Otra Navidad sin tú presencia, amado Comandante

El condenado inocente, exclama con todas sus fuerzas, detrás de los hierros de la cárcel: Me sobrepondré a todo este revés, para poder decirme tan sólo: ¡“Existo”! Y aunque el dolor me doble, me bastará saber que “existo”; todavía veo el sol, y si no lo veo, vivo a pesar de todo, y sé que hay sol y esto me basta. No hay más que una desdicha irrevocable, que es el estar muerto. Y el goce de vivir atraviesa su pecho como un rayo de sol.

En la palabra “Venezuela”, en la idea de Venezuela, se hace carne este sueño de Chávez, esta unidad reconciliada de todos los antagonismos, que durante doscientos años de lucha intestina buscó tan en vano el pueblo venezolano, en la vida, en el arte y hasta en Cristo. Más esta Venezuela de Chávez. ¿Es la real o la mística, la política o la heroica? Son, como por fuerza tenían que serlo para este Gran dualista, ambas a la vez. Es en vano pedir lógica a un pasional o preguntar por las razones en que se basa un dogma. En las luchas de Chávez, en la oratoria, en lo político, en las ideas, se agolpan y se mezclan los conceptos en agitada confusión. La idea de Venezuela, aprisionada unas veces en la estrechez de la política, se exalta otras a lo heroico; es como su arte: la misma mezcla chisporroteante de agua y de fuego, de realismo y fantasía.

El genio es una enfermedad divina, el genio es un martirio. Chávez se apodera de la luz, de las estrellas, de las montañas, de los mares, para convertirlos en ideas. Pero no se puede emprender éste trabajo titánico sin destrozarse en él completamente. No se puede penetrar en el fuego sin quemarse, no se puede subir a las alturas de la atmosfera sin congelarse; no se puede acercar el cuerpo a la nube tonante sin recibir en tan fácil conductor de electricidad el latigazo del rayo. Esos seres, que desde el barro de la tierra se elevan tanto y tanto, que llegan a convertirse en seres Luminosos como las estrellas, para desde el escollo de sus naufragios tender su luz sobre generaciones de generaciones, han tenido que alimentar ese resplandor divino que se alza en la milagrosa lámpara de su cerebro, han tenido que alimentarlo con lágrimas de sus ojos y sangre de su corazón.

Los héroes, jamás buscan ni descubren el lazo que los una a una vida real; y este retraimiento es lo que los caracteriza. Se resisten por todos los medios a entrar en la realidad: Su primera aspiración es arrancarse a ella, remontarse sobre ella, hasta el infinito. Para este Gigante, el Destino no tiene jamás sentido material, sino interior. Su reino no es de este mundo. Todas esas formas aparentes de valores que ambiciona la burguesía, los títulos, los poderes y las riquezas; todas esas conquistas visibles, no le dicen nada. Ni como fin en sí.

¡Gringos Go Home! ¡Libertad para los antiterroristas cubanos Héroes de la Humanidad!
¡Hasta la Victoria Siempre, Comandante Chávez!
¡Independencia y Patria Socialista!
¡Viviremos y Venceremos!


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Manuel Taibo


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