La restitución de la Izquierda (VIII) Nosotros los esclavos del Estado; la virgen expropiada

Isla de Margarita, principios de Septiembre. Ese domingo se preparan los pescadores de todo el oriente del país para salir al mar y reiterar su devoción a la Virgen del Valle. Espectáculos hermosos con botes adornados de flores y coronas, recuerdos de años que tengo por las costas de Paria y el oriente. Esta vez, junto con Augusto, compañero y escultor de Margarita, nos ponemos de acuerdo con pescadores de playa Valdés para acompañarlos en su travesía ese día por el mar. Llegamos en la mañana al sitio y ah sorpresa no están los centenares de barcos y peñeros que por lo general acompañan esta festividad. No hay más de veinte peñeros que se preparan a zarpar por detrás de un enorme buque guarda costa de la armada y más allá del muelle el buque-escuela espera flotando muy espectacular y hermoso como lo es.

Nos subimos a un barco de un pescador amigo, dentro está un capitán de la armada, buena persona, pero desesperado porque todos los pescadores a la hora de zarpar se pongan franelas rojas que él mismo repartía, de manera que todos estemos “uniformados” de rojo-rojito. -No gracias capitán-, le dice Augusto, -yo el color rojo lo cargo por dentro no en franela de uniforme-. Esperamos detrás de la proa del guarda costa y a más sorpresa, sobre la estructura abierta en la proa, en un espacio grande han instalado toldos y una conjunto de música deleitando al comandante de la armada, un buen número de oficiales, y toda una camada de señoras y ricachones de la isla con lentes negros, sombreros blancos y “fluxes” al tono del “Gran Gatsby”; por supuesto esos no estaban de rojo-rojito, solo los pendejos de los peñeros. En fin, una preciosa fiesta gomecista, deleitada con banda musical y whisky en mano, y por detrás una cuerda de guevones en bote con franela “socialista”. Finalmente zarpamos, siempre detrás del buque de la armada. Llegamos al peñón dentro del mar frente a playa moreno, en cuyo fondo está la figura de la virgen. Pero ya no serán los buzos de los pescadores quienes le den su ofrenda sino unos buzos de la armada. Estos ponen un cinturón de seguridad para que nadie más este allí, solo el gobernador de Nueva Esparta quien se arrima en una lancha y con pinta igualmente gomecista será aceptado para que acompañe el acto; como un estúpido me quedé esperando mi turno de bucear con los pescadores quedando en el sitio como mirones de palo, mientras los oficiales, ricachones y ricachonas ya se tomaban su tercer whisky sobre la proa del buque de guerra. Regresamos al muelle pesquero, nos bajamos del barco y le pregunto a uno de los pecadores amigos que no fue: ¿por qué no vinieron?, la cara lo decía todo, los pescadores en su mayoría y en bloque no aceptaron semejante humillación; “la virgen entenderá”, decían por dentro.

Esta anécdota que pareciera ser una simple historia de prepotencia militar ya tradicional en nuestras tierras, encierra en sí misma toda una carencia de elementos por lo cual la izquierda revolucionaria, militante y ajena a todos los mecanismos burocráticos y de corrupción creados en los últimos años, ha quedado como “mirón de palo” precisamente, dentro de un proceso que ella misma gestó. La relación específica entre pescadores, militares, ricachones, dentro de la situación vivida encierra una correlación de fuerzas donde están presentes todos los elementos básicos de la gestación del estado burgués, y su específica reproducción dentro de la V República venezolana.

