde que nuestro gobierno tomó posesión, la cosa ha mejorado. Pero no es cierto: en 1997 el índice estaba en 17,7%, lo que muestra una desmejora, lamentable, que evidencia una desindustrialización en el país en estos 14 años de nuestro gobierno. Abajo abundaremos un poco más sobre el resto de los sectores productivos. En todo caso, volviendo al tema, la economía, obviando esta observación, puede verse como “de un solo período” porque los períodos observados conservan sus características productivas esenciales, pues las condiciones macroeconómicas que les han impedido desarrollarse, descritas en el documento, no han variado. Segundo, es cierto que podemos adquirir más metras de afuera, aunque últimamente esto ha estado obstaculizado por lo que ha pasado por el régimen cambiario.

El poner la máquina de hacer dinero del BCV para ser transferido a ciertos sectores, como el agrícola, o las empresas de Guayana, o la caja de PDVSA, o gastos sociales, que son redistributivos, en este contexto, produce inflación, pero no uno a uno, sino mermada un poco por las importaciones. La razón es que el crecimiento del dinero es mucho mayor, muy de lejos, al crecimiento de los sectores productivos implicados. No hay que ser monetarista para darse cuenta de esto. Un marxista, o un keynesiano, lo pueden ver muy claro.

Ahora introduzcamos en nuestra economía sencilla la falla de limitaciones de crédito por información asimétrica. Para esto, nuestra economía ahora es productiva, tiene dos períodos, es cerrada, y los bienes son pescado, en vez de metras. La población está compuesta ahora de jóvenes y adultos, pero no es fácil determinar quién es quién, pues las caras de las personas son muy similares, como si tuvieran una máscara. Los adultos pueden pescar en el primer período, pero no en el segundo, en el cual solo los jóvenes, ya adultos, pueden hacerlo. Hay un individuo que se llama Banco, que tiene la habilidad de dilucidar, más allá de la máscara, quién es adulto y quién es joven. Si hay cien pescados en el primer período, pescados por los adultos, lo que ocurre es que se da un “mercado intertemporal”, de la siguiente manera: como todos conocen la habilidad de Banco, y confían en él, los adultos desean ahorrar parte de su riqueza para poder consumir en el período siguiente, cuando van a ser adultos mayores sin capacidad de ir al mar. Los jóvenes solicitarán crédito a Banco para poder comer en el primer período, en el que no están capacitados para pescar, por su inexperiencia, pero tienen que comer, pues si no, no llegan a adultos, cuando podrán pescar, y pagar sus créditos. Puede pensarse que Banco emite unas Notas a favor de los jóvenes, que son como las Cartas de baraja, para que compren los pescados a los adultos. Estos, con esas Notas, compran sus pescados en el segundo período, producidos ahora por los antiguos jóvenes. Todo sin problemas, pues cada quien sale ganando, y se pagan los “intereses” a que haya lugar. Aquí la potencial falla de mercado, de información asimétrica (no se sabe quién es quién), es resuelta por Banco, quien tiene ganancias por su habilidad.

El problema se da cuando hay un porcentaje de la población con unas máscaras diferentes, con las que Banco no está familiarizado. Ahí indudablemente va a haber la falla de mercado mencionada, pues los jóvenes de ese porcentaje de población no van a encontrar quien les dé crédito, para poder estar vivos y trabajar en el segundo período. Hay una clara ineficiencia social, pues una producción que debería estar disponible para la sociedad, no lo está por la falla de información asimétrica. Aquí Gobierno, aunque no sepa quién es quién, puede intervenir imprimiendo Cartas y repartiéndolas por igual, en particular entre los miembros de la nueva población, que son de obligatoria aceptación. Aunque se va a generar algo de “inflación”, los nuevos jóvenes van a poder sobrevivir, aunque no en las condiciones óptimas, y la economía va a contar con más producto, y bienestar. La intervención de Gobierno es buena, la producción total aumenta como consecuencia de una impresión de dinero nuevo.

Hemos identificado hasta ahora a Gobierno con otro personaje, Banco Central. En este último ejemplo de economía, sí que es bueno que sean una misma cosa: que no haya independencia entre uno y otro, pues Banco Central, si fuera independiente, podría negarse a emitir Cartas cuando la población lo necesita, argumentando que su objetivo es evitar la inflación. El Objetivo de Gobierno es el bienestar de la población, en particular mediante más producción.

Antes de aplicar nuestros modelos simplificados al caso venezolano, analicemos otra posibilidad de la economía descrita: Banco, que es un consumidor de pescado, aunque no un productor, podría, si Gobierno no se lo prohíbe, y el mercado no se lo impide (por ejemplo porque haya un juego repetido de generaciones entrelazadas, y si incurre en falta, la economía lo castiga, lo saca del negocio), emitir las Notas a favor de sí mismo, en vez de en favor de los jóvenes. Esto podría convenirle mucho más que la parte de los intereses mencionados que le corresponde. Pero la economía sufriría mucho, pues los jóvenes quedarían sin poder producir en el segundo período, y sin consumir en el primero; los adultos se quedarían con unas Notas que no sirven para nada en el segundo período, pues no tienen poder de compra, porque no hay producción (hay una hiperinflación infinita). El único que ganaría sería Banco. Es lo que ha pasado, realmente, con muchos bemoles, con la crisis mundial actual, en que los Bancos han dado créditos donde no debían, se han dado crédito a sí mismos, y la población ha tenido que pagar los platos rotos: los “adultos”, y toda la población. Por si fuera poco, Banco Central, en esos países, ha producido Cartas para “salvar” a esos bancos, con la consiguiente inflación, en la que pagan todos los ciudadanos, mientras los ejecutivos y dueños de los bancos no han pagado prácticamente nada por sus responsabilidades, con el consiguiente enojo popular, y las consecuencias políticas que estamos solo empezando a ver. Por ejemplo en Chipre, en EEUU, en España, en Islandia, etc. Es desastroso que esto ocurra. Como lo estamos viendo.

