Política un hecho moral.


No se puede hablar de socialismo, si esa palabra no emerge de la decencia. Podemos hacer un largo recorrido por las acepciones del vocablo política, pero cuando se trata de humanismo militante, de revolución socialista, los alargamientos semánticos y sus convólvulos semióticos, no tienen cabida. Abordar el análisis y la solución de la problemática que hace presencia en nuestra sociedad en un marco ético; dado el hecho imperioso de la justicia, la libertad y la convivencia armónica; es parte del camino.

Los discípulos de Maquiavelo; el padre del cinismo y la manipulación hecha credo; ven en la política una actividad divorciada de la ética y ostentan sin vergüenza alguna aquello de “El fin justifica los medios”, en un ejercicio de impudencia hacen acopio de ironías Maquiavelianas como: «desde hace un tiempo a esta parte, yo no digo nunca lo que creo, ni creo nunca lo que digo, y si se me escapa alguna verdad de vez en cuando, la escondo entre tantas mentiras, que es difícil reconocerla» .

La lucha revolucionaria debe sustentarse en la moral revolucionaria, ruta inversa a las prácticas de la sociedad burguesa, en la lucha revolucionaria todo no está permitido, ni todos los medios son aceptados, nada justifica la mentira, la deslealtad, el abuso de poder o de la fuerza y menos la peor de las acciones como es la traición, sobretodo aquella que serpentea entre la retórica y el histrionismo de lo acomodaticio a la sombra de los supuestos.

“Los buenos fines solo pueden ser logrados usando los medios adecuados, por la sencilla razón de que los medios empleados determinan la naturaleza de los fines obtenidos” (Aldous Huxley).

La labor impostergable camino de la construcción del socialismo, es solidificar el molde educativo y moral, donde se forje el nuevo ciudadano, permitiendo hombres que hagan honor a la frase del libertador Simón Bolívar: “La gloria está en ser grande y en ser útil”.




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