Federico Engels, el gran camarada y colaborador de Carlos Marx, nacido en Barmen, Alemania, el 28 de noviembre de 1820, falleció en Londres el 5 de agosto de 1895, hace ahora 120 años.
Fue poseedor de grandes dotes intelectuales y de una indoblegable pasión revolucionaria, pese a ser hijo de un rico industrial, circunstancia esta que lo obligó a trabajar en una empresa textil de su padre. Ello le repugnaba, pero al mismo tiempo le prestó dos preciosas ayudas: por un lado, la holgura para auxiliar sin reserva a sus amigos, y por otro, el conocimiento directo de las condiciones de vida de la clase obrera inglesa, de lo cual extrajo nutrimento para su temprana vocación izquierdista y para la elaboración de una obra testimonial tan importante que muchos la consideran superior a las terribles descripciones y narraciones londinenses del famoso novelista Charles Dickens.
Poco después de conocerse, hacia 1842, los dos jóvenes comenzaron a colaborar, tanto en la actividad práctica como en la teórica, de modo que la monumental obra de Marx presenta siempre la impronta de su invalorable amigo, así como en la muy necesaria de Engels no deja de brillar el genial rastro del maestro de Tréveris. Tras la muerte de este, aquel organizó y editó dos tomos de El Capital, amén de otros trabajos, y prosiguió su brega como activista, consejero y sobresaliente autor revolucionario marxista.
Engels también prestó su auxilio en los casi infaltables momentos de estrechez vividos por la familia Marx, y sin ese apoyo tal vez El Capital, la obra cumbre de la teoría revolucionaria, no hubiera podido ver la luz.
Engels ha sido una figura controvertida, a pesar de que su modestia magnífica y el brillo deslumbrante de su amigo han tendido a mantenerlo en semisombra. Pero su acervo de generosidad, sabiduría, talento, autenticidad y entrega a la causa de los de abajo, le aseguran el amor de estos y la gloria de los inmortales.
