Reivindiquemos los objetivos de lucha de Jorge Rodríguez

         Se ocultaba el sol el 27de julio de 1976 cuando los restos mortales del dirigente socialista Jorge Rodríguez fueron depositados en el Cementerio General del Sur. Acompañamos una multitud dolida. El dardo de un gobierno nefasto segaba la vida de una promesa revolucionaria. Aprehendido en Caracas por agentes de la tenebrosa Disip, en pleno desempeño de actividades legales como Coordinador de la Liga Socialista, hubo de ser sometido a crueles torturas para arrancarle datos relacionados con el secuestro de William Frank Niehous, gerente de la Owen Illinois, en febrero del mismo año. Indoblegable, Jorge resistió las torturas. Tenía 34 años de edad y su madera era irreductible. Prefirió entregar la vida antes que soltar una palabra comprometedora. Desprendimiento de vísceras y hemorragia interna reveló la autopsia como causa de muerte, anunciada como “infarto” por el Ministerio del Interior a cargo de  Octavio Lepage. Todo ello ocurrió durante la “democracia representativa”, en el gobierno de Carlos Andrés Pérez.

       Treinta y nueve años han transcurrido desde entonces. Se suceden las conmemoraciones. Se profieren quejas contra la impunidad, se hacen conjeturas acerca del escenario político donde tuvieron lugar tales acciones. Nadie recuerda que un mes antes del asesinato de Jorge Rodríguez, el 24 de junio del mismo año 1976, fallecía en Caracas el dirigente guerrillero Tito González Heredia, herido en una emboscada de la Disip. No es cierto que en Venezuela la izquierda estuviese en desbandada, como se atreven a afirmar quienes navegan en la superficie. Para los años 70 eran pocos los dirigentes de la lucha armada que habían optado por la política de pacificación propuesta por el Dr. Rafael Caldera. El movimiento revolucionario venezolano avizoraba la conjugación de distintas formas de lucha que permitieran un trabajo amplio en el seno del pueblo. De allí el surgimiento de organizaciones como los Comités de Lucha Popular, Ruptura, Liga Socialista, cuyos órganos de divulgación fueron Qué Hacer, Ruptura, Y Entonces..., Basirruque. Tras la pista de estas publicaciones, mil veces allanadas e incautadas sus ediciones, los gobiernos de turno de la mal llamada “democracia representativa” oteaban los pasos de dirigentes revolucionarios cuya integridad moral era indoblegable.  

       La justeza o no de procedimientos como los secuestros podría ser un punto de debate, pero lo esencial es que en aquellos años cada una de las organizaciones de izquierda se disputaba la hegemonía del movimiento revolucionario, coincidiendo todas en la necesidad de configurar una arteria única, capaz de orientar las luchas hacia un objetivo común. Divergencias tácticas las separaban.

       Al Indagar sobre las posibles coincidencias que condujesen a estructurar la unidad, entrevistamos a Jorge Rodríguez en marzo de 1975 (semanario Qué Hacer, 19 al 26 marzo 1975).

       -No hay que confundir –precisó Jorge- esa lucha por la hegemonía con las pugnas intergrupales que impiden a los militantes revolucionarios unir sus esfuerzos en torno a problemas comunes.

       Sin embargo, esas pugnas se manifestaron no sólo entre diferentes organizaciones, sino en su propio seno, como ocurrió con Bandera Roja, que habría de desembocar en traiciones por parte de algunos de sus dirigentes y alineamiento con el enemigo de clase.

       La muerte de Jorge Rodríguez, de Tito González Heredia, de Iván Barreto y de tantos otros –hombres y mujeres- que ofrendaron sus vidas por una auténtica transformación revolucionaria en Venezuela no puede quedarse en consignas ni en conmemoraciones. Hoy, cuando el  ministro del Trabajo y Seguridad Social en nuestro país, en acto conmemorativo del trigésimo noveno aniversario del asesinato de Jorge Rodriguez, al referirse a los “vicios de corrupción, ineficiencia e insensibilidad” que aquí subsisten, señala que “es el pueblo quien está ejerciendo la responsabilidad”, debemos preguntarnos, en nombre de nuestros héroes caídos, pero vivos en su ejemplo, si el ejercicio del poder en Venezuela está en manos de su pueblo.

irbami@cantv.net



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