Comentarios a: La defensa popular: El Leviatán y el cordero

n el artículo de reciente publicación: “La defensa popular: El Leviatán y el cordero”[1], esbozo de manera indicativa una postura ética en torno al problema de la defensa del pueblo, enfocado en la tenencia de las armas. El texto ha recibido comentarios en correos personales por camaradas atentos al debate político, siempre dispuestos a enriquecer la lucha y la discusión sin fraccionar o dividir. En un contexto donde la izquierda aún no encuentra camino hacia una articulación coherente dentro de su diversidad fenoménica, y donde las discusiones se han convertido en un espectáculo en el cual quien más insulte es más revolucionario o quien haga más piruetas tiene la razón; en un ambiente así, discutir con seriedad los asuntos que nos atañen a todos y todas, con respeto de camaradas, con argumentos e ideas, construyendo desde el mismo espacio popular de batalla, es una rareza tal como si de repente los burgueses renunciaren a sus privilegios de clases por propia voluntad.
Por ello, quiero reproducir estos comentarios que ensanchan el horizonte de la discusión y que hacen aportes que no podemos dejar de lado.

II

1. William Trujillo. Colectivo Argelia Laya [Comunicación personal, 5 de Noviembre de 2014.]

“En verdad un tema muy controversial ese de la necesidad de “armar al pueblo” o de la lucha armada. En realidad en una sociedad de clases como la nuestra, en donde las diversas coyunturas deben mirarse desde esa perspectiva, debemos estar preparados para enfrentarnos en la máxima expresión de esa lucha. Recuerdo a finales del año 2012, año electoral, en el Colectivo Argelia Laya del CELARG, hacíamos un análisis político del ambiente que rodeaba Altamira, Chacao, Los Palos Grandes y la Castellana y concluíamos que era necesario preparar un plan de contingencia para enfrentar la ola de violencia que en proyección veíamos que se avecinaba. Al presentar a diversas personalidades, nuestra propuesta del plan, la pregunta obligada era: ¿Y tienen las armas para ese plan de contingencia?

”Nosotros, como integrantes del Colectivo Argelia Laya, más bien pensábamos en articular y coordinar las diversas agrupaciones sociales, políticas y de trabajadores, que hacen vida en estos sectores para orientar acciones de inteligencia y unificar criterios que se instrumentaran por igual ante una dirección común. Pero, la misma práctica fue llevándonos a enfrentar actitudes de violencia que conllevan el ejercicio del poder en su dinámica estructural capitalista. La salida práctica es prepararnos en cualquier campo, en cualquier terreno, bajo cualquier circunstancia, con la ética y la moral socialista que la situación exige.
Saludos”

2. Verónica Ulloa. Militante de Izquierda  [Comunicación personal, 5 de Noviembre de 2014]

“Las consideraciones sobre las milicias tienen un punto de enfoque fundamental sobre todo en el logro del cumplimiento del legado del Comandante Chávez, donde no se reduce la condición armamentista de un modo particular o “colectivo” sino a la visión estratégica de la defensa territorial y el debate no es sobre las formas de organización per se, sino como debe ir el proceso de organización popular
”Y agrego: ¿existe el cordero?, ¿está consciente de que es cordero?”

3. Bruno Zanardo. Militante de Izquierda. [Comunicación personal, 6 de Noviembre de 2014]

“(…) Lamentablemente la debilidad del campo popular y revolucionario es de tal magnitud que difícilmente encontraríamos hoy un espacio como para desarrollar un diálogo en torno a las interrogantes que formula.
”Ciertamente es una cuestión compleja, en la que abunda la propaganda y charlatanería, y escasea el análisis con rigor metodológico. Siempre ha resultado más fácil adular o injuriar que valorar argumentos; de allí la pertinencia hoy de la educación teórica como tarea estratégica.

”De verdad no quisiera pronunciarme ahora sobre el tema de los colectivos, pues este asunto debe ser tratado con mucha responsabilidad y precisión, dado que si bien históricamente no guardan relación con los colectivos que se constituyeron en los años 80 como parte de una estrategia de construcción orgánica, no es menos cierto que son una realidad que desde la perspectiva revolucionaria debe ser encarada; en consecuencia, no basta despachar la cuestión aludiendo que se trata de bandas armadas al servicio de tal o cual Ministro o jerarca del gobierno. Bajo el nombre de colectivos subyace un entramado de intereses que deben ser identificados plenamente, toda vez que, a decir verdad, gústenos o no, los colectivos son una expresión concreta de la crisis del campo revolucionario y en ciertas situaciones solamente contribuyen a desprestigiar más la causa revolucionaria de lo que hoy se encuentra.

”Con todo respeto Compañero Roger, yo difiero de la concepción que usted enuncia en torno a la violencia revolucionaria, en el sentido, de su reivindicación frente a la agresión, es decir, que es legítima en caso de invasión, etc. Hermano, la violencia política es un elemento estructurante de la lucha de clases, el que en su desarrollo se exteriorice ahora o mañana es otra cosa. La inevitabilidad del ejercicio de la violencia revolucionaria en el proceso de construcción de la sociedad comunista es una “…verdad plena como la luna llena…”. Las y los Comunistas no debemos esperar ser agredidos con las armas para organizar la violencia revolucionaria, la existencia de la sociedad del capital encarna en sí misma la violencia reaccionaria de la burguesía. Qué más agresión esperamos? Esto no tiene nada que ver con los colectivos de hoy y, menos, con su comportamiento político. (…)

”Ojalá y se pudiera organizar un Seminario sobre el papel de la violencia revolucionaria en el desarrollo histórico de la humanidad. Los muchachos que le hacen culto a un r15 o que se quedaron en el guerrillerismo tendrían la oportunidad de descubrir que Gandhi sin hacer uso de armas de fuego fue tan violento frente al imperio inglés como Bolívar frente al español, sólo que sus estrategias fueron distintas, como distintas eran las condiciones históricas en las que les correspondió combatir.

