Muy temprano, el gobierno esbozó su política: el pragmatismo como norte, el reformismo como doctrina. Se reunió con los empresarios más emblemáticos y, en el estilo más socialdemócrata, postuló que era necesario el concurso de los capitalistas para elevar las fuerzas productivas, condición previa para ir hacia el Socialismo.
Los que se opusieron a este esquema fueron duramente atacados y perseguidos, de todo se les dijo. Se les acusó de agentes, se usaron las armas más viles, y la discusión fue aplastada por la fuerza mediática del gobierno.
No pasaron dos años completos para que el plan pragmático fracasara: el dólar, en lugar de ser pulverizado como se prometió, vio caer al Bolívar exhausto a sus pies; surgió una economía inédita en el mundo, “el bachaqueo”, una forma perversa de distribuir la renta, una especie de “Misión bachaqueo”, un saqueo ordenado con un mercado paralelo garantizado que funciona muy bien impidiendo el estallido social, el motín; los precios se burlan de los controles.
En la sociedad se decretó el sálvese quien pueda, las encuestas dan al gobierno números de tristeza, las movilizaciones son inapelables testimonios de pauperización política. A todas estas, los burgueses gozan de buena salud, prosperan los viejos y brotan como hongos los nuevos. No subieron las fuerzas productivas pero la clase capitalista se fortaleció, es un “logro” de los teóricos del gobierno: consiguieron fortalecer al capitalismo sin explotar, sin elevar la tasa de plusvalía, sólo despojando a la sociedad de la renta, envileciéndola como clientes de un garito.
La política está igual que la economía, el gobierno entró en una arena movediza donde al patalear se hunde más; si se paraliza igual se hunde. Para completar la entrega al capitalismo, ya consumada en lo económico, necesita un pacto con la oposición. Para eso busca dividirla entre “demócratas” y golpistas. Ahora bien, en la oposición no hay esas divisiones, todos son “demócratas” y todos son golpistas; depende de las circunstancias favorables, todos van a elecciones y todos van al golpe, ninguno niega a estas vías.
En lo internacional el gobierno es igual de errático. Busca apoyo de las oligarquías del continente pero éstas sólo pueden ofrecer ayuda para instaurar un nuevo pacto de punto fijo, para despojar al gobierno de sus veleidades revolucionarias: llegaron con el diálogo en ristre, exigen abdicar del Socialismo.
En resumen, el gobierno está atrapado en su propia receta, no funciona: si continúa avanzando hacia la socialdemocracia, hacia el equilibrio con la oposición, pierde aún más el apoyo de su base natural; si se resiste a entregarse en los brazos de la socialdemocracia sin ningún melindre, entonces, no puede concretar el pacto político que exige el capitalismo fortalecido y envalentonado.
En los días futuros veremos definir esta encrucijada: un gobierno débil, agotado, sin aliento de futuro; un capitalismo que exige su correspondiente político; una oposición que se bate acobardada entre elecciones o golpe, pero sin correr riesgos. Aquí puede pasar cualquier cosa, pero nada bueno para el gobierno, ya parece que pasaron los días en que aún se podía rectificar, ir al Socialismo, liberarse de la coyunda socialdemócrata.