Lo mejor de lo peor

La precaria situación nacional se ha venido debatiendo casi exclusivamente entre los dos extremismos de la política venezolana que aparecieron con el nacimiento de la propuesta de una quinta república. Así, chavismo y oposicionismo se conjugaron siempre en dicotomía para barajar acomodaticiamente los más variados acontecimientos político-sociales simplemente como victorias y fracasos.  

Como nunca antes a lo largo de esta diatriba, las ópticas complacientes de las cúpulas se desenvuelven ahora completamente divorciadas de la realidad nefasta que vivimos el resto de los ciudadanos de este gran país. El chavismo devenido en PSUV se mantuvo ante los ojos de los mas desposeídos como una opción creíble para la mejora de su calidad de vida, y el espejismo duró hasta tanto una inmensa renta petrolera llenó las arcas del erario público y los bolsillos de inescrupulosos empresarios tanto públicos como privados.

Los intentos de hacer productiva una ingenua economía socialista se estrellaron con el empeño del chavismo de forzar  la creación de un insostenible modelo de estado-empresario, olvidando el verdadero papel regulador de sus funciones, mientras minaba a fuerza de expropiaciones  indiscriminadas el aparato productivo nacional al punto del conformismo con una triste economía de puertos. Casos emblemáticos de esta primera triste verdad abundan, y para muestra tenemos agropatria y las cementeras, oscuros vericuetos de corrupción y clientelismo a la vista de propios y extraños.

Por otra parte, el oposicionismo se dedicó siempre a dinamitar cualquier iniciativa de control popular, sin presentar un discurso coherente que permitiera una convivencia armónica y civilizada entre las partes en pugna. Posiciones antipatrióticas, el silencio cómplice ante indudables acciones de paramilitarismo y el constante llamado al intervencionismo extranjero, han sido el bastión de su mediocre proceder. Como consecuencia, el garrafal desconocimiento de los resultados electorales que no le favorecían y su constante pateo a la mesa de negociación, transformaron a la actual dirigencia opositora en una suerte de parias que ahora solamente convencen a los más extremistas de sus filas y a aquellos deleitados por el canto de sirenas de que “no puede haber nada peor que esto”.

Ante la innegable precariedad de una situación que en lo social podría costar generaciones en resolverse, todavía algunos desesperados compatriotas tienden a justificar los desvaríos del añejo liderazgo opositor que se pretende erigir como redentor de causas cada vez mas perdidas. Como consecuencia, parece estar creciendo cada vez más en la nación una corriente de compatriotas que  nos vemos forzados a mantenernos equidistantes de estas posiciones, a riesgo de ser vilipendiados por aquello de que “o estas conmigo o estas contra mí”.

Mientras no aparezcan en el firmamento voceros creíbles que interpreten la realidad viendo la evidente desnudez del rey y presentando propuestas sinceras y creíbles que nos involucren a todos como sociedad, corremos el riesgo de conformarnos en demasía con lo mejor de lo peor.



dejesupo@hotmail.com  



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