Volviendo a la economía venezolana para aplicar lo que venimos diciendo, en primer lugar, en nuestro caso, por las condiciones macroeconómicas señaladas, especialmente las cambiarias y la falta de reglas claras y apropiadas en el mercado de bienes y de trabajo, el producto agrícola e industrial no ha prosperado. Los créditos del gobierno, con dinero del BCV, no han implicado un impulso productivo. Por lo tanto, lo único que se ha generado, con suerte, es una inflación redistributiva. Pero para hacer redistribuciones, hay mecanismos mucho más efectivos, que focalizan su efecto, que la inflación. Es por esto que en nuestro caso, el gobierno ha demostrado que no está maduro, no es confiable, para que el BCV sea dependiente de él: en nuestro caso, Banco (porque es propiedad de Gobierno, son una misma cosa) se ha prestado a sí mismo, no tanto para enriquecerse, como en el caso de la crisis financiera internacional, sino con buenas intenciones. Pero el efecto ha sido el mismo: han pagado todos los ciudadanos, mientras que los dueños del BCV, y sus altos gerentes, no quieren pagar su parte, asumir sus responsabilidades.

Pero llegó la hora. Por lo menos de cambiar la política económica ¿No les parece? Ahora podemos preguntarle al señor Zúñiga: ¿Puede llamarse a esta petición de cambio de política “monetarismo”, neoliberalismo? ¿O simplemente sensatez? Sobre si el documento es monetarista o no, simplemente lea con cuidado, por favor, la nota de pie de página. Es una ley, repito, no solo una doctrina del pensamiento económico, que aumentos de dinero sin respaldo productivo producen inflación. Sobre esto hay innumerables estudios econométricos que nadie con seriedad en la profesión puede negar, y un lector que no sepa de economía sabe porqué ocurre, leyendo el ejemplo que presenté arriba. Casos notables en que esto es así, es el de las hiperinflaciones conocidas, pero no las únicas, ni mucho menos ¿Va a negar usted esto, y acusarnos, descalificándonos, de “monetaristas”, señor Zúñiga? Esperamos su respuesta.

No nos extenderemos acerca del consenso que existe hoy por hoy en el grueso de nuestra profesión sobre el asunto del impacto real de un incremento de dinero en la economía por parte del gobierno. Se puede decir que la acertada política fiscal anticíclica, de estímulo en las recesiones, y freno en las aceleraciones, proviene del keynesianismo. Y ha sido el neoclasicismo (no el neoliberalismo, que son cosas distintas, pues Marx es uno de los economistas clásicos) el que ha descrito las causas microeconómicas de ese fenómeno, que tienen que ver con lo que estamos diciendo aquí, de las fallas del mercado, corregidas con la intervención del estado. Las dos corrientes se han ayudado entre sí, se han complementado, y han llegado en esto a un consenso en este sentido, y lo usamos en el documento para ayudar a justificar la necesidad del Fondo de Estabilización Macroeconómica. Quien no cree esto está realmente en el campo del extremismo cada vez más aislado, por irreal, ya sea por estar desenmascaradamente a favor de los ricos (Paul Krugman, por ejemplo, ha criticado las políticas neoliberales de Europa, y a la derecha de EEUU, con este tipo de argumento), o por simplismo keynesiano de creer a rajatabla, que independientemente de las condiciones macro y microeconómicas, una inyección gubernamental de dinero genera un incremento del producto, y del bienestar. Nos gustaría saber dónde se sitúa usted en este espectro del pensamiento económico, señor Zúñiga.

Pero es de hacer notar que, si bien el extremismo neoliberal tiene que ver con un enfoque político de derecha, el extremismo del keynesianismo simplista no tiene nada que ver con una posición de izquierda (¡mucho menos “radical”!). Es natural que quien cree este simplismo acuse de monetarista, de que apoya las políticas del Fondo Monetario Internacional, a todo aquél no piense como él. Pero esa posición, hoy por hoy, no la defiende ni siquiera un estudiante de economía que haya estudiado a Keynes, pues en la segunda mitad de su curso de macroeconomía, su profesor, keynesiano él mismo, le va a explicar que el modelo simple no es realista, y empieza a enseñarle cosas más sofisticadas, y de consenso hoy en la macroeconomía. El marxismo, por su parte, enterado de las cosas económicas actuales, sabe muy bien dónde se coloca en el mencionado espectro de la sensatez doctrinal sobre cosas que no son ni de izquierda ni de derecha, sino de simples equilibrios macroeconómicos básicos. Pero la posición que ha adoptado el equipo económico no se queda en el simplismo keynesiano. Por si esto fuera poco, hay más aberraciones: en materia de ciclos económicos, ha adoptado nada menos que la posición del extremismo neoliberal: una política fiscal procíclica (cuando tiene muchos ingresos, los gasta, cuando tiene pocos, reduce el gasto). Así que su comportamiento ha sido bipolar, de extremo a extremo. Hemos visto que el keynesianismo simple, uno de los polos, no es de izquierda, y que el neoliberalismo es de derecha. Mientras a nosotros se nos acusa de neoliberales (y por lo tanto de derecha), dejamos que los lectores, y el propio Presidente Nicolás, saquen sus propias conclusiones sobre la orientación política de nuestra política macroeconómica, mientras la social y la política era claramente de izquierda.

Pero volvamos a nuestro ejemplo del 20% de población con diferente máscara para ilustrar otra cosa. Si ellos se asocian entre sí, y elijen a una persona de entre ellos, a Comuna, que los conoce a todos, Gobierno, en vez de dar a todos por igual sus Cartas, podría haberse asesorado con Comuna para que identifique quiénes son realmente jóvenes en esa población. Ella los conoce, como decimos, pues está cerca de ellos. En todo caso, si el joven no paga, Comuna tiene que pagar a Gobierno por la falla. Es lo que se llama corresponsabilidad. Es lo que ha funcionado con el modelo del banco del pueblo de Junus.

