Donald Trum o Cuánto vale tener un enemigo así

Una persona ha escrito a mi correo en dos ocasiones para decirme: “¡Chavista asqueroso!” agradezco su capacidad perceptiva. Lo de Chavista, me halaga mucho. Y lo de asqueroso, asociado a chavista intensifica el halago.

Es bueno hacerse de enemigos así, ennoblece nuestro trabajo. Mientras más odian nuestras ideas más realzan nuestra lucha, enaltecen la guerra.

Es el caso de Donald Trum. Este señor nos está dando la oportunidad de corregir la orientación de nuestra lucha revolucionaria, nuestro norte revolucionario, para usar el término adecuado. ¿Qué nos está diciendo Trum ahora? Que Obama es un hipócrita al tratar el teme de lo inmigrantes, que la farándula mexicana y “latina” no vale nada: son unos farsantes que viven del capitalismo que viven en una país (cuando lo hacen) de muerte y explotación y se hacen los locos pero se escandalizan por los discursos antimexicanos de Trum. Que el pueblo norteamericano votaría por él solo por mostrarse tal y como es y claro en sus propósitos presidenciales. Nos está diciendo que él no haría lo que exige la mentira populista y demagógica. Haría lo  mismo que todos sus predecesores, es verdad,  pero sin excusas, sin parapetos, sin engaños. El tipo definitivamente defeine la lucha revolucionaria.

Ese trabajo de definición de nuestros propósitos, de asociar propósitos con estrategia, que aquí nos negamos hacer, Trum lo está haciendo por nosotros. Nos muestra los puntos ciegos donde no alcanzamos a ver al enemigo. Nos ayuda a enfocar con nitidez el rostro de nuestros enemigos, identificar a nuestros enemigos cuando se disfrazan de gente buena. Por eso digo que un enemigo que me odia y lo dice así, con todas las letras, vale más que todos los pícaros del mundo. Lo que no es poca cosa.

¿Contra quién lucha la revolución? Se supone que la revolución proyecta cambiar el orden establecido de las cosas. La revolución socialista pretende sustituir al capitalismo explotador y clasista; acabar con privilegios, igualar verdaderamente las oportunidades: como dijo Jesús, “dar a cada quien según sus necesidades”, y luego Marx agregaría, “exigir de cada quién según sus capacidades”, para completar el ciclo socialista en beneficio de toda la sociedad, de toda la humanidad.

Entonces ¿Qué es lo que confunde el norte de nuestros líderes llamados socialistas y revolucionarios?

Nuestros líderes, al mejor estilo ortodoxo, dicen que hay que desarrollar las fuerzas productivas para transitar definitivamente hacia el socialismo. Y parece que es eso lo que han estado haciendo en Venezuela los “técnicos” de la revolución, desarrollando las fuerzas productivas, construyendo un “país potencia”, pero capitalista.

Pero ningún político ha sido capaz de explicar el sentido “político” de estás alianzas con los capitalistas, que ellos califican ahora con el eufemismo de emprendedores o “capitalistas honestos”, (He ahí la ventaja de tener a un enemigo de la propiedad en el uso del lenguaje como Donald Trum. Para él no valen eufemismos. Los capitalistas “honestos” del gobierno bolivariano serían simplemente capitalistas hipócritas, pícaros, oportunistas, tan o más malos que él).

Luego dicen (hasta hora todo lo suponemos, porque hasta ahora no han mostrado quienes viven en paz) que esta es una revolución “pacífica”. Es la excusa más manida para no querer hacer ninguna revolución. Pero es la mejor para disimular la violencia.

Por definición, toda revolución es violenta. Así, en el fondo de sus corazones y principios, no lo deseen y  quieran sus cabecillas, sus líderes, toda ruptura del orden establecido, si es sostenida, sea lenta o rápida, presume violencia. El solo hecho de pretender arrebatarle el poder a un príncipe supone un hecho de violencia. Desarmar a alguien que nos tiene sometido supone un movimiento violento. Pretender que una revolución  (así se haya iniciado “pacíficamente”) no tenga un final o una vida violentos, es una candidez.

O una picardía, tipo Fouché. Borregos de la clase social a la cual en el fondo aspiran, disimulados. Exaltados con el glamor en que viven ricos y famosos. Nadie quiere una revolución si tiene como meta personal en la vida demostrar en sociedad su “clase”. “Yo también puedo destacar entre tantos fracasados”, esa es la idea rectora en la vida de las mayorías, de la masa pequeñoburguesa; clase media o marginal, incluyendo la de mucho de nuestros líderes y técnicos del gobierno.

El caso es que, mientras no seamos capaces de entender nuestros propios propósitos de vida, jamás conoceremos nuestras razones políticas para discernir sobre el futuro de la sociedad. Y en consecuencia saber a qué nos comprometemos y a quién nos oponemos, cuáles serían nuestros verdaderos aliados y cuales los enemigos.

Donald Trum es mi enemigo, es mi norte, en sentido negativo. Ahora me resulta que la impudicia de este señor es lo más cercano, lo más parecido a un consejo de Chávez.

Es la definición se asemeja a Chávez. Pero en eso también alecciona por carambolas a nuestro gobierno, a Maduro. Nos exhorta a mostrar las cartas, a definir con más exactitud el perfil de nuestra causa, de nuestra revolución (nos invita, por toques delicados, a ser valientes)

Este Trum, si llega a conquistar la presidencia de su país, no va actuar con Venezuela con tanta diplomacia como Kerry u Obama. Sus métodos serán más directos. Sus órdenes serán más claras. Demandará de Venezuela, es decir, del gobierno venezolano, posiciones políticas mucho más definidas. Menos encogimiento  y más resolución. O estás conmigo o eres mi enemigo. No se iría por las ramas. Por eso creo que necesitamos a alguien como Trum en la presidencia del país del Norte, considerando la política vaga de trabajar para y por “La Paz” y no por la revolución: ¡O eres chicha o limonada!

Insisto que, cuando alcanzamos a hacernos entender de una vez; expresar con claridad nuestras ideas, nuestros propósitos o intenciones, nos hacemos dignos de tener verdaderos enemigos y tener verdaderos amigos. Lo demás es un caldo para criar flojos, oportunistas; de amoralidades; de mediocridades; de adulantes, de vanidosos, de distraídos y adormilados; de puercos y monos chillando en un chiquero, esperando a ser sacrificados, en mi humilde opinión…



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Héctor Baíz

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