Alquimia Política

El proyecto bolivariano desde el pensamiento complejo

Desde la perspectiva del pensamiento complejo, el proyecto bolivariano no puede verse como la contemplación de una realidad teórica abstracta, sino como la inmersión del sujeto en su entorno para indagarlo profusa y profundamente consustanciándose con él para transformarlo. Es la manera como a partir de confrontar la realidad se enuncian formas para mejorarla, modificarla. Además, ha de mirarse como un compromiso histórico que tenemos con nuestras hermanas y nuestros hermanos de ahora y del futuro. Ese compromiso histórico refleja, citando ideas de Martha Harnecker, sobre el mundo y las ideas del proyecto revolucionario Sudamericano propuesto por Venezuela, la fuente del conocimiento y transformación de la sociedad, se orienta hacia la necesidad de creación intelectual y científica, que impulse la resistencia contra el capitalismo salvaje. Para ilustrar tal apreciación, valga citar a Antonio Gramsci, quien expresaba: “estamos en un proceso donde lo nuevo no termina de nacer y lo viejo no termina de morir”.

En este aspecto, desde la percepción del paradigma de la complejidad, el proyecto bolivariano asume una visión sistémica, esto quiere decir, reconoce la interdependencia de los hechos y el azar o lo impredecible como integrante distintivo de la época. El proyecto bolivariano (llámese Socialismo del Siglo XXI, o Proceso Revolucionario venezolano), se vale del modelo de ciencia que intenta superar a la ciencia mecanicista que ha predominado hasta la actualidad. El filósofo francés Edgar Morin, en su definición y planteamiento filosófico acerca de la complejidad, destaca varios puntos centrales que bien sirven para interpretar y delimitar el espacio de acción del proyecto bolivariano.

Antes que nada hay que sustentar esa complejidad en la premisa gramsciana de que el bloque histórico sirve como catalizador para que nazcan procesos libertarios, para parir lo nuevo, implica ello la reflexión a partir de la crítica y la autocrítica en colectivo para avanzar, dando se impulsan los cambios.

En tanto como proyecto de resistencia, es el que lucha por descubrir y divulgar la cultura del mal que se resiste a morir, el que descubre lo oculto maligno en las estructuras burocráticas del Estado; el que señala también lo no oculto presente en la propaganda y en la cultura del comercio capitalista que cosifica al sujeto además de impedirle ver la realidad; y que en definitiva se niegan a morir. En este aspecto, el hacedor del discurso y la práctica desveladora de la nefasta conducción del mundo, de la repartición desigual de la riqueza. El que a nivel planetario hay que acrecentar con más vehemencia, porque pese a la gran crisis económica global, pareciera paradójicamente, que el poder hegemónico de las grandes potencias, se fortalece.

En suma, el proyecto bolivariano es una plataforma libertaria, que fomenta la justicia social cada vez más ante las diversas situaciones que nos circundan, tanto aquí como allende de nuestro continente. Situaciones que en este contexto no puedo dejar de abordar debido a su contemporaneidad, vigencia e importancia. El proyecto bolivariano emerge del paradigma de la complejidad, entendiendo que es necesario retomar los valores de la modernidad y ponerlos en juego ahora: cuestionarlos, modificarlos. Para ello reconoce que se necesita de la conciencia del sujeto que realiza las acciones en el mundo, que sea crítico y cuestione sus acciones, puntos de vistas diversas, que elija y lo que realice lo haga a conciencia. Morin reconoce como principios generales, interdependientes, del paradigma de la complejidad los siguientes: principio sistémico u organizacional: el conocimiento de las partes se relaciona con el conocimiento del todo; principio hologramático: las partes conforman el todo pero el todo no es nada sin las partes; principio retroactivo: es el esquema que refleja a este paradigma pues supone que una causa actual sobre un efecto y este a su vez sobre la causa; principio recursivo que supera la noción de regulación al incluir el de auto-producción y auto-organización; principio de autonomía y dependencia en el que expresa la autonomía de los seres humanos pero, a la vez, su dependencia del medio; principio dialógico que integra lo antagónico como complementario; y principio de la reintroducción del sujeto que introduce la incertidumbre en la elaboración del conocimiento al poner de relieve que todo conocimiento es una construcción de la mente.

Si se llevan estos principios al bloque histórico que ha determinado el proyecto bolivariano, se tiene que en el principio sistémico u organizacional, se valora el conocimiento local que se relaciona con el conocimiento total que implica una filosofía social de los procesos políticos de la sociedad; el principio hologramático, que implica el establecimiento de unidades ideológicas que construyan un pensamiento político plural, participativo y protagónico; el principio retroactivo, que supone que la causa actual, la influencia neoliberal e imperialista, sea combatida con propuestas puntuales de transformación social y política; el principio recursivo que se presenta con la percepción de la realidad social y cultural de un colectivo que parta de la capacidad de la auto-producción y auto-organización, un ejemplo las empresas de producción social; y principio de autonomía y dependencia que se manifiesta en la autonomía de las acciones políticas, económicas y sociales, en contraste con la dependencia que de potencias extranjeras se tuvo en el pasado; el principio dialógico que integra el fortalecimiento del poder popular y su proyección en el marco jurídico institucional; y el principio de la reintroducción del sujeto que hace de todo ciudadano o ciudadana, un sujeto histórico con potencial de transformación.

En un aspecto puntual, la complejidad del proyecto bolivariano se mide por la necesidad del entorno de auto-determinarse y de imponer los valores locales por encima de los intereses subalternos de grupos de poder o Imperios ideológicos trasnochados. Vale la postura que asumiera en su tiempo el escritor Mario Benedetti, en cuanto al reconocimiento que él hacía de los problemas y debilidades de las revoluciones en el mundo, pero que él prefería pagar ese precio, el de los errores, antes que mantenerse constreñidos a la voluntad de un dominador o tirano imperialista. Para Benedetti, los proyectos revolucionarios son la “única bandera que se alza hoy en día contra el capitalismo salvaje”.


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Ramón Eduardo Azocar Añez

Doctor en Ciencias de la Educación/Politólogo/ Planificador. Docente Universitario, Conferencista y Asesor en Políticas Públicas y Planificación (Consejo Legislativo del Estado Portuguesa, Alcaldías de Guanare, Ospino y San Genaro de Boconoito).

 azocarramon1968@gmail.com

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