Gobierno, en nuestro caso, ha dado Cartas a cualquier ciudadano de esa población con solo mostrar la Cédula, y el resultado es que nadie, en general, ha pagado el crédito. No solo porque se ha otorgado a quien no tenía el potencial productivo necesario, sino porque aún si lo tuviera, no tenía condiciones macroeconómicas para ser productivo. Lo que ha ocurrido simplemente ha sido una inflación redistributiva, que podría parecer buena, si no se tuviera en cuenta varias cosas: Primero, que una política redistributiva puede lograrse por otras vías mejores, y no por la vía inflacionaria. Segundo, que en esto de la inflación con demasiada frecuencia pagan justos por pecadores. Quienes reciben créditos son muy a menudo gente relacionada al gobierno, al partido, y aunque lo merezcan, hay otros que son excluidos, sin una justificación de política económica: gente que debió recibir el regalo, no lo recibió. Sin embargo paga las consecuencias de la inflación, y como consecuencia se empobrece en neto. Es lo que ha ocurrido con mucha de la clase media trabajadora. Tercero, que la inflación tiene efectos perversos como la de enturbiar los precios relativos en el proceso, y no permitir claridad para la inversión productiva de mediano y largo plazos, pues no se trata de aumentos de precios de unos rubros porque sean más demandados por los consumidores, lo que da una señal para motivar la inversión en este rubro, con el consiguiente aumento selectivo de oferta para cubrir las cosas que la población evalúa como más necesarias.

Pasemos ahora a contestar el asunto de la hiperinflación. “Hiper” significa “desmesurado”. ¿Con qué cara, muy lavada, va alguien a decirle al pueblo pobre, y de clase media, que una inflación de 50% no es desmesurada? Incluso una de 20% es desmesurada, si tenemos en cuenta al resto de Latinoamérica, y teniendo en cuenta de que esto ha sido perfectamente evitable. ¿Cómo va alguien a insistir en que en la Cuarta República ocurrieron varios episodios de inflación por encima de 100%, y de hablar de hiperinflaciones astronómicas como la de Bolivia, o Alemania de posguerra, todas pasadas ya, para justificar sus políticas fallidas, sin asumir lo que nos toca en este momento, en que es absolutamente claro que no hemos resuelto el problema ni de la inflación, ni del crecimiento? ¿Cómo le vamos a explicar al pueblo venezolano, sea chavista o no, que mientras en Latinoamérica la inflación acumulada, desde que tomamos el poder político, se ubicó en alrededor de 100%, la nuestra se ubica en promedio en un 1030%, y que los precios de nuestros alimentos crecieron en un 1760%? ¿Cómo vamos a decirles que ese es el precio que tuvimos que pagar para crecer, para desarrollarnos, cuando el crecimiento acumulado, en promedio, fue en todo ese período de solo 10%, mientras que todos los demás países latinoamericanos, incluyendo Argentina, Brasil, Colombia, Chile, Uruguay, Ecuador, crecían entre un 35% y 45%, en promedio, con países como Panamá llegando a más del 70%? Solo Haití se colocó por debajo de nosotros, con un -7%, y Paraguay igual que nosotros, en 10%. ¿Cómo vamos a justificar que ese crecimiento, pírrico, ha implicado un empeoramiento del modelo rentista, de economía de puerto, que exporta materias primas y no ha desarrollado su industria petrolera, y en que los sectores que han crecido son los que no son dinámicos para el crecimiento? ¿Es esto un triunfo tal que justifica la tremenda debacle productiva que significó que en el período nos desindustrializáramos apreciablemente, como nadie puede negar, según los estudios disponibles a tal efecto, y todos coincidentes, mostrados arriba por el índice de industrialización? ¿Qué justifica que hemos aumentado la dependencia fiscal y productiva del petróleo, y que las exportaciones no tradicionales han disminuido notablemente su porcentaje de exportación total, y que vivimos ahora en un porcentaje desmesurado de las importaciones y no de nuestra producción, aumentando así nuestra dependencia, cuando lo que se perseguía era la segunda independencia, la económica, luego de la gesta de Bolívar?

Con respecto al superávit en cuenta corriente del año pasado que usted menciona, señor Zúñiga, es cierto, y se refiere al promedio del año, y es bueno notar que en el transcurso del mismo la situación fue empeorando rápidamente, de manera que en el cuarto trimestre ya había déficit. En todo caso, miremos con cuidado el asunto: mientras había superávit en cuenta corriente, había un marcado déficit en las cuentas fiscales. Esto es perfectamente posible, por supuesto, y lo que muestra es lo que decimos en el documento: la posición del sector privado en riqueza en dólares ha aumentado, pues esos dólares no son del gobierno, lo cual explica que la política económica terminó incentivando aún más la fuga de capitales, de que hablamos en el documento “¿Qué hacer?”. En particular, como se puede constatar, la posición de activos externos del gobierno se ha deteriorado en los últimos años, y la del sector privado ha ido aumentando.

A pesar de lo que usted dice, por cierto, las Reservas Internacionales en poder del Banco Central, que son las que permiten directamente hacer frente a la devaluación, disminuyeron el año pasado. En ese año no se emitió deuda internacional (PDVSA sí, en un monto de 3 mil millones de dólares), lo que indica que hubo un incremento notable de la deuda interna, en particular con el BCV. Esta acumulación de deuda interna, muy monetizada, con el consiguiente aumento de liquidez, en conjunto con la escasez de oferta interna e incremento de demanda de importaciones y fuga adicional de capitales ante la situación que se avecina, es lo que hace aún más inevitable la devaluación.

Esperamos haber ayudado a comprender lo que pasa en el sector externo, y explicar la devaluación, a pesar de que tenemos, como país, pero no como gobierno, más dólares. De hecho, esta es una situación perversa en otro sentido, pues refleja que el capital del sector privado se mantiene en una alta proporción en forma líquida en divisas, y no como inversión productiva interna. Mientras el 40% de la fuerza de trabajo está en el sector informal, trabajando sin capital, y el resto del sector privado productivo está descapitalizado, mermando la formación bruta de capital fijo, estamos financiando la la inversión real de otros países con nuestros ahorros de nacionales privados. ¿Es entonces alentadora la cifra que muestra el señor Zúñiga?