Tenemos con ese día el testimonio de la inmovilidad de los estamentos de creencia –la religión-, su utilización institucional, la correlaciones entre clases dentro de ese uso de creencias. Clases dominantes económicas y estamentos del poder constituido sirviéndoles de instrumento (habría que ver la raíz de la riqueza de estos ricachones del buque, pero estando Margarita con mucha más razón podemos decir que se trata de comerciantes rentistas de dólares Cadivi, y unos oficiales hablando de futuros negocios con ellos), un pueblo creyente que es expropiado de sus rituales (sus dioses y sus expresiones concretas pasan a uso de las clases dominantes), hablemos entonces de expropiación simbólica de la creencia. Y por encima de todo, una clase trabajadora que va a la cola, uniformada, vestida en franela de los elementos que sintetizan su causa de justicia –su identidad política- pero en este caso administrados por el Estado y convertidos en “uniforme” de lealtad, a ¿qué?: fundamentalmente al orden social y político que se tiende a constituir en la V República. Seguramente entre los ricachones y oficiales de la armada sobre el buque, habrían escuálidos y algunos chavistas, ejemplo de su pacto tácito de clase, mientras que los pescadores en su totalidad eran chavistas, atados al ideal de justicia que representa pero administrado por el Estado.

Lo cierto es que estamos frente a un perfecto ejemplo de expropiación a las clases trabajadoras de sus elementos de identidad política y espiritual por parte de las clases dominantes, soportado en la permanente expropiación de su trabajo a través de la compra del mismo o del producto de ella, en este caso el pescado que es comprado y revendido en las redes especulativas de los distribuidores, mercados nacionales y de contrabando. Si los pescadores y sus colectividades fuesen plenamente dueñas de su trabajo, desde el acto de hacerse la pesca hasta los mercados a través de los cuales el resto de colectividades acceden al pescado, este acto de expropiación espiritual y política, -“superestructural” dirían los marxistas-, fuese imposible.

Se trata de una cristalización de relaciones de fuerza que el día de mañana, con la previsible caída del chavismo en el poder si siguen las cosas como están, en lo concreto no cambiarán mayor cosa. Se esfumarán las franelitas rojas y probablemente aún menos pescadores acompañaran a la armada en su devoción a la virgen que han tomado como patrona propia, pero la forma –la forma Estado en su expresión concreta venezolana- será más o menos idéntica y las relaciones de fuerza dentro del espacio nacional que domina, las mismas. Probablemente hace diez años, en plena insurrección de masas frente a la derecha conspiradora, los militares, por razones tácticas al momento, hubiesen dejado que sean los pescadores quienes vayan adelante, y  sean sus buzos quienes dejen la ofrenda a la virgen como siempre ha sido y los militares, sin fiestita gomecista de whisky, banda musical y fluxes blancos, con mucho respeto les hubiesen pedido acompañar con sus buzos a los pescadores en su acto de devoción. Hoy con todo descaro no sólo se ponen delante sin pedir permiso a nadie sino que festejan su triunfo sobre la proa y uniforman por detrás a la masa esclavizada a sus relaciones de poder.

2. ¿Y por qué renació la esclavitud frente al Estado?

Punto a preguntarse por la izquierda revolucionaria y libertaria:  ¿qué pasó, que es lo que hizo que regresaran –y tendientes a consagrarse- las mismas relaciones de poder que la revolución busco reventar?. Las respuestas dogmáticas no tienen ningún sentido porque son tan abstractas como el Estado mismo. “Porque la clase obrera no tomó el poder”, “porque se dejó que el reformismo avance”, “porque el proyecto chavista es en su esencia colonial y contrarevolucionario”. Tales respuestas suponen una visión de Estado meramente instrumental y esconden siempre una suerte de “mea culpa” izquierdista por no haber sabido emprender el manual con firmeza. O en todo caso “echándole la culpa la vaca”, llenan a Chávez de culpas, o es con los “traidores” que le han sucedido, o buscan en la estructura económica rentaria la fatalidad de no poder ser otra cosa que una sociedad condenada al rentismo, al parasitismo, la corrupción, etc.

