El capitalismo parasitario en Venezuela según Rómulo Betancourt

El capitalismo parasitario en Venezuela según Rómulo Betancourt *

Los créditos (…) los dineros del Estado prestados con fines refaccionarios [se convirtieron] en mansiones urbanas, automóviles trepidantes y joyas para damiselas de París o Nueva York”.

No puede cruzarse de brazos el Estado venezolano a esperar que la iniciativa privada desarrolle y diversifique la producción, porque la tendencia a seguir la vía de menor resistencia en un sector apreciable de los capitalistas criollos, los impulsa a ser caseros y comerciantes antes que agricultores o industriales”.

Rómulo Betancourt (1956)

Venezuela, política y petróleo

Tendencias parasitarias del capital nacional. Parte I

24 de julio de 1937

Diario Ahora

Es frase socorrida y corriente la de que en Venezuela nada puede hacerse con recursos propios, porque la totalidad de los venezolanos vive poco menos que en los lindes de la miseria. Esta versión reclama con urgencia el ser revisada. Es cierto que la inmensa mayoría de los venezolanos carece de capitales propios y sobrelleva la existencia precaria del empresario en pequeño; del industrial adeudado; del agricultor sin créditos; del profesional, empleado u obrero reducido a los ingresos producidos por su ciencia o su brazo. Empero, al lado de esta densa mayoría no poseyente hay un pequeño sector, por reducido no menos real, que sí dispone de reservas monetarias, que sí puede encasillarse como capitalista.

Claro está que este sector no admite paralelo, en cuanto al montante de sus capitales, con el cuadro de los millones de los países súper-desarrollados. Comparados con los Rockefeller, los Morgan, los Dupont o los Deterding, nuestros capitalistas aparecen como pigmeos. Empero ubicándolos en nuestro medio económico, aislándose como sector venezolano y teniendo en cuenta la proporción del capital nacional detentado entre sus manos, debemos reconocer la existencia de una minoría plutocrática en nuestro país.

Y constatado esto, una pregunta surge de inmediato: ¿Si es así por qué nuestras industrias no progresan y continuamos siendo un país agro-pecuario, dependiente de la manufactura extranjera, que importa anualmente, hasta por valor de 250 millones de bolívares, la casi totalidad de la mercadería consumida? Y aún más: ¿si esas reservas de capitales existen, cómo se explica la ausencia de mecanización en la producción agrícola y pecuaria, todavía realizándose de acuerdo con métodos rudimentarios y de muy bajo rendimiento?

La respuesta es una, y surge sin dificultad para contestar esas preguntas: Nuestro capital es de franca tendencia parasitaria. No tenemos capitanes de industria, sino rentistas y usureros. La empresa audaz y de envergadura, que supone riesgo y aventura, no la afronta la docena escasa de nuestros millones. Tienden a la inversión segura ciento por ciento cuando son muy audaces. Los más prefieren colmar con sus depósitos improductivos las cajas fuertes de las instituciones bancarias del país o extranjeras.

Nosotros, al hacer estas afirmaciones, no procedemos con empirismo ni por pasión. Constatamos una realidad, respaldados, como siempre que nos es posible, por el dato estadístico irrecusable.

No hemos inventado una teoría al acusar de parasitario al grupo reducido de millonarios del país. Hemos interpretado, simplemente, un hecho que se impone al más superficial investigador de nuestros problemas económico sociales. Y lo probaremos aportando unas cuantas cifras convincentes.

En la Revista del Ministerio de Hacienda (No 1, correspondiente a octubre de 1936), encontramos el dato de que los depósitos bancarios para el último semestre de 1935 alcanzaban a la suma, fabulosa si se tiene en cuenta el volumen total de las disponibilidades de dinero del país, de Bs. 320.463.275.58. Mientras las cacareadas reservas del Tesoro ¯orgullo del régimen pasado y eje de su propaganda interna y externa¯ no alcanzaban a la suma de 100 millones de bolívares, los escasos capitalistas nacionales tenían depositadas en las cajas de seguridad de los Bancos una cantidad mayor en tres veces a las famosas reservas del Estado. Esas sumas le devengaban apenas un interés a los depositantes, y de paso le servían a los Bancos para movilizarlas no con fines progresistas, de financiación de la industria y la agricultura con un criterio liberal y amplio, sino para prestar dinero en condiciones leoninas y con respaldo prendario o hipotecario al productor urgido de refaccionar su hacienda o de sacar a flote su empresa.