El crecimiento que usted menciona de 5,6% en el año 2012 se debió a una brutal expansión del gasto público, con políticas fiscales y monetarias expansivas insostenibles. Es como que alguien, que logra engañar a un banco privado sobre su capacidad productiva futura para pagar un crédito cuantioso, haya comprado con él una vivienda muy grande y bonita. Pero incluso en el caso en que tuviera realmente capacidad de pago futura, el hecho de comprar la vivienda no aumenta su riqueza, o su capacidad de pago futura. Simplemente ha aumentado sus activos físicos, a cambio de un aumento de pasivos financieros, de deuda. Es lo que ha pasado con el plan vivienda en nuestro país, financiado con deuda, que es muy bueno desde el punto de vista social, pero en sí no representa un incremento de la productividad. Y en nuestro caso es peor, pues el financiamiento ha sido monetario en gran parte, lo cual tiene un efecto inflacionario, como hemos explicado, que en la realidad tiene efectos retrasados, repartidos y concatenados en el tiempo. La idea es tener una base económica robusta que permita hacer los gastos sociales, y no crear falsas ilusiones y amargas frustraciones a los necesitados y a la población en general, como lo exponemos con más detalle en “¿Qué hacer?”.

En relación al tema del empleo formal, que el señor Zúñiga coloca como alto, de un 60%, hay que aclarar lo siguiente. Primero, una informalidad de 40% es una cifra tremendamente alta. Además, en términos absolutos, la población informal es creciente, y según se puede constatar en estudios al respecto, de economistas del BCV, no tienen incentivos para pasarse al sector formal, porque ganan más (la tercera parte de los ocupados son trabajadores no profesionales, que ganarían salario mínimo en el sector formal), y porque tienen seguridad social gratuita. Un moto-taxista, o buhonero, está mejor económicamente que una secretaria con empleo formal. De hecho, se puede constatar que entre el PIB per cápita y el PIB por ocupado hay una brecha creciente, lo que indica que la ocupación crece más rápidamente que la población, y por tanto el mismo nivel de PIB se reparte entre más trabajadores. Es decir, el salario real se va deteriorando. Hay una razón de fondo que ayuda a explicar lo que ha pasado, y es que la ocupación ha crecido en los sectores menos productivos y, además, se han trasladado trabajadores desde los sectores de productividades más altas hacia los de menor productividad. El problema, pues, es delicado, y se muestra negativo, realmente, si se hace un análisis más detallado que el que implica mostrar simplemente la cifra de empleo formal.

Si somos revolucionarios o no, lo dirá la práctica. “Por sus frutos los conoceréis”, tanto a nosotros, como al equipo económico, y a cualquier persona. Asumimos completamente la responsabilidad de mostrar una realidad económica muy precaria, y divorciada por completo del discurso del equipo económico. No podemos seguirnos cegando ante una realidad apabullante, arrolladora y mortal. Estamos en un precipicio, pero nuestra ceguera no nos permite verlo, y hace falta alguien que nos sacuda, y lo muestre, para no cometer suicidio involuntario, y arrastrar al pueblo inocente en esto, chavista y no chavista.

En este sentido, hay que repetir aquí lo que hemos dicho en el pasado, y no se nos ha escuchado, como parte de esta alerta urgente. En 1990, Nicaragua experimentó una debacle económica notable, en particular de muy alta inflación y escasez, debido básicamente a su política económica equivocada. El resultado fue la pérdida de las elecciones de ese año. Altos dirigentes políticos venezolanos argumentan aquí que la derrota se debió a la “Contra”, y la conspiración interna y externa. Pero una cosa es la conspiración, y otra, muy distinta, los errores propios, que hay que reconocer y enmendar. A los sandinistas les tomó 17 años recapturar el poder, y ahora han prosperado con su proyecto de izquierda, pero con un manejo económico sensato, que muestra que aprendieron bien la lección, y han corregido los errores propios. ¿Tendremos nosotros que perder el poder político y las conquistas políticas y sociales, y seguir pasando penurias económicas sin fin, sin aprovechar la experiencia histórica, y los conocimientos de cientos de economistas en el país, que abogan por una política económica estándar, solo para satisfacer a una doctrina extremista bipolar, que da saltos cuánticos entre el keynesianismo simple y el neoliberalismo procíclico, que no tiene nada que ver con un enfoque de izquierda?

Creemos que la masa no está pa' bollos, amigas y amigos. Eso lo saben muy bien los revolucionarios, el pueblo llano, que sin haber estudiado economía, ha entendido prácticamente todos los argumentos que hemos presentado aquí, a pesar de incluir la teoría monetaria más avanzada en estos momentos, en sus aspectos principales. Sobre todo porque la realidad lo golpea día a día en su ardua lucha por la supervivencia. ¿No es así? Así que por favor, que el pueblo no sea subestimado, que no se pretenda seguirle metiendo mentiras, pues quiere que le hablen claro, ya que puede entender. El pueblo aceptaría lo que haya que hacer para enfrentar esta crisis, incluso si le piden sacrificios, si es necesario, que sean compartidos, pero cuando haya un objetivo claro, sensato, transparente e ilustrado (no solo en lo político y lo social, sino también en lo económico, que es la base del proyecto), y unos medios para conseguirlo. No acepta ya mentiras de ningún tipo, ni del equipo económico, ni de los medios, la oposición, ni de nadie. No estamos pa' eso, amigas y amigas, ¿no les parece?.

