¿Fascismo del siglo XXI en Venezuela?

"Nunca en la historia moderna, tantos hombres tuvieron que pagar tan caro los errores de tan pocos" (Ernest Mandel: en referencia al ascenso del fascismo en Alemania).

La agudización de las contradicciones producidas en Venezuela, en el marco de la dialéctica revolución-contrarrevolución, ha derivado en escenarios y situaciones de alta conflictividad e incluso de violencia política, signada por la configuración de circunstancias y el surgimiento de prácticas afines a las que permitieron el auge y la toma del poder político por parte del fascismo en Alemania, Italia y España (en el periodo entreguerras).

El debate en torno al fascismo, y su análisis desde la realidad concreta, requieren un estudio riguroso. Por razones de tiempo, espacio y sobre todo de urgencia, en la presente reflexión apenas se plantea una delimitación conceptual del fascismo, como noción y como praxis, a partir de su historicidad, y de su relación con los hechos de violencia política que se han suscitado en Venezuela desde 20021, y que se han intensificado desde la desaparición física del Comandante Hugo Chávez2, para determinar si en efecto, estamos en presencia de una arremetida fascista en Venezuela.

La importancia de estudiar el fascismo, parte de la premisa de que éste no es el resultado de la acción de fuerzas del destino, ajenas a la intervención de los sujetos y las clases sociales, por el contrario, es “el producto de las relaciones económicas, políticas e ideológicas entre las clases sociales (…), que pueden ser comprendidas, (…) y dominadas” (Mandel, 1988. p. 15). La historia enseñó que el ascenso del fascismo no es inevitable, que es posible derrotarle si se posee una teoría capaz de reconocer los elementos y las condiciones que le estructuran como fuerza política y de diseñar una praxis que transforme dichas condiciones y derrote los pilares que le cimentan.

Esbozo historiográfico del fascismo

Según Ernest Mandel: “la historia del fascismo es también la historia del análisis teórico del mismo” (1988, p.12). El signo vertiginoso de su auge, generó múltiples y muy diversas interpretaciones. En la presente aproximación, clasificamos dos grandes corrientes: la primera, desde la hegemonía del capital, de gran difusión en la industria cultural, que agrupa en el positivismo las posiciones liberales y conservadoras (entra las que se incluye el postmodernismo); y la segunda, una postura contrahegemónica, en la cual convergen todas las interpretaciones elaboradas desde el marxismo. En ambos casos, existe gran heterogeneidad de postulados, no obstante, también se evidencia coherencia estructural, por lo que resulta factible la clasificación.

Desde la visión hegemónica, se le concibe como una ideología que trasciende el antagonismo capitalismo-socialismo, y como un movimiento que surgió en el marco de profundas crisis políticas y/o sociales. Desde esta perspectiva se asume como un fenómeno arcaico: superado con las derrotas de Hitler y Mussolini, hecho curioso, olvidan que el régimen fascista de Franco en España se mantuvo inalterable hasta su muerte en 1974.

De acuerdo con éste marco interpretativo, el fascismo se caracteriza por exaltar ideales chauvinistas y fundamenta su poder en un aparato militar, corporativo y propagandístico, para hacer hegemónica una racionalidad antidemocrática de hondas raíces sicológicas, que permean la subjetividad de grupos sociales determinados, sobre la base del terror.

Cabe señalar que desde dicha visión –idealista y por tanto ahistórica- tienden a separar arbitrariamente lo económico de lo político, e incluso, subordinan ambas esferas al ámbito de lo ideológico. Además, desconocen el papel de la lucha de clases, por lo cual en apariencia, se trata de convulsiones esencialmente subjetivas, que generan confrontaciones muy violentas, percibidas como aisladas y contrarias de la dinámica histórica del capital y del paradigma de Estado moderno.

Por otra parte, las interpretaciones críticas y marxistas3, reconocen al fascismo como “el producto de relaciones económicas, políticas e ideológicas entre las clases sociales” (Ibíd. p.15), como una expresión de la lógica del capital, en la medida en que surge como un recurso político de los grandes monopolios para imponerse mediante la violencia, como una herramienta de la burguesía mundial para prevalecer y sostener su sistema de dominación en el contexto de la lucha de clases (Trotsky, 2004).