”No olvides Roger, que la organización militar a la que se incorporó el Che estaba constituida por hombres y mujeres del pueblo; que el Ejército Rebelde era una expresión del pueblo en lucha que optó por la estrategia de la guerra de guerrillas; otros, apostaban a la insurrección e, incluso, otros presionaban para la fractura de las fuerzas armadas.
Saludos Hermanos.

LARAGA VIDA PARA LAS Y LOS COMUNISTAS”

III

Es indudable que la discusión planteada se enmarca en la lucha de clases (entendiendo aquí clases en sentido estricto en su dimensión integral política, cultural y económica), y tanto el artículo “La defensa popular…” como los tres comentarios reproducidos, se sostienen sobre ésta perspectiva. De allí que el capitalismo sea polarizante por naturaleza, es decir, la violencia es inherente al capitalismo. Sin embargo, de esto no podemos deducir que la violencia desde el campo comunista sea inevitable. No podemos construir el comunismo con las armas melladas del capitalismo repetirá el Che hasta el cansancio, y la violencia es el arma por excelencia del capitalismo. Y aquí debemos hacer una distinción histórica y práctica (porque es la historia y la praxis nuestro criterio de verdad).

Primero, el campo comunista no puede pretender ejercer una “violencia revolucionaria” desde el mismo horizonte que el capitalismo y sus personificaciones burguesas. ¿Por qué? Porque la historia ha demostrado que el ejercicio de la violencia en sí misma, si no hay una actitud ética coherente y una organización bajo un proyecto común de liderazgo compartido, produce espirales incontrolables que degeneran la conciencia las personas, de los hombres y las mujeres que la ejercen. Es decir, se quiera o no, el ejercicio permanente y continuado de la violencia deshumaniza. Por eso, no podemos reducir la defensa popular al ejercicio de la violencia y la tenencia de armas [2], sino que se trata de una lucha revolucionaria, que es más amplia e integral. Ella constituye una postura ética de liberación entre los oprimidos, comprender la situación histórica concreta, y activar la praxis de transformación que implica, tanto la destrucción del capitalismo, como la construcción del comunismo. Sobre la violencia no se construye. La guerra de guerrillas, la insurgencia armada, o cualquier otra expresión revolucionaria de este tipo, constituye singularmente una estrategia de la lucha general que está por encima de las tácticas particulares de ejercicio de la violencia en situaciones localizadas y particulares.

Segundo, reafirmamos que el debate entre los revolucionarios (y aquí evidentemente excluimos al campo burgués) debe ir en torno a la forma o manera que adquiere la necesidad de armar al pueblo, “y que supone la responsabilidad y coherencia de usar instrumentos creados fundamentalmente para quitar vida” [1]. En este sentido, es completamente coherente afirmar que no es necesario esperar la bofetada en la mejilla para colocar la otra o para reaccionar, no es necesario esperar ser atacados para organizarnos. Como nos enseñó el comandante Chávez “la mejor defensa es la ofensiva”. Por ello, concordamos que crear espacios de articulación popular con una visión estratégica de defensa integral, amplia, planificada, es la vía para encauzar soluciones prácticas al dilema planteado. ¿Podrían ser las milicias, como espacio de articulación para la defensa armada, parte de esta instancia? He ahí otra pregunta para el debate, que se abre, continua y nos llama a la reflexión política comprometida.

Por último, retomamos la facticidad histórica de que las organizaciones populares están compuestas por sujetos que ejercen poder, y que el Estado no es un máquina, sino un espacio de correlación de fuerzas. No podemos ver la realidad de manera maniquea y simple, unos malos y otros buenos per se; sino en su proceso de conformación sociohistórica de clases y la complejidad de intereses y acciones que este proceso implica. En lo tocante a la cuestión de las armas, nuestra posición apunta a que, sea cual sea la instancia desde la cual el pueblo acceda a las mismas, dicha instancia, si se la quiere integrar a la totalidad de la lucha popular que por definición  es más amplia e integral, debe fundase en una discusión amplia desde las bases[3] y, esencialmente, debe estar encauzada por una racionalidad ética de coherencia y responsabilidad revolucionaria en su uso.

Notas.

[1] Publicado en: Humanidadenred.org.ve. También puede verse en: Aporrea.org; Albatv.org.

[2] Por cierto, Gandhi tuvo una práctica completamente ajena a los intereses populares (y para nada violenta), puesto que contuvo y canalizó las contradicciones entre castas-sociedad-imperialismo, haciendo de la liberación de la India una transición funcional a los intereses del capitalismo global.

[3] Evidentemente esta discusión no puede partir de cero, sino de la situación concreta actual y su historia, de un análisis estratégico de los actores fundamentales y en la proyección de un plan de acción de largo alcance.

 

landa.roger.filosofia@gmail.com



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