La frase de Simón Bolívar viene a ayudarnos en este sentido: “Moral y Luces son nuestras primeras necesidades”: Moral por la necesidad de la rectitud, no solo para actuar, sino para decir la verdad. Luces, pues hace falta que cada funcionario sepa por lo menos lo más básico relacionado con su función, para poder desempeñarla apropiadamente, como el pueblo merece. Es natural que empiece a temblar la mentira, de lado y lado, interna y externa, pues el pueblo, que es sabio, haya estudiado formalmente o no, está hoy clamando que llegó la hora de la verdad. Ese temblor puede ser calmado solo con ella, con la verdad, pues en este proceso de debate y acción que se inicia ahora con fuerza, ella irá abriéndose camino entre nosotros, a veces a despecho de nosotros mismos, pero al final con el apoyo de la avidez natural de todos, pues íntimamente ningún humano se conforma con menos. Eso está muy claro, teniendo en cuenta la avalancha imparable de la nueva economía solidaria del conocimiento libre planteada en el documento.

Finalmente, hay que dejar claramente sentado que no estamos culpando al equipo económico por el desastre que enfrentamos hoy, y que reflejamos en el documento “¿Qué hacer?” y en esta respuesta. Una cosa son las responsabilidades, y otra las culpas. A pesar de que la política económica ha producido una inmensa penuria económica en todo nuestro pueblo, chavista y no chavista; a pesar de las muchas oportunidades perdidas y graves perjuicios políticos contra el proceso revolucionario de esas políticas, no dudamos de que ustedes, los miembros del equipo económico, han actuado con la mejor intención. Aunque reconocemos que tenemos una muy grande tentación de hacerlo, como lo han visto en nuestra expresiones, enojarnos con ustedes sería realmente otro error, esta vez de nuestra parte, similar al que tendríamos los venezolanos si culpamos a un defensa de la Vinotinto por marcar, involuntariamente por supuesto, un autogol definitorio en un partido de fútbol crucial para clasificar para el mundial.

Con esto simplemente estamos comprendiendo su posición, o tratando de hacerlo, por difícil e inverosímil que parezca a simple vista, pues es una cuestión de inteligencia imprescindible para afrontar lo que tenemos ante nosotros, para poder conversar sin odios, para entendernos, retomar las riendas económicas del país, minimizar los conflictos innecesarios, y evitar seguir evadiéndonos con la religión del resentimiento y de la soberbia, la incomprensión y la violencia inconducente.

Cordialmente,

Equipo redactor de “¿Qué hacer?

Anexo C:

La verdadera Quinta Columna

Caracas, 6-6-2013

Esta es una respuesta al artículo http://www.aporrea.org/actualidad/a165664.html titulado “La quinta columna ideológica (I) de Carlos Lazo. Los demás de su serie son similares. Está dirigida a él y a todo el pueblo venezolano.

Sr. Carlos Lazo. Me han hablado de su trayectoria revolucionaria, por lo cual quiero expresarme con mucho respeto. Quisiera empezar diciendo que nos disculpamos ante usted y ante todo el pueblo venezolano, porque sus comentarios sobre nuestro documento reflejan que no nos hemos sabido explicar bien. Es por eso que hemos hecho un esfuerzo significativo para elaborar una nueva versión, la cuarta, del documento ¿Qué hacer? que sea más didáctica, por un lado, y que sea lo más inequívoca posible en relación a la intención que nos motiva, por el otro. Lo invitamos a leer con detenimiento esta versión 4.

En primer lugar, usted habla de un “pensamiento económico único”. En el anexo B de la Versión 4 (que aparece en Aporrea, http://www.aporrea.org/ideologia/a164449.html), explicamos con detalle que ciertamente hay un consenso muy fuerte entre la mayor parte de los economistas del mundo sobre algunas cosas macroeconómicas básicas. Ahí caen los modernos keynesianos, los neoclásicos y los marxistas (Marx era un economista clásico). Es cierto que el equipo económico de nuestro gobierno no está en esa “doctrina única”. Pero lo invitamos a concurrir con nosotros en que ese no es ningún mérito: de hecho, las únicas excepciones al consenso son los keynesianos simples, en un extremo, y los neoliberales, en el otro. Increíblemente, nuestra política económica no solo ha adoptado uno de estos extremos: los ha adoptado los dos. Ha sido keynesiana simple en la práctica, al actuar como si creyera que un aumento del gasto, con incrementos de dinero acompañándolo, siempre es expansiva del producto, independientemente de las condiciones macroeconómicas. Y ha sido neoliberal porque en el ciclo económico ha adoptado la política procíclica. Esas son dos cosas muy básicas del consenso, pues hasta una hormiga sabe que en tiempos buenos tiene que ahorrar, y en tiempos malos, vivir de lo que ha guardado en la cueva. Por lo tanto, una hormiga también es parte del consenso, pero no del consenso de Washington, como se ve claro ahora, sino del consenso de la sensatez natural. Lo otro, es que no siempre un incremento del gasto produce desarrollo económico. En particular, si ese gasto se financia con papel moneda, como ha hecho el gobierno en los últimos años de manera abusiva, y en unas condiciones macroeconómicas como las que se han impulsado, los resultados son catastróficos, como Simón Bolívar describió entre las causas de la caída de la Primera República. ¿No le parece que defender la política neoliberal e irracional en lo macroeconómico de nuestro gobierno, y descalificar al resto de los economistas, por estar todos ellos en contra de esto, de neoliberales, monetaristas, defensores de la doctrina del FMI, del consenso de Washington, quinta columna ideológica, etc., no es ni justo, ni acertado, ni conveniente? Está demás decir que, más allá de los consensos mencionados en estos dos puntos de la economía, hay todas las fuertes disputas ideológicas que conocemos. No se trata de meras “pequeñas diferencias”, por supuesto.

Lo segundo es que usted implica que el documento está de acuerdo con una devaluación, sin más ni más. Eso es una percepción equivocada, y debimos explicarla mejor para evitarlo. La paridad monetaria del país frente al exterior depende de factores fundamentales de la economía, explicados en el documento, y no de un capricho de un diseñador de política económica. Claro que se puede jugar con ese factor para desarrollar la industria nacional, como lo han hecho prácticamente todos los países del mundo directa o indirectamente (por ejemplo a través de tarifas de importación a los rubros cuyas industrias se quieren impulsar), incluyendo desarrollados y no desarrollados. Así que por favor no defienda una sobrevaluación artificial sin más ni más, en el entendido de que eso favorece el control de la inflación. Eso tampoco es cierto, y lo explicamos mejor en la nueva versión. Allí abundamos con cuidado sobre las causas de la inflación, que han tenido muy poco que ver con las devaluaciones. Más bien al revés: la inflación es uno de los factores que ha causado la devaluación inevitable que hemos estado viendo en estos últimos meses: no ha sido una política proactiva del gobierno, sino una medida adaptativa a las circunstancias que lo han arropado (aunque es verdad que la ocasión para hacerlo fue terrible como estrategia electoral), y que describimos en el documento como un signo de alerta roja, de peligro inminente para la revolución.