Desde las evidencias empíricas y los análisis más objetivos, el fascismo se reconoce entonces, como una reacción sistemática, dirigida a impedir que se interrumpa o se destruyan las condiciones que permiten la reproducción ampliada del capital. El auge y dominio del fascismo en Europa, siempre estuvieron enmarcados en agudas crisis económicas y siempre irrumpieron ante la inminencia de revoluciones de signo socialista4.

Eso explica la relación histórica entre el auge del fascismo y la crisis económica, pues esta última representa el caldo de cultivo de las contradicciones de clase5, y por tanto, como escenario en el que existen condiciones objetivas para la destrucción del orden social dominante, ante lo cual, la crisis puede significar un atentado contra los pilares de la sociedad capitalista: la propiedad privada, la explotación de fuerza de trabajo y la acumulación de riqueza a través de la plusvalía (Mandel, op. cit.).

El fascismo en Alemania por ejemplo, significó un crecimiento extraordinario de la tasa de ganancia y por ende de la capacidad de acumulación y reproducción de capital, por parte de las grandes corporaciones económicas de ese país, mediante lo cual, además se favorecieron las condiciones para que se fortalecieran muy poderosos monopolios, con base en la expropiación de pequeñas empresas (Barreto y otros, 2013).

Es importante subrayar, que dichas corporaciones conservaron tales condiciones privilegiadas ante la derrota de Hitler, y ante la llegada de la “democracia” en la Alemania occidental (desde entonces articuladas de manera orgánica con los Estados Unidos de América).

Dicho de otra manera, el fascismo cumplió su papel ante la historia en el marco de la lucha de clases (garantizó las condiciones para la reproducción del capital), y el cambio de régimen político dado, en el cual se materializó la caída de los nazis y ascenso de los conservadores pro estadounidenses, no significó de modo alguno, un cambio del orden social y económico instaurado a sangre y fuego por el fascismo alemán.

Los burgueses alemanes, antes aliados estratégicos de Hitler, ahora demócratas y defensores del mundo libre, siempre enemigos de la amenaza comunista, bebieron de las mieles de la acumulación de capital, gracias a la acción sanguinaria de los nazis (Ibíd).

Por tanto, un análisis serio del fascismo, no puede desconocer su relación orgánica con el gran capital –más bien subordinada a éste-, como medio para apropiarse del poder estatal, como instrumento para instaurar un régimen político en beneficio de sus intereses, y mucho menos, se puede desconocer que la lógica del capital combina formas de lucha para imponerse (Luxemburgo, 1967) y para lograr su expansión espacial y temporal permanente, con lo cual garantiza su reproducción (Harvey, 2007).

Fascismo y capitalismo dependiente

La relación directa entre el fascismo y la crisis económica, así como su vinculación orgánica con el capital monopólico trasnacional, se pusieron en evidencia nuevamente en el default financiero de la década de los setenta del siglo XX, escenario en el que se produce el resurgimiento del fascismo como medio para la defensa de los intereses de las clases dominantes, a través de diversas formas6.

Para el presente trabajo es de especial interés el abordaje de la cadena de golpes de Estado producidos en Sur América en las décadas de los setenta y los ochenta del siglo pasado, como escenarios en los cuales se produjo de resurgimiento del fascismo.

En primer término, porque en contradicción con la teoría tradicional del fascismo, se evidencia el desarrollo del mismo sobre formaciones económico-sociales de la periferia capitalista o capitalismos dependientes (como la venezolana). Cabe acotar, que anteriormente se reconocía como un fenómeno inherente a sociedades industrializadas en el marco de un capitalismo tardío.

No obstante en el contexto referido, la combinación de una crisis económica a escala mundial, y el crecimiento vertiginoso del movimiento socialista (primordialmente en Chile y en Argentina), configuraron un escenario convulso, en el cual el capital trasnacional sintió amenazadas sus posibilidades de expansión y de acumulación, sobre todo en Chile, país que durante el gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende –la denominada vía chilena al socialismo-, nacionalizó empresas y actividades económicas del ámbito minero extractivo que resultaban estratégicas para la revolución tecnológica e informacional en proceso: tales como el cobre y el estaño, materias primas clave para las telecomunicaciones y la industria militar.