Todo esto no explica nada porque sencillamente no deja en claro hasta qué punto este proceso efectivamente avanzó sobre un liderazgo importantísimo del movimiento popular más avanzado y revolucionario para entonces, pero, aún con todos los avances que ya estaban presentes en su ruptura con viejas izquierdas “stalinistas” por darle un nombre a su verticalismo y dogmatismo e incluso con el leninismo, hay que dejar en claro que si de algo adoleció ese movimiento popular es de una visión clara de Estado. Muy en claro se pusieron las banderas del poder popular, del proceso popular constituyente, y todo lo que esto ha supuesto, pero guardó en la total ambigüedad su visión de Estado, hasta arrinconarse en él y ayudar a dejarlo prácticamente intacto. Se tuvo visión de poder más no de Estado, ante el cual se siguieron repitiendo las mismas visiones instrumentales del mismo creyendo que este nos es más que una estructura más en manos de quien la domina y usa, independientemente de sus objetivos políticos y las relaciones internas que lo determinan.

Recordemos siempre que ellas, independientemente de los discursos ideológicos que se hacen hegemónicos a su interno, situarán en función de su razón de ser primaria: garantizar la obediencia de la sociedad a una estructura política ajena a ella, haciéndole creer a todos que él representa su libertad e igualdad cuando es todo lo contrario, sólo liberándose de él se lograrán tales fines (véase “La cuestión judía” donde Marx deja muy en claro este punto). A la final vence el Estado y el oportunismo y suerte en la ruleta de los escogidos, muchos de los dirigentes de ese movimiento popular en lucha que venció, se quedaron siendo sus gerentes, donde discurso y política  jamás terminan de fundirse en un acto concreto transformador, ni lo harán. La ineficiencia total y la corrupción generalizada de esta gerencia, en el caso venezolano, va de suyo con la formación propia del Estado nacional nuestro. No se trata de “traidores”, “quitacolumnas”, “reformistas” o “inmorales”, sino de los nuevos hijos del mismo. Siendo el defalco completo de los recursos públicos de los últimos años, su resultado político más lógico y perfecto: nuevos dominantes necesitan de una nueva clase social de dominadores, y este defalco ha sido su instrumento de realización.

Tomar al poder para reforzar el Estado en función de un nuevo objetivo histórico, fue una fatal visión que se impuso desde el stalinismo, y en nuestro caso nunca desechada por completo, por el contrario. Posición absurda advertida previamente por Marx y el mismo Lenin cuando prefiguraron el acto revolucionario como una toma del poder Estado que inmediatamente se transformaba en dictadura del proletariado para facilitar su disolución en los órganos del poder directo de los trabajadores. O con mucha más contundencia, anarquistas y consejistas para quienes el Estado debía ser quebrado de inmediato, donde no cabe la mediación de partidos y vanguardias ajenas al poder real construido con la revolución. Hoy en día estas visiones podrían parecer hasta ingenuas, pero en todo caso, ya sea desde el polo libertario o leninista, en ambos casos se expuso con toda claridad que el Estado no cambia desde sí mismo, o se destroza él o se destroza la revolución social. El leninismo todavía apostó a la tarea de la vanguardia gobernante en este sentido mientras que las tendencias libertarias no se comieron este cuento, pero ambas dejaron en claro su total distancia frente al Estado como forma histórica de poder de la burguesía e instrumento de organización de la sociedad sometida a relaciones capitalistas de expropiación de la plusvalía del trabajo.

3. Liberación frente al Estado

Ahora, ¿será posible construir a estas alturas una visión de Estado correcta a los propósitos revolucionarios?. Marea Socialista o el último artículo de Carlos Lanz referido a los puntos esenciales de la transformación socialista, reivindican  una visión correcta de poder revolucionario: de nuevas relaciones sociales de producción, la creación de una sociedad de contenidos y métodos de decisión distintos, de objetivos a trazarse en lo que respecta a una nueva sociedad que se forme sobre la base de retos civilizatorios (alimentación, ecología, comunicación, democracia directa, eliminación de la bases materiales sobre las cuales se han constituido las clases burguesas, control directo sobre la tierra y los medios de producción fabriles, recuperación del cuerpo y conocimientos, una pedagogía liberadora) además de promover a una “nueva cultura política”, apostando a la relación de obediencia entre gobernantes frente a los gobernados.

