La apertura jurídica y el fundamentalismo religioso

Si algo ha caracterizado al hostigamiento penal y policiaco hacia las minorías sexuales ha sido amedrentarlas con el abanico de las vaguedades jurídicas y religiosas. Si bien la legislación penal venezolana basada en el Código Napoleónico, no prohíbe ni penaliza la homosexualidad, ni la transexualidad (tal vez, como señala Carlos Monsiváis, para evitar que al mencionarlas “se propague la existencia del vicio”), a la prohibición expresa la suplantan, con eficacia intimidatoria, los reglamentos que sancionan las “faltas a la moral y a las buenas costumbres”, y que en su amplísima vaguedad y capricho interpretativo autorizan todo tipo de abusos policíacos, desde extorsión, chantaje y vejación, a quienes se descubre en negociación carnal con individuos de su propio sexo en sitios públicos.

“Que lo sepa Dios, pero que no se enteren ni mi patrón ni mi madrecita santa”. La estrategia de la marginación social, conjunto a amenazas abiertas o veladas, promueve y vulnera a varias generaciones de personas sexo_diversas y género diversas, que desde el clóset esperan una suerte mejor en mejores tiempos, pero a la postre no resiste el desgaste de la moral tradicional ni la reivindicación creciente de los derechos sexuales, ni mucho menos los cambios legislativos que en el nuevo milenio reconocen —a cuenta gotas— formas de igualdad jurídica para las “mal llamadas minorías sexuales”. Una de ellas, la de mayor impacto en la opinión pública, es el proyecto introducido por los colectivos, organizaciones, movimeintos populares por el reconocimiento y legalización del Matrimonio Civil Igualitario el pasado mes de Enero del año en curso.

Factores fundamentalistas han salido a la palestra pública en contra de esta propuesta que no es más que otra cosa, sino un derecho humano que debe ser consagrado según nuestra constitución y los tratados internacionales ratificados por Venezuela, en materia de igualdad y no discriminación por Orientación Sexual, Identidad de Género y/o Expresión de Género.

La Trans-lesbo-homofobia mata y esa estela de muertes es palpable, evidencia casi siempre ignorada por los impartidores de justicia. “En las formas de ejecución predominan los golpes, armas blancas, torturas múltiples y estrangulamiento. La investigación y persecución de estos delitos no próspera, ya que las autoridades tienden a clasificarlos como crímenes “pasionales” o “típicos de homosexuales y transexuales”, como si con ello se diera por entendido que no ameritan impartición de la justicia. Muchos de estos criminales son avalados y muchas veces aupados por sectores fundamentalistas religiosos que solo persiguen continuar dominando al ser humano, bajo la supuesta vista crítica y castigadora de un Dios, omnipresente y omnipotente, que está pendiente de castigarnos de la forma más brutal y corrupta, a pesar, de que se profesa que él es amor. No obstante, no estamos en contra de las religiones. sino de los y las fanáticas religiosas que promueven el odio y el escarnio público hacia personas sexo-género diversas y hacia cualquier grupo social discriminado y vulnerado.

Las religiones consideran a un determinado libro, como autoridad máxima, ante la cual ninguna otra autoridad puede invocarse y la cual incluso debería imponerse sobre las leyes de las sociedades democráticas. Esta concepción se ha convertido desde las religiones extremistas en un prejuicio y una huella clara de la discriminación, que viola derechos fundamentales, dejando impunes a quienes cometen tales delitos u otorgando penas que no corresponden con las agravantes del delito cometido”

Sin embargo, en Venezuela se ha logrado conquistar en éste 2do. período de revolución bolivariana, gracias al liderazgo de un hombre humanista, pensador, practicante y humilde como lo fue y es el Comandante Supremo, seis leyes que reconocen el principio de no discriminación por Orientación Sexual, Identidad de Género y Expresión de Género y que ahora tiene continuidad con el Presidente Nicolás Maduro, quien ha llamado a la reflexión para que en Venezuela se acabe la exclusión, la marginación, la pobreza y la discriminación, pero, si estos factores fundamentalistas siguen promoviendo el odio y el no reconocimiento de los derechos humanos de todas las personas sin ningún tipo de exclusión, no podrá haber igualdad y muchos menos paz.


jansamcar@gmail.com


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