Podría argumentarse que esa tendencia de los capitalistas nacionales a depositar sus dineros antes que a invertirlos en empresas reproductivas se justificaba por la falta de garantías y de seguridades existentes en Venezuela, bajo el régimen de Gómez. Ese argumento puede ser rebatido con otro de mucha fuerza. El de que la mayoría de esos depositantes, de esos privilegiados del dinero, estaban ligados en una forma y otra al régimen imperante y de aquel no tenían por qué esperar represalias. Pero vamos a dar por cierto que la cautela del capital para invertirse se originaba de las condiciones político-sociales del país.

Admitida esta tesis, quedaría entonces por explicar lo que en sana lógica no admite explicación. Esto es, la persistencia en su actitud de los dueños de esas reservas monetarias inmovilizadas. Bajo el Gobierno actual no ha variado el proceder de quienes son los únicos con posibilidades para echar las bases de una industria privada nuestra, nacional; de quienes disponen de medios económicos suficientes para adquirir maquinaria moderna, a fin de aplicar a la agricultura y la cría los métodos científicos de cultivo y producción.

Si alguna duda existiere con respecto a la verdad de nuestras afirmaciones, recuérdese cómo la licitación abierta por el Ministerio de Fomento, para la construcción de refinerías de petróleo con capital privado, no fue concurrida por ninguno de nuestros millones. Se trataba de un negocio saneado, pero, como todo negocio, expuesto a contingencias. Y esto era demasiado para quienes prefieren la renta segura, firme, inamovible.

Mañana fijaremos en un segundo artículo otros aspectos de este tema, cuya importancia salta a la vista.

Tendencias parasitarias del capital nacional. Parte II

25 de julio de 1937

Diario Ahora

Ayer comenzamos a abordar el tema que sirve de título a este artículo. Hicimos la observación de que para fines de 1935 había en depósito en los Bancos más de 320 millones de bolívares de particulares. Suma igual, si no mayor, debe estar depositada por nuestros escasos millonarios en Bancos del exterior. Lo cual significa que su porcentaje considerable de las disponibilidades monetarias del país es riqueza muerta, inoperante.

Ahondando más en el tema nos encontramos con algo muy interesante. Y es el hecho de que cuando el capital criollo se arriesga a intervenir en el proceso económico no es para actuar como capital-industrial, sino como capital usurero. Las estadísticas del Registro Subalterno del Departamento Libertador nos van a servir de guía para demostrar cómo el volumen de negocios sobre propiedades raíces -ventas, hipotecas, cancelaciones crece violentamente de año en año.

No disponemos sino de los datos correspondientes a los años 1929, 1930 y 1931, los cuales fueron publicados en el Boletín de la Cámara de Comercio de Caracas de agosto de 1932.Quien lea diaria y atentamente en los periódicos el resumen en ellos publicados de las transacciones hechas sobre propiedades raíces, principalmente inmuebles urbanos, completará con su imaginación los datos que faltan; y concluirá en que en los años más recientes la curva de ese género de transacciones comerciales ha tendido a subir, más que a descender.

Los datos en cuestión son los siguientes:

Totales de las operaciones del Registro Subalterno del Departamento Libertador

Años 1929, 1930 Y 1931

Año

Cancelaciones

Hipotecas

Ventas y varios

Total

1929

39.525.245,00

63.858.118,00

47.155.335,70

150.540.627,70

1930

51.150.736,60

73.638.633,90

64.735.692,00

189.525.062,50

1931

72.710.395,00

73.191.013,00

62.763.416,00

208.664.824,00

Esa vocación del capital criollo a buscar de invertirse en lo que produce una renta segura y saneada -las casas de alquiler- repercute muy desfavorablemente sobre la economía nacional. No sólo le resta a las actividades económicas realmente productivas (agricultura, industria, cría), el dinero para nutrirse y desarrollarse. También, por la puja que se establece alrededor de la propiedad urbana, se aumenta artificialmente el valor de ésta. Y es el inquilino quien paga los platos rotos de esa competencia entre los devotos de las rentas fáciles. De su arrendatario aspira siempre a extraer el casero cualquier excedente pagado cuando adquirió la propiedad.