El nuevo fascismo, localizado en Sur América, y desarrollado sobre la base de las particularidades de sus formaciones económico-sociales, entre las que destaca el signo subordinado de las clases dominantes respecto a las corporaciones trasnacionales hegemónicas en la esfera económica mundial, estructuró una internacional fascista, e instauró regímenes que se cimentaron en la violencia y el terrorismo de Estado para cumplir los dos objetivos fundamentales del fascismo: garantizar las condiciones para la reproducción del capital (en este caso además se sirvió para implementar el modelo neoliberal), y exterminar la amenaza socialista (Dimitrov, 2001), mediante el asesinato y la desaparición física de decenas de miles de seres humanos, y el exilio forzoso de otros tantos.

Para ilustrar lo expuesto, se cita una caracterización de esa época del fascismo en su concreción suramericana:

“En Chile hay fascismo; y un fascismo específico para los países en desarrollo de escasa potencialidad económica, que es un fascismo denominado, fascismo dependiente y que tiene por característica privativa -que lo diferencia de los nacionalismos clásicos -, el ser precisamente antinacional por naturaleza y estar fundado no en la desorbitada pretensión de hacer de la nación, todo - como los fascismos europeos del período entre guerras-, sino justamente en lo contrario, en querer convertir a la nación en nada. Qué no otra cosa significa el modelo social del fascismo chileno, que se propone rehacer al país histórico, sobre la base de la acentuación de la dependencia, de una inserción colonial en el sistema económico mundial, de la superexplotación del trabajo, del silencio del pueblo y de la expropiación a la nación de su derecho soberano a autogobernarse” (Almeyda, 1979. p. 31).

Más allá de las consecuencias políticas, que son y han sido fatales por su carácter criminal, la descripción del accionar del fascismo en Chile, reincide en apuntar estratégicamente a la defensa de los intereses del capital, esa es su esencia y su razón de ser, esa es y ha sido su objetivo fundamental.

En resumen, el fascismo no se extinguió con la derrota de Hitler y Mussolini, por el contrario, el mismo experimentó mutaciones y adaptaciones a determinadas formaciones económico-sociales (capitalismo tardío, capitalismo altamente industrializado, capitalismo dependiente, neocolonialismo), de acuerdo con las necesidades de las corporaciones trasnacionales y de la dinámica de la correlación de fuerzas en la lucha de clases.

Se afirma nuevamente con Almeyda que “Todo fascismo, metropolitano o dependiente, nacionalista o transnacional, es siempre una respuesta contrarrevolucionaria (…). Una respuesta que se caracteriza porque destruye por la violencia (…), bajo el impulso y en provecho de los intereses del gran capital monopolista” (op. cit. p. 32).

A partir del 11 de septiembre de 1973, se despliega el denominado fascismo dependiente-trasnacional, el cual se desenmascara como una forma de lucha del neoliberalismo y la globalización como proyecto hegemónico del capital a escala mundial.

El fascismo en el escenario global actual

Las nefastas implicaciones sociales y económicas producidas por el dominio del neoliberalismo, así como la crisis económica prolongada a escala mundial, por el colapso de la denominada burbuja financiera (reconocida por su intensidad en 2008, pero configurada desde el final de la década de los noventa), han generado las condiciones objetivas para que los pueblos cuestionen el orden social dominante, e incluso, para que se produzca un nuevo avance del movimiento socialista.

La naturaleza virulenta e incontenible de la crisis, ha suscitado: por una parte rebeliones populares que han derrocado gobiernos de derecha, o en su defecto, ha determinado el ascenso de gobiernos de izquierda (en países como Venezuela, Argentina, Ecuador y Bolivia), los cuales han generado una ruptura respecto al modelo neoliberal: articulado programáticamente en el denominado Consenso de Washington, y reconocido como medio para la expansión espacial temporal de los circuitos del capital, y como estrategia para garantizar la acumulación por desposesión a favor de la metrópoli (Harvey, 2007).

Por otra parte, ha generado la necesidad de una “solución espacial y temporal” (Ibíd.), que permita la expansión de los circuitos del capital, y la reproducción ampliada, así como la tasa de ganancia, lo cual ha derivado en conflictos de baja intensidad, invasiones y guerras en medio oriente, África y el denominado mundo Árabe7, así como la presión económica del saqueo hacia países de capitalismo tardío, como Grecia, España, Italia, entre otros, y la intervención directa mediante las denominadas revoluciones de colores para derrocar regímenes de países aliados de la Federación Rusa.