Es la base programática planteada por Carlos Lanz o la línea política constituyentista y refrendaria estimulada por Marea Socialista, de acuerdo al viejo guión del 98. Puntos que de alguna manera siguen estando instalados en el lenguaje de los gobernantes al mando, porque ha sido el discurso hegemónico que los llevó al poder y no han inventado nada nuevo para resguardase allí, aún con todo el acumulado del desfalco cometido y que prosigue. El Estado-Gobierno de carácter corporativo y burocrático supo en estos años adaptarse a una propuesta de poder construida entre los años ochenta y noventa desde el movimiento popular, pero sin confrontar en absoluto las instancias cardinales del poder de Estado.

Luego, hay como afirmar que continúa totalmente a oscuras el problema del Estado, mucho más si estamos hablando de un proceso que a estas alturas ha develado con demasiadas claridades hasta qué punto el Estado, si algo ha de hacer, es deshacer todo principio de comunidad ecológica y autogobernante, liberada no solo en sus relaciones de producción sino de la “biodominación” (dominación sobre el cuerpo y el entorno vital) que le permite al orden capitalista reproducirse (las fiebres y gripes creadas: cuerpo enfermo. La contracción del espacio natural y su sustitución por la vida virtual que se nos impone; mente sin centro ni consciencia) . En otras palabras, no se puede contar con una estructura destinada a quebrar la comunidad básica imprescindible a todo proyecto de liberación socialista. Un Estado que no acabe desde el comienzo con el poder germinal comunitario y productivo que se ha formado, sencillamente tendrá que confrontarlo con el riesgo de deslegitimarse y tener que utilizar el terror institucional para acabarlo por la fuerza, de lo contrario a lo largo lo disemina a él mismo.

Pareciera en todo caso que estamos metidos en una trampa sin salida. No hay manera de que el buque de guerra se ponga por detrás de los pescadores, e invertir la relación de esclavitud al Estado. Chavistas, socialistas y revolucionarios, así se definen oficiales y políticos, pero la fiesta con los ricachones que estos mismos hacen frente a nuestras narices no hay manera de acabarla aunque sea por dignidad. ¿Será que la tesis democrática y de revolución pacífica no tiene viabilidad alguna?, ¿será que hay que tomar las armas de nuevo arriesgando repetir las tragedias del pasado?. Son preguntas sin respuesta posible que siguen estando en el aire, pero aun afirmándolas tampoco resuelven el problema del Estado ya que se quedan encerradas al jacobinismo revolucionario cuyos límites están claros luego de 200 años de revoluciones burguesas y populares.

El horizonte comunista sobre el cual estamos metidos en todas las fronteras humanitarias tendrá que tomar en cuenta que:

-Comenzando con la formación específica del Estado venezolano, poseedor monopólico de la renta petrolera y minera, ha demostrado por un siglo que no tiene la más mínima capacidad de desarrollar las fuerzas productivas necesarias a la “siembra petrolera” capitalista que pedía Uslar, mucho menos aún a la apertura de una sociedad donde se socialicen los medios de producción fundamentales y se construya un Estado de “republicas autogobernantes” o comunal.

-La necesidad de superar todo planteamiento estatista es un reto fundamental de toda la “locura izquierdista” si no quiere morir ahogada en una palabrería abstracta y cuyos cometidos de lucha jamás podrán trascender el localismo resistente de sus actos y el panfleterismo  acostumbrado. Superar el Estado supone comenzar a restituir el planteamiento revolucionario sin entender este último como instrumento de nada. Es decir, reafirmar de una vez por todas, retomando las máximas teórico-políticas de los grandes revolucionarios, que no hay “Estado-Gobierno” revolucionario.

-Por el contrario de lo que tanto lo que tanto buscar criticar las posiciones tradicionalmente estatistas es lo que es y tiene que ser: cuando mucho y sobre la base de un movimiento popular en lucha muy activo, fuera del Estado y autogobernante, podemos prever y esperar un equilibrio inestable y siempre crítico entre Estado y poder popular constituyente. Aspirando que el Estado con mucho esfuerzo y movilización de la base, se comporte por obligación como un estamento reformista abierto a la contraloría social y la decisión de la democracia de base. La revolución propiamente es un problema enteramente del pueblo en lucha y los instrumentos de poder y autorganización que vaya afianzando.

