Estuvimos esta semana en la Casa Bosset de la ciudad de Mérida con un estupendo grupo de jóvenes camaradas que se forman para enfrentar los desafíos de ser vanguardia eficiente en la construcción del Socialismo. Debo decir que la materia prima, el barro primario está presto para el reto pero creo que hay mucho por hacer en la comprensión profunda del Socialismo. Algunos aún tienen la idea del socialismo que le ha brindado el aparato comunicador capitalista. Las mismas aprehensiones y los mismos prejuicios que la superestructura capitalista ha sembrado con dedicación y esmero por siglos. La jornada la cumplimos dándonos a la tarea junto a ellos de deconstruir tanta basura oportunista que asociamos a la esencia vital del Socialismo. De eso trata este tema de hoy. Veamos:
En general el hombre es impulsado por pasiones. En el corazón del hombre anida la posibilidad del hombre social y solidario en tanto que es acosado por los móviles humanos más básicos y primarios tales como: el egoísmo, la codicia, la defensa de lo propio y todos aquellos instintos que se nos han estimulado hasta convertirlos en algo familiar. En cada hombre hay, en potencia, un ángel y un demonio. El capitalismo ha sabido penetrar ese móvil instintivo y oscuro de cada individuo de modo que ningún otro sistema lo ha hecho tan bien. El capitalismo ha sabido amputar –como ningún otro sistema previo- la conciencia social del individuo. Ningún otro sistema apela y exacerba tan y tan bien el instinto egoísta del ser humano como lo hace el capitalismo. Frente a este sistema, definitivamente constructor de los rasgos más deseables de la naturaleza humana siempre ha existido la propuesta del hombre solidario, del hombre superior, del hombre nuevo. Es este el vaso comunicante que encontramos como esperanza a lo largo de la historia desde mucho antes de Cristo, pasando por Bolívar, Marx, el Che, Chávez y tantas y tantos otros.
Ese es el combate que hoy se libra en la Venezuela revolucionaria y bolivariana con una marcada ventaja para los factores que impulsan los valores del capitalismo, tanto en el statu quo como en la clase emergente burócrata y reformista con sus malos ejemplos. Veamos:
Siempre serán más reales y acuciosas las demandas materiales del tener que aquellas de orden superior basadas en el ser. Siempre será más apremiante la costumbre moral que la razón ética. Siempre tenderemos a aceptar lo que se estila y acostumbra por repugnante que aquello que debería ser. Para las primeras sólo se requiere relajar el espíritu y dejar pasar, para las otras, para las espirituales es necesario el estado de tensión constante, esta exige la lucha contra los instintos básicos, la reflexión amorosa para empinarse sobre las miserias y alcanzar a esa mujer y hombre nuevos con recia conciencia del deber social. El hombre viejo está ya construido, sustentado por sus propias necesidades, el hombre nuevo hay que construirlo, formarlo, sostenerlo y mantenerlo en tensión. El hombre nuevo es el hombre viejo pero convertido, cambiado y elevado por sí mismo desde lo más profundo e interior con la ayuda eficiente del grupo, sólo que así como el cuerpo desarrolla defensas contra las enfermedades la mente humana desarrolla defensas contra los cambios. Esa resistencia es hoy un enemigo formidable para los cuadros jóvenes revolucionarios
El capitalismo ha mostrado una astucia superior a la de las fuerzas revolucionarias, por ejemplo, en el instinto para apiñarse cuando la dispersión es el signo preponderante en las fuerzas revolucionarias. El socialismo nace como una respuesta a la barbarie del capitalismo, una respuesta a la desigualdad, a la explotación del hombre por el hombre, a la alienación de la persona por el trabajo o el excedente de mano de obra con sus ejércitos de desempleados. Para revertir estos efectos el socialismo propone un individuo social que es la piedra fundamental de la producción, la riqueza, la igualdad y la justicia. El experimento en la URSS naufragó en el intento de motivar a la mayoría para trabajar por objetivos sociales y valores superiores debido especialmente a la corrupción de la nomenklatura. Cuando se logró el desarrollo material necesario la presencia del hombre viejo y egoísta impuso sus reglas. El experimento socialista en la URSS fracasó porque, en la práctica, no pudo crear ese hombre nuevo.
No habrá socialismo sin el hombre nuevo que lo encarne y no habrá hombre nuevo sin cultura socialista. He ahí el dilema. Ese es el gran dilema que hemos de resolver en la alborada del siglo XXI los revolucionarios venezolanos en particular y los del mundo entero en general.
¿Podremos alcanzar el socialismo sobre la preservación de ciertos valores del capitalismo?, ¿Lo que los europeos llaman la tercera variante o estado del bienestar social no conserva el veneno de la supervivencia del más apto?, ¿no ha quedado suficientemente demostrado en la actual crisis del Capitalismo?
El problema, sin querer asumir que una u otra vía es la acertada con pretensiones dogmáticas nos devuelve de nuevo al principio. El capitalismo necesita de una ideología donde la codicia y el individualismo sean una virtud. Bajo la ideología capitalista el consumo es esencial para la felicidad del individuo. Es más “feliz” el que más y mejor consume. ¿Podrá construirse un socialismo con vocación de permanencia bajo estos mismos principios por más que estén generalizados?, ¿Qué formas de propiedad deben acompañar el recorrido de este hombre social de forma que no lo enferme de egoísmo?
Una sociedad progresa cuando creencias y tecnologías son congruentes. En este tiempo de producción basada en el conocimiento las creencias capitalistas son incongruentes y por eso está en crisis final. Para construir el socialismo necesitamos de una visión congruente y mejor. La utopía de un mundo mejor mantiene a los pueblos en movimiento pero esa utopía debe ir adquiriendo forma a través de las condiciones materiales y espirituales de vida. En el caso de la construcción del socialismo del Siglo XXI la utopía requiere de los pueblos que caminen hacia ella, ¿Sobre que bases lo haremos?, ¿Qué hombrey que mujer lo harán? ¿Una especie de hombre y mujer viejos parcheado y reformado con elementos del hombre social?, ¿Será eso suficiente para garantizar el no retorno al hombre viejo? Son interrogantes que debemos responder. Ese debe ser el debate, sin egoísmos ideológicos, sin caer en la tentación de alejar propuestas o arrimar la sardina cada quien para su brasa. Con generosidad y entusiasmo. Explorarlo todo, sin prejuicios, sin imposiciones, abiertos, tolerantes, comprensivos y, sobre todo, con espíritu, al menos, de hombre nuevo.
PATRIA Y SOCIALISMO… O MUERTE
¡¡¡VENCEREMOS!!!