En todos los escenarios referidos se evidencia el resurgimiento del fascismo, un movimiento complejo y aparentemente diverso, pero uniforme en sus objetivos estratégicos (utilizar el Estado como aparato de opresión de clase) y en sus métodos (la violencia política y el terrorismo como forma de lucha combinada con el boicot económico y la presión del capital financiero), y lo más importante, tal cual como sus antecesores, articulado y subordinado orgánicamente al capital monopólico trasnacional. El fascismo es entonces en la actualidad, y más que nunca, un movimiento mundial.

¿Fascismo en Venezuela?

A partir de una teorización del fascismo elaborada por Trotsky, que caracteriza al mismo a través de seis elementos esenciales, es factible llevar a cabo –desde un análisis historicista que permita reconocer los cambios que ha experimentado la sociedad en casi un siglo- un análisis comparativo de las experiencias del fascismo originario estudiadas por Trotsky, respecto a las manifestaciones concretas que se han hecho explícitas en Venezuela durante las últimas décadas. A continuación se exponen brevemente dichos elementos y su relación con la coyuntura de la formación económico-social venezolana.

En primer lugar, el fascismo emerge ante situaciones de crisis de reproducción de capital. Por tanto los agentes del capital monopólico trasnacional imponen la modificación de la dinámica social mediante el uso de la violencia política. Tal situación se hace explícita en Venezuela al observar que la revolución bolivariana se convirtió en un dique para los circuitos del capital, para el proceso de acumulación y para la reproducción del capital, y simultáneamente, en una amenaza política para el orden social dominante: motivos suficientes como se ha visto, para que se produzca un concierto del capitalismo mundial que estimule un movimiento fascista contra Venezuela.

Existen evidencias de que la arremetida violenta se sostiene en un movimiento fascista trasnacional, que se ha venido estructurando al menos durante los últimos quince años, y ha venido de un proceso de acumulación de fuerzas que le permite asumir la vanguardia de la contrarrevolución en un momento de crisis económica (desplazando así a sectores liberales/social demócratas y conservadores).

No hay que olvidar que dicha crisis interna, reproduce la crisis estructural a escala mundial reseñada anteriormente. Y que la crisis mundial, exige el dominio pleno sobre nuevos mercados, el control de las materias primas estratégicas (por eso las guerras, invasiones y conflictos en todas las regiones del planeta que poseen recursos naturales de importancia: tales como el petróleo, el gas, el agua, los minerales como el coltán, entre otros). Para tal efecto se precisa de la hegemonía absoluta del neoliberalismo como arma del capital trasnacional.

La revolución bolivariana, con todos sus aciertos y desaciertos, se configuró en el siglo XX, como uno de los agentes de resistencia contra el capital monopólico de mayor relevancia. No solo porque fue capaz de impulsar un movimiento contrahegemónico (desde el punto de vista político, y desde el punto de vista económico: cosa muy grave para el capitalismo) en América del Sur y el Caribe, que desafío las estructuras del orden social dominante (FMI, BM, OMC), sino además, porque tuvo la audacia de convertirse en un factor geoeconómico y geopolítico tan incisivo que detuvo el ALCA y logró tener incidencia en la dinámica del mercado petrolero, e incluso, se atrevió a proponer el diseño de una nueva arquitectura financiera, mediante un “Banco del Sur” (independiente de la triada Wall Street, Frankfurt, Tokyo), y autónoma en sus mecanismos de intercambio, para lo cual postuló la necesidad de prescindir del dólar como patrón, y crear una moneda alternativa: el SUCRE, lo que en conjunto, significaría un golpe de enormes proporciones al capital trasnacional que domina económica y políticamente al mundo.

En segundo lugar, el fascismo es una herramienta del capital trasnacional para restablecer el equilibrio en las relaciones de fuerza en los ámbitos económico, social y político, es decir, para garantizar las condiciones que permitan la conservación de la hegemonía de la burguesía como clase dominante.

En ese sentido, la revolución bolivariana impulsada por el Comandante Hugo Chávez, se atrevió a postular la necesidad de construir una revolución socialista en Venezuela, despertando así al supuestamente derrotado proyecto de emancipación de Marx, Lenin, Guevara, y un largo etc., y además contribuyó en el impulso de una nueva avanzada del movimiento socialista en el continente.

