¿Para dónde va la sociedad venezolana?

Enero 2015. Aunque la gran mayoría de la población, incluida la clase política, tienen como principal preocupación la situación económica, los dos problemas fundamentales de nuestra sociedad son la violencia y la corrupción.

Los niveles de criminalidad cotidianos son realmente alarmantes. Ninguna institución se ha ocupado de estudiar a fondo este fenómeno, que hoy representa la ocurrencia de más de dos mil muertes violentas al mes. La participación juvenil es alarmante. El sicariato –igual que otras “costumbres” foráneas- forma parte ya del paisaje ordinario.
Hay un proceso de “rabia masiva” que se muestra como malas conductas ciudadanas, falta de respeto al otro, violencia contra la mujer, acoso escolar, formación de pandillas, machismo armado, abuso policial, entre otras anomias.

Las causas son hondas y complejas, pero de seguro la impunidad judicial es un factor determinante en la creciente violencia que afecta todos los espacios de la vida nacional.
Hay regiones del país donde la actividad productiva ha sido frustrada por el delito. Las mafias han sustituido a labriegos, pescadores, artesanos, comerciantes.
En ese derrape de antivalores, la corrupción parece ser el virus que inicia la pandemia. El estilo de vida ostentoso de muchos funcionarios públicos, civiles, policiales, judiciales y militares, es sólo un síntoma del cáncer social que pulula campante.

El liderazgo tendría que medir en realidades concretas, el daño que este fenómeno causa, no sólo en lo material que es mucho, sino en lo moral, que es determinante.
En una sociedad donde un joven se esforzó por terminar con honores una carrera universitaria y otro holgazaneó todo lo indecible, donde el primero una vez empleado apenas gana para medio mantenerse, mientras el otro se acomodó en un “organismo público”, quizás de seguridad, y en par de meses tiene carro, casa, viajes para “raspar”; qué paradigma se promueve? El buen ciudadano se traslada en bus, el otro en una Toyota del año.

¿Qué cultura productiva estamos promoviendo si lo que un obrero gana al mes, lo gana un pequeño contrabandista de gasolina en dos horas o lo gasta un corrupto en una botella de whisky? ¿Si los ingresos que un granjero (heroico) puede generar en un año de partirse el lomo y arriesgar hasta la vida, un raspador de tarjetas de crédito lo obtiene en una semana en tremendo viaje de placer? El granjero apoya la estrategia patriótica de la soberanía alimentaria, el raspador apoya la guarimba, aunque esté en nómina de PDVSA.

Está claro que los precios del petróleo y las elecciones legislativas son asuntos claves de la coyuntura, pero, el tema de fondo es ¿para dónde va Venezuela?


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Yldefonso Finol

Economista. Militante chavista. Poeta. Escritor. Ex constituyente. Cronista de Maracaibo

 caciquenigale@yahoo.es      @IldefonsoFinol

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