El carácter parasitario de los sectores plutocráticos tiene, en nuestro concepto, una explicación fácil. Se trata, en su mayor parte, de gente enriquecida al amparo del presupuesto; o de quienes recibieron jugosas parcelas de hidrocarburos, en los días de la rebatiña de concesiones. Y gente que no forjó sus capitales en la siempre arriesgada vida de los negocios, que no los "sudó" -para decirle que con expresión plebeya, pero muy expresiva en éste caso- carece de esa vocación aventurera de quienes hicieron sus fortunas en pugna con los competidores, sorteando las crisis, afrontando todas las contingencias que amenazan al productor urbano o rural, al empresario o al agricultor.

Esta es simplemente una explicación del fenómeno. Pero que no implica nada en el camino de la solución de los problemas derivados de él.

Esa solución es, por otra parte, sencilla. Está al alcance de la mano. No se necesita poseer conocimientos infusos ni alta técnica hacendística para ponerle freno a la tendencia usurera de quienes sólo invierten su capital en casas de alquiler; o de quienes, aún más cautelosos, repletan con sus monedas las cajas de los Bancos.

Ayer no más nos decía un cable de la U.P. que el Presidente Cárdenas, en México, había fijado por decreto el precio de los alquileres de casas, tomando en cuenta el valor de ellas y calculándose un racional porcentaje de interés sobre las inversiones que representan. El Ejecutivo puede tener la seguridad de que sólo unas pocas docenas de perjudicados criticarían una actitud suya semejante a la adoptada por el Gobierno Mexicano. No es posible que permanezca desamparado el inquilino nacional indefinidamente, porque a una mayoría parlamentaria al servicio de todo cuanto significa atraso y estancamiento en nuestra tierra acordó archivar el Proyecto de Ley de Arrendamientos Urbanos del Diputado Rojas Contreras.

No es tampoco difícil ni arriesgado obligar a quienes tienen estancados sus capitales en los Bancos a que los pongan a circular, invirtiéndolos en forma favorable a la economía nacional. Bastaría con que se establecieran impuestos fuertes sobre los depósitos bancarios, a partir de ciertas sumas; y que, al mismo tiempo, se evitara, tomándose medidas drásticas contra la fuga de capitales, que los depositantes replicaran a esa medida trasladando sus valores a bancos del exterior.

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(*) El 9 de marzo de 1937 Rómulo Betancourt (1908-1981) empieza a escribir su columna “Economía y Finanzas” en el Diario Ahora, en la que analizaba la situación social, económica y política de Venezuela. Pocos días después, el 13 de marzo de ese mismo año, por decreto del gobierno de Eleazar López Contreras son expulsados del territorio venezolano 47 de los más importantes líderes de la oposición de izquierda, entre los que se encontraba Rómulo Betancourt, quien continuará desde la clandestinidad publicando su columna en el Diario Ahora hasta 1939. Entre estos artículos escogimos los que antes reproducimos íntegramente, tomados del Archivo Digital Rómulo Betancourt de la Universidad Católica Andrés Bello (Ucab).

La Venezuela de los años 30 del pasado siglo XX desde la que nos escribe Rómulo Betancourt los dos artículos de prensa aquí seleccionados, ya contaba con una renta proveniente del petróleo que superaba los ingresos en divisas aportados por todas las exportaciones del país. En 1936 el petróleo constituía el 89% de las exportaciones nacionales y los ingresos petroleros dentro del presupuesto nacional un 33%, para 1948 esos indicadores ascienden a 96% y 58%, para 1954 a 98% y 64%, y para 1968 al 93 % y 71%, respectivamente. (Baptista, A. y Mommer, B. 1997. El petróleo en el pensamiento económico venezolano, pp. 46-47. Ediciones IESA. Caracas).



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Heiber Barreto Sánchez

Politólogo. Co-moderador del programa de opinión y análisis Golpe de Timón.

 heiberdario@yahoo.es      @HeiberBarreto

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