Después de visualizar esos breves aspectos que caracterizan el escenario político global y nacional, y al relacionar al mismo con la ebullición de la crisis interna, agudizada mediante la presión de agentes económicos del capital financiero como Dólar Today (localizado en Miami y Cúcuta), la primera se reconoce como bastión del anticomunismo y la última enclave económico y político del ex presidente de Colombia Álvaro Uribe, y también después de relacionarlos con la arremetida violenta que se encuentra en pleno desarrollo8, la cual se produce justamente a dos meses de un triunfo electoral del chavismo, y en el marco de la aprobación de una Ley9 que enfrenta los estragos de la denominada guerra económica impulsada y sostenida desde el imperialismo, y que sanciona entre otras cosas, la usura, la especulación ¡LA ACUMULACIÓN DELICTIVA DE CAPITAL10!; resulta entonces factible reconocer que existen en Venezuela las condiciones objetivas y subjetivas para el surgimiento de un movimiento fascista poderoso económica y políticamente, pues es financiado y potenciado desde el propio capital trasnacional, con la participación activa de la burguesía criolla, y con el apoyo de sus agentes ideológicos: medios de comunicación, gremios, etc.

En tercer lugar, el fascismo asume la lucha de clases con base en la estructuración de un movimiento con elevada influencia en las masas, con una dirección elitista, pero con una base social significativa en las capas medias de la sociedad –pequeña burguesía, gremios profesionales, etc.-, y en sectores lumpenizados de la sociedad, con la finalidad de avanzar en una guerra de hostigamiento dirigida a desmoralizar al movimiento revolucionario.

Tal característica se hizo evidente a través de la capacidad de organización y movilización demostrada por una proporción importante de la población de los ámbitos urbanos de Venezuela durante la denominada guarimba entre febrero y marzo de 2014, (primordialmente en áreas residenciales ocupadas por sectores de la pequeña burguesía y de profesionales con ambiciones de ascenso social, y por ende, identificados con la burguesía).

La guarimba además de atentar contra la estabilidad del gobierno, se planteó un objetivo estratégico que ha pasado desapercibido: la fragmentación social (inherente al modelo neoliberal de la derecha), como medio para lograr la ruptura del tejido social, de las redes de socialización y los espacios de participación construidos por la revolución bolivariana durante los últimos diez años. De igual manera, la acción violenta de la derecha se orientaba a socavar la base social del movimiento revolucionario, con lo cual, ha intentado limitar las posibilidades de respuesta del pueblo trabajador ante las agresiones del capital11.

A pesar de que la violencia política se produjo primordialmente en áreas residenciales de las capas medias, al menos en San Cristóbal (estado Táchira), se presentaron diversas tentativas de guarimba en barrios populares, que contaron con la participación de grupos asociados al delito, lo cual evidencia la presencia de una relación orgánica entre el movimiento fascista y bandas criminales12.

En cuarto lugar, se destaca el carácter de clase del fascismo, pues aunque dicho movimiento está integrado primordialmente por la pequeña burguesía, la cual se siente indefensa y vulnerable13 ante la crisis económica (afectada mediante quiebra de pequeños empresarios, desempleo de sectores técnicos y profesionales), el mismo es financiado y dirigido de manera sistemática por el capital monopólico.

En el caso venezolano es explícito el carácter plutocrático del bloque fascista que se configuró en torno a la denominada “SALIDA14”, aunque las acciones militares y de guerra irregular urbana fueron llevadas a cabo por un bloque heterogéneo en el que confluyeron mercenarios, estudiantes, comerciantes, profesionales, ex policías y ex militares, desempleados, delincuentes, entre otros, la dirección (centralizada y compartimentada del movimiento) siempre estuvo en manos de personajes de la burguesía nacional (Leopoldo López y María Corina Machado), por tanto, no es extraño que hayan sido apoyados desde el punto de vista financiero, político, comunicacional, e incluso militar, por sectores subordinados al capital monopólico nacional y trasnacional.

En quinto lugar, el fascismo aprovecha momentos de reflujo o de contradicciones internas del movimiento revolucionario, pues requiere una correlación de fuerzas relativamente favorable, que haga sostenible su política de todo o nada. Por tal motivo, el capital monopólico trasnacional financia y apoya decididamente este tipo de movimientos en condiciones excepcionales, en las cuales sea muy factible el triunfo de la contrarrevolución, por los riesgos que implica dicha política.

