Las finanzas de la conferencia episcopal


Ahora que el Papa Francisco emprende una campaña de limpieza y legalidad en los manejos de los fondos del estado Vaticano, lo justo sería que por estos lares los representantes católicos siguieran al pie de la letra estos procederes, para tranquilidad de venezolanas y venezolanos.

Quienes aspiramos a enorgullecernos de una institución arraigada en el país, que en el pasado contó con valores excepcionales como lo fue Monseñor Mariano de Talavera y Garcés, a quien El Libertador llamó el orador de la Gran Colombia queremos hoy asegurarnos que las autoridades eclesiásticas exhiban solvencia en su conducta individual y colectiva. En un breve manual para uso de eclesiásticos debe incluirse el cumplimiento de acciones tales como probidad, firmeza y autonomía en sus decisiones, que estén alejados de las presiones del capitalismo criollo y de la casta política cuartorrepublicana. Que sean capaces de administrar con rectitud los bienes que posee la iglesia en el territorio nacional, que estén alejados de prácticas no legítimas, que no practiquen contabilidades paralelas, ni haberes bancarios a nombre de particulares o de compañías dudosas, que no caigan en la tentación del blanqueo de capitales. También es importante que demuestren no haber recibido dinero o donaciones que no provengan de fondos legítimamente constituidos y que estén al día con las leyes antilavado de dinero y de delitos financieros, en fin, que sean inmaculados como cuerpo social inserto en el conglomerado venezolano.

El manejo de las finanzas vaticanas corresponde al Instituto para Obras de Religión, conocido por sus siglas IOR, institución con un poder equivalente al Banco Central y al ministerio de Finanzas de otros países. En los últimos tiempos el Instituto excedió su rol y trajo como consecuencia numerosos escándalos financieros. Resulta entonces comprensible que el Papa Francisco exija “un compromiso con la transparencia y la tolerancia cero, incluso con respecto a los asuntos que se relacionen con un pasado más lejano”. Este mandato envuelve las administraciones de Juan Pablo II y de Benedicto XVI.
Aportaría mucho al equilibrio social que una institución como la Iglesia Católica mostrara en una de las acostumbradas ruedas de prensa de la Conferencia Episcopal, una exposición detallada del uso de sus finanzas en las tres últimas décadas, evento donde estén presentes su jerarquía acompañada de los delegados de los jesuitas, del Opus Dei y de los salesianos. Hay muchas preguntas que el venezolano de a pie se hace, entre ellas, ¿por qué participaron en el golpe de abril de 2002 los representantes de las siguientes congregaciones: el cardenal Velasco (salesiano), el señor Rodríguez Iturbe (Opus Dei) el efímero canciller nombrado por Carmona el Breve, y el cura Mikel de Viana (jesuita UCAB). Su presencia en Miraflores y su complicidad en el golpe antidemocrático en ese día aciago para Venezuela es prueba contundente.

Sería saludable para el país que el uso de los cuantiosos aportes del gobierno revolucionario a la Iglesia católica, entre ellos a Fe y Alegría, fueran conocidos en detalle por todos.


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Hector Agüero


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