De hecho, si observamos con cuidado, nosotros no defendemos en ningún lado en el documento que hay que devaluar para desarrollarnos, como usted parece implicar. Lo que sí decimos es que sobrevaluarnos artificialmente perjudica el desarrollo. Esto es como si usted tuviera un negocio que vende una arepa de caraotas por 40 bolívares. Si su vecino también vende arepas, y las de caraotas cuestan 30 al consumidor, incluso su propio hijo, al que usted le da una mensualidad para sus gastos de alimentación, irá a comprar las de su vecino (va a “importar”, porque es más barato “comprar a fuera”). Por mucha prohibición legal que usted le imponga, de “reglas de la casa”, su hijo no va a estar conforme, por la sencilla razón de que una arepa al día en su negocio le cuesta 300 bolívares adicionales al mes, y esto resta mucho dinero a su mensualidad. Si sus arepas siguen subiendo de precio, y llegan a 50, con mucho más razón su hijo tratará de comprar a su vecino. Y esto forma parte también del “consenso” entre los economistas. Pero no por neoliberales, sino por sensatos. En esto último el consenso es absolutamente total, por cierto. Si los economistas de la MUD opinan así, pues mejor para ellos; y que coincidamos en esto solo muestra que ambos sabemos de macroeconomía básica, no que nosotros somos contrarrevolucionarios, como esperamos que vea claro ahora. Así que alguien podría decir que el equipo económico es mundialmente especial en esto. Ciertamente. Pero no por algo bueno, sino para perjudicar a su familia, actuando para ello de manera completamente irracional, perjudicando a su aparato productivo sin ninguna necesidad, mucho menos para llamarse “socialista”, o para alardear de que se sabe tanto de economía que está en contra de todos quienes tienen a esa ciencia como su profesión, y saben de ella, sean economistas revolucionarios o no.

Ya que estamos hablando de la propia “familia”, hablemos del sector privado productivo. Ciertamente es nuestra familia. No nuestros hermanos, quizá, pero sí nuestros primos lejanos, enemistados con nosotros, por decirlo así. De hecho, si trastocamos todo el aparato productivo capitalista de nuestro país, lo invitamos a preguntarnos quién saldría perjudicado con esto. ¿Solo los capitalistas? ¿O también nuestro pueblo, por un lado, que no tendría productos internos que comprar y solo podría importar, y nuestros trabajadores, por el otro, que no tendrían donde trabajar sino solo en el sector público disminuido a la mitad (pues cerca de la mitad de su ingreso viene de impuestos a ese sector privado)? Contestar este pregunta adecuadamente no es más que comprender porqué el Comandante Chávez le dio un papel importante al mercado y al sector privado en el Plan Patria: no tanto porque se preocupaba por sus primos (de quienes realmente se preocupaba como Presidente de todos los venezolanos, como nosotros deberíamos también hacerlo), sino por sus hermanos y sus hijos.

Lo que pedimos, camarada Lazo, es inteligencia para tratar con el sector privado. Si el hijo de tu primo le dice a tu hijo una grosería, entonces, cegado por la ira, tú no deberías ir a golpearlo por eso, pues entonces no vas a poder dejar que tu hijo vaya a la escuela, o juegue en la calle con sus amigos, pues siempre estará expuesto a una retaliación por parte de tu primo, y habrías perjudicado a tu hijo, en vez de ayudado, con tu actitud irreflexiva. Hay que ser estratégicos, y no simplemente “atacar al enemigo, que ha mostrado signos de que lo es, pues así demuestro que defiendo mis intereses, ya que estamos en una guerra”. Eso es lo que queríamos transmitir en el documento sobre este tema, pero evidentemente hemos fallado.

Por eso es que proponemos ahí conversaciones con el sector privado, pero solo sobre “reglas de juego de combate”. Hay que reconocer que hay una guerra. Eso sin duda, camarada Lazo. Pero debe conversarse sobre las reglas de combate con el enemigo, como en cualquier guerra inteligente. De hecho, quienes más necesitamos esas conversaciones, para aprender sobre esas reglas y así poder defender apropiadamente a nuestros soldados, somos nosotros: Si no respetamos esas reglas, puede que perjudiquemos al enemigo derrotándolo en una batalla, pero salimos perdiendo la guerra, no ganándola, pues perjudicamos a los consumidores y a los trabajadores, como se expone con más detalle en la nueva versión. Pero hay una guerra, y no estamos de acuerdo con conversar con el enemigo para ceder un terreno en disputa, solo “para que se quede calmado”, y para que “nos reconozca como contendor”. No proponemos seguir con las dádivas de la renta petrolera a las empresas sanguijuela, como en la Cuarta República. Simplemente porque ellos no se quedarán contentos con eso: querrán siempre más, y la paz será ficticia, como exponemos en el documento. Las conversaciones que se han anunciado, y las medidas de inyección de dólares e importaciones baratas por el gobierno, sin cambiar las políticas, son unos pañitos calientes que no van a cambiar nada, y solo van a prolongar la caída y agravar el peligro de colapso total. Eso lo saben los analistas del sector privado, y por eso están actuando así, y hasta Colombia se les está uniendo.