Precisamente el movimiento fascista venezolano, trabajó de manera sistemática, por una parte en la implementación de operaciones psicológicas que le dieran sustrato subjetivo a su proyecto, y por otra parte en la acumulación de fuerzas para construir un bloque social de masas a la expectativa del momento idóneo para derrotar a la revolución bolivariana.

La complejidad del escenario y de la correlación de fuerzas ante la crisis intersubjetiva producida por la desaparición física del Comandante Hugo Chávez, así como la crisis económica y política que se desató en 2013, fueron advertidas como una oportunidad para el asalto del poder político por parte del bloque fascista. Tal situación explica la ofensiva diplomática15 y comunicacional16 sin precedentes que se adelantó desde los agentes del capital monopólico trasnacional.

En sexto lugar se encuentra la aceleración de la concentración del capital, que pone en evidencia el signo clasista y oligárquico del fascismo (en contradicción con los intereses de su base social). El fascismo en la práctica, no lucha por los intereses de la pequeña burguesía, por el contrario, defiende los intereses del capital monopólico trasnacional.

En el caso venezolano aún no se manejan datos en torno a esta variable, pero las concesiones dadas por el gobierno nacional17 hacia monopolios de las industrias petrolera, automotriz, entre otras, así como algunas medidas de contrarreforma agraria –restitución de latifundios- y laboral –flexibilización y precarización, a partir de la vulneración de derechos consagrados en la LOTTT18-, permiten evidenciar que se están generando las condiciones para beneficiar a algunas corporaciones en particular de tal manera que aumente la tasa de ganancia y por ende se produzca una mayor concentración de capital por parte de dichas corporaciones.

A manera de cierre

Una observación objetiva de las tensiones sociales y los hechos de violencia política que desarrollan en Venezuela en la actualidad, permite establecer relaciones y paralelismos entre las acciones de la derecha venezolana y las prácticas fascistas brevemente conceptualizadas.

Además, si se identifican los dos objetivos estratégicos de la insurrección que se promueven desde la derecha:

  1. Derrocar al gobierno para instaurar un régimen que garantice por la fuerza: la privatización de los recursos naturales estratégicos (lo que implicas el paso de PDVSA a manos del capital trasnacional); la implementación de un ajuste estructural de signo neoliberal, que destruya las conquistas económicas de los trabajadores y que afecte el régimen de salarios, de prestaciones sociales, etc., que permita la liberación de los precios y la desregularización de la economía y que promueva el desmantelamiento y la privatización de los servicios básicos y los servicios públicos como mecanismo de acumulación por desposesión; y que adelante la apertura de un mercado, para bienes de consumo primordialmente, a través de un TLC o cualquier variante de los mismos.

¿Acaso cabe alguna duda que la agenda de la derecha política venezolana favorece los intereses del capital trasnacional19? ¿Qué clase social se favorecería con ésta agenda? ¿No es evidente que Venezuela, sus recursos, su mercado resulten más atractivos en un momento de crisis de acumulación como el que se vive actualmente? ¿No sería Venezuela una solución espacial-temporal que permita la reproducción ampliada de capital y la acumulación por desposesión como medios para mantener el orden social dominante en el mundo? ¿No sería Venezuela un objeto de saqueo para no tener que cambiar la estructura social, ni los patrones de producción y consumo: tal cual como hicieron con todos los países de la ex Unión Soviética, así como Alemania oriental, Europa del Este, Yugoslavia, Medio Oriente, Libia, entre otros?

 

  1. Destruir físicamente al movimiento bolivariano y chavista por su signo contra hegemónico, internacionalista, anticapitalista y antiimperialista. Mediante lo cual se supone la extinción de las posibilidades de una transformación del orden social dominante en Venezuela y en el continente.

¿Acaso esta premisa no coincide con otras experiencias de aniquilación como de la los “Espartacos” en Alemania, las “Brigadas Rojas” en Italia, “Los Republicanos en España”, la “Unidad Popular” en Chile, el Peronismo de izquierda en Argentina, entre otras? ¿No resulta atractivo para el capital trasnacional volver a dominar a sus anchas el territorio, es decir, los recursos, la fuerza de trabajo y el mercado, de los países de América latina? ¿Quién defiende desde el ámbito internacional, diplomática y mediáticamente la arremetida violenta?