-Esta situación no aspira a un equilibrio estático de poderes. Es imposible que la revolución piense el problema de forma estática de acuerdo a los viejos planteamientos liberales de Hobbes, Locke o Rousseau, creadores teóricos del Estado burgués, visionarios de órdenes políticos que aspiraban a ser perpetuos. Esta situación como el mundo nos lleva a una dialéctica sin destino preestablecido pero donde, será inevitable en caso de que las correlaciones de fuerzas giren de más en más hacia un horizonte liberador comunista, niveles definitivos de confrontación con el poder constituido en el Estado.

-No aspiremos que la resolución de esta confrontación pueda resolverse dentro del espacio nacional, otra gran lección de los viejos teóricos marxistas y libertarios. En nuestro caso fuera de una estrategia nuestramericana, es imposible lograr saltos que superen definitivamente la forma-Estado y el domino de las relaciones capitalistas que este garantiza. De hecho, hoy por hoy, el debilitamiento de todos los Estados del mundo en favor de un orden imperial polarizado entre sus exponentes más agresivos (occidente) y los más mercantiles y negociantes (Bric´s de oriente), puede favorecer un horizonte comunista que haya superado definitivamente el viejo estatismo.   

-La forma del Estado nacional aunque viva está en decadencia, es el punto más débil de la cadena de poder global, por lo cual los Estados imperiales se aprovechan para generar cualquier cantidad de caos internos, al extremo de guerras sociales o civiles que estos mismos favorecen, mientras que ellos van sufriendo al interno y poco a poco del desastre que estos mismos producen.

-La “crisis civilizatoria” dentro de semejante decadencia de las formas específicas al  cometidos del poder burgués, se expresan dentro de una geopolítica mundial que, más allá de las situaciones concretas que vivimos en el mundo, en realidad no son otra cosa que la forma en que el capitalismo se dispone a reproducirse sin tener suelo ni propósito constructivo ninguno (la psicosis del modelo cada vez más dominante de un capitalismo que acumula en base a la tenencia de dinero que a su vez genera más dinero: D-D´) sino el dominio sobre las principales fuentes de negocios que favorecen el poder relativo de una u otra polaridad.

-Luego, lo que antes fue advertido por los grandes movimientos revolucionarios hoy se confirma con mucha más fuerza: la propia dinámica del capitalismo favorece las condiciones que la civilización (hoy totalmente decadente y caótica), que este ha impulsado en el mundo, sea superada por completo por nuevas relaciones humanas que apenas podemos imaginar en nuestro tiempo, hace falta hacerlas y luchar por su dominio.

-Llegados a esta situación vemos como con fuerza cada vez más contundente el desastre capitalista es confrontado por otro paradigma de vida y realización individual y colectiva que resume el comunismo como movimiento absolutamente activo y renaciente en el mundo. Pero para ello habrá que ir botando a la basura todos los instrumentos del Estado y la democracia burguesa para emprender el camino. Su utilización circunstancial, dentro de las mismas dinámicas concretas de la lucha, siempre estará planteadas, no es problemas de dogmatismos libertarios que lo negarían de plano. De lo que se trata es de abandonar por completo todo el orden de ideas que desde hace décadas han hundido por completo a los movimientos de liberación poniendo alguna ilusión en el uso estratégico de la forma-Estado como instrumento revolucionario. Para nosotros, continuando un reto abierto desde hace buen tiempo, indeterminado pero urgente, esto es una ciencia pueblo y otra política, siempre entre pescadores.



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Roland Denis

Luchador popular revolucionario de larga trayectoria en la izquierda venezolana. Graduado en Filosofía en la UCV. Fue viceministro de Planificación y Desarrollo entre 2002 y 2003. En lo 80s militó en el movimiento La Desobediencia y luego en el Proyecto Nuestramerica / Movimiento 13 de Abril. Es autor de los libros Los Fabricantes de la Rebelión (2001) y Las Tres Repúblicas (2012).

 jansamcar@gmail.com

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