Ahora bien, relacionado con esto, usted parece implicar que como estamos en una guerra, hay que responder, en lo económico, como el gobierno ha respondido hasta ahora. El argumento común es que las nacionalizaciones generalizadas, el aumento desmesurado del tamaño del estado central, y la política macroeconómica respondieron a una “estrategia socialista” y “de defensa”. Con esto se ha demostrado que no se cree en el verdadero socialismo como la única estrategia efectiva frente a esta guerra, además de que se muestra ignorancia supina en materia macroeconómica. La propiedad y la gestión de empresas desde el estado central no es socialismo: eso es capitalismo de estado. No sé si alguien a estas alturas de la historia va a defender los fracasos evidentes de este tipo de empresas (excluyendo las estratégicas, pero mejor diseñadas, pues es un “mal necesario”). De hecho, es esto lo que han usado los ideólogos de la derecha para “demostrar” que el “socialismo” es un fracaso en lo económico. Tienen razón en que esas empresas son un fracaso. Lo que sí es falso es que eso sea socialismo: la lucha de clases no se elimina, pues los trabajadores de esas empresas ven al estado como patrón, que los explota (aunque menos que un dueño individual, y por eso prefieren al estado, que por su parte no los controla casi), y este ve a los trabajadores como objeto de ataques “para que sean más eficientes” y “representen honestamente a todos los venezolanos, que son el soberano”, pero sin efectividad para controlarlos como lo haría un capitalista.

En lo productivo, por el contrario, el socialismo está representado por las empresas cooperativas, y las de producción social. Si hacemos un ranqueo necesario en esta discusión, las empresas socialistas son las más eficientes, luego las capitalistas, y de último, de lejos, las del capitalismo de estado. Hay quienes se llaman revolucionarios y no han entendido todavía esto de que las empresas socialistas son las más eficientes en producción, y no se dan cuenta de que el tremendo fracaso de este tipo de empresas refleja, no que el socialismo no sirve, sino que las condiciones macroeconómicas las han arrasado, de la misma manera que han perjudicado a las empresas capitalistas. Lo que proponemos son esas medidas de consenso macroeconómico citadas arriba, para permitir que las empresas que estamos impulsando, las socialistas, demuestren en el terreno de juego, en la guerra que no se puede ocultar, ni obviar, que son mejores. Si no creemos en el socialismo sí que estamos mal en esta guerra, pues ni siquiera vamos a ir al combate, y vamos a perder por ausencia, por “forfeit”, como cuando uno de los equipos de béisbol no se presenta al estadio por culpa del manager, y este, para justificar su derrota ante los jugadores y ante sus fanáticos, dice que el equipo contrario “era muy malintencionado”.

En segundo lugar, en lo político, el crecimiento del estado central tampoco es socialismo, sobre todo en nuestro país, donde ese aparato se engendró como un monstruo y de desarrolló como un dragón con siete cabezas para usufructuar de manera corrupta la renta petrolera. Por mucho esfuerzo que se haga desde arriba, la corrupción y la ineficiencia no van a cesar, y si hacemos crecer ese estado, lo que va a ocurrir es que esos males congénitos más bien van a aumentar. Es lo que estamos viendo con las misiones, por ejemplo los Mercales y Pdvales. La derecha ha criticado los crecientes niveles de corrupción e ineficiencia en esta materia también, además de la debacle productiva. También han tenido razón, pues a nadie se le puede ocultar esto, y mucho menos al pueblo, que está ya al borde del enojo y el desencanto. Pero en lo que tampoco está acertada la derecha en este caso es en que eso es socialismo. Socialismo es poder popular, democracia directa, participativa, no democracia representativa.

Lo que usted describe como algo bueno, lo de la inversión social, lo de las misiones, lo es ciertamente: pero eso no es socialismo, sino simplemente que el Comandante Chávez básicamente les quitó la renta petrolera a los ricos, y se la dio a los pobres, que en sí mismo es una gesta digna de un guerrero único enfrentando solo con una espada y un escudo a un dragón mortífero como el descrito. Pero realmente eso, un estado benefactor, sin que se cambien las relaciones de clase, en lo productivo, y en la gestión pública, no es socialismo, y no por casualidad el Comandante, en sus últimos días, habló de que lo que faltaba por hacer, con suma urgencia, y con regaños públicos a Nicolás, era el Golpe de Timón, so pena de que la revolución simplemente se nos desmorone ahora, después de tanto esfuerzo del guerrero, aupado, aunque un poco desde lejos, por su pueblo oprimido por el monstruo. Se daba cuenta de que solo su espada no podía matar definitivamente a la malévola criatura.

Las comunas, como lo pensó en sus últimos días con mucha fuerza ese guerrero visionario, sí que son eficientes para controlar la corrupción, y mejorar la eficiencia en la gestión de la administración de asuntos públicos. De nuevo, hay “revolucionarios” que dudan de esto, y que defienden en la práctica el crecimiento del tamaño del estado central, y las nacionalizaciones como las descritas, como socialismo, y que atacan a las comunas “porque son corruptas”, porque “obedecen a la misma cultura, que es la que hay que cambiar”, que “lo que hacen falta son cursos de formación ideológica antes de darles el poder”, sin darse cuenta de que quienes necesitan cursos ideológicos son ellos. Pero esos “revolucionarios” no pueden defender al dragón del estado central corrupto-corruptor frente a la derecha, sencillamente porque no es defendible: esto es un desastre.

Así que lo que proponemos en el documento no es desconocer que hay una guerra. Antes bien, lo que defendemos es que la mejor respuesta, antes y ahora, a esa guerra, es el socialismo, no el capitalismo de estado. No se puede usar, pues, la guerra como pretexto para no avanzar hacia el socialismo. Y no se puede usar la defensa del “socialismo” descrito como justificación de nuestras políticas económicas ante una guerra sin cuartel del imperialismo y la burguesía entreguista y parasitaria. Si se hace, se está defendiendo al enemigo, desde una trinchera aparentemente propia. Eso sí que es quinta columna ideológica. No por intención, claro, sino por ignorancia. Lo peor no es que haya defensores a lo que hace el equipo económico. Lo terrible es que el gobierno lo crea, y haya decidido dar continuidad a la política económica que se deriva de esa doctrina. Y como consecuencia de esa quinta columna ideológica y de política económica ya estamos en un precipicio, al borde del abismo, que el gobierno se niega a reconocer, al parecer, sobre todo “porque lo dicen los economistas de la MUD”, o “los quinta columna que coinciden con ellos”. Y no estamos para eso en los tiempos que corren, camarada Lazo, y todo el pueblo que nos lee.