La lectura objetiva de los objetivos estratégicos de la asonada de violencia política presente en Venezuela (enumerados anteriormente), así como la respuesta evidente de las preguntas formuladas, brinda herramientas suficientes para afirmar que en Venezuela se ha configurado y se encuentra en plena ebullición, un movimiento fascista, el FASCISMO DEL SIGLO XXI, como antagonista de clase, del SOCIALISMO DEL SIGLO XXI.

Se trata de una fuerza trasnacional, poderosa económica y comunicacionalmente, subordinada a los intereses del gran capital, y con el suficiente odio de clase como para aplastar y desaparecer físicamente, tal cual como sus antecesores, a todo aquel que se oponga a sus objetivos.

Ante la complejidad de tal escenario, se formulan algunas propuestas sobre la base del análisis efectuado:

  1. Diseñar y desplegar una campaña: denunciar y poner en evidencia con pruebas el signo fascista de la violencia política, las relaciones orgánicas con los agentes del capital monopólico trasnacional que le promueven y le sostienen, y sobre todo, alertar (más bien sensibilizar) sobre sus consecuencias.

  2. Hay que defender la paz con justicia social como premisa, hay que evitar caer en provocaciones o cometer errores políticos que agiten aún más e innecesariamente los ánimos de la población en conflicto (recordar que no todos los que protestan son fascistas). Para tal efecto hay que reconocer y atender demandas legítimas de algunos sectores trabajadores que no apoyan el gobierno nacional.

  3. El gobierno debe demostrar, qué intereses defiende, debe reivindicar en el discurso y EN LOS HECHOS, la clase social a la cual se debe, solo los trabajadores y el pueblo en lucha, conscientes, motivados y organizados pueden derrotar al fascismo.

  4. Reconocer y actuar con inteligencia ante los flujos y reflujos en la correlación de fuerzas (a veces favorables, a veces perjudiciales), y ante la estrategia de TODO O NADA del fascismo.

  5. Generar espacios masivos de educación y comunicación para que la ciudadanía conozca los peligros del fascismo.

  6. Estimular el diálogo con sectores de oposición (políticos y económicos) que no están en concierto con la arremetida fascista.

  7. Convocar la solidaridad internacional para constituir un frente internacionalista contra el fascismo.

  8. No creer que se puede conciliar con el fascismo. No creer que con renunciar a la posibilidad de la revolución se van a detener, no olvidar que el problema de fondo radica en la apropiación de Venezuela por parte del capital trasnacional. Recordando lo planteado por Otto Bauer al analizar el ascenso del fascismo en Alemania:

“(…) los capitalistas no confiaron el poder del Estado a los grupos fascistas para protegerse de una revolución proletaria amenazante, sino para reducir los salarios, destruir las conquistas de la clase obrera y eliminar (…) las posiciones de fuerza de la clase obrera, no para suprimir un socialismo revolucionario, sino para barrer las conquistas del socialismo reformista” (Bauer, citado por Mandel, op. cit. p. 21)

El presente trabajo no pretende dar todas las respuestas, ni se supone como una reflexión acabada, mucho menos aspira a dictar líneas, pues todo ese trabajo debe ser el resultado de un esfuerzo colectivo, no solamente de los revolucionarios y las revolucionarias, sino de todos y todas los que creemos en la democracia, pues es necesario y urgente detener el avance del fascismo.

Referencias

  • Almeyda Clodomiro (1979) El fascismo en Chile. Nueva Sociedad, Nª 40. Enero-Febrero PP-19-34.

  • Barreto Juan y otros (2013) Fascismo: el rostro oculto de la oposición venezolana. Equipo Multitud y Comuna, Caracas.

  • Dimitrov, Jorge (2001) La ofensiva del fascismo y las tareas de la Internacional en la lucha por la unidad de la clase obrera contra el fascismo. Disponible en: https://www.marxists.org/espanol/dimitrov/1935.htm

  • Harvey David (2007) El nuevo imperialismo- Ediciones AKAL, Madrid.

  • Luxemburgo, Rosa (1985) La acumulación del capital. Orbis-Grijalbo, Barcelona.

  • Mandel Ernest (1988) El Fascismo. Ediciones AKAL, Madrid.

  • Migus Romain (2012) El programa de la MUD. Barrio Alerta, Caracas. Trotsky León (2004) La lucha contra el fascismo. Fundación Federico Engels, Madrid.