En resumen: tiene toda la razón en que coincidimos con la derecha en que las empresas nacionalizadas, como se ha hecho, son un fracaso, como lo han sido en la gran mayoría de los países “socialistas” históricos, que por eso fracasaron. También tiene razón en que coincidimos con la derecha en que el estado central es corrupto, aún si se trata de objetivos nobles como el de las misiones, como lo ha sido el estado en los países “socialistas” fracasados. Y también tiene razón en que el equipo económico, por su práctica, está contra la derecha en estas dos cosas. Pero fíjese bien: no por estar en contra de la derecha están a favor del socialismo. Al contrario, no solo no están a favor, sino que lo desprestigian, pues en eso la derecha tiene absolutamente toda la razón. Pero la respuesta contra la derecha no es seguir defendiendo eso. Eso es ser en la práctica quinta columna contra el pueblo. Llegó, pues, la hora de las definiciones, de ver la cruda realidad, y de las clarificaciones, de la verdad. No de las descalificaciones solo porque se critica lo que se ha hecho, y se proponen cambios que usen un diagnóstico correcto en lo político, en lo productivo, y en lo macroeconómico. El diagnóstico sobre la coyuntura económica entre los economistas de la MUD y nosotros puede coincidir en muchos puntos, porque son cifras objetivas e innegables, de fuentes como el BCV y la Cepal, que evidencian el fracaso del capitalismo de estado. Además, coinciden con nosotros en una doctrina común macroeconómica básica que es sensata. Pero la propuesta es diametralmente opuesta, pues la nuestra, ante el capitalismo de estado y la irracionalidad macroeconómica, es la del socialismo y la transición al comunismo, por un lado, y la sensatez macroeconómica, por otro, no la del neoliberalismo (ni en su versión “fuerte”, ni en su versión “suave”, pues hay que reconocer que estos últimos son más sensatos en materia de ciclos macroeconómicos, a diferencia de nuestro equipo económico)

Ciertamente sus afirmaciones se deben a que no explicamos suficientemente nuestra posición, por lo cual queremos enmendar esa falla con la versión citada. Si hay algo que no esté claro todavía, o a lo cual usted se opone por razones teóricas, o por evidencia empírica, por favor háganoslo saber, que trataremos de enmendar si hemos fallado, o diremos nuestra opinión argumentada si estamos en desacuerdo, y esperamos que en algún momento hagamos frente común, pues creemos que el objetivo que nos anima en lo profundo es el mismo. En todo caso, con el epíteto de “quinta columna ideológica”, usted nos ha calificado de algo mucho peor que de traidores. Un quinta columna es alguien que representa al bando contrario en una guerra, y que está infiltrado en las filas propias. Por otro lado, un traidor es alguien que se confesaba soldado del bando propio, y salta la talanquera para apoyar al contrario. Pero si ese soldado traidor, además empieza a trabajar para el enemigo como infiltrado en las filas de su propia familia, entonces es algo mucho peor que un traidor. Si encima de eso la infiltración ideológica, entonces eso agrega un grado adicional muy mortífero al daño, que ya es bastante, pues se usan instrumentos de propaganda engañosa para inducir a los soldados propios (y al comando propio), para que en la práctica hagan lo que le conviene al enemigo. Nos gustaría saber si todavía piensa que somos “bolivarianos quinta columna”, camarada Lazo.

Hemos observado en muchos lugares la calumnia, la difamación, la injuria, el desprecio, la descalificación, la censura, la intolerancia, el bloqueo para trabajar en varias instituciones del estado a partir de la filtración de nuestro documento, de algún miembro del equipo redactor, además de ser usado contra otros compañeros críticos. Nos preguntamos si a eso no lo llama usted quinta columna ideológica. Nos preguntamos si el ofender personalmente a un grupo de compañeros, por muy opuestos que estén a nuestras opiniones sigue el mandato de Chávez de la unidad (la ofensa personal genera contraataques, y una espiral que termina en división, y nosotros no queremos caer en ese hueco negro). Y si, como parte de las tres R, y del Golpe de Timón no se permite la crítica, sino que se impone como “requisito, para ser revolucionario” el estar de acuerdo con el gobierno, aún si se equivoca, y nos está llevando al abismo. ¿No le suena esto a una reacción natural del Capitalismo de estado defendiéndose a sí mismo, y desprestigiando el nombre del socialismo en todos los terrenos, no solo el productivo y el de gestión administrativa, sino el ideológico de supresión forzada de la crítica? ¿Defienden estos al pueblo, y al legado del guerrero que murió en las garras de ese mismo dragón, aliado con los dragones del imperio, dando su vida por ese pueblo que ahora clama por un verdadero cambio? ¿O defienden realmente al dragón, porque se han identificado ya con él, sea por corruptos, o por ignorantes? La historia en estos momentos no admite equivocaciones o indiferencias, como lo decía Bolívar en su gesta independentista, que hoy resucita a la vida. Hay que definirse por un bando, pues la guerra de las ideas, no de las personas, a quienes debemos comprender independientemente de sus errores, es a muerte. Porque es la guerra por la Vida.


Notas:

1 El índice de escasez mide el desabastecimiento como un estimado estadístico. Una escasez de 50% significa que, cuando algún consumidor determinado llega a un sitio a comprar un bien, el 50% de las veces ese bien no aparece como disponible para la venta, independientemente de su precio. Por supuesto que a veces no aparece, del todo, y a veces sí. Pero en promedio esa es la cifra. En abril los índices siguieron subiendo.



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Equipo redactor de ¿Qué hacer?

Economista. Coordinador del Movimiento Libertadores. Ex-ministro de Planificación y Desarrollo.

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