* Profesor e Investigador. Integrante del Colectivo Pedro Correa y del Movimiento de movimientos UNÍOS.

El presente documento se elaboró sobre la base del análisis colectivo de la coyuntura en el marco de la violencia política de signo fascista desatada en Venezuela entre febrero y marzo de 2014.

 

1 Con el golpe de Estado del 11 y 12 de abril de ese año y la persecución política hacia dirigentes altos, medios e incluso militantes de base de la revolución bolivariana.

2 Los hechos de violencia política implementada hacia militantes de la revolución bolivariana en abril de 2013, traducidos en asedio, intimidación, agresión física e incluso el asesinato de al menos una decena de personas constituyeron una demostración del carácter sistemático de la violencia política como forma de lucha por parte de la derecha. La denominada guarimba que se está produciendo mientras se escriben éstas líneas, representa un continuo de dicha forma de lucha de la derecha venezolana.

3 Se destacan primordialmente las de León Trotsky, Otto Bauer y Ernest Mandel.

4 A través del terror y del anticomunismo, el fascismo construye una base social en sectores desclasados, especialmente de la pequeña burguesía, víctima de la crisis económica y temerosa a la revolución, emprende el camino del fascismo con la esperanza de volver a la dinámica de crecimiento capitalista, pues no comprende el carácter cíclico y cada vez más frecuente de la misma, y del lumpen proletariado, un sector enajenado y envilecido que desprecia su propia clase social.

5 Caracterizada por la presencia de flujos y reflujos permanentes que hacen vulnerable al poder político y económico. Entonces no se trata de un fenómeno que surge exclusivamente ante una crisis política o ideológica, sino que siempre está condicionada por una crisis económica, y fundamentalmente por la lucha de clases, En función de lo expuesto el fascismo se reconoce como un arma del capital monopólico trasnacional (Trotsky, 2004), para garantizar las condiciones de reproducción ampliada del capital y de manera simultánea, destruir el movimiento socialista.

6 Que se hicieron visibles a través de la represión y la persecución política en países industrializados y en colonias de los mismos (siempre para garantizar el saqueo económico), así como de la proliferación de Golpes de Estado en países de la periferia.

7 No hay que olvidar el concierto del capital trasnacional para que se desplegara en Libia un movimiento fascista que después de derrocar el gobierno, entregó ese país a las corporaciones más poderosas del mundo.

8 Adelantada por estudiantes formados y financiados desde el extranjero, muy al estilo de OTPOR en Yugoslavia (en este caso nos referimos concretamente a las manifestaciones violentas, excluyendo así las marchas, caminatas y concentraciones pacíficas y legítimas).

10 Categoría formulada por Brito (1984) para caracterizar los mecanismos de apropiación del ingreso petrolero por parte de la oligarquía nacional.

11 Cabe señalar que cada movilización del pueblo trabajador fue criminalizado como fascista y totalitario por parte del aparato cultural y comunicacional que está al servicio de la derecha.

12 Un antecedente nefasto de éste tipo de relación se hizo evidente en Colombia, con la asociación entre carteles del narcotráfico, paramilitarismo y bandas criminales con el Terrorismo de Estado de signo fascista desplegado en Colombia con mayor énfasis durante el gobierno de Álvaro Uribe.

13 Gran parte de este sector sucumbe ante el miedo y la incertidumbre, factores que influyen en la formación de un profundo odio de clase y de resentimiento ante las clases trabajadoras, a las cuales percibe como enemigas de sus intereses.

14 Acción estratégica propia del “Todo o Nada” que caracteriza al fascismo, la cual es dirigida abiertamente por agentes de la oligarquía nacional con una reconocida relación con el capital monopólico trasnacional.

15 Desde el Departamento de Estado de los EEUU.

16 Desde las corporaciones mediáticas y desde la industria cultural, a través de la cooptación novedosa de “artistas” y figuras relevantes del espectáculo.

17 Condicionadas por la desestabilización y la ingobernabilidad propiciada por la violencia implementada por el movimiento fascista.

18 Ley Orgánica del Trabajo, los Trabajadores y las Trabajadoras.

19 Leer Romain Migus (2012) “El Programa de la MUD”. Ediciones Barrio Alerta, Caracas.

 



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Jorge Forero

Integrante del Colectivo Pedro Correa / Profesor e Investigador

 boltxevike89@hotmail.com      